martes, 4 de junio de 2013

Capitulo 52

Capitulo 52

—La libertad condicional es negada hasta la fecha de vencimiento de la condena. —Las palabras sonaron fuerte en la gran sala. Dejé escapar un ruido involuntario de alegría, y no fui la única. Oí ruidos de desacuerdo por parte de su familia y un gemido de su novia. Vi sus hombros hundirse un poco mientras su abogado le susurraba al oído. Él asintió.

El miembro de la junta entregó un pedazo de papel al director y éste se lo pasó a su abogado. Hubo más conversaciones acerca de las apelaciones y demás, pero no me importaba. Él iba a estar en la cárcel durante dos años más. Di un último vistazo a Maxi antes de que lo sacaran de la sala. No se volvió, y yo sabía que sería la última vez que lo viera.

Mi familia y yo salimos lo más rápido que pudimos, agradeciéndole al Sr. Woodward. Él dijo que iba a estar en contacto si había algún cambio.

—No creo que haya nada de qué preocuparse —dijo Woodward mientras caminábamos de regreso a la sala de espera—. Ustedes dos hicieron la diferencia. Él pudo haber dicho que encontró a Jesús todo lo que quiera, pero fueron ustedes quienes mostraron quién era en realidad.
—¿Qué? —Yo no sabía de lo que hablaba.
—Oh, ¿te desconectaste en esa parte? —preguntó Julieta—. Dijo que había encontrado al Señor y que era cristiano. Enfermo hijo de puta.
—No creo que Dios pueda ayudarlo —dijo el Sr. Woodward.
—Debemos esperar que no —dijo ella.

Le dimos la mano a Woodward y fuimos a darle al equipo la buena noticia. 

—Libertad Condicional negada —dijimos Julieta y yo, al mismo tiempo que escuchábamos una ronda de aplausos. Peter me arrastró en sus brazos y me hizo girar. Me pareció una cosa extraña para animar, pero no nos importaba. Era como si UMaine hubiera ganado un partido de hockey en contra de la Universidad de New Hampshire.
—Estoy muy contenta de que haya terminado —le dije a Peter.
—Yo también. Ahora podemos empezar nuestra vida.
—¿No hemos empezado todavía? ¿Qué hemos estado haciendo todo este tiempo?
—Sólo rodar en el heno.
—Bolas y bolas de heno.

***

La vida fue a la vez igual y diferente después de la audiencia. Fue lo mismo porque pasé cada noche con Peter, fui a clases, salí con las chicas, hice más pinturas de soplado y leí más obscenidades de vampiros.
Fue diferente porque era más fácil reír. Más fácil sonreír. Más fácil dormir.

Todo era más fácil.

No tenía que tratar de llegar a mi burbuja segura. Yo estaba allí todo el tiempo.

—Oye, ¿quieres ir a un lugar conmigo? —dijo Peter en la mañana del sábado, después de la audiencia.
—¿Por qué no? Con tal de que no me lleves a un lugar para enredarnos, estoy dentro.
—Eres una mentirosa.
—Toma uno saber uno, Sr. Secreto. Sé que has estado haciendo algo.
—Yo sé que tú sabes. Vamos.

Me llevó a mis pies. Habíamos estado acariciándonos en el sofá y viendo reality shows sin sentido. Todos los demás estaban perdidos en acción, lo cual era inusual para un sábado por la mañana.

No me molesté en preguntar donde íbamos. Me acostumbraba a las sorpresas, o estaba menos curiosa acerca de ellas. Peter se alejó del campus y se dirigió hacia Bangor, hacia el centro. Dio la vuelta en una calle secundaria llena de hermosas casas y se detuvo delante de una que no era tan impresionante como las demás, pero era linda. Amarilla, con toques blancos y un pequeño porche. Era adorable. Había otro coche en la entrada, un BMW que reconocí.
—¿Ese no es el coche de Joe?
—Pensé que debías conocerlo.
—¿Por qué lo estamos encontrando aquí?
—Ya lo verás. —Nos bajamos del coche y se acercó a la casa—. Podemos ir adentro. Nos están esperando.

Empujó la puerta abierta, y fui bombardeada con

—¡Sorpresa!
—¿Qué diablos?
Estaban todos allí: Candela, Pablo, Rocio, Gaston, Dev, Sean, Euge, y Nico. Y otra persona que no conocía, pero que tenía que ser Joe.

—No es mi cumpleaños —les dije. No lo era hasta dentro de algunas semanas.
—Todavía no —dijo Peter—. Lali, este es Joe. Joe, esta es Lali.

Joe era una presencia imponente, de piel chocolate negro, un traje que probablemente había sido hecho por un diseñador italiano, y un rostro severo de igualar. Se veía como todo un abogado.

—Es un placer conocerla, señorita Esposito.
—Te va a llamar así, para que lo sepas. Joe es muy formal, lo que se consideraría irónico ya que me obliga a llamarlo Joe —dijo Peter. Joe se aclaró la garganta como respuesta.
—Está bien, así que alguien tiene que decirme lo que estamos haciendo aquí —dije.

Todos se miraron el uno al otro, y me di cuenta como si tres millones de bombillas se encendieran al mismo tiempo.

—Juro por Dios, Peter, si me compraste una casa, voy a matarte. Lentamente y desagradable. Estamos haciendo un segmento de tortura en Historia 226, y sé varias maneras en las que eso puede suceder.
—Missy, no te compré una casa por esa misma razón.

Joe se aclaró la garganta otra vez.

—Es un alquiler de la propiedad. Peter hizo un pago inicial y el alquiler del primer mes. Tengo los papeles de arrendamiento a su disposición para firmar, así como también tarjetas de firma para una nueva cuenta de cheques mancomunada —dijo Joe, sacando un fajo de papeles que empujó en mi cara.
—Espera, ¿qué?
—Lo estamos alquilando. Para nosotros. Además, adivina quien más lo está alquilando con nosotros —dijo Peter.
—Me rindo —respondí, al borde de la locura.
—¡Nosotros! —exclamó Rocio, echando un poco de confeti sobre mí—. ¡Todos nosotros vamos a vivir juntos!
—Tienes que estar bromeando —dije, mirando y esperando a que alguien me dijera que sólo bromeaban conmigo.
—Nope. Lo hemos trabajado toda esta semana —dijo Peter. Abrí la boca para gritarle. Para decirle que era una locura. Nunca iba a funcionar. ¿Quién hacía ese tipo de cosas? Una. Jodida. Casa.
—Te dejaré pagar cualquier otro mes —dijo Peter, mientras yo trataba de reunir mis pensamientos en palabras coherentes—. Todo lo que tienes que hacer es firmar.
—¿Cuánto dinero hay en la cuenta conjunta?
—Sólo doscientos dólares. Hasta ahora. Yo hubiera puesto todo allí, pero sabía que no me lo permitirías.
—Peter…
—No es una limosna. Es la construcción de nuestra fundación.

Miré a mí alrededor en todas las caras. Dios los amaba. Tanto que dolía.

—¿Puedo por lo menos verla antes de firmar?

Todo el mundo dio un suspiro de alivio, y Peter nos llevó en un tour con Joe, señalando las mejores características como un agente de bienes raíces. Joe era exactamente como me lo había imaginado. Calmo, fresco, todo un hombre de negocios. Hice de mi meta conseguir que sonriera.

Me enamoré de la casa tan pronto como vi la adorable cocina, con un desayunador pequeño en un rincón. Había una gran sala de estar donde podía caber un sofá gigante y que ya tenía un infame sillón en ella.

—Habíamos pensado en mover todas tus cosas sin decírtelo, pero nos dimos cuenta de que te enojarías. Obtener el sillón aquí era bastante malo —dijo Pablo.

Oh, me conocían tan bien.

En la segunda planta había dos dormitorios grandes, cada uno con su pequeño cuarto de baño y luego en el tercer piso había una habitaciónprincipal con baño adjunto.

—Este es nuestro —dijo Peter, agitando su brazo alrededor. La habitación era grande, abierta y llena de luz.

Sólo había una cosa en ella. La foto que mamá nos había tomado a ambos el fin de semana anterior, en un marco de pavo real pintado. Era en blanco y negro. Yo tenía la cabeza inclinada sobre su hombro, y mis dedos sobre las cuerdas de su guitarra. Me estaba riendo de algo que él había dicho.

La levanté y miré nuestros felices rostros.

—Entonces, ¿qué te parece? —dijo Peter, de pie en la puerta del baño, mirándome, su mano tocando un ritmo constante en su pierna. Uno, dos, tres, cuatro, cinco—. Por cierto, Stephen King vive en la misma calle. Por si eso ayuda a mi causa.
Mi boca cayó. 
—Me estás tomando el pelo.
—¿Has visto la casa con la cerca de hierro genial? ¿La enorme casa rojiza?
—Sí.
—Esa es la suya.

Yo podría vivir en la calle de Stephen King. Santa jodida mierda.

—También cambié mi especialidad.
—¿En serio?
—Sep. Ahora ambos somos estudiantes de artes liberales. Soy un orgulloso miembro de la Facultad de Educación. Música, para ser exactos.
—¿Cambiaste tu especialidad?
—Decidí que ya era hora de hacer lo que quería hacer. No lo que pensaba que debía hacer.

Mi mente ya estaba llena de todo lo que sucedía al mismo tiempo. No podía comprender todo.

—Pensé que podríamos enmarcar nuestras pinturas de soplado y ponerlas aquí —dijo, señalando una de las paredes—. Y una cama grande, aquí mismo. —Fue alrededor de todo el resto de la habitación, y me lo imaginé. Me imaginé diciendo que sí y mudándome con Peter el siguiente semestre. Me lo imaginé y decidí que quería que fuese real.
—De acuerdo.

Peter dejó de hablar de los posibles colores para la pintura y me miró fijamente.

—¿De acuerdo?
—De acuerdo. Pero estaré al tanto de todo el dinero que pongas en la cuenta conjunta. Cincuenta y cincuenta. No vas a estar haciendo mucho como profesor de música.
—Tienes razón. Cincuenta y cincuenta —admitió, entrando y poniendo sus brazos alrededor de mí.
—Así que, señor Lanzani.
—¿Sí, señorita Esposito?
—Creo que gané la apuesta.
—Supongo que lo hiciste, Missy. Dije que iba a dejar el dormitorio. No hablé sobre no llevarte conmigo. Por lo tanto, en la forma en que lo veo. Yo gané.
—Amarte fue el mejor error que he cometido —le dije.
Negó con la cabeza. 
—Haber sido asignado como tu compañero de cuarto fue la cosa más afortunada que me ha pasado. No creo que pueda llegar a tener tanta suerte otra vez.
—¿Quieres apostar?
—De ninguna manera. 

Fin
My Favorite Mistake
Autora: Chelsea M. Cameron

6 comentarios :

  1. Oh Noo, se termino! Me encanto esta Adaptacion! Mr gustan mucho las historias que subes! Cual sera la proxima que subiras?

    ResponderEliminar
  2. me encanto !!!!! Muy tierno
    espero q escribas outra novela

    ResponderEliminar
  3. Muero por leer otra nooveee

    ResponderEliminar
  4. holiis
    me encanto mucho la nove
    muuuy hermosa :D
    espero la proxima
    besoos

    ResponderEliminar
  5. me siento identificada con la historia solo que el que me iso lo que me hiso sigue suelto

    ResponderEliminar