martes, 30 de julio de 2013

Capitulo 3

Capitulo 3

Lali

El sábado por la mañana, tan pronto como mamá y Cris se habían ido a la recaudación de fondos de la escuela, me dejé caer en el sofá y llamé a Mery.
 
―¿Qué pasa? ―preguntó ella, cogiendo su teléfono al segundo timbrazo.
 
―No mucho ―le dije, acomodándome―. Mi mamá y hermano están en la recaudación de fondos y estoy por estudiar para mi examen de matemáticas. ¿Qué hay de ti?

―Toda mi estúpida familia está en esa recaudación de fondos también. ¿No es gracioso cómo básicamente ninguno de los seniors van?
 
―¿Crees que Benjamin estará allí? ―Bajé la voz y me mordí el labio.
 
Benjamin Amadeo era el mariscal de campo del equipo de fútbol americano con quien tenía un enorme capricho. Por el momento era soltero, pero pensaba cambiar eso muy pronto. Desde que me había convertido en capitana del equipo de porristas durante el verano, me había decidido a invitarlo a salir. Todo el mundo esperaba que la capitana de las porristas y el mariscal de campo se unan. Era como una tradición.
 
―Lo dudo. Tiene una reputación que mantener. Cualquier persona decente no sería atrapado muerto en esa cosa.
 
Pensé en todos los raros de la banda y marginados sociales que estarían en la recaudación de fondos, y me reí. La única razón por la que aquellos estudiantes pasan su fin de semana en la escuela es porque no tienen vida. Era triste y patético.

―Lo haré ―declaré―. Lo voy a invitar a salir después del rally de pep. Será mi novio el martes.
 
―Si dice que “sí”.
 
―Por supuesto que va a decir “sí”. ¿Con quién más saldría? Todo el mundo sabe que el mariscal de campo y la capitana de animadoras están destinados a estar juntos.
 
―Si tú lo dices. ―Hubo una pausa en el otro extremo de la línea y Mery rió―. Me tengo que ir ahora. Voy a practicar un poco de volteretas.
 
―Sí, mejor me voy a estudiar para ese examen de matemáticas.
 
―Que te diviertas, nerd.
 
Después de colgar el teléfono, me moví a través de mi libro de texto de matemáticas y comencé algunos problemas de álgebra. Matemáticas no era mi tema más débil, pero todos esos complicados algoritmos me estaban dando dolor de cabeza.
 
Me recosté en el sofá y me distraje pensando en Benjamin Amadeo. No era el chico más popular de la escuela, un par de los otros atletas le ganaban, pero era sin duda el más apuesto. Tenía el cabello corto, rubio oscuro y ojos azules que parecían atravesarte el alma.
 
Estar en el equipo de fútbol había hecho maravillas para su cuerpo, era alto, de hombros anchos y con buena musculatura.
 
Dudaba de que hubiera una sola chica en la escuela que no estuviera encaprichada con él, pero era mío. Había estado imaginando este momento desde hace años, y éste era mi año. Este era el año en que me convertiría en la chica más popular de la escuela. Nadie se atrevería a hablar una mierda acerca de mí.
 
Amaba a mi madre, pero, en nuestra pequeña ciudad, quedarse embarazada a los dieciocho y fracasar en un matrimonio, está destacado en la lista de las principales fallas. Cuando caminaba por la calle, veía la forma en que la gente me miraba, como si fuera una especie de enfermedad. No quería eso. Quería que me vieran por mí.

Si empezaba a salir con Benjamin finalmente sería asociada con algo bueno. La gente aún hablaría de mí, pero sería porque querían ser yo, no porque estaban juzgando mi vida y los errores de mi madre. No podría vivir más en la sombra de sus fracasos. Tenía que hacer mi propio camino en el mundo.
 
Mis ojos revolotearon de nuevo a mi libro de texto y suspiré. Si quería una buena reputación, entonces dependía de mí hacer esa reputación. Y empezaba con tener buenas calificaciones.
 
Al pasar mi lápiz por encima de la X, traté de calcular su valor en relación a Y. Mi estado de ánimo se iluminó cuando lo descubrí, y llené rápidamente los espacios antes de pasar al siguiente problema. Hice esto durante unos 15 minutos antes de que un sonido fuerte, seguido por un estruendo me interrumpiera.
 
Salté de mi asiento, miré alrededor, sorprendida. ¿De dónde diablos vino ese ruido? Cuando el estruendo se puso en marcha otra vez, y fue acompañado por una guitarra, la ira me inundó. El disturbio venía de la casa de Peter, en realidad, de su garaje. Sus perdedores amigos estaban otra vez matando la música.
 
No había manera de que pudiera estudiar para mi examen con el ruido que había al lado. En serio, ¿cómo se atreve a hacer tanto ruido en primer lugar? ¿Pensaba que el mundo giraba en torno a él y su estúpida banda de garaje?
 
Cada vez que había querido ir allí y quejarme, mamá me decía que no hiciera gran cosa de eso y fuera razonable, que si la mamá de Peter no se oponía, entonces, ¿quiénes éramos nosotras para decir algo? Entonces los ojos de mamá se ponían vidriosos y soltaba algo acerca de los artistas y la creatividad y que mi mente analítica no lo entendería. En serio, ¿cuándo mi mamá se había convertido en un hippie?
 
Afortunadamente, ella no estaba aquí y tampoco la mamá de Peter. Esta era la oportunidad perfecta para ir allí y darle un pedazo de mi mente. Me puse mis flip- flops, y pensé en diversos escenarios de lo que iba a decir a Peter y cómo reaccionaría. Existía la posibilidad de que Peter se disculpara y rogara por mi perdón. Sí, claro. Eso nunca sucedería. Lo más probable es que él y sus amigos se rieran en mi cara y me echaran. Esto parecía más realista.

Cuando salí, la brisa fresca de otoño peinaba mi cabello, y envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo. El tiempo no era demasiado malo en este momento, pero se volvió impredecible mientras el otoño avanzaba. Los días todavía tenían su calidez, pero pronto los árboles perderían su coloración y luego el frío comenzaría a establecerse.
 
Marché a través de nuestro césped y en la propiedad de los Lanzani, deteniéndome brevemente para admirar su casa de ladrillos rojos. A pesar que el papá de Peter se había ido, se las habían arreglado para mantener su casa en buenas condiciones. Sin embargo, no siempre había sido así. El Sr. Lanzani había mantenido siempre la casa, pero a raíz de su muerte, la casa se había vuelto irreconocible. El jardín se había convertido en una atrocidad, el pasto mucho más alto que el nuestro, y parecía que la casa se estaba cayendo a pedazos. Entonces, hace unos tres años, Peter había sacado la cortadora y cortado el césped. Era como si alguien hubiera dado vida nuevamente a la casa de los Lanzani. Desde entonces, él había arreglado cada pequeño problema que la casa tenía, después de llegar el señor Woodley, que vivía al otro lado de la calle y era el rey de mejoras para el hogar, para mostrarle las cuerdas.
 
Al menos Peter hacía algo que no era cantar como un alma en pena.
 
El ruido se hizo más fuerte y fui hecha una furia hasta el garaje y llamé a la puerta varias veces. Cuando un minuto pasó, y la música no cesó, me di cuenta de que probablemente no podían oírme. Por suerte, sabía que la señora Lanzani mantenía la llave de repuesto, o al menos donde siempre la había mantenido.
 
Eso fue hace siete años.
 
Caminé a la izquierda, dentro del porche de los Lanzani. Había numerosas macetas de plantas colgando desde el techo y colocadas pulcramente en el suelo. Me moví hacia la alta planta de cactus verde en la esquina y clavé mis dedos en lo sucio, sintiendo alrededor por las llaves. No tuve que buscar mucho tiempo antes del familiar tintineo de metal encontrado con mis dedos.
 
Sonriendo, las saqué e impacientemente me dirigí hacia la puerta de enfrente para desbloquearla. Esos chicos estaban cerca de conseguir la sorpresa de sus vidas. Había pisoteado mis nervios por última vez.

Cuando la puerta se desbloqueó, metí la llave en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos de mezclilla y sin hacer ruido cerré la puerta detrás de mí. No lo pude evitar pero me sentí un poco culpable por abusar de un privilegio que me fue dado por la señora Lanzani hace tantos años.
 
Técnicamente, esto era allanamiento de morada. Pero situaciones drásticas ameritan acciones drásticas.
 
Además, la señora Lanzani nunca sabría nada al menos que Peter le dijera, y dudaba que lo hiciera.
 
La casa no había cambiado mucho en los años. Era casi exactamente como la recordaba de la niñez. La puerta que conducía al garaje estaba conectada a la lavandería la cual era una puerta localizada a la derecha de la cocina. Noté que tenían un nuevo refrigerador y me detuve para mirar las fotos que estaban pegadas con magnetos en él.
 
Había muchas fotos familiares desde cuando Peter había sido más joven hasta unos más recientes, representando su transformación en el Príncipe de la Oscuridad. Cuando estaba a punto de girar lejos, mis ojos cayeron en una foto de mí con Peter y su papá. El recuerdo de ese día era tan claro en mi mente que podría haber pasado ayer. Era del verano en que cumplí cinco y el papá de Peter nos llevó a Willow Creek para enseñarnos cómo pescar. En lugar de atrapar algún pez, caí en el agua y casi me ahogué. El papá de Peter había saltado dentro y salvado.
 
El señor Lanzani había sido como un padre para mí, la única cosa cercana a un padre que conocí. Había quitado las ruedas de entrenamiento de mi bicicleta, me enseñó cómo patear una pelota de fútbol, y me llevó a los juegos locales de fútbol de Penthill contra Statlen. Cuando murió, fue como si hubiera perdido a mi propio padre, perdí una parte de mí.
 
Secando la lágrima que había escapado de mi ojo, removí la foto y la metí en mi bolsillo lateral. Ojalá la señora Lanzani o Peter nunca notaran la foto perdida. Cuando estaba un poco más compuesta, caminé de puntitas, no es que nadie podría oírme sobre todo ese ruido, dentro de la lavandería y abrí la puerta contigua al garaje.

La música era tan fuerte que podía, de hecho, sentir mis tímpanos vibrando. Quería cubrir mis oídos, pero decidí que luciría más imponente con mis manos en mis caderas. Peter estaba tocando su guitarra y cantando en un micrófono. Había otros dos chicos que reconocí de la escuela cuyos nombres no podía recordar. El que estaba tocando el bajo era alto con rostro delgado y tenía cabello negro y puntiagudo con rayas azules. El otro chico, quien estaba golpeando un conjunto de tambores, era más bajo, corpulento y tenía un montón de piercings en sus orejas. Su cabello no era de un color artificial como el de Peter y el otro guitarrista, era un matiz de rubio sucio.
 
Alguien más estaba en la habitación también. Una chica con un atroz sentido de la moda estaba sentada en una silla con su espalda hacia mí, mirando a los chicos actuar. Hoy estaba vestida en un feo chaleco púrpura y un largo vestido gris, que la había visto usando hace unos días. Asqueroso. Tenía largo y brillante cabello rojo que colgaba en un nudo desordenado bajo su espalda. Lucía como si no lo hubiera lavado en semanas. No necesitaba darse la vuelta hacia mí para saber quién era. Su nombre era Eugenia Suarez y siempre estaba pasando el rato con Peter. No estaban exactamente saliendo, pero sospechaba que estaban durmiendo juntos.
 
Al principio nadie notó mi entrada. La música estaba demasiado fuerte, y los ojos de Peter estaban cerrados mientras se inclinaba hacia el micrófono y cantó unas pocas palabras que me las arreglé para entender.

Profundo en mis ojos
¿Puedes ver la luz?
Y lucho por ti
Pero se vuelve tan difícil
Y no quiero estar llamando a tu puerta
No quiero ver
Que no me quieres más
Pues haces esto real
Esto es lo que siento
Di la verdad
Tú y yo
Nunca va a funcionar.

Los ojos de Peter revolotearon abiertos y vaciló cuando me vio. Una arruga se formó entre sus cejas, no lucía feliz de verme.
 
―¿Qué diablos estás haciendo aquí? ―Su voz estaba amplificada por el micrófono y los otros dos chicos dejaron de tocar sus instrumentos y miraron alrededor, sobresaltados por el sonido de su voz.
 
Eugenia giró alrededor de su asiento y, viéndome, me disparó una fiera mirada.
 
―Puedo preguntarte lo mismo ―dije, mirándolo.
 
No estaba cerca de ser intimidada por un montón de perdedores, y mayormente no por Peter Lanzani.
 
―Quizás la Barbie Malibú se perdió en su camino a la playa ―intervino Eugenia, haciendo a los otros dos chicos reír.
 
Sentí mi cara calentarse con humillación y, por un segundo, perdí mi calma. Peter miró sobre su hombro y disparó a los chicos una mirada la cual los hizo callarse. Suavemente colocó abajo su guitarra y caminó hacia mí, su cara era una mezcla de emociones ilegible.
 
―Todavía no has respondido mi pregunta. ¿Qué estás haciendo aquí en mi casa, Lali? ¿Y cómo diablos entraste?
 
―Aprende a contar. Esas son dos preguntas. ―Metí mi mano en mi bolsillo y saqué la llave―. Usé la llave extra, genio.

25 comentarios :

  1. masmasmasmasmasmasmas

    ResponderEliminar
  2. #KCAArgentina #Aliados

    ResponderEliminar
  3. Recupere mi cuenta!!!!!!!!!!!!! Genial el capitulo sube mas!!

    ResponderEliminar
  4. Amo todas las novelas que posteas! Ya me enamore de este peter!!!

    ResponderEliminar