sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 41

Capitulo 41

Por un momento, se apartó para que ambos pudiéramos respirar.
 
—¿Quieres que me detenga? —dijo.
—No.
—Entonces sugiero que pasemos esto a nuestro dormitorio. ¿En tu cama o en la mía?
—En la mía —dije.
 
Se movió debajo de mí y me levantó, besando mis labios mientras lo hacía.
 
—Nada de besar y caminar. No quiero hacerte daño —dijo mientras me llevaba de vuelta a nuestra habitación. Estuvo a punto de tropezar con algunas camisetas, pero me subió a la cama y entonces sus labios estuvieron nuevamente en los míos. Me hice a un lado para que pudiera subir. Malditas sean estas pequeñas camas.
 
Antes de que continuara, sostuvo mi cara en sus manos.
 
—¿Estás segura?
—En este momento, sí. —No sabía si podría cambiar de opinión. Besar era agradable, muy agradable, pero una vez que la ropa empezara a salir, y comenzáramos a explorar otras áreas, no estaba segura de si la fea sombra de esa horrible noche me tragaría de nuevo.
 
Como respuesta, volvió a sentarme, y luego se sentó, tirando del dobladillo de su camisa.
 
—Quiero hacerlo —le dije, apoyándome en mis codos.
—Tus deseos son órdenes para mí, princesa.
 
Nunca antes había sacado una camisa de un hombre, pero las camisas de los chicos no eran tan diferentes a las de las chicas, ¿no? Tenían sisas y eran de algodón y todo eso. ¿Tan difícil podía ser? Empecé a tirar para arriba, y él alzó sus brazos. Lo tenía un poco atascado en la nariz, pero se movió para poder sacar la cabeza antes de que la tirara al suelo.
 
—Vamos a tener que practicar eso —dijo, volviendo a por otro beso. Se movió hacia abajo a mi oído, lo que me hizo reír, y luego por mi cuello, lo que me hizo suspirar. Pasé mis manos arriba y abajo de su pecho, trazando sus tatuajes. Preguntándome a qué sabían.—Quiero verte —dijo en mi cuello—. Muévete hacia mí. —Puso sus brazos alrededor de mí y nos rodó, de alguna manera sin caernos de la
cama, así que estuve encima de él. Alargó su mano hacia el dobladillo de mi camisa, sin apartar sus ojos de los míos esperando que yo dijera la palabra. Alcé los brazos.
 
Me quitó la camisa con más gracia de la que yo tuve, pero él había tenido práctica.
 
—Fanfarrón —dije mientras me miraba. Ahora sólo estaba en sujetador y uno no muy sexy.
—¿Un pendiente en el vientre? Cristo, estás tratando de matarme. ¿Cómo no sabía esto? —Metió su dedo en mi ombligo, y tuve que morderme el labio.
—Es mi pequeño secreto.
 
Me miró fijamente durante unos segundos más antes de alcanzarme, por lo que pudimos rodar hacia el otro lado.
 
—Eres tan bonita que duele. —Pasó sus manos por encima de mi sujetador azul. Al menos tenía un poco de encaje, pero había tenido mejores días.
 
Movió su cabeza hacia abajo y besó su camino a través de mi pecho, mi piel temblando en anticipación. Cuando llegó a mi ombligo también me besó, y gemí un poco. No pensaba en otra cosa que en él y en mí. Nos encontrábamos en nuestra burbuja de nuevo.
 
Tenía sus manos por todo mi cuerpo, cubriendo cada centímetro de mi piel con un ligero toque, poniendo mi piel en llamas. También lo toqué, e hizo un sonido como respuesta.
 
—¿Demasiado rápido? —dijo, deteniéndose.
—No.
 
Lo besé de nuevo, esta vez sus manos recorrieron el resto de mí, yendo más abajo y encendiendo un fuego allí. Pasé mis manos por su espalda y agarré su trasero. Quise tocarlo durante mucho tiempo.
 
La espera valió la pena.
 
—Tengo que conseguir algo. Maldición, debí haber pensado en esto  antes. —Miró por encima de su tocador, que estaba a varios metros de distancia—. Vas a venir conmigo. —Se levantó y me levantó de nuevo, caminando conmigo a la cómoda, donde cogió un paquete de papel de su cajón de calcetines. Mi pecho se presionó en el suyo, y sólo quise estar más cerca, más cerca, más cerca...
 
—Lo guardé antes de que me golpearas —dijo, sosteniendo el paquete en su mano antes de llevarnos de vuelta a mi cama. Me reí mientras hicimos nuestro camino de regreso a mi cama.
 
Estaba sucediendo. Realmente estaba sucediendo.
 
Peter me puso de vuelta y se aseguró de que el paquete estuviera al alcance de su mano para cuando lo necesitáramos.
 
—Todavía no —dijo.
—Todavía no —concordé.
 
Nos besamos un poco más, y recorrió todo mi cuerpo con sus manos. Decidí que la ropa estaba muy sobrevalorada. Estaban entre él y yo, y no me gustaban en ese momento. Empecé a tirar de sus calzoncillos, enojada porque nos separaban.
 
—De ninguna manera, tú primero —dijo.
 
En realidad no era justo que él estuviera completamente desnudo, y yo no tanto, así que me incliné para que pudiera deshacer el broche de mi sujetador. Por supuesto que lo consiguió con una mano.
 
—He tenido práctica —dijo mientras deslizaba los tirantes por mis brazos y me lo quitaba. Bueno, ahí estaba yo. Sonrió y me besó en los labios antes de mover su boca y besar mis pezones. Mi aliento chirrió entre mis dientes y mi espalda se arqueó. Peter se echó a reír, lo que me hizo cosquillas de la mejor forma, haciendo las cosas aún peor.
—Mi turno —dije, tratando de empujarlo para poder besar su pecho. Se movió para estar a su lado mientras yo estaba en lo mío. Besé sus tatuajes, uno por uno. Sus ojos se cerraron, e hizo un sonido de satisfacción. Eso me hizo sonreír. Besé mi camino a través de su pecho mientras movía sus manos por mi cabello y por toda mi espalda.
 
Movimos nuestros labios para unirlos de nuevo, y después rodó de nuevo por encima de mí. Bajé mis manos a sus calzoncillos, insistiendo nuevamente.
 
—Lali, si me tocas ahí, no seré capaz de hacerlo. Sólo te lo advierto.
—Está bien —dije, moviendo mis manos lejos de esa área en particular. Se empujó contra mí y pude sentir que estaba preparado. ¿O era yo?
—Quiero tocarte —dijo.
—Lo estás haciendo.
—Por todas partes.
No titubeé. 
—Está bien.
—¿Está bien?
—Sí. —Oh, estaba más que bien.
 
Sus manos hicieron su camino por mi estómago y por mis pantalones cortos. Joder. Mierda. Nunca había sentido esto antes.
 
Hacerlo tú misma era una cosa, pero tener a un hombre con las manos ligeramente callosas tocándote ahí era algo completamente distinto. Era como si hubiera tomado una clase y obtenido un sobresaliente.
 
Yo había tenido orgasmos antes, o sea, ¿quién no? Rocio me había arrastrado a una tienda de juguetes sexuales el año pasado, y compré un par de cosas, pero nada funcionaba mejor que las manos de Peter Lanzani.
 
Mi espalda se arqueó y me mordí el labio para no gritar demasiado alto.
 
—Estamos solos, grita tan fuerte como quieras, Missy. Mi plan es que esto sea algo normal —dijo, besándome. Su mano continuó trabajando, torturándome otra vez.
 
No estaba segura de cuanto más podría aguantar. Por mi cuenta, mi record era de tres. Estaba alcanzando el número dos en un muy corto periodo de tiempo.
 
—Te deseo tanto en este momento.
—Está bien —le dije mientras otro me golpeaba. Esta vez hice un montón de ruido. Peter me besó de nuevo, y decidió que ya también había tenido suficiente ropa.
 
Lo siguiente que supe es que ambos estábamos desnudos, y todo su cuerpo se presionó sobre el mío.
 
—Esto va a doler. Si quieres que me detenga, sólo di la palabra y lo haré. Hay muchas otras cosas que podemos hacer —dijo con una sonrisa— No quiero que esto sea un mal recuerdo. Quiero que este sea uno bueno.

Volvió a besarme, y me deleité con la sensación de su cálida piel contra la mía. Peter se apartó para rasgar la envoltura y sacar el condón.
 
—¿Estás lista?
—Sí. —Lo estaba. Esta era mi elección. Mi cuerpo. Mi Peter.
 
Se impulsó dentro de mí, y traté de no gritar de dolor. Dolía.
 
—Oh, nena, lo siento. —Me besó y me aferré a él hasta que estuvo completamente dentro—. ¿Estás bien?
—Sí. —Todavía se quedó durante unos segundos, y mi cuerpo se empezó a ajustar. Era una sensación extraña, pero no quería que se detuviera.
—Lali —dijo Peter, apartando mi cabello de mi rostro—. Te amo.
—Te amo —dije sin ni siquiera dudarlo. En ese momento, cuando estábamos unidos como una sola persona, lo hacía. La sacó y metió de nuevo. Volvió a doler, pero ya no tanto.
—¿Una vez más? —preguntó, sus músculos temblando.
—Una vez más.
 
Empezó a ir más rápido, y el placer comenzó a abrumar al dolor. Moví mis caderas hacia arriba para encontrarme con él, y me besó fuertemente. Gimió un poco, y después sentí como se corría. Cayó contra mí, exhausto. Peter trató de sacarla, pero envolví mis piernas alrededor de él para que no lo hiciera.
 
—Todavía no —dije. Quería mantener este momento durante todo el tiempo que pudiera.
—Te amo —dijo, besándome mientras nos rodaba. Los dos estábamos sudorosos y todavía sin aliento, pero no importaba—. Más que las estrellas.
—Yo también te amo —dije, sosteniéndolo cerca.
—Te creo.
 
Nos quedamos conectados todo el tiempo que pudimos, pero luego tuvo que retirarse y tirar el condón. Cuando regresó nos acostamos desnudos durante un rato, tocándonos suavemente y tratando de averiguar lo que podríamos decir que tuviera sentido.
 
—¿Te he hecho daño? —preguntó.
—Sí, pero no importa.
—Desearía no haberlo hecho.
—No lo desees. Fue perfecto.
—Perfectamente imperfecto.
—Al igual que nosotros —le dije.
—Así como nosotros. —Besó mi nariz—. ¿Más?
—¿Más qué?
—Tengo todo un repertorio que quiero usar en ti. Es uno de mis muchos talentos. Mi objetivo es satisfacerte.
—Y te lo agradezco. Deben ser esos dedos —dije, llevándolos a mi  boca y besándolos. Los froté sobre mis labios.
—Deben serlo.
 
Ya no era virgen.
 
—Sé que debería estar volviéndome loca ahora mismo, pero no lo estoy —dije.
—Bien. —Pasó sus dedos entre mis pechos y tiró del pendiente de mi vientre.
—Tengo que decir que me gusta mucho, mucho.
—No lo hice teniéndote en mente.
—¿Por qué lo hiciste?
Apoyé mi cabeza en mi mano. 
—Siempre pensé que quedaba bonito, y me pareció atrevido.
—Me gusta en ti. —Se inclinó hacia adelante y besó mi vientre. Suspiré de nuevo. Dios, se sentía tan bien. Se sentía bien.—Mierda —dijo, señalando a mi edredón. Había una especie de olvido en la parte del sangrado en el calor del momento.
—Oh, mierda. Supongo que es porque soy nueva. —Mi cara se puso roja, y tiré mi cara en mi almohada.
—Está bien, nos quedaremos esta noche en la mía.
—Debería limpiarme.
 
Levantó una ceja.
 
—¿Puedo ayudarte? —Estaba a punto de decir: ¡infiernos no! pero luego pensé en todas las veces que había pensado en estar en el baño con Peter. Eran demasiado numerosas para contarlas.
 —A la ducha —dije, levantando mi brazo. Aprovechó la oportunidad para hacerme cosquillas debajo de mi axila mientras subía por encima de mí para poder levantarme.
—Lo ponemos en remojo en la bañera más tarde —dijo sobre mi edredón.
 
Había algo absolutamente extraño en estar completamente desnuda con otra persona y no importarte.
 
Se dio la vuelta en la ducha y se aseguró de que era la temperatura adecuada antes de dejarme entrar.
 
Pasamos la mayor parte del tiempo besándonos, yo tratando de no ahogarme en el agua y él riéndose de mí. Y mi cabello entrometiéndose en el camino. Tenía demasiado.
 
Nos enjabonamos el uno al otro y tuvimos un poco de demasiada diversión lavando partes especiales. Hizo que me corriera un par de veces más, y tuve que aferrarme a él, ya que mis piernas no me sostenían.
 
—Eres realmente bueno en esto —dije después de otro.
—Tú eres fácil. —Lo golpeé en el pecho con una bofetada húmeda—. Sabes lo que quiero decir. Todos estos años de no hacer nada y estar reprimida. Todo lo que tienes que hacer es pulsar el botón. — Empujó dicho botón y grité, cayendo en su contra.
—Te dije que era virgen, no una monja. Sé cómo hacer que suceda. Es simplemente mejor cuando lo haces tú.
—Sabía que las chicas lo hacían. La mayoría con las que he estado lo niegan.
—No tanto como los chicos, pero también tenemos necesidades.
—Chicas, chicas Necesitadas. —Me besó en la boca y me giró de modo que el agua golpeaba mi espalda. Me levantó y envolví mis piernas alrededor de él.
 
Lo amaba.

11 comentarios :