domingo, 2 de junio de 2013

Capitulo 43

Capitulo 43

Me desperté en la mañana con labios besando los míos y un cuerpo masculino apretado contra el mío, asentándose en varios lugares claves.

—Buenos días —dijo, besando mi nariz.
—Buenos días a ti también, y a tu amiguito. —Bajé la mano y le di un pequeño apretón.
—Oye, oye. Cuidado con eso. —Me besó otra vez y resopló en mi cuello—. ¿Cómo te sientes?
Repasé mi cuerpo. 
—Dolorida. Nada peor que un mal síndrome pre menstrual. Viviré. —Me saqué mi retenedor y lo devolví al pequeño estuche.
—Bien, porque me gustaría volver a hacer eso de nuevo en el no- tan-distante futuro. Sólo dime cuando estés lista.

Mi alarma sonó, recordándonos que el mundo real llamaba.

—Nooooo… —dije, escondiendo la cabeza en el hombro de Peter.
—Vamos, Missy. Tenemos que aprender sobre la sexualidad humana.
—Ja ja.

Nos levantamos y comimos tostadas, él sentado en el sillón y yo sentada en su regazo, alimentándonos mutuamente. Tenía como un millón de mensajes de texto y de voz, pero los ignoré. Trataría con ellos más adelante. La mandé un mensaje a Julieta y a mi madre diciéndoles que estaba bien. Escuché los mensajes del asistente del fiscal de distrito, pero no pude absorber los detalles. Quizás haría que Peter lo hiciera por mí.

Él tenía clases primero, así que lo acompañé y decidí pasar el tiempo en la Unión hasta mi próxima clase. Tomó mi mano y caminamos como una pareja normal.

—¿Otra cita esta noche?
—Quizás. Probablemente deberíamos, ya sabes, hacer tarea y socializar con otra gente.
—Otra gente está sobrevalorada.
—Ah, no son tan malos. Tendremos todo el tiempo que necesitemos esta noche cuando estamos solos. Le diré a Rocio que use sus tapones. 

Sacudió la cabeza lentamente.

—Cruel, mujer cruel. Estaré pensando en las posibilidades todo el día.
—Entonces no te diré de qué color es mi ropa interior.
—Color blanco con pequeños lunares de color rosa.
—Demonios. —Habíamos visto como nos vestíamos esta mañana—. El misterio se ha ido.
—Porque no vuelves al cuarto, te cambias y entonces será una sorpresa.
—Quizás lo haga. —Nos detuvimos frente a su edificio, y le di un largo, caliente beso—. Algo para que me recuerdes.
—Nos vemos más tarde, Missy.
—Adiós, Peter.

Caminamos hasta que ya no pudimos agarrarnos de las manos, y lo miré entrar.

Demonios, como no había notado que tan malditamente sexy era, incluso abriendo una puerta.

Entré a la Unión y llamé a Euge.

—Hola, ¿dónde estás?
—En la Unión. ¿Por qué?
Miré alrededor y encontré su flameante cabello.
—Oh, no importa. Te estoy viendo. —Corté y caminé hacia ella, preguntándome si lo notaría, si alguien notaría que me veía diferente.
—Hola, ¿cómo estás? Te envié varios mensajes ayer. ¿Dónde estabas…? —Vio mi cara y la estúpida sonrisa que tenía estampada.
—Oh mi dios. ¿Qué pasó?
—Hum, bueno. Peter y yo estamos… ah… juntos.
—Mierda —dijo agarrando mi mano—. No se comprometieron.
—Por supuesto que no. Oh, cambié mi anillo de mano ayer. Larga historia.
—Tenemos tiempo antes de clase. ¡Salta a la mejor parte!

Me senté, inclinándome hacia adelante así nadie podía oírnos. 

— Entregué mi tarjeta V.
Euge se quedó boquiabierta.
—Así que de verdad, de verdad lo perdonaste.
—Sí. Él es uno de los buenos. Le conté sobre Maxi. Por cierto, está en libertad condicional.
Dio un grito, cubriendo su boca con la mano. 
—Estás bromeando.
—Eso desearía.
—¿Qué vas a hacer?

Agarré una papa frita de su plato y la bañé en salsa de tomate. 

—No sé. Tengo que reunirme con el fiscal, lo que debería ser un gran momento. Tengo que levantarme y hablar en la audiencia, lo que no estoy deseando hacer. —El eufemismo del año.
—¿Puede ir alguien contigo?
—Creo que sólo somos Julieta, yo y la familia inmediata. —Tomé otra papa—. Pero no quiero pensar en eso. Estuve obsesionada con Maxi muchos años de mi vida. Sólo quiero ser feliz.
—¿Peter te hace feliz?
—Más feliz de lo que creí posible.
—Entonces aférrate a eso.
—Lo haré.
—Así que, hum, tengo noticias.
—¿Qué?

Como respuesta, levantó la mano izquierda que tenía una delgada banda de oro con un diamante cuadrado en ella.

—¡Oh mi dios! —ambas gritamos y la gente nos miraba.
—Finalmente lanzó la pregunta. No va a ser por un tiempo, pero al menos tengo un anillo.
—¡Ya era hora! —Le di un gran abrazo—. ¿Esto significa que te vas a mudar de tu mierdástico departamento?
—Estuve buscando mejores lugares y creo que encontré uno. Tendré que tomar otro empleo pero creo que podemos permitírnoslo.
—Bien por ti, siendo toda adulta.
—Tal vez tú seas la próxima. Dicen que una boda trae otra. Quizás un compromiso trae otro también.
—No lo creo. El matrimonio no es realmente lo nuestro.
—Lo que sea —dijo, rodando los ojos.

Charlamos sobre mi noche con Peter, conmigo dándole algunos detalles.

—¿Así que fue bueno?
—No puedo imaginarlo mejor.
—Oh, lo será. Arriba es lo mejor. Créeme.
—Lo pondré en la lista de cosas por probar.
—¿Tienes una lista? —preguntó.
—No pero estoy segura de que Peter la tiene.
Ambas reímos.
—Chicos. Siempre tienen eso en su mente.

Nos reímos un poco más mientras terminaba sus papas fritas y fuimos a nuestra clase. Le susurré algunos detalles más y me contó sobre sus planes de boda mientras una película corría y pretendíamos tomar notas. No podía concentrarme. Todo en lo que podía pensar era en estar desnuda con Peter, y como quería estar desnuda con él otra vez.

Le gané a sexualidad humana, así que saqué mi E-Reader y pretendí estar absorta en lo que sea que estuviera tratando de leer. Ni siquiera sabía que era.

—Señorita Esposito —dijo una voz a mi lado, haciéndome sonreír incontrolablemente. Lo reprimí.
—Señor Lanzani. Que maravilloso verlo otra vez.
—¿Qué la trae por aquí en este hermoso día? —Pasó junto a mí y se sentó, besándome en la mejilla. 

Mis labios querían más pero no quería parecer una ramera.

—Estoy aquí para estudiar las prácticas sexuales de los humanos. ¿Qué hay de usted?
—Lo mismo. Que coincidencia.
—¿No lo es? —Volvió a besar mi mejilla.
—Hola, bebé.
—Hola.
—Te extrañé.
—Te extrañé también.

Enredó nuestros dedos mientras Marjorie entraba y empezaba la clase.

Si había pensado que no podía concentrarme sin Peter en una clase, era incluso peor con él ahí. Seguía susurrándome, tocándome y haciéndome recordar la noche anterior.

—¿Podrías detenerte? —siseé tratando de tomar notas, y él metía su lengua en mi oído.
—¿Por qué, esto te molesta?
—Está interfiriendo con mi aprendizaje, señor Lanzani.
—Ese es el propósito, señorita Esposito.
—Tendré que reportarte con Marjorie.
—Adelante. Estoy seguro de que aprobaría que tengamos una saludable vida sexual.
Le di un buen pellizco en la pierna. 
—La próxima vez, estoy pellizcando algo más.
—Quizás me gustaría.

Lo terminé ahí y volví a tomar notas.

—Usted es una mala influencia, señor Lanzani —dije cuando terminó la clase.
Asintió. 
—Trató de serlo, señorita Esposito. —Saltó hacía mí y me dio un gran beso. Escuché a alguien hacer un sonido de disgusto detrás de nosotros.
—¿Lista para irnos?
—Seguro.

Lo acompañé a la biblioteca, donde tenía su turno, y luego volví al apartamento.

—Dulce Jesús, ¿ella está viva? —dijo Rocio mientras atravesaba de la puerta.
—Apenas. —Durante el día, el dolor había empeorado, sobre todo después de estar tanto tiempo sentada. Había tomado algunos medicamentos para el dolor, pero yo todavía tenía una punzada cada vez que me movía.

—Detalles, ahora —dijo, señalando a un extremo del sofá que no estaba repleto de cuadernos y libros de texto.
—¿Dónde está Gaston?
—Tenía un seminario geología, y no cambies de tema.
—¿Cande?
—En el trabajo. —Me senté con un mínimo de dolor—. Duele un poco, ¿verdad?

Me sonrojé y asentí.

—Bien por ti. Significa que lo hiciste bien. Lloré después de mi primera vez, pero eso es probablemente porque tenía quince años y no teníamos idea de qué demonios hacíamos. —No podía imaginarlo—. Tú fuiste inteligente al esperar.
—¿Cómo sabes…?
—Cariño, no soy una idiota. Tenías virgen escrito sobre ti. —Nunca les había dicho, pero supuse que debió haber sido obvio—. Entonces, ¿cómo fue?
—Bueno —le dije, sonriendo. Peter se habría enojado conmigo. Bueno en realidad no era la palabra para describirlo, pero yo no quería compartir nuestro momento especial con nadie.

—Oh, tiene que haber sido más que sólo bueno.
—Tal vez lo fue.
—Como he dicho, sólo hazme saber cuándo necesito los tapones para los oídos. Este es tu lugar y espero que si traigo a Gaston aquí, estés bien con eso. —Tendría que estarlo.
—Por supuesto.
—Genial. —Cerró su libro con un golpe—. Estoy tan feliz por ti.
—Gracias, Ro-ro.
—Dios, ese apodo nunca va a morir.
—Soy “nena” ahora, así que sé cómo se siente.
—Ooohh, nena. Eso es tan lindo.
—Nadie pone a la “nena” en una esquina.
—Sólo Peter.
—Ni siquiera él.
—Buena chica. Tú llevas los pantalones.
—Lo hago.
—¿Has visto a tu médico ya?
—Uh, no.
—Pero estás tomando la píldora, ¿verdad?
—Sí. —Yo tenía horribles síndromes pre-menstruales desde que era mucho más joven, tan pronto como pude, tomé la píldora para regular mis hormonas. Había estado tomándola durante tanto tiempo que era una segunda naturaleza.
—Bueno, pero ten cuidado. Las infecciones del tracto urinario no son divertidas.
—Qué asco.
—El jugo de arándano está en la nevera. Ve a ver a tu ginecólogo. Eso es todo lo que tienes que hacer. Estoy velando por tu bienestar vaginal.
Eso me hizo sonrojar. 
—Gracias.
—Cuando quieras, chica.

Asintió y volvió a la tarea, como si no hubiéramos estado hablando  de mi bienestar vaginal. Hice una nota para llamar a mi médico y hacer una cita. Nunca se puede estar demasiado segura.

Me imaginé que la tarea era una buena idea para mí también, así que tuve un montón hecha mientras Peter estuvo fuera. Mi edredón aún estaba húmedo, así que fui y lo tiré en el piso de lavado de abajo. Yo todavía iba a comprar otro, porque la sangre no había salido completamente.

Para el momento en que regresó del trabajo, era la hora de la cena y Gaston había terminado. Pablo había decidido unirse a nosotros antes de ir por Candela al trabajo.

—Así que, tenemos que hacer un anuncio —dijo Peter, agarrando mi mano y sosteniéndola en alto para que el mundo la vea—. Estamos juntos. ¿No es así, nena?
—Siempre y cuando dejes de llamarme nena.
—Sabes que te encanta.
—No realmente.
—Bueno, bueno, basta de ser lindos, lo entendemos —dijo Rocio.
—Oh, vamos, Ro. Sé buena —dijo Gaston.
—Creo que es genial. Bienvenida a la familia, La. —Pablo me dio un abrazo enorme—. No es que ya no fueras parte de ella, pero sé que Hope se emocionará y Luz estará en la luna.
—Gracias.

 Peter me atrajo hacia su pecho, me balanceó hacia atrás y adelante y me dio otro beso. Era como si no pudiéramos tener suficiente el uno del otro.

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