sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 37

Capitulo 37

Dejé que Peter me ayudara a entrar en el coche, ya que las princesas no podían entrar en los coches sin ayuda o alguna tontería semejante.

—Así el fotógrafo no conseguirá una foto de tu ropa interior.
—No llevo falda.
—Nunca se puede ser demasiado cuidadoso —dijo seriamente. 

Lo hice detenerse y traerme un pastelillo de arándanos y té helado. Pensé que realmente debería exprimir esta cosa de la princesa mientras durara.
 
—No es tan bueno como el de Hope —comenté acerca del té helado.
—Eso es algo que saben hacer en el sur. A veces lo echo de menos—dijo.
—¿Qué echas de menos?
—Parece... no sé, más acogedor, a falta de un término mejor. No es que Maine no sea así. Sólo es diferente.
—No lo sabría. Nunca he estado en el sur.
—Bueno, tendré que llevarte. No quiero que tu primera experiencia sea con alguien más.
—Estamos hablando de viajar, ¿no?
—Así es.
 
Dimos la vuelta hacia el sur por la I-95, lo que significaba que nos dirigíamos a la costa.
 
—No vamos a dejar el estado, ¿verdad?
—Nop. Sólo iremos un poco por las rutas de la costa.
—Así que vamos a la costa. Interesante...
 
Meditaba mientras nos encaminábamos.
 
—¿Qué, ninguna mezcla para el viaje por carretera de la princesa?
—No lo planifiqué por adelantado. Elige un CD. —Me lanzó una carpeta cerrada con una cremallera que pesaba sobre unos dos kilos y medio—. Todavía me gusta tenerlos por si acaso mis mp3 se mueren por alguna razón. Como tener registros.
 
Revolví entre ellos y había unos pocos grupos de los que no había oído hablar, así que tomé notas mentales para revisarlos. Cogí lo primero que me hizo sonreír. The Head and the Heart.
 
Él también sonrió cuando escuchó la primera canción. Salté a “Honey, Come Home”.

—¿Así que te gustó? —dijo.
—Debería haber sido totalmente cursi, pero no. —Puse mi mano sobre la suya mientras la apoyaba en la palanca de cambios.
—Yo iba por lo no cursi. Eliminé muchas otras canciones antes de escoger esa.
—Fue perfecta.
—Bueno, iba a escoger “Love Story”, pero pensé que sería cursi.
—Si hubieras escogido esa, probablemente habría encontrado el camino contigo en el sofá mientras Euge estaba en la ducha.
—Maldita sea. Menuda oportunidad perdida. —Los dos nos reímos mientras Peter apretó el acelerador y pasó una gigantesca casa rodante.
 
—¿A dónde vamos? —gemí.
—Dios, ese es un sonido que no quiero volver a escuchar.
—Dime a dónde vamos y no lo haré.
—Buen intento, señorita.
—Creo que, como princesa, tengo derecho a esta información. De lo contrario, esto es un secuestro.
—Lo siento, señorita Esposito. Tengo órdenes estrictas de no revelar esa información.
—Estúpido.
—Sí, señorita Esposito. Lo que tú digas.
 
Le di a su hombro un ligero golpe ligero en respuesta.
 
Se desvió de la I-95 hacia la 202 y luego a la 1A.
 
Humm...
 
—¿La Ruta de la Costa? —Asintió en respuesta.
—Hay tantos lugares a los que podrías llevarme. Si fuéramos a Portland, te habrías quedado en la 95. Así que debemos ir a uno de los lugares a lo largo del camino. —Saqué mi teléfono y busqué los nombres de las ciudades de la ruta.
—Acabamos de pasar Winterport, así que no es esa. ¿Belfast? ¿Lincolnville? ¿Camden?
—No te lo voy a decir.
—Creo que me estoy acercando.
—¿No puedes sólo dejar que te sorprenda sin ser curiosa? —Sus ojos imploraban de una manera muy dulce.
—Bien. —Puse mi teléfono de regreso en mi bolso y me apoyé en el asiento.
—Te está matando, ¿no? —dijo después de unos dos minutos.
—No.
—Mentirosa.
—Secuestrador.
 
Era una especie de diversión conducir a través de las diferentes ciudades, preguntándose en cuál iba a parar. Pasamos por Belfast y luego Lincolnville, pasando más allá de la playa. Yo había pensado en eso como una posibilidad, pero no lo fue.
 
—Camden. Apuesto a que es Camden —dije mientras pasábamos la señal de “Ahora está saliendo de Lincolnville”.
—Tal vez lo es y quizá lo sea.
—¡Ja! Está bien, ¿así que en Camden hay...? —Me devanaba los sesos tratando de recordar. Reuní las pistas que ya tenía mientras pasábamos posadas, hoteles y hosterías. Camden tenía alrededor de un millón. Era una ciudad costera, pero de la variedad engreída, con un montón de grandes veleros y tiendas de lujo y tal.
 
Princesa, zapatos cómodos, una sudadera...
 
—No vamos a ir de excursión, ¿no? —Había dos montañas en Camden, el monte Battie y el Megunticook. Había ido de excursión a los dos varias veces con Julieta cuando habíamos sido más jóvenes y también en los viajes escolares.
—No tenemos suficiente tiempo y no lo planeé con suficiente antelación para eso, pero pensé que podríamos ir por la ruta y almorzar.
—¿Y qué pasa con la parte de princesa?
—Esto —dijo, poniendo la luz de cruce. Miré para ver a dónde estaba girando.
—¿Norumbega?
—El único castillo en Maine.
 
Mi boca cayó abierta. Cuando era pequeña y habíamos conducido cruzando Camden, le había rogado a mi madre que parara allí, pero siempre estábamos en nuestro camino a algún lugar más. El Norumbega Inn parecía el lugar más mágico para mis jóvenes ojos. Ahora parecía mágico, muy mágico.
 
Peter se detuvo frente al edificio, y nos sentamos y lo miramos. Sin duda parecía un castillo, construido en piedra, algunas pintadas de color verde oscuro, que le daban un aire casi gótico. Había incluso una torreta en un lado.
 
—Vamos, princesa —dijo, saliendo del coche. Lo seguí antes de que pudiera abrir la puerta.
—¿Qué?
—Vamos a entrar.
Puse mi mano sobre su brazo para detenerlo. 
—No podemos.
—¿Por qué no?
—No van a dejarnos sólo pasear por los alrededores.
—Quítate tu anillo.
—¿Qué?
 
Agarró mi mano derecha y deslizó fuera mi anillo, luego tomó mi mano izquierda y lo puso en mi dedo anular.
 
—Ya está. Ahora podemos decir que estamos viendo lugares para casarnos. Estarán ofreciéndose a sí mismos para mostrarnos los alrededores.
 
Tomó mi mano y me arrastró por las escaleras hasta la puerta principal. No se molestó en llamar, sólo entró. Me quedé sin aliento. Vaya. Me sentía tan fuera de lugar aquí, como lo hacía en la casa del tío de Peter. Apenas había llegado a ver los suelos de madera color caramelo y los paneles de madera a juego en las paredes antes de que una mujer, con un traje elegante, nos viera.
 
—¿Les puedo ayudar?
—Sí, mi novia y yo vamos a casarnos en primavera y estamos mirando posibles ubicaciones. Pasábamos para una caminata hasta el Monte Battie y vimos este lugar y no pudimos resistirnos a entrar. ¿Verdad, nena?
 
Llevó nuestras manos enlazadas a su boca y besó la parte superior de mi mano antes de guiñar un ojo. Santo cielo.
 
—Oh, maravilloso. Felicidades. ¿Cuándo es el gran día? —Nos sonrió.
—El veintiuno de marzo, el primer día de primavera —solté. Peter me miró. Sólo acababa de inventármelo.
—Qué bonito. Bueno, tenemos mucho que ofrecer cuando se trata de bodas, si me siguen —dijo, guiándonos hacia la izquierda hasta un enorme escritorio. No podía dejar de mirar los techos de madera adornados con celosías y los espejos dorados. Algunas de las paredes estaban cubiertas de papel verde oscuro. Le daba un acogedor ambiente de estudio de antaño al lugar.
 
—Soy Susan, por cierto. Es un placer conocerlos.
—Peter —dijo, sacudiendo su mano—. Ella es Missy.
—Missy. ¿Es la abreviatura de Marissa?
—Sí —dije lanzándole a él una mirada cuando ella se dio la vuelta para agarrar un folleto.
—Esto tiene todas nuestras opciones y listas de todos nuestros proveedores. Si quieren el paquete completo, podemos proveerles de todo. Comida, bebidas, sillas, obras. ¿Les gustaría echar un vistazo a algunas de las habitaciones? ¿En qué tamaño están pensando para la boda?
—Pequeño. Definitivamente—dije, adelantándome a Peter.
 
Ninguno de nosotros tenía una gran familia. Ya se sabe, si fuéramos a casarnos, lo cual no íbamos a hacer, porque esto sólo era para aparentar.
 
—¿Menos de veinticinco personas?
—Probablemente. No nos hemos sentado y contado todavía —dijo Peter—. Pero será, ¿qué?, tus padres, Julieta, mi familia, eso son ocho, y luego Candela, Rocio, Gaston, Euge y Nico, y a continuación Dev y Sean. Y unos pocos primos, ¿verdad? —Fue como si de verdad hubiera pensado en eso.
—Así es —dije con una sonrisa más dulce que una dulce sonrisa.
—Está bien, bueno, eso sería perfecto. No creo que pudiéramos acomodar a todo el mundo, pero definitivamente sí a las partes de la novia y el novio. Vamos arriba a ver algunas de las habitaciones y luego podemos salir a los jardines.
—Suena bien —dije con otra dolorosa sonrisa mostrando mis dientes.
—Buen trabajo, chica Missy —dijo Peter mientras subíamos la escalera de caracol hasta el resto de la posada.
—Muérdeme, Sr. Lanzani.
—En cualquier momento, Sra. Lanzani. —Casi me tropecé con el siguiente escalón. Oírle llamarme así me provocó una extraña sensación que se apoderaba de mí y que no era del todo desagradable.
 
Susan nos enseñó unas pocas habitaciones que no estaban ocupadas. Todas estaban pintorescamente amuebladas y tenían vistas geniales. Mi favorita era la biblioteca. Di un grito ahogado cuando bajamos por un conjunto de estrechas escaleras blancas y entramos en una habitación amueblada en verde oscuro con detalles rojos. Era un poco como si una fresa se hubiese vuelto loca, pero con LIBROS. Había incluso un balcón con más filas de estantes. Casi me lo perdí.
 
—Oye, vas a exprimir la sangre de mi mano —susurró Peter, bajé la mirada y vi que apretaba su mano por la emoción. Tal vez un poco demasiado fuerte.
—Puedes aguantarlo. ¿No ves los libros?
—¿Quieres hacer tu recorrido conmigo ahora mismo?
 
¿Rodeada por toda esta literatura? Oh infiernos, sí. Maldita Susan. Ella aún parloteaba, pero no estaba escuchándola. Demasiado bonitos libros llamándome por mi nombre.
 
—¿Por qué crees que Bella escogió a Bestia? Fue por la biblioteca.
—Adivino que soy la Bestia en esta situación.
—A menos que quieras ser Bella.
—No, todo tuyo. —Me atrajo hacia él y me dio un beso en la frente. Me pareció oír suspirar a Susan.
—¿Les gustaría ver los jardines?
—Claro —dije, dándole una última y anhelante mirada a la biblioteca.
—Espera —dijo Peter, sacando su teléfono—. ¿Podrías hacernos una foto?
—Por supuesto —dijo Susan tomando el teléfono.
 
Peter me acercó y puso su brazo alrededor de mí.
 
—Sonríe, nena. —Lo hice, y Susan nos hizo unas cuantas fotos.
—Perfecto —dijo ella. Peter me sonrió, y quise abofetearle la cara y besarle al mismo tiempo.
 
Susan nos llevó a la parte trasera de la posada, la cual tenía una enorme extensión de césped en pendiente.

—Ahora podemos poner carpas, o algunas parejas prefieren el mirador.
—¿Qué te parece, amor? ¿Mirador o carpa? —dije.
—Lo que sea que tu pequeño corazón desee, mi amor. —Estaba siendo sarcástico. Tenía la esperanza de que Susan no pudiera oír su sarcasmo. Pareció no darse cuenta.
—Me gusta el mirador. Siempre me he imaginado casándome en un mirador. —Ahora era yo la que estaba siendo sarcástica.
 
Susan nos hizo el resto de la visita, apenas parando su torrente de palabras para respirar. Peter y yo tuvimos una pequeña batalla, conmigo dándole codazos y él intentando devolvérmelos. Susan permanecía ajena. Hicimos algunas fotos más de la posada y Peter hizo que Susan nos tomara alguna más a nosotros.
 
—Juro por dios que si subes estas fotos a internet te estrangularé mientras duermes —susurré mientras ella nos hacía otra foto en el mirador.
—Tomo nota —susurró de vuelta.
 
Susan nos dio un montón de folletos más sobre todo tipo de cosas y bobadas acerca del catering. Estaba agotada en el momento en el que salimos.
 
Me di la vuelta y lo miré una vez más.
 
—¿Te gusta tu castillo, princesa?
Me encogí de hombros. 
—Está bien.
Entrecerró los ojos. 
—Lo siento si no está a la altura de tus exigencias. ¿Quieres que llame a mi jet privado y te lleve a Inglaterra a ver uno de verdad?
—Bueno, si insistes.
—Eres una chica exigente, Missy. No vas a querer cisnes para nuestra boda, ¿verdad?
—Sólo unas pocas docenas. Y palomas. Debemos liberar palomas.
—Oh, las palomas son un hecho. Es por eso que no las mencioné. — Se dio la vuelta en el camino y cambió de dirección en la entrada circular de coches.
—El interior es realmente genial. Gracias por traerme aquí.
—En cualquier momento, princesa.

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