lunes, 17 de junio de 2013

Capitulo 15

15

Cuando me detuve por gasolina a mitad de camino al campus, le envié a Benjamin un mensaje diciéndole que había decidido regresar temprano.

Mi teléfono sonó, antes de que incluso regresara a la carretera interestatal. Benjamin. Tomé una respiración profunda y apagué el estéreo antes de contestar.

—¿Ya te fuiste? Pensé que te irías mañana. Pensé que íbamos a hablar esta noche.

Suspiré, queriendo golpear mi cabeza contra el volante, lo cual no era la mejor idea mientras conduces a ciento diez kilómetros por hora. —No entiendo qué es lo que quieres hablar, Benjamin —Me preguntaba si había sido ciego a la cantidad de veces que había estado preparada y dispuesta a hablar y la multitud de posibilidades que él había ignorado descuidadamente.

—Creo que cometí un error, Lali —Malinterpretando mi silencio atónito, añadió—. Digo, Mariana. Lo siento, creo que va a tomarme un tiempo…

—¿Qué quieres decir, con que cometiste un error?

—Nosotros. Romper.

Guardé silencio otra vez, las palabras se pegaban mientas intentaba entenderlas, digerirlas. Había evitado chismes en campus tanto como me fue posible, pero había escuchado y visto lo suficiente como para saber que Benjamin no había sido ningún santo en las semanas que habíamos pasado separados. Tampoco había tenido ninguna escasez de participantes dispuestas. Pero las chicas dispuestas a compartir su cama no eran iguales a las chicas dispuestas a aguantar sus cambios de humor de mierda, escuchar sus opiniones jurídicas exhaustivas o apoyar las metas de tu vida de la manera en que lo haría alguien que te ama. No… ése había sido mi papel. Y había sido despedida.

—¿Por qué?

Él suspiró y me imaginé lo que hacía, miraba hacia al techo, peinando el cabello de su frente y dejando allí su mano, apoyando el codo. Él no podía ocultar su habitual manierismo de mí, incluso por el teléfono. —¿Por qué cometí un error, o por qué creo que fue un error? —También lo sabía, que contestar una pregunta con una pregunta era su manera de comprar tiempo, mientras razonaba la manera de salir de una situación problemática—. Esta conversación habría sido más fácil en persona…

—Estuvimos juntos casi tres años, y tú sólo rompiste conmigo… sin siquiera… no había… — Tartamudeaba. Me paré y tomé una respiración profunda—. Tal vez no fue un error.

—¿Cómo puedes decir eso? —Tuvo el descaro de sonar herido.

—Oh, no sé —espeté—. Tal vez de la misma manera que tú tan fácilmente rompiste en primer lugar.

—Lali…

Mi dietes rechinaron juntos. —No. Me. Llames. Así. 

Guardó silencio, y todo lo que escuché fue el ruido de la calle mientras mi camioneta comió los kilómetros de nada entre el último pueblo y el siguiente. La mayoría de los campos a ambos lados de la carretera se encontraban inactivos, dada la época del año, pero un enorme selector verde hacía su camino a través de un campo de algodón, y me quedé viendo. No importaba lo que le sucedía a alguna persona individual, la vida pasaba en otros lugares. La primera vez que Benjamin me besó, estaba a la razón de que al mismo tiempo, otras personas se separaban. Y la noche que Benjamin rompió mi corazón, en algún lugar —tal vez justo allí en mi dormitorio, otras personas se enamoraban.

—Mariana. No sé qué es lo que quieres que te diga.

En cuestión de segundos, había pasado a través de una ciudad que contaba con un centro comercial de tamaño considerable a las afueras. Cada milla me llevaba más lejos de Benjamin. Cerca de Peter. Me estremeció la noción de que Peter era alguien al cual ir, antes de darme cuenta de que él había sido esa zona de seguridad para mí desde el momento en que nos conocimos.

—Nada —respondí—, no quiero que digas nada.

Mi ex tenía el sentido para saber cuando había alcanzado un punto muerto. Él me dio las gracias por haber ido el jueves y dijo que estaría en contacto una vez que consiguiera volver a la escuela, lo cual no concordé.
***

“Mariana,
Parece que él quiere hacer una copia, o al menos, quiere algo más que amistad. La pregunta es, ¿tú qué quieres? 

Mi familia sólo somos mi papá y yo. Tuvimos viejos amigos para el día de acción de gracias, así era más conversacional que él habría sido lo contrario. Cuando somos sólo nosotros dos en esa casa, tendemos a pasar horas sin hablar. Sin contar "perdón" y "pásame la sal", ese tipo de cosas, el silencio puede abarcar días enteros. 

Papá es propietario de un barco de pesca. No pasa mucho en esta época del año en la bahía, aunque organiza viajes de pesca en alta mar o tours de observación de aves nativas durante el invierno. Él había programado uno para hoy, así que nos despedimos a las 5am, y aquí estoy, en mi lugar justo después del mediodía.
JL”

Peter se encontraba a diez minutos de mí. Luché con las ganas de mandarle un mensaje y decirle que también había vuelto. Sabía que no ganaría esta batalla por mucho tiempo.

Desempaqué y lavé mi ropa sucia. Las máquinas en nuestro piso eran de fácil acceso con tan pocos de nosotros de vuelta, pero no sería el caso mañana, cuando todos regresaran. Había elegido ropa que no me exigiera ir arriba o abajo. Evitando la escalera totalmente se había convertido en uno de mis caprichos. No iría por ningún motivo, incluso en un grupo. Mi subterfugio funcionaba con todos excepto Cande, que se me quedó viendo con los ojos entrecerrados la segunda vez que lo usé: —Se me olvidó algo en mi habitación… te veo abajo.

Una noche, me preguntó directamente: —Te da miedo de entrar en el hueco de la escalera, ¿Cierto?

Pintaba mis uñas de un rojo sangre, y miré el cepillo pequeño y trataron de mantener mi mano en movimiento. Desde la cutícula, deslizar. Desde la cutícula, deslizar. —¿No lo tendrías tú?

—Sí —respondió.

La siguiente vez, fue Cande la que dijo: —Oh mierda, dejé mi bolso en mi habitación. La, ábreme, ¿Si? —En cuanto a los demás, dijo—: Oigan, nos vemos abajo en cinco minutos ¿Vale?

—Sí —respondieron.

Yo: Ya estoy de regreso.
Peter: No pensaba que estarías de regreso sino hasta mañana.
Yo: Cambié de idea.
Peter: Así lo veo. ¿Estás libre esta noche?
Yo: Sí.
Peter: ¿Cena?
Yo: sí.
Peter: Te recojo a las 7.

—Nunca he tenido a un chico cocinando para mí antes.

Sonrió desde el otro lado del mostrador, picando verduras crudas y rociando algo sobre ellas que él sólo había mezclado. —Bien. Eso efectivamente debe bajar tus expectativas. —Vació los ingredientes sobre un pedazo de papel de aluminio, lo enrolló y lo puso en el horno con el resto de la cena.

Inhalé a través de mi nariz. —Mmm, no, huele bien. Y parece que sabes lo que estás haciendo allí. Tengo miedo de que mis expectativas sean anormalmente altas.

Ajustó un temporizador, lavó y secó sus manos y dio vuelta a la esquina, tomando mi mano y llevándome al sofá. —Tenemos quince minutos.

Nos sentamos lado a lado, y examinó mi mano, sus dedos se sentían fríos mientras trazó las uñas cortas que no interferían con mi bajo, su pulgar acariciaba el dorso de mi mano. Girándola suavemente, su dedo índice pasaba hacia arriba y abajo, dentro de los valles sensibles entre mis dedos. Dibujó una espiral en mi palma, moviéndose lentamente hacia el centro y era hipnotizante verlo y sentirlo tocándome tan suavemente.

Sus dedos se deslizaban entre los míos, palma con palma, y me jaló para que me tirara sobre su regazo, presionando sus labios en la base de mi garganta. Cuando el temporizador sonó unos minutos más tarde, estaba más allá de mi capacidad el poder escucharlo.

La comida que él había preparado se encontraba encerrada en paquetes individuales de papel aluminio: verduras, papas al horno y pargo rojo que había capturado hace dos días. Francis maulló como una alarma de incendios hasta que le dio su propia porción de este último. —Así que supongo que ¿Estás acostumbrado a cocinar para uno? —le pregunté mientras nos trasladamos a la mesa pequeña empujada contra la blanca pared.

Él asintió. —Durante los últimos tres años, más o menos. Antes de eso, cocinaba para dos.

—¿Tú cocinabas? ¿No tu mamá o tu papá?

Él aclaró su garganta, recogiendo papa con su tenedor. —Mi mamá murió cuando tenía trece años. Antes de eso, sí, ella cocinaba. Después... bueno, o bien era aprender a cocinar o a vivir de pan y peces… lo cual sospecho que hace papá cuando no estoy en casa, aunque intento hacerlo comprar fruta o algo verde ocasionalmente.

Oh. Su historia se ajustaba con la de Juan —viviendo con su padre, no hermanos— y debe haber sido consciente de ello. También había sido un chico que había perdido a su madre, y era demasiado consciente de acusarlo de duplicidad en ese momento.

—Lo siento.

Él asintió una vez, pero no ofreció nada más.

Después de comer, dejó salir al gato, volvió a la mesa y tomó mi mano y me llevó a su dormitorio. Nos acostamos sobre nuestros costados, en el centro de su cama, uno frente al otro, sin decir nada. Su toque era casi insoportablemente suave, susurrando sobre mi mandíbula, bajando por un lado de mi cuello, antes de soltar los botones de la blusa blanca que había escogido, uno por uno. Deslizándola de mi hombro, tocó con sus labios mi piel desnuda, y cerré mis ojos y suspiré. Mis manos lo empujaron por debajo de su camiseta hasta que se sentó, sacándola por sobre su cabeza y arrojándola en un sólo movimiento, se recostó sobre mí y me besó.

Su boca era demandante, sus labios separaron los míos y su lengua entró en mi boca. Creí sentir un temblor pasar a través de él cuando mi mano se apoderó del lugar en su costado donde se encontraban inscritas las palabras. Me hizo rodar hasta estar sobre él y empujó la camiseta de mi hombro opuesto, dejándola allí, a la mitad, mientras trasladó su atención a la piel por encima del sujetador, mi cuerpo entero se estremecía como si una carga estática me atrajera hacia él.

Sin ninguna duda o explicación, se detuvo en la línea que había dibujado la semana pasada. Hablando se limitaba allí y Dios y oh. Y entonces nada excepto gemidos y sonidos ininteligibles que sólo podrían interpretarse como sí, sí, sí.

—Debo regresarte. —Su voz fue brusca. No habíamos hablado en al menos una hora. El reloj de su escritorio mostró que el tiempo se había colado cerca de la medianoche.

Me entregó el sostén y se volvió a poner su camisa. Cuando me puse de pie, sostuvo mi blusa mientras metía mis brazos por las mangas, y luego me dio vuelta, abrochó los botones y se inclinó hacia abajo para besarme cuando terminó, sus manos enmarcaban mi cara.

De pie junto a su moto, me ponía los guantes cuando la puerta trasera de la casa se abrió y surgió un hombre, sosteniendo una bolsa de basura. Abrió el cubo de basura con ruedas y la arrojó adentro. Cuando se dio vuelta para entrar, me di cuenta de que Peter aún no se movía, quedó congelado, viéndolo. Como si hubiera sentido nuestros ojos sobre él, el hombre se volvió bajo el foco de la puerta de atrás. Era el Dr. Vazquez.

—¿Juan? —dijo, y ninguno de nosotros se movió o respondió—. ¿Mariana? —añadió confundido. Al mismo tiempo, pareció registrar qué hora era y el hecho de que los dos habíamos acabado de salir del apartamento de su inquilino. No podría haber ninguna tutoría como excusa… no es que fuera apropiado que nos reuniéramos en el apartamento para tutoría, sin importar la hora del día.

Nadie habló durante un largo momento, y luego los hombros del Dr. Vazquez cayeron. Él suspiró antes de aclararle a Peter con una expresión decidida. — Necesitó que me encuentres en la cocina cuando regreses. No más de treinta minutos, por favor.

Las manos de Peter se apretaban alrededor del casco. Dio un guiño al Dr. Vazquez antes de ponérselo. Cuando se volvió para asegurarse de que el mío había sido atado correctamente, nuestros ojos se encontraron una vez pero él no dijo nada y tampoco yo. Durante el paseo de diez minutos de regreso, ninguna claridad llegó. Ni palabras mágicas, ni exoneración de sus mentiras. No podía pensar en nada qué decir o hacer más que esperar a que me dijera por qué.

Llegamos y me bajé de detrás de él, torpemente retiré el casco y arreglé mi cabello con los dedos enguantados. Todavía sobre la moto, retiró su casco también y los encajó juntos como si no tuviera planes de ponerse el suyo otra vez. Cuando me puse frente a él, miraba sus manos, sujetando con fuerza el manubrio. —Ya lo sabías, ¿Verdad? —Su voz era baja, pero no podía deducir su estado de ánimo.

—Sí.

Levantó la vista, frunciendo el ceño y buscando mis ojos. —¿Por qué no dijiste nada?

—¿Por qué no lo hiciste tú? —contraataqué. No quería responder preguntas. Quería respuestas a mis preguntas, y tenía la impresión de que iba a hacerme preguntarlas—. ¿Por lo que tu nombre es Juan, pero Ralph te llama Peter? Y esa chica… otras personas también te llaman Peter. ¿Cuál es?

Su mirada volvió a sus manos por un momento, y mi ira se expandió como un globo inflado debajo de mis costillas. Parecía estar decidiendo qué decirme y qué guardarse. La Harley se encendió suavemente, lista para salir disparada como un cohete en cualquier momento.

—Es ambos. Juan es mi primer nombre, Pedro es el segundo. Voy por Peter... ahora. Pero Nico, el Dr. Vazquez, me ha conocido durante mucho tiempo. Él todavía me llama Juan —Sus ojos oscilaron hasta los míos—. Ya sabes, creo, lo difícil que es conseguir que algunas personas dejen de llamarte como siempre te han llamado.

Muy lógico. Todo. Excepto la parte donde pretendió ser dos chicos diferentes conmigo. —Pudiste habérmelo dicho. No lo hiciste. Me mentiste.

Apagó la moto y pasó sus piernas por un lado, parándose delante de mí y sujetándome por mis hombros. —Nunca te mentí. Hiciste suposiciones… basadas en como Ni… Dr. Vazquez me llamó. Mira nuestros correos. Nunca me llamé a mi mismo Juan.

Me zafé de su alcance. —Pero me permites llamarte Juan.

Sus manos cayeron pero me miró fijamente, impidiéndome mover. —Tienes razón, esto fue mi culpa. Y lo siento. Te quería, y esto no podía suceder como Juan. Cualquier cosa entre nosotros es contra las reglas, y las rompí.
 
Tragué pesadamente, luchando para no ahogarme. Escuché lo que no dijo, sin embargo. Me decía que había terminado, simplemente así. La terrible realidad de la traición que Benjamin había comenzado semanas antes de que regresara corriendo, como si una presa se rompiera, y sin notar que me ahogaba en ella. Mis padres me habían abandonado, Benjamin me había abandonado, mis amigos, excepto por Cande y Maggie, me habían abandonado. Y ahora Peter —y Juan. Dos relaciones diferentes, las cuales se habían convertido en importantes.

—Así que se terminó.

Él me miró y no pude haberlo sentido más si sus dedos hubieran recorrido mi rostro. —De lo contrario tus calificaciones podrían estar en juego. Aceptaré la responsabilidad de ello, esta noche, cuando regrese. Dr. Vazquez no te tomara como responsable.

—Así que se terminó —repetí.
 
—Sí —dijo.

Me di la vuelta y caminé hacia el edificio y no escuché el motor de la Harley retumbar a la vida hasta que mi pie estuvo en la escalera de la parte inferior.

21 comentarios :

  1. cmo lo dejas asi !!
    me encanta espero el proximo!!!
    saludooos

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