sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 38

Capitulo 38

—En cualquier momento, princesa.

Fuimos al centro de la ciudad, a The Camden Deli para conseguir unos sándwiches y luego nos dirigimos a la parte superior de la montaña. Afortunadamente, como estábamos a mitad de semana, no había mucha gente allí arriba. Los turistas ya se habían marchado en su mayoría, pero los mirones de hojas ya estaban en plena fuerza, y allí estaban siempre los observadores de pájaros con los que lidiar. Siempre puedes detectarlos porque tienen prismáticos enormes.
 
Encontramos un lugar medio plano y nos sentamos para mirar los barcos entrar y salir del pequeño puerto y la bulliciosa ciudad. Peter encontró una vieja manta en su coche y la extendimos en el suelo. Por supuesto él había traído su guitarra.
 
—Uno nunca sabe cuándo la puede necesitar. ¿Qué pasa si nos roban y nos quedamos sin gasolina? Entonces tendría mi guitarra y podría tocar, así la gente se apiadaría de nosotros y nos daría dinero para gasolina. Así que en realidad ésta guitarra podría salvar nuestras vidas.
 
—Nunca insultes a la guitarra de Peter. Anotado —dije, dándome una palmadita en la cabeza—. No tienes que hacerte vegetariano por mí. No me importa si comes carne, siempre y cuando no la empujes contra mi cara o por mi garganta.
—Me gusta el hummus; no sé de qué estás hablando.
—¿Desde cuándo?
Hizo rodar sus ojos. 
—Desde que me hiciste comerlo hace tres semanas.
—Exactamente.
—Eres tan adorable cuando eres presumida.
—Cállate.
—Missy no se toma bien los cumplidos. Tomo nota.
 
Terminamos y luego tomamos galletas con doble de chispas de chocolate de postre.
 
—¿Quieres subir a la torre?
—Por supuesto.

El detalle más destacable en la cima de la montaña era una torre de piedra con una escalera de caracol por la que se podía subir hasta la parte superior. Yo no era muy de subir escaleras a través de las cuales podía ver, pero no iba a decirle eso a Peter. Fui primero y de algún modo llegué arriba sin enloquecer.
 
—¿Puedo decirte algo? —dijo Peter cuando nos encontrábamos en la cima. Asentí.—Tu culo parece increíble desde éste ángulo.
—Te lo juro, te tiraré de esta torre.
—No lo harás —dijo con una sonrisa mientras me levantaba y me colocaba en el borde del muro que rodeaba la torre. Tenía pequeñas almenas y encajé perfectamente entre ellas.
 
—No te muevas aún, quiero hacerte una foto. Sonríe, nena. — Todavía me llamaba nena, incluso aunque Susan no estaba en ningún lugar.
 
Lo hice, lo cual era fácil de hacer con él mirándome como si fuera el mejor regalo de navidad que nunca hubiese tenido.
 
—Preciosa. Muy bien, vamos a bajar. —A regañadientes dejé que me ayudara a bajar—. Vamos a hacer una más. Gran sonrisa. —Sujetó la cámara con una mano y pegó su cara a la mía—. Uno, dos… —Antes de llegar al tres movió la cabeza y me besó en la mejilla. Levanté mi cara con sorpresa.
—Oye, nada de emboscadas de besos. —Le golpeé el pecho con poco entusiasmo. Capturó mi mano y me besó la palma.
—¿Incluso si te gusta?
Sacudí la cabeza. 
—No.
 
Oímos voces en las escaleras y un momento después se nos unió una madre, un padre, dos niños y una pareja que probablemente eran los abuelos. La parte superior de la torre no era demasiado ancha, así que estábamos bastante aplastados.
 
—Lo siento, no hay demasiado espacio aquí arriba —dijo la madre mientras uno de los niños le suplicaba a su padre que le levantara para que pudiera ver por encima del muro.
—No pasa nada, creo que vamos a bajar pronto —dije.
—Oh, ¿te importaría hacernos una foto? —dijo la mujer, intentando coger a su hijo para que no se tirara por las escaleras.
—Claro —dije, cogiendo la cámara. Se colocaron y tuve que andar hacia atrás casi hasta el otro extremo de la torre y ampliar todo el camino para conseguir que todos entraran.
—Digan ¡Monte Battie! —repicaron todos.
—Muchas gracias —dijo la mujer y le mostré su foto en la cámara.
—Oh dios mío, que hermoso anillo. ¿Cuándo te casas?
—El veintiuno de marzo, el primer día de primavera —dijo Peter, rodeándome con su brazo.
—Bueno, felicidades.
—Gracias —dije, intentando clavar mi tacón en el pie de Peter. Me esquivó y dijimos adiós a la familia y empezamos a bajar las escaleras.
—Ve tú primero.
—¡Qué aguafiestas! —dijo, pero lo hizo primero.
 
Casi extendí la mano para aferrarme a su camisa mientras bajábamos, pero me resistí y antes de que nos diéramos cuenta, estábamos abajo de nuevo. ¡Uf!
 
—¿Quieres caminar un poco? —No soltó mi mano y paseamos un poco alrededor de la carretera, haciendo una curva y volviendo de nuevo.
—Me encantaría venir aquí por la noche para ver el aspecto que tiene la ciudad toda iluminada. Cierran las puertas, así que tendría que subir con linternas. Aun así valdría la pena.
 
Asentí, bajando la mirada hasta nuestras manos entrelazadas.
 
—Entonces, ¿así es cómo verías tu boda? ¿Con cisnes y todo eso? — dijo.
—En realidad nunca imaginé una boda.
—Pensé que era algo que hacían todas las niñas.
—Bueno, como tú dijiste, no soy una chica normal.
—Sabes que no quise decir eso.
—¿Qué quisiste decir?
—Quise decir que tú no eres sólo otra chica más. Tú eres tú.
—Profundo.
—Vamos. No seas así. Todas las otras chicas que he conocido habrían estado emocionadas y se lo habrían mostrado a cualquiera quisieran verlo o no. Algunas habrían pensado que se trataba de una  proposición. Pero tú no lo hiciste. Estabas enfadada por el dinero que me había gastado en ti.
—Aún estoy enfadada por eso, ¿pero qué puedo hacer?
—Exactamente.
—¿Qué?
—Tú sólo eres diferente. Me gusta eso.
—Lo que sea.
 
Seguimos andando en silencio.
 
—Me gusta que seas amable con la gente —dije.
—¿Qué?
Hablé un poco entre dientes. 
—Eres agradable con la gente cuando no tienes que serlo. Como aquellas chicas borrachas y Susan. Actúas como si fueras un gran tipo duro, pero no lo eres realmente.
—¿Estás diciéndome que no soy un tipo duro? Entonces todos estos tatuajes eran para nada. ¿Qué voy a hacer? —Sacudió el puño hacia el cielo.
—Vaya, ¿he insultado tu actitud de tipo duro?
—Estoy herido —dijo, agarrándose el corazón—. Debes calmar mis heridas.
—¿Cómo?
—Dame un poco de azúcar —dijo, deteniéndose y señalando sus labios fruncidos.
—De ninguna manera, hombre. —Traté de echar a andar, pero no me dejó.
—Vamos. Dale un beso a tu novio.
—Esa era tu estúpida idea.
—Con todo, bésame, por favor. —Si sólo no hubiera dicho por favor.
—Bien —dije, aunque apreté los dientes. No era que yo no quisiera. Era que sabía que si nuestros labios se encontraban, no tendría control sobre lo que sucediera después. Era como si tuviera un exceso de tensión sexual acumulada después de tantos años de celibato. ¿Podría suceder eso?

Apreté los labios, así no había ninguna esperanza de lengua, y le di un pequeño beso.
 
Sacudió la cabeza. 

—No. Aún duele. Tienes que hacerlo mejor que eso. —Lo intenté otra vez, dándole uno un poquito más largo, pero todavía apartándome tan pronto en cuanto quise más.—¿Quién eres, mi abuela?
 
Estaba a punto de pisarle el pie y decirle que era suficiente cuando sonó mi teléfono.
 
—Olvídalo —dijo inclinándose.
—Es el tono de llamada de mi madre. —Era “Hip To My Heart” de The Band Perry. Le encantaba esa canción—. Tengo que cogerlo. —No había hablado con mi madre en un tiempo y me sentía horrible por eso.

—Hola, mamá.
—¡Hola, La! Siento como si hiciera años desde que hablamos. Salí del trabajo temprano, así que pensé en hacerte una llamada. ¿No estás en clase?
—No. No habría contestado si lo estuviera. O estaría susurrando.
—Cierto. Así que, ¿cómo estás?
—Estoy bien. Ocupada. Las clases son una locura.
—Eso está bien. ¿Cómo va el trabajo?
—Eso también va bien.
—¿Y la situación con el compañero de cuarto?
—Dile que es genial —susurró Peter. El volumen del teléfono era lo suficiente alto como para que él lo escuchara. Me di la vuelta y me alejé.
—Está en una especie de estado resuelto. —Hasta ahora—. Voy a lidiar con ello durante el resto del semestre y luego ya veremos.
—Oh, bueno. Suenas mejor. Suenas muy feliz, en realidad.
—¿Lo hago?
—Sí. ¿A qué se debe? —El chico que actualmente intentaba enrollar sus brazos alrededor de mi cintura y distraerme de hablar contigo.
—Oh, no lo sé. Quizás sólo sea el nuevo año. Mi cumpleaños se acerca.

Mamá no se dejó engañar. 

—Es un chico, ¿verdad?
—No realmente.
—Oh. Dios. Mío. Pensé que esto nunca iba a suceder. Quiero detalles, La. —Sonó como Julieta.
—Es sólo un chico.
—Sabes que eso no es cierto.
—No realmente —dije. Peter intentaba hacerme cosquillas—. ¿Puedes dejar eso?
—¿Qué? —dijo mamá. Miré a Peter y me dedicó una mirada inocente de ojos muy abiertos.
—Nada, no hablaba contigo.
—Ese era él, ¿no? ¿Está ahí contigo? Si estás en una cita podemos hablar más tarde, con tal de que yo consiga los detalles. Oh, dios, no están en mitad de algo, ¿verdad?
—¡Mamá! —Mi cara se puso escarlata mientras Peter se reía en voz baja.
—Sólo preguntaba. Nunca se sabe. ¿Están en una cita? —La emoción en su voz era palpable, incluso por el teléfono.
—No estamos en una cita.
—Sí que lo estamos —dijo Peter lo suficientemente alto como para que ella lo oyera.
 
Puse mi mano sobre el altavoz. 

—¿Quieres callarte?
—La, ¿por qué no me llamaste? Oh, antes de irte, pensé que podría tenerlas a ti y a Julieta para una cena familiar el sábado por la noche. ¿Por qué no le traes? Me encantaría conocerle.
—Ni siquiera sabes su nombre.
—Eso no importa. Si ha conseguido atravesar tus muros, sé que es algo especial. Tus exigencias son altas.
—Sí, lo son —dijo Peter en mi oído. Su cálido aliento me hizo muy difícil pensar—. Me encantaría conocer a tu madre.
—¿Ese era él?
—Sí.
—Dile que me encantaría conocerla —dijo él tan alto que estoy segura de que la gente de kilómetros alrededor pudo oírle. Le dediqué una mirada mortal.
—Dile que eso es genial. Estaré segura de hacerte algo especial.
—Gracias, mamá.
—Llámame más tarde, La.
—Lo haré.
—Será mejor que lo hagas. Te quiero.
—También te quiero.
 
Le colgué a mi madre y clavé mi puño en el estómago de Peter. Lo esquivó en el último momento y envolvió sus brazos a mí alrededor, dándome un abrazo de oso.
 
—No puedo esperar para conocer a tu madre. Quiero ver cómo serás dentro de veinticinco años.
—Bueno, ya te has invitado a cenar tú mismo, así que supongo que no hay nada que pueda hacer para detenerte.
—Exactamente. —Cayó en picado y me dio un buen beso, sonriendo contra mi boca. Se lo permití totalmente—. Ya está. ¿Era tan difícil?
 
Nos acomodamos en nuestro lugar y Peter me cantó mientras el sol se hundía en el cielo. Rocio y Candela me enviaron un mensaje, preguntándome cuándo íbamos a volver. Les mandé un mensaje de vuelta y les dije que no lo sabía. Estaba a merced de Peter. Rocio se moría por los detalles. Probablemente estuviera decepcionada con mis detalles.
 
—Una última canción. ¿Qué será? —dijo.
—¿Qué tal algo más antiguo? Oooh, ¿qué hay de Love Me Tender?
—¿Elvis?
—¿Qué? Es el Rey.
—Sí, sí que lo es.
 
Puse las manos detrás de mi cabeza y miré hacia el cielo mientras la voz de Peter me arrullaba de nuevo dentro de una burbuja de seguridad. Mi estúpido móvil la explotó.

Miré la pantalla. Julieta. Ignoré la llamada. La llamaría más tarde. Peter siguió cantando, haciendo la canción más larga de lo que normalmente sería.
 
Inmediatamente llamó de nuevo. Eso elevó una bandera roja. No haría eso a menos que hubiera una razón.
 
—¿Qué pasa? —dije tratando de mantener el pánico fuera de mi voz. Peter dejó de tocar.
—Puede que a Maxi le den la libertad condicional.

24 comentarios :

  1. Por favor te pido uno msss

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  2. +++++++++++++++-+---+++

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  3. Solo te pido uno masss

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  4. Massssddd Por Favorrrrrr

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  5. Masss! La Nove esta Buenisimaaaaa! Sube mas

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  6. Por Favor Uno Mas Ya!

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