lunes, 29 de julio de 2013

Capitulo 1

Capitulo 1

―Apuesto cien dólares a que huele como alcantarilla infestada de ratas ―dijo, mi mejor amiga, Mery, a mi lado con su voz gruesa llena de disgusto.
 
Maria Del Cerro, o Mery como todo el mundo la llama, peinó un mechón de su cabello rubio ceniza fuera de su cara mientras terminaba de aplicar su brillo de labios.

La escuela acababa por terminar y, como siempre, Mery me estaba llevando a casa. Estando sentadas en su auto discutíamos sobre mi enamoramiento, cuando mi vecino de al lado, Peter Lanzani, paseó por su entrada vestido como alguien que va a una convención gótica.
 
―¿En verdad toca esa cosa? ―preguntó Mery mirando con desdén la guitarra roja que colgaba sobre su espalda.
 
Asentí, haciendo una mueca.
 
―Sí, creo que se considera algún tipo de estrella del rock. Sus raros amigos están todo el tiempo haciendo un montón de ruido.
 
―Y apuesto a que pasan todo el rato fumando hierba y bebiendo cerveza barata.
 
Miré a Peter mientras entraba en su casa y cerraba la puerta. No era sólo mi vecino de al lado. Tan extraño como parecía, mientras crecía había sido mi mejor amigo. Antes de que se convirtiera en un marginado social o tuviera tatuajes sobre todo su cuerpo.

Cuando éramos más jóvenes, habíamos sido inseparables. Lo que uno hacía, el otro también. Durante el verano conducíamos nuestras bicicletas hasta el arroyo y pasábamos todo el día ahí nadando y tomando el sol. Nuestros padres estaban seguros de que algún día nos casaríamos porque no podíamos vivir el uno sin el otro.
 
Sí, cómo si eso fuera a pasar.
 
Las cosas cambiaron después de que el papá de Peter murió. Peter se convirtió en un retraído y no salía de su habitación ni para verme. Repetidamente traté de hablar con él, pero no quería saber nada de mí.
 
Entonces la secundaria comenzó e hicimos nuevos amigos. Me uní al equipo de porristas y pasaba el rato con los chicos populares. Peter estaba en su propio mundo, con sus nuevos y extraños amigos, y no había lugar para mí en él.
 
Dos veranos atrás, dejó el pueblo y, cuando regresó, su apariencia había cambiado drásticamente. Su cabello castaño era un dramático negro, todo levantado como un puerco espín, y sus brazos estaban cubiertos con tatuajes. El chico dulce que una vez conocí estaba reemplazado por un extraño que apenas reconocía.
 
Era increíble cómo alguien podía cambiar tanto.
 
―Tierra a Lali Esposito, ¿puedes oírme? ―La voz de Mery irrumpió en mis pensamientos y la miré con confusión.
 
―Lo siento, ¿qué dijiste?
 
Mery suspiró.
 
―Dije que es seguro para ti salir ahora. El fenómeno se ha ido.
 
Me ericé ante el apodo, pero no dije nada, Mery tenía permitido pensar lo que quisiera, y no era como si Peter fuera completamente inocente en todo esto. Él lo trajo sobre sí mismo. No tenía que vestir todo de negro o usar delineador de ojos como una chica. ¿Creía que las personas no se burlarían de él? En nuestro pequeño pueblo de Statlen, Iowa, donde todos se conocen, llamaba la atención.
 
―Gracias, Mery. Te veré mañana.

Salté fuera del auto y la miré irse.
 
En cuanto a amigos, Mery estaba en algún lugar en el medio, a pesar de ser mi “BFF ”. Nos conocimos en la secundaria, e inmediatamente quise ser su amiga. Ella era una de esas chicas que todos los chicos deseaban y como todas las chicas querían ser, incluyéndome.
 
Su cabello rubio ceniza era espeso y atractivo, tenía una increíble figura delgada y curvilínea en los lugares correctos, siempre vestía las últimas ropas. Cuando me eligió para ser su compañera en laboratorio, salté a la oportunidad de conseguir estar más cerca de ella. Desde entonces, había adoptado su estilo y su personalidad, y ahora, me gustaba pensar que era tan deseable y popular como ella.
 
Mientras caminaba a través de mi patio delantero, buscando mis llaves, fruncí el ceño al ver cuán largo se había puesto el césped. No tener un hombre alrededor definitivamente se notaba. La pintura de nuestra desgastada casa estaba descascarada y tenía la desesperada necesidad de un retoque. El cobertizo abandonado requería una nueva puerta, y las canaletas del techo necesitaban una buena limpieza.
 
Verás, mi mamá quedo embarazada de su novio justo al salir de la secundaria, siendo el chico “decente” que era, la dejó cuando averiguó las buenas nuevas. Aparentemente, era suficientemente buena para el sexo, pero no adecuada para casarse.
 
Después de que nací, mamá comenzó a trabajar como camarera en el café local para mantenernos, y sus padres nos acogieron. Esta casa había pertenecido a mis abuelos, y tenía increíbles recuerdos al crecer con ellos.
 
Mi abuela solía hacer las más deliciosas tortas de manzana que hacen agua la boca, que Peter y yo devorábamos en cuestión de minutos. Mientras que el abuelo, bueno, era un maestro contando cuentos. Había estado raptada por las historias fantásticas con las que salía. Cuando fallecieron, la casa se había convertido en nuestra.

―¡Lalu!
 
Mi medio hermano de cuatro años gritó antes de que incluso hubiera cerrado la puerta. Probablemente había estado mirándome desde la ventana de la sala de estar, como hacía cada día.
 
―Cris, baja la voz, por favor ―regañé, aunque no podía evitar sonreír ante su entusiasmo.
 
Cris dejó caer su cabeza dorada y puso una cara triste.
 
―Perdón, Lalu.
 
―Está bien, bebé Oso. ―Dejé caer mi bolsa y abrí mis brazos para un abrazo. Su cara brilló y corrió hacia mí―. ¿Dónde está el Sr. Rochester?
 
Cris frunció el ceño y señaló a mis pies.
 
―Estás parada sobre él.
 
―Whoops. ―Levanté mis manos y di un paso hacia atrás―. Lo siento, Sr. Rochester.
 
Casi cuatro meses atrás, Cris había introducido al Sr. Rochester en la familia. Era su amigo imaginario quien estaba de visita de Londres, y tenía afición por el té, los panecillos y los Wiggles.
 
―El Sr. Rochester dice que quiere galletas de mantequilla de maní y leche.
 
―Hmm... ―Coloqué una mano en mi cadera―. ¿Eso lo quiere él o tú?
 
Cris me dio su mirada seria la cual, por cierto, era tan malditamente linda. Quería pellizcar sus mejillas.
 
―El Sr. Rochester dice que vino aquí para probar buena corrida.
 
Ahogué una risa.

―Buena cocina, bebé Oso.
 
―Eso es lo que dije. Él quiere probar eso.
 
―Está bien, cariño. ―No sabía cómo las galletas de mantequilla de maní y leche contaban como cocina fina, pero no se discutía con un experto culinario como el Sr. Rochester. Las galletas de mantequilla de maní eran bastante deliciosas, así que tal vez estaba en lo cierto―. Déjame cambiarme, saludar a mamá, y luego le conseguiré algo de leche y galletas al Sr. Rochester.
 
La imaginación del abuelo claramente se había contagiado a mamá porque, a unos años después de que nací, había renunciado a su trabajo de camarera y se convirtió en una escritora a tiempo completo.
 
Le había tomado unos cuantos años de consultar y presentar sus manuscritos a las agencias, pero eventualmente había vendido una serie e hizo buen dinero de ello. Trabajaba desde casa, en su estudio, en el primer piso lo que le hacía más fácil cuidar de Cris desde que su papá y ella se habían separado.
 
Juan Cruz y mamá se casaron cuando tenía doce, y lo había odiado desde entonces. Era estricto y controlador, y le hizo la vida miserable. No mucho después de que Cris naciera, Juan Cruz y mamá consiguieron el divorcio y compartieron su custodia. Juan Cruz lo tenía cada segundo fin de semana, incluso aunque tenía un profundo disgusto por Juan Cruz, estaba agradecida de que tuviera una relación con su padre.
 
Mamá era desafortunada en el amor, dos intentos fallidos y dos hijos, se había quedado soltera. Quería verla feliz con alguien, pero ella no estaba para salir, siempre enfocada en su trabajo y en sus hijos.
 
Levanté mi bolso antes de dirigirme arriba, a mi habitación. Había cambiado un montón sobre los años. Una vez había estado llena con legos y muñecas, y las paredes habían estado cubiertas de coloridas pinturas que había hecho en la primaria. Ahora, en las paredes estaban clavados posters de mis celebridades favoritas y fotos de mis amigos. La laptop nueva que mamá me compró en mi último cumpleaños estaba sobre mi escritorio, al lado de gruesos libros de texto de la escuela. Un set de estantes sostenía fotos mías con mis abuelos, varias baratijas que había coleccionado a través de los años, y una piedra en forma de corazón que  Peter y yo habíamos encontrado en el bosque. Un par de pompones estaban en el piso al lado de los zapatos que siempre uso para la práctica de porristas.
 
Caminé hacia mi armario para agarrar ropa limpia, estaba a punto de cambiarme, cuando noté que mi persiana estaba abierta. Mi ventana enfrentaba la casa de Peter y su antigua habitación. Cuando su papá falleció, Peter se había cambiado de dormitorio y así ya no podía escribirle notas.
 
Desde que teníamos cinco años, nos quedábamos despiertos hasta tarde presionando notas contra la ventana y alumbrándolas con una linterna así el otro podía leerla. Incluso aunque la habitación ahora vacía, cerré las persianas por hábito.
 
Una vez que me cambié, me dirigí de vuelta abajo y revisé a Cris, quien estaba viendo caricaturas, antes de ir a ver a mamá. Su habitación de trabajo había sido una habitación para huéspedes y luego una de juegos de Juan Cruz, cuando se fue finalmente, la convirtió en un estudio para ella.
 
Era una habitación práctica con un largo escritorio, su computadora, y sus estantes de libros llenos de todos aquellos que la inspiraron. Al lado de su escritorio, montó un set de estanterías en la pared las cuales sostenían los libros que había publicado. Hasta ahora había cinco libros en su serie Hijos de la Luz, pero estaba actualmente trabajando en el sexto y tenía contrato para escribir al menos tres más.
 
―Hola mamá ―saludé, inclinándome contra el marco de la puerta.
 
―Hola, Lali. ―Se levantó de su escritorio y caminó para darme un abrazo―. ¿Cómo estuvo la escuela?
 
―Igual. Tenemos un examen de Matemáticas el lunes y nuestra primera práctica de porristas en la tarde ―respondí―. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo va la escritura?
 
Mamá empujó su lacio cabello castaño fuera de sus ojos, y una vez más recordé cuán similares éramos. Había heredado su cabello castaño, ojos marrones y piel bronceada. Cris había tomado de nosotras la apariencia, sólo que tenía el cabello rubio de Juan Cruz el cual le da una apariencia de querubín.
 
―He hecho cuarenta mil palabras y necesito el doble.

Cubrió su boca mientras bostezaba, y noté cuán exhausta lucía. Las últimas noches y la falta de sueño se notaban en ella. Se mantenía a sí misma funcionando con montones de café, pero eso no funcionaría por mucho más tiempo si no descansaba.
 
―¿Cómo está Luther de momento? ¿Sigue tratando de esconder los cristales de las fuerzas de Nazabah?
 
Luther era el personaje principal de las series de fantasía de mamá, y estaba al tanto de lo que iba a sucederle. A veces tomaba mis ideas, y siempre me dejaba leer el borrador final antes de enviarlo a su editor.
 
―No, él encontró la manera de aprovechar los poderes… y bueno eso es todo lo que he hecho hasta el momento. En verdad necesito tramar estas cosas un poco mejor. Como sea, suficiente de mí. ¿Necesitas ayuda estudiando para tu examen de Matemáticas?
 
―Debería estar bien, además, ¿no se supone que vas a ir a la Recaudación Anual de la Escuela mañana?
 
―Es cierto, casi lo olvido ―dijo, mordiendo su labio―. Estoy tan cansada esta noche, así que haré los pasteles en la mañana antes de irme.
 
―¿Estás llevando a Cris contigo, cierto? Porque puedo usar el tiempo tranquilo para estudiar algo.
 
―No te preocupes, lo llevaré ―contestó con una sonrisa―. Entonces, ¿has visto a Peter en la escuela?
 
Mi mamá era la maestra al cambiar de temas. Un momento estabas completamente cómodo mientras le hablabas y al siguiente, estaría preguntándote algo de lo que en realidad no quieres hablar. En este caso, Peter.
 
―No, mamá, no lo he hecho.
 
Tenía esa mirada en sus ojos que siempre conseguía convencerme de hacer algo.
 
―Deberías hablar con él.
 
Gruñí.

―Mamá, él es la última persona que quiero en mi camino para hablar.
 
Me frunció el ceño.
 
―Lali, cariño, no te críe para ignorar a tu mejor amigo.
 
―No somos mejores amigos. La última vez que hablamos fue cuando teníamos diez, y en verdad quiero olvidarme de él. Es simplemente espeluznante.
 
―Eso no sonó como algo que dirías. Más a una cosa de Mery.
 
Agaché la cabeza y miré hacia el piso. Era alucinante la razón que tenía. En realidad era algo que Mery diría. Tal vez estaba sólo copiando sus comentarios acerca de Peter en vez de formarme o tener mi propia opinión de él, pero Mery tenía un punto. La manera en que Peter se vestía era aterradora y rara. Todo el mundo pensaba así.
 
―Mamá, has visto la manera en que luce ahora. Su madre probablemente tuvo un ataque al corazón cuando comenzó a vestirse así.
 
―Tal vez es lo que todos los chicos cool están usando ―dijo, con un brillo en sus ojos.
 
―Sí, tal vez es la última moda en el Inframundo, pero no aquí en Statlen.
 
Mamá rió y despeinó mi cabello.
 
―Puedo decir que no voy a convencerte de ningún modo, pero si te cruzas con él, háblale, ¿está bien? Ha tenido unos años difíciles.
 
―Todos hemos tenido unos años duros.
 
Ella calló, sabía que comprendió lo que quise decir. Desde que Juan Cruz se fue, la forma en que algunas personas del pueblo hablaban de ella, podría igual tener una letra escarlata estampada en su frente. La atención negativa puso un gran estado de estrés sobre nosotras.
 
Antes que mamá pudiera decir nada, el timbre sonó y sus cejas se fruncieron.
 
―¿Verías quién es, cariño? Estaré otra media hora terminando el capítulo que estoy escribiendo pero comenzaré la cena después de eso.

―Claro, mamá.
 
Caminé a través de la cocina y del pasillo hacia la puerta de enfrente, agradecida por la interrupción. Mamá preguntaba por Peter al menos una vez por semana y mi respuesta siempre era la misma. No sé por qué está tan decidida en conseguir que hable con él. No es como si tuviéramos algo en común. Éramos personas completamente diferentes.
 
Peter pasaba sus almuerzos con esos amigos raros, cuyos nombres no memolestaba en recordar. Estaba, o bien haciendo ruido con su banda después de la escuela o en detención casi cada semana por romper alguna regla o algo.
 
Por otro lado, yo pasaba el rato de mis almuerzos con las porristas y los deportistas. Iba a las fiestas más calientes y con la gente más cool. No había terreno en común. La única clase que compartíamos era Historia Americana, y él pasaba la mayoría de la lección con los audífonos metidos en sus oídos.
 
Qué podíamos tener que decirnos el uno al otro, y, ¿por qué diablos mamá quiere que sea amiga de un delincuente? Seguro, habíamos sido mejores amigos cuando éramos pequeños, pero eso fue antes de que Peter hubiera empezado con drogas, beber y tocar con su molesta banda de garaje.
 
En serio, estaría feliz si nunca tenía que hablarle otra vez.
 
Abrí la puerta y miré boquiabierta a la persona que estaba afuera de pie. Usaba un vaquero negro que colgaba bajo y una camiseta negra que decía “hacer o morir” en el frente. Su cabello no estaba levantado como normalmente, era favorecedor de algún modo y caía sobre sus ojos, aunque aún tenía una apariencia puntiaguda, como si se hubiera esforzado mucho para peinarlo de esa forma. Ambos brazos estaban cubiertos con tatuajes, pero el brazo derecho no tenía tantos como el izquierdo, nunca había estado lo suficientemente cerca para notar esto antes.
 
Había olvidado cuán hermosos y verdes eran sus ojos e incluso aunque la mitad de su cabello estaba cubriéndolos, todavía podía ver la intensidad en ellos, mientras me miraban de vuelta. Hubo un incómodo silencio mientras nos mirábamos.
 
Cuando me sonrío, tuve que pestañear otra vez para asegurarme que Peter Lanzani estaba realmente al frente de mi puerta.

24 comentarios :

  1. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  2. mas porfiis q intrigaaa

    ResponderEliminar
  3. mass oie sabes por que no puedo acceder al blog de caparatodos!

    ResponderEliminar
  4. q lindo final
    holaaaaa... soy nueva y voy a seguir la novela
    besos

    ResponderEliminar