martes, 23 de julio de 2013

Capitulo 27

Capitulo 27

—¿Lali? —dijo Peter suavemente, haciendo lo posible por ocultar el pánico en su voz. Ante su nombre las pestañas de Lali se agitaron, y ella se lamió los labios. Estaba pálida y sudorosa, que parecía que estaba a las puertas de la muerte.

—Peter —respondió secamente, sus ojos se cerraron de nuevo. Peter podía oír su respiración superficial. Corrió hacia ella, cayendo de rodillas a su lado.

—¿Qué pasa? — preguntó él, sus manos bailando ligeramente sobre su cuerpo mientras buscaba una lesión de algún tipo, orando por encontrar una. Se negó a pensar que lo que la aquejaba era algo interno, algo que no podía ver. Algo que podría quitársela para siempre. Sintió las lágrimas picar sus ojos cuando ella no respondió — . Lali, ¿puedes escucharme?

Su asentimiento apenas fue perceptible, sin perder un minuto más, Peter dejó caer la bolsa de su cámara y la tomó en brazos. Ni siquiera sintió el dolor irradiando de su brazo debido a la mano herida.

Casi corriendo, Peter se dirigió a la oficina de la enfermera, pasando junto al asistente y yendo directamente a una de las dos enfermerías para acostar a Lali en la cama. Una enfermera indignada lo siguió, pero sus palabras enojadas murieron en sus labios cuando vio a Lali.

—Marjorie, llama al 911 — gritó detrás de ella antes de volver su atención a Lali.

—La encontré así. ¿Qué le pasa?

La enfermera puso el dorso de su mano contra la frente de Lali y frunció el ceño.

—Bueno, no tiene fiebre. ¿Cuál es su nombre?

—Lali.

—Lali —dijo la enfermera, frotando suavemente la mejilla de Lali —. Lali, cariño, ¿puedes escucharme?

Lali murmuró algo ininteligible mientras luchaba por abrir los ojos, en vano.

—¿Y bien? —incitó Peter.

—¿Es alérgica a algo? ¿Picadura de abejas? ¿Algo así?

—No que yo sepa.

—Hmm. Bueno, es difícil decir lo que es, cariño, pero ellos la llevarán al hospital y le echarán un vistazo allí.

—¿Así que esperamos la ambulancia? Puedo llevarla al hospital más rápido. Déjeme llevarla —rogó Peter.

—¡No, señor! — dijo la enfermera, negando con la cabeza — . Ninguno de ustedes va a dejar mi vista hasta que llegue la ambulancia.

Peter tuvo la impresión de que ella podía decir eso. Pudo haberse pateado a si mismo por no llevar a Lali directamente al hospital. Sabía que siempre era mejor pedir perdón que permiso. Ahora estaba atascado.

—¿Sabes si ella tiene algún problema de salud?

—Sí, tuvo cáncer de pulmón hace un tiempo atrás y tuvo quimioterapia y radiación.

Peter vio la mirada que apareció en la cara de la enfermera. La sintió como una flecha en su corazón. Sabía lo que ella estaba pensando y fue casi más de lo que podía soportar.

—Por favor, déjame llevarla —rogó. La voz de Peter tembló, pero a él no le importaba. Lo único que le importaba estaba yaciendo en una cama frente a él, preciosos segundos de la vida de ella pasando—. Por favor.

La cara de la enfermera se suavizó.

—Cariño, lo que sea que esté mal con ella no va a ser arreglado en los siguientes diez minutos. Además, se encargarán de ella más rápido si llega con el equipo.

Peter racionalizó que ella probablemente tenía razón, por lo que renunció a pedirle llevarla. En cambio, se agachó y agarró la mano inerte de Lali en la suya entablillada.

—¿Lali? ¿Puedes escucharme?

Su cabeza rodó de lado a lado y murmuró nuevamente, pero no tuvo ninguna reacción más que esa.

—¿La trajiste con una mano rota?

Peter no le dedicó ni una mirada a la enfermera.

—Sí, señora.

Escuchó su suspiro. Sintió la pena de ella. Pero no la quería. Sólo quería que Lali estuviera bien.

—Ella va a estar bien, ¿verdad?

—Seguro que sí, cariño.

La enfermera se fue para asegurarse de que la secretaria notificara a la madre de Lali. Seis minutos más tarde, la ambulancia llegó para llevarse a Lali. Sin siquiera pedir permiso, Peter se fue directamente a su coche y los siguió.

Cuando llegó al hospital, Gimena Esposito ya estaba allí. Estaba visiblemente alterada, pero seguía entera. Una enfermera apareció justo cuando estaba llevando de vuelta a Lali al interior de la sala de emergencias. ¿Podría por favor registrarla mientras la ingresamos a la habitación? La traeremos directamente tan pronto como usted haya terminado.

Peter no podía imaginarse lo duro que fue para Gimena escuchar eso. Asintió y se volvió hacia el área de ingresos. Peter caminaba en el suelo de la sala de espera, sabiendo que no tenía otra opción más que esperar a la madre de Lali. Unos diez minutos más tarde, ella emergió.

—¡Sra. Esposito! ¡Gimena! — gritó, apresurándose hacia ella.

Aunque ella no parecía exactamente encantada de verlo, no lo había rechazado por completo tampoco. Lo tomó como una buena señal y esperó que ella tuviera compasión de él.

—Peter, realmente no tengo tiempo para esto ahora mismo. Yo…

—Por favor — la interrumpió Peter — . No sé lo que Lali le ha dicho, pero por favor, no haga que me vaya. Tengo que saber que ella va a estar bien.

—Puedes llamar y comprobarlo más tarde. Estoy segura…

—No quiero llamar y comprobarlo más tarde. Quiero verla. Tengo que estar aquí cuando despierte. Hay algo que tengo que decirle.

—Puede esperar hasta que ella…

—No, no puede esperar. Por favor. Por favor, Sra. Esposito.

Peter pudo notar que ella estaba a punto de decirle no de nuevo. Estiró sus manos y las puso sobre sus hombros, mirándola a los ojos.

—Por favor. La amo.

Peter supo el instante en que ella cambió de idea. Sus rasgos se relajaron y vio la preocupación que sintió brillar.

—Muy bien, pero si la molestas, te vas. Punto.

—Sí, señora. No quiero molestarla.

—Déjame volver y comprobarla. Enviaré a alguien por ti cuando ella esté decente.

Peter asintió con la cabeza y sonrió tenso con gratitud. Estaba esperando que ella lo dejara volver junto a ella ahora, y quiso discutir. Pero, desesperado o no, seguía siendo lo bastante inteligente como para darse cuenta cuando no presionar. Decidió que si ella no enviaba por él pronto, volvería a llamar la irritaría hasta que estuviera de acuerdo en dejarlo entrar. Y si se negaba, esperaría a que fuera al baño o a conseguirse una bebida y se colaría para ver a Lali. De una manera o de otra, él iba a volver allí. Nadie iba a mantenerlo alejado de Lali. Nadie.

Peter se turnaba paseando por la sala de espera, pidiendo actualizaciones de los voluntarios y mirando la gran bahía por las puertas de vidrio corredizas. Cada minuto que pasaba se sentía como un año. Cuando había pasado poca más de una hora, Peter caminó hacia el teléfono de cortesía y marcó el número de emergencias. Cuando la voz de una mujer respondió, le pidió ser conectado a la habitación de Lali. Su madre respondió el teléfono.

—¿Cómo está? ¿Puedo verla? —preguntó sin siquiera identificarse. No lo necesitaba. La madre de Lali sabía quién estaba llamando.

—Vamos de vuelta —dijo ella y luego colgó.

Peter fue hacia el fornido guardia de seguridad que se encontraba detrás de un cristal a prueba de balas. Para todos los efectos, él era un portero, así que Peter se tomó el tiempo para explicar que le habían permitido ver a Lali. Mirándolo sospechosamente, el portero levantó su teléfono y marcó un número, murmurando a alguien al otro lado. Él asintió dos veces y colgó. Sin mirar hacia Peter, el oficial de seguridad se inclinó hacia adelante y presionó un botón que permitía a Peter escucharlo más claramente.

—Te voy a dejar pasar.

Y entonces lo hizo.

Peter hizo su camino de regreso a través del pasillo con cortinas y puertas cerradas hasta la estación de enfermeras. Él se sentía como si acabara de estar aquí, especialmente porque prácticamente lo había estado. Como si fuera una señal, su mano le dio un profundo pinchazo para recordarle su estado de lesionado. Peter lo ignoró mientras se acercaba a las enfermeras.

—Lali Esposito.

Una de las enfermeras más joven busco un código en la pizarra detrás de ella y le dio a Peter el número de la habitación, señalándole la dirección correcta. Con un corazón pesado, él se giró y caminó por dónde le dijo.

De alguna manera, ellos habían manejado despertarla un poco. Sus ojos estaban abiertos y su madre estaba parada cerca de la cabecera de su cama, cepillando su cabello con un movimiento repetitivo. Peter no tenía que imaginar cuan asustada e impotente se sentía. Él se sentía de la misma manera.

Nerviosamente, él metió sus manos en sus bolsillos, haciendo una mueca cuando su mano dio un pinchazo. Esa mano no encajaría más en su bolsillo, con la férula y todo, había atascado sus dedos tratando que salieran. Ambas, Lali y Gimena, miraron abajo a su mano mientras la colocaba detrás de su espalda.

Él caminó alrededor de la cama y se detuvo a los pies de Lali, inseguro de que tan receptiva estaría ella.

—Ey — dijo él sin convicción.

Sus labios se curvearon un poco.

—Ey.

Peter se movió hacia adelante un poco más cerca de la cabecera, mirando arriba hacia su madre para asegurarse que no le estaba dando una mirada de reproche.

—¿Cómo te sientes?

—Como si pudiera correr un maratón. ¿Qué tal tú?

Él manejo una pequeña sonrisa a su broma. No sabía cómo ella podía bromear en su actual condición. Sólo otra increíble parte de la persona que ella era, suponía Peter.

—Alistándome para lanzar una jabalina. —Peter hizo el movimiento con su mano lastimada. Y Lali sonrió.

—Buena idea.

Peter se encogió de hombros.

—Eso pensé.

La madre de Lali se inclinó y presionó un beso en la cima de la cabeza de Lali.

—Ya regreso, nena. Voy a ir a buscar el baño.

Lali asintió. Y Gimena Esposito miró hacia Peter y sonrió un poco en su camino fuera de la habitación. Se preguntaba si esa era su versión de luz verde. Él esperaba que lo fuera. Si pensara que ella le creería, le diría lo mucho que quería proteger a Lali, hacerla feliz siempre y asegurarse que nada le pasara, asegurarse que ella nunca derramara una lágrima mientras viviera. Pero ahora no era el momento. Y ella quizá no lo creyera de todos modos. Peter se dio cuenta que simplemente tendría que demostrárselo.

Cuando Gimena se había ido, Peter se movió aún más cerca de la cabecera de la cama. Vacilante, se estiró y cepilló lejos un mechón de cabello de la mejilla de Lali. Ella frunció el ceño a su mano.

—¿Me cargaste hasta la oficina de la enfermera?

Él asintió. Tenía miedo de que no pudiera hablar a través del nudo que se había formado en su garganta.

—¿Con una mano rota?

Él asintió otra vez.

—¿Por qué harías eso? Pudiste simplemente buscar a alguien.

Peter se encogió de hombros y aclaró su garganta.

—No iba a dejarte.

La barbilla de Lali tembló.

—Bueno, gracias por ir a través de tantos problemas. Y por hacer algo, estoy segura que debió doler como el demonio.

—Tú lo vales.

—Peter —dijo ella, su voz temblando —. ¿Qué estás haciendo aquí?

—No me pidas que me vaya.

—Pero no deberías estar aquí. No necesitas esto en tu vida.

—¿No quieres decir que tú no me necesitas en la tuya?

Lali no habló por lo que pareció una eternidad antes de continuar.

—Sé que ése no es quien eres, Peter. Sólo estaba asustada.

—Y yo lo siento tanto por asustarte. Te lo juro, no soy como mi padre. Yo solo… lo vi y… pensé que tú…

Lali entrelazó sus dedos con los de él, su toque tan suave como las alas de una mariposa.

—Lo sé.

Su corazón estaba en sus ojos. Sabía que su corazón estaba en los de él. Peter no podía contener más tiempo lo que estaba sintiendo. Estaba aterrorizado de que no tuviera otra oportunidad para decirle si lo hacía.

Inclinándose hacia ella, Peter atrajo sus dedos hasta sus labios.

—Lali, estoy enamorado de ti. Nunca te lastimaría. Jamás.

Cuando Peter alzó sus ojos a los de ella, estos estaban llenos de lágrimas. Aunque ella no hizo ningún sonido, su cuerpo se sacudió con los sollozos y apretó sus ojos. Peter dejó caer su frente en su mano.

—Lo siento tanto. Si pudiera retirarlo, lo haría. Si hubiera un solo día que pudiera hacerlo todo otra vez, una sola hora incluso, sería eso.

—No es eso — finalmente logro decir ella, su voz gruesa —. Sólo desearía poder liberarte de todo esto.

Peter alzó la vista.

—¿Todo esto?
 
—Todo esto —dijo ella, indicando su cuerpo.

—No me perdería un día contigo por nada. Un día enferma, o sana. No me importa. Quiero decir, por supuesto que desearía que no estuvieras enferma, pero quiero estar contigo a pesar de eso.

—Por un tiempo al menos.

—No por un tiempo. Tanto tiempo como tú me quieras. ¿No me escuchaste, Lali? ¡Estoy enamorado de ti!
—Pero Peter…

—No, sin peros — la interrumpió con una sacudida de cabeza —. Estoy cansado de las personas diciéndome qué sentir o cómo debería sentirme. Sé que suena loco, pero sé cómo me siento. Sé que esto es real.

Lali observó a Peter en silencio.

—Ellos piensan que mi otro riñón está fallando.

Peter sintió que su mundo se desmoronaba.

—¿Qué significa eso? Quiero decir, ¿qué harán ellos?

—Si es malo, significa que me pondrán en una lista para trasplante e intentar encontrarme un riñón nuevo.

—¿Cuánto tiempo tomaría eso?

—No lo sé. Podrían ser años.

—¿Entonces qué harás mientras tanto?

—Conseguir diálisis tres veces a la semana.

Peter lentamente asintió, sus labios finalmente curvándose en una media sonrisa.

—¿Necesitas un aventón?

30 comentarios :

  1. ++++++++++++++++++++++++

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  2. Aaaai no pobre Lalu, quiero mas!!

    Arii

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  3. Me puse triste, quiero massss....!!!!
    Patty

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