sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 42

Capitulo 42

Ninguno de los dos quería ponerse la ropa, así que no lo hicimos. Pasamos el resto de la noche en la cama de Peter, hablando, besando y tocándonos. Fue dulce, lindo y glorioso.
 
Me conto más sobre sus padres y distintas historias sobre su infancia. Le conté sobre la mía, sobre los buenos tiempos antes de que mi papá se convirtiera en un idiota.
 
—¿Vamos a hablar sobre lo que pasó? —dijo.
—¿Te refieres al sexo?
—Me refiero a la parte de amor que paso durante el sexo. Debería haber una mejor palabra. Sexo suena tan clínico.
—¿Besuquearse? —sugerí.
—Hacer juerga.
—Rodar en el heno.
—Hacer el amor.
 
Ambos reímos. Pasó las manos por mis pechos y subió a mi cara.
 
—Así que la parte de amor —dije.
—Sí. Eso pasó, ¿Cierto?
—Cierto. No fuiste el único que lo dijo.
—Lo noté. ¿Qué vamos a hacer sobre eso?
—¿Pretender que fue algo que se dijo en el calor del momento?

Lo pensó, trazando un círculo alrededor de mi ombligo. 

—No, todavía te amo. —Besó el punto justo donde mi corazón latía. Pensé sobre eso, pasando mis manos por su pelo corto. Picaba contra mi palma. 
—Sí, todavía te amo.
 
Levantó la mirada con una enorme sonrisa en su cara. Rodó hasta que estuvo encima de mí otra vez y descansó el mentón sobre mi estómago. 

—Cuando le decía a mi mamá que la amaba, siempre me decía que me amaba más que a las estrellas. Te amo más que a las estrellas, Lali Esposito.

No tenía una buena respuesta para eso, así que seguí trazando corazones sobre su espalda. Besó mi estómago. 

—Supongo que esto significa que me estoy mudando.
—Supongo —dije, encogiéndome de hombros.
—Me estoy yendo ahora. —No hizo ningún movimiento. Pasé las manos por su pelo, disfrutando su tacto—. Lo juro, me voy a levantar y empacar mis cosas.
—Está bien.
—Se supone que debes llorar y aferrarte a mí y rogar que no me vaya.
—Yo no ruego.
—Podría hacerte rogar —dijo bajando su mano.
—No —dije, agarrando su muñeca. Mi pobre, destrozado cuerpo no podía soportar más.
—Así que aquí voy. —Se movió solo un poco, y lo agarré—. Eso es lo que pensé.
—Dijiste que no me dejarías. —Si antes estaba aterrada de que me dejara, ahora lo estaba más.
—Ah, Missy, no te dejaría ahora. Voy a estar pegado a ti. Al igual que en este momento.
—Se me va a ser difícil ir a clases.
—Sólo pon una toalla encima de mí, nadie lo notará. —Rocé su labio inferior con mi pulgar, sacó la lengua y lo lamió. 

Era oficial. Estaba enamorada de Peter Lanzani.

—Te amo. Incluso cuando eres un idiota.
—Te amo, incluso cuando me pateas las bolas.
—Que romántico —dije, rodando los ojos.
—Oye, podría cantarte. Sólo tienes que pedirlo.
Honey come home —dije.
 
Empezó la canción, cantando sin música. La hizo más lenta besándome durante las pausas. Terminó pretendiendo tocar acordes en mi estómago. Hacía cosquillas.
 
—Mi estrella de rock personal —dije.
—Sólo tuyo, nena.
—¿Qué hay con eso? ¿Abandonaste Missy como mi apodo oficial?
—Nena suena más como novia.
—¿Es lo que soy?
—Bueno, eso creo, dado el intercambio de amor y el rodado en el heno.
—Sí. Creo que eso significa. —Huh.
—No estés tan emocionada por ello.
—No es eso. Es que nunca pensé que sería algo que haría.
—No eres la única en lo zona de no compromisos. Nunca lo hice tampoco. Esa es una de las cosas que amo de ti. Todo es nuevo.
—Hurra por la virginidad.
—Le daría una ronda de aplausos. 
Volví a rodar los ojos. 
 —Sí, es genial. No tengo idea de qué demonios estoy haciendo.
 
Sacudió la cabeza, recorriendo mi piel con sus labios.
 
—No importa. Puedes aprender.
—¿Vas a enseñarme?
—Oh, me gustaría ver lo que puedes aprender por tu cuenta, chica Missy.
—¿No estás metido en nada raro, o sí?
—¿A qué llamas raro?
—No sé. Como la esclavitud y cuero y mierda como esa.

Rió. 

—A veces no tengo idea de adónde va tu mente. Cuando se trata de sexo siempre es diferente. Muchas de las chicas con las que estuve sólo fueron un polvo rápido sólo por el placer de hacerlo. Nunca quise quedarme lo suficiente para hacer otras cosas.
—La feminista en mí está realmente ofendida.
—Sabían lo que hacían. Dos adultos teniendo una experiencia sexual consensuada. Te lo dije eres diferente.
—¿Así que no quieres que use un disfraz de gato ni bese tus botas, te llame amo ni nada?
 
Rió más fuerte, enterrando la cara en mi ombligo.
 
—Detente; ¡me da cosquillas! —chillé.
—Dios, te amo. Sé que lo dije un montón hoy, pero no puedo parar.
—Estoy esperando… —dije, tocando su cabeza.
—Haremos lo que sea que tú quieras. Si quieres colgarme por los tobillos, estoy de acuerdo. Me gustaría tratar algunas posiciones para ver cuál te gusta. Vendrá con el tiempo. Simplemente empecemos con las básicas.
—¿Siempre has sido tan abierto sobre el sexo?
Se encogió de hombros. 
—¿Por qué ser cerrado? Tarde o temprano, la mayoría de la gente tendrá sexo. No hay que avergonzarse. Estar avergonzado de eso sólo lleva a la gente a hacer cosas estúpidas.
—Entonces, ¿crees que quieras hacerlo otra vez? —Me las arreglé para mantener mi voz en un volumen normal.
—Diría que sí.
—Bueno… ¿Entonces fue bueno para ti? —dije, dándole voz a una de mis ansiedades.
—Nena, fue más que bueno. Eso superó bueno. Nunca usaría bueno para describir estar contigo. —Me sonrió y le devolví la sonrisa
—¿Qué hora es?
—Hum. —Peter miró de reojo mi reloj a través de la habitación—.Medianoche.
—Dios. No tenía idea.
—¿Puedes creer que mañana tengamos que ir a clases? —dijo.
—No realmente. ¿No podemos hacer esto el resto de nuestras vidas?
—Estaría contento, pero necesitamos comida y creo que después de unos días nuestras compañeras de cuarto y mi primo se preguntarían dónde estamos.
—Entonces mudémonos a una isla privada y vivamos nuestros días ahí.
—¿Podemos traer a Luz? Extrañaría a esa chica como loco.
—Sólo si no nos interrumpe mientras hacemos el amor —dije. Mi estómago gruñó y ambos lo escuchamos.
—¿Hambrienta?
—Si digo que no, sabrás que estoy mintiendo
—Aquí —dijo, estirándose sobre mí para alcanzar una de sus camisetas—, es sólo para que no tengas grasa de la cocina en tu linda piel.
 
Me puse la camiseta, y él sus calzoncillos. Agarré su trasero mientras caminábamos a la cocina.
 
—¡Oye! —gritó.
—Ahora sabes cómo se siente.
 
Hicimos panqueques con chispas de chocolate, con las chispas de chocolate amargo que Peter había comprado la semana pasada. Fue un lío, y ambos terminamos necesitando otra ducha, pero limpiamos la mayor parte de la mezcla y el chocolate a besos. Nunca supe que tan divertido podía ser, estar con Peter. Me persiguió con una espátula y me hizo cosquillas en sumisión.
 
No había pensado en Maxi, o en él viniendo tras de mí, por horas. Lo dejé de lado. No iba a dejar que invadiera nuestra sexy burbuja.
 
Peter y yo volvimos a desnudarnos y finalmente nos quedamos dormidos con estómagos llenos de panqueques. Tarareó pequeñas melodías, y me acerqué lo más que pude. No era suficiente. Quería que todas las noches fueran como esta. Por siempre.

16 comentarios :