sábado, 15 de junio de 2013

Capitulo 11

11 

Muchas de ustedes probablemente están convencidas de que sin un arma, no tienen ninguna esperanza en contra de un hombre agresivo.

Habló Ralph desde el lado opuesto de un conjunto de esteras en las cuales Don y Peter se enfrentaban entre sí. El resto esparcido hacia fuera, a lo largo del borde de las alfombras, preparado para ver lo que estaban a punto de hacer. Peter todavía no había reconocido mi presencia.

—La verdad es que, tienen varias armas a tu disposición y vamos a mostrarles como utilizarlas a su mejor ventaja. Grande, vil, Don aquí será el agresor y Peter, con todo ese pelo bonito, va a ser la víctima. 

Risitas estallaron de varias chicas que estaban cerca de Peter cuando puso sus labios juntos en irritación de buen carácter y se apartó su cabello oscuro fuera de la cara.

—Sus armas son sus manos, pies, rodillas y codos, la cabeza y no me refiero sólo a lo que hay dentro de ella, a pesar de que entra en juego. La frente y la parte de atrás de su cabeza, cuando entran en contacto con las áreas sensibles de su agresor, puede dejarle viendo estrellas —Usando a Don como ejemplo, señaló los puntos vulnerables obvios (Sí, susurró Cande cuando indicó la ingle) y, a continuación los lugares menos obvios, como la parte superior del pie y el antebrazo.

Ralph nombró los movimientos que Peter empleaba para defenderse mientras él y Don actuaban una media docena de ataques coreografiados, yendo lentamente para demostrar claramente lo que estaban haciendo. Me sentía más desesperada, no menos, como los observaba. El musculoso cuerpo de Peter estaba entrenado para ejecutar aquellos bloqueos y golpes, para absorber los porrazos de un asaltante. Lo había visto darle una paliza a Maxi; cuando apenas pude desprenderlo lo suficiente como para gritar y mucho menos causar algún daño.

—El objetivo aquí no es ganarle al tipo de arriba —Ralph sonrió ante la queja decepcionada de Cande—. Nuestro objetivo es darles tiempo para escapar. Salir lo más rápido posible es su meta.

Nos dividimos en parejas para practicar los bloqueos de la muñeca y movimientos defensivos. Los tres instructores rodearon la habitación, asistiendo y reubicando. Me sentí aliviada cuando Don se acercó a vernos a Cande y a mí mientras nos turnábamos tratando de en cámara lenta abofetearnos entre sí — Mantén tus ojos en el atacante —me recordó. Se volvió a Cande—. Pon un poco más de empuje en ese ataque. Lo puede bloquear.

Me quedé muy sorprendida al descubrir que tenía razón. Cande casi me golpea por segunda vez porque estaba muy sorprendida de haber bloqueado por completo su primer intento.

Don asintió —Buen trabajo.

Nos sonreímos estúpidamente y cambiamos las funciones de agresor y víctima —Entonces, ¿cuándo llegamos a las patadas rastreras? —preguntó Cande.

Don negó con la cabeza y suspiró —Te lo juro, hay una en cada clase. Las patadas serán la próxima vez —Señaló hacia ella—. Y estoy completamente seguro de que estás en la fila de Peter para eso.

Puso una cara de inocente. —¿No todos ustedes usan esos acolchados trajes de hombre Michelin?

—Sí... pero esas almohadillas no bloquean todas las sensaciones.
—Je, je —dijo Cande y Don arqueó una ceja.

Miré alrededor de la sala durante este intercambio, viendo a Peter con un par de las chicas risueñas—¿Te gusta esto? —preguntó una de ellas, parpadeando hacia él como si no supiera que había colocado la mano incorrectamente.

—No... —Le dio la vuelta a su palma y ajustó su codo—. De esta forma —Su voz era casi inaudible, con todas las manotadas, bloqueos y las risas esparcidas por la habitación totalmente abierta. Aún así, sentía sus palabras como una suave caricia por mi espalda. Apenas podía conectar a este tipo —su cabello enmarañado, sus tatuajes, la sexualidad pura en su forma de caminar y el suave repiqueteo de su voz— con Juan, un senior de ingeniería que dijo, o escribió, que mi ex era un idiota y se burló de mí, acerca de la orquesta de estudiantes de 14 años de edad enamorados de mí. Todo al mismo tiempo que me ayudaba a pasar una clase en la que he fallado sin él.

Me sentía atraída por su totalidad —cada lado incongruente con el otro. Pero todo él era también una mentira. El hecho de que nuestro profesor lo llamó por otro nombre que el subjefe de la policía fue desconcertante, también. El prefacio de su dirección de correo electrónico oficial era JLanzani. Ninguna
ayuda allí.

Levantó la mirada y me sorprendió mirándolo, y por primera vez en esa mañana, ninguno de los dos apartó la mirada hasta que Cande dijo: —¡La… presta atención! Sólo trata de golpearme —Rompí la mirada y me volví hacia ella. Se movió hacia mí, de espaldas a Peter y puso los ojos en blanco. —¿El concepto de hacerse del rogar totalmente se te escapa? —susurró—. Deja. Que. Él. Te. Persiga.

—No voy a jugar ese juego por más tiempo.

Miró por encima del hombro y de vuelta —Amiga, no creo que él lo sepa.

Me encogí de hombros.

Practicamos posturas defensivas y ataques simples de mano, y aunque me sentí tonta al principio, Cande y yo estuvimos muy pronto gritando: “¡NO!” Junto con nuestros compañeros de clase y empujando los talones de nuestras manos en las barbillas de la una a la otra o golpeando un puño (muy lentamente) hacia abajo en la nariz de la otra.

—Lo último de hoy va a ser la defensa terrestre. Vamos a observar a Don y Peter ilustrar la primera posición y defensa y después cada par venga a tomar una estera y vamos a circular mientras practican.

Peter yacía boca abajo sobre la colchoneta y Don se arrodilló sobre él, sosteniéndolo hacia abajo con su peso. Mi ritmo cardíaco se disparó y mis respiraciones se hicieron irregulares, simplemente observando. No quería estar en esa posición otra vez. No podía hacerlo delante de un aula de personas. No podía hacerlo delante de Peter.

Cande estiró mi puño con sus dedos y me tomó la mano.

—La, tienes que hacer esto. Serás primero el atacante. Todo irá bien.

Negué con la cabeza —No quiero. Es demasiado parecido a… —me atraganté.

—La cual es exactamente la razón por la que tienes que hacerlo —Antes de que dijera otra cosa, me apretó la mano—. Oye, ayúdame a hacerlo, ¿de acuerdo? Y luego vamos a ver cómo te sientes.

Asentí con la cabeza —Está bien.

Ayudé a Cande, pero sólo pude jugar a la víctima una vez. Hice los movimientos, y me la quité de encima con relativa facilidad. Como una ex- porrista, Cande era fuerte, pero no era Maxi. No tenía fe en que esta medida podría quitarme de encima a alguien de su tamaño y fuerza.

No podía mirar a Peter, no durante este último ejercicio, y no cuando salimos por la puerta.
***

—¿Segura que no quieres ir? Podría usarte para evitar que pruebe esos movimientos que hemos aprendido esta mañana en Agus, si es que tiene las bolas para aparecer en esta fiesta.

Levanté la vista de la novela que estaba leyendo, porque Juan todavía no me había enviado mi proyecto de economía de vuelta (es gracioso como seguía pensando en él en términos de Peter y Juan), y estuve capturada extrañamente en la tarea. Mi compañera de cuarto no había entendido mi compulsión a leer cuando tenía tiempo libre, especialmente si había eventos sociales en el campus por asistir —No, Cande, realmente no quiero ir a una cosa de hermandad, aunque no lo creas. Por no mencionar el hecho de que nadie estaría encantado de verme allí.

Con las manos en las caderas, frunció el ceño hacia mí —Probablemente tienes razón. Pero vas a venir conmigo a la Fiesta de la Hermandad en un par de semanas, ¿verdad? Las perras no tendrán nada que decir de mí por llevarte entonces, se aplican las normativas de fraternidad, más alcohol y chicas bienvenidas.

—Aww, que dulce y para nada un sentimiento humillante.

Se echó a reír mientras se ponía sus tacones de plataforma —Lo sé, ¿verdad? Qué montón de idiotas —Su sonrisa cayó—. Aunque, hablando en serio, me vendría bien un intermediario entre Agus y yo esta noche. No es que, ya sabes, me molesta. Pero sé que algunas chicas han estado esperando a que esté fuera del camino. Van a estar encima de él como garrapatas en un perro campestre y yo realmente no quiero verlo.

Asentí con la cabeza —Entiendo… y asco por esa imagen... aunque es asquerosamente apropiada. ¿Simplemente no puedes faltar a la cosa de la hermandad? Podrías tener la gripe asiática. O la Malaria. Yo atestiguaré.

Echándose el cabello por encima de su hombro, tomó su bolso y se dirigió a la puerta como una modelo de pasarela, sin la más mínima oscilación —Nop. Es un gran asunto. Además, tengo que enfrentarlo alguna vez. Aparte de que ya respondí por las dos. Y tengo un par de semanas para prepararme mentalmente para ello.

Abrió la puerta de un tirón —Aunque, vamos a ir de compras a lo grande después de las vacaciones. Voy a hacer que ese imbécil se muerda su propia mano esta noche, maldita sea.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, mi teléfono trinó una alerta de texto.
  
 Peter: ¿Todavía quieres ver el retrato a carboncillo?
Yo: Sí.
Peter: ¿Esta noche?
Yo: Ok.
Peter: Estaré fuera de tu lugar en ¿10? Amarra tu cabello hacia atrás y lleva algo de abrigo.
Yo: ¿Vas a traerlo hasta aquí?
Peter: Lo pensaba llevar. A menos que no desees.
Yo: Bajaré, pero necesito 15 minutos.
Peter: Esperaré. No hay prisa.

Arranqué por la habitación como una loca, despojándome de mis pijamas de franela y robando un sujetador y bragas limpias de la pila de ropa limpia-pero- no-para-guardar. ¿Ropa abrigada... una sudadera? No. Jeans. Unas botas UGG negras. El suéter suave zafiro—Después de lavarme los dientes, me cepillé el cabello y lo aseguré en mi nuca, aunque no estaba segura por qué.

Agarrando mi chaquetón de lana negro en el camino hacia la puerta, salí del edificio por la salida principal. No había estado en el hueco de la escalera desde que Maxi me pilló allí, incluso cuando significaba pasos adicionales.

Peter estaba en la acera, apoyado contra una motocicleta, con los brazos cruzados sobre el pecho. Junto con sus ya conocidas botas y jeans, llevaba una chaqueta de cuero marrón oscuro que hacía que su cabello se viera negro. Me miraba con esos ojos claros, su mirada no vaciló de mí, sin importar los ruidos distractores de los residentes de un sábado por la noche yendo y viniendo. No ocultó la lenta evaluación de arriba abajo que dejó partes de mí fundidas y anhelando que me tocara como había hecho en mi cuarto.

Tragando el nudo en mi garganta, me recordé de su engaño en un fallido intento para sofocar el deseo difundiéndose a través de mí como lava: moviéndose lento, pesado y caliente. Mi inquietud acerca de su motocicleta ayudó a enfriarlo en algún grado. Nunca había estado en una antes y no podía decir que jamás había intentado cambiar ese hecho. Cuando me le acerqué, me tendió un casco extra.

—Supongo que esta es la razón de las directrices del cabello —le dije, tomando el casco y examinándolo vacilante.

—Te lo puedes soltar cuando lleguemos a mi casa, si lo deseas. No me imagino que no quieras meterlo bajo el casco... o déjalo suelto y deja que se enrede en el viaje.

Negué con la cabeza, preguntándome si necesitaba deshacer completamente las correas o simplemente aflojarlas.

—¿Nunca has estado en una motocicleta antes?

Desde la esquina de mi ojo, vi a Rona y Olivia salir del edificio detrás de un grupo de muchachos. Las dos chicas se detuvieron y miraron a Peter, y después a mí, mientras yo fingía no darme cuenta —Um. No...

—Entonces, deja que te ayude con eso.

Después de poner la correa de mi bolso sobre mi cabeza y colocarla
cruzada sobre mi pecho, tomó el casco y lo colocó en mi cabeza, asegurando
las correas debajo de mi barbilla.

Me sentí como una figura de muñeco cabezón.

Una vez que los dos estábamos con casco y en la moto, envolví mis brazos a su alrededor y junté las manos sobre su abdomen, asombrada de cuán firme era.

—Sostente —dijo, empujando la parte de la pata de cabra hacia atrás. Su sugerencia fue innecesaria a medida que el motor rugió a la vida, tenía un apretón de muerte en su espalda, mi mentón agazapado y mis ojos cerrados. Traté de imaginar que estaba en una montaña rusa, perfectamente segura y conectada a una pista en lugar de ir a toda velocidad por las calles en unas endebles quinientas libras o menos de metal y goma, esperando que algún borracho en una camioneta no se pasara una luz roja y nos aplastara.

El trayecto hasta su lugar —un apartamento por encima de un garaje individual— tardó menos de diez minutos. Mis manos estaban entumecidas por la combinación del agarre que cada una tenía en la otra y el frío aire de noviembre corriendo sobre ellas. Mientras estuve frotándolas entre sí, aparcó la moto en un tramo pavimentado entre el garaje y los escalones abiertos antes de girar y tomar mis manos entre las suyas, de una en una y masajeándolas para calentarlas — Debería haberte recordado usar guantes.

Saqué mi mano de la suya y señalé a la casa no más de cincuenta metros de distancia—¿Tus padres viven allí?

—No —Se volvió para subir la escalera de madera y yo lo seguí—. Alquilo el apartamento.

Abrió la puerta a un estudio enorme con una pared, pero sin puerta, definiendo lo que supuse que era la habitación en la esquina derecha. Una cocina pequeña abierta estaba a la izquierda; un cuarto de baño entre los dos. En el sofá, un enorme gato atigrado de color naranja me miró con característica apatía felina antes de saltar hacia abajo y acechar a la puerta.

—Este es Francis —Peter abrió la puerta y el minino deambuló perezosamente al exterior, parando en el rellano para limpiar una pata.

Me reí, moviéndome hacia el centro de la habitación. —¿Francis? Se parece más a un... Max. O tal vez un Rey.

Cerró con llave la puerta, su sonrisa fugaz elevando su boca a un lado. — Confía en mí, es superior, lo suficiente, sin un nombre de macho que lo respalde.

Se sacó la chaqueta mientras cruzaba la habitación hacia mí y lo miré fijamente, empezando a desabrocharme el abrigo.

—Los nombres son importantes —dije.

Asintió, bajando sus ojos a mis dedos —Sí —Empujé los botones de gran tamaño a través de las rendijas lentamente, de arriba abajo, como si no hubiera nada debajo. Deslizando sus pulgares en el interior de las solapas, arrastró el abrigo fuera de mis hombros, sus pulgares deslizando hacia abajo los brazos de mi suéter—. Suave.

—Es cachemira —Mi voz sonaba casi sin aliento, y aunque quería continuar con mi declaración acerca de los nombres, quería presionarlo para que me dijera por qué me estaba engañando, no pude sacar las palabras de mi garganta.

El abrigo cayó más allá de mis dedos y lo apartó del camino, lo arrojó en la parte superior de su chaqueta —Tenía un motivo ulterior para traerte hasta aquí.

Parpadeé. —¿En serio?

Con una mueca, tomó mis manos —Quiero mostrarte algo, pero no te quiero asustar —Dejó escapar un suspiro—. Esta mañana, esa última cosa, la defensa terrestre...

Me miró de cerca y traté de mirar hacia otro lado, a cualquier lugar menos a sus ojos, porque mi rostro ardía, humillada, pero no podía apartar los ojos de los suyos —Sé que no crees que iba a funcionar. Quiero mostrarte que sí lo hará.

—¿Qué quieres decir, mostrarme?

Sus manos apretaron las mías —Quiero enseñarte exactamente cómo ejecutarlo. Aquí. Sin nadie más mirando.

No fue la réplica de la propia posición en sí, sino también el pensamiento de él viendo que había sido tan desconcertante esta mañana, pero Peter no podía saber eso.

—Confía en mí, Mariana. Funciona. ¿Vas a dejar que te enseñe?

Asentí con la cabeza.

Me llevó al centro del espacio en el piso, me llevó hasta mis rodillas a su lado. —Acuéstate. Sobre tu estómago.

Con el corazón palpitando fuerte, obedecí. —La mayoría de los hombres no tienen entrenamiento en artes marciales como tal, por lo que no serán capaces de contrarrestar los movimientos correctamente. E incluso aquellos quienes sí no esperarán lo que vamos a hacer. Recuerda lo que dijo Ralph, la clave está en salir del lugar.

Asentí con la cabeza, mi mejilla en la alfombra, mi corazón golpeando contra el suelo.

—¿Te acuerdas de los movimientos?

Negué con la cabeza, cerrando los ojos.

—Está bien. Me di cuenta de que estabas asustada en clase. Tu amiga hizo lo correcto, no obligándote. No quiero forzarte, tampoco. Sólo quiero ayudarte a sentirte más en control.

Tomé una respiración profunda. —Está bien.

—Si te encuentras en esta posición, querrás hacer estos movimientos de forma automática, sin perder tiempo ni energía tratando de quitártelo de encima.

Me puse rígida ante su uso inadvertido del nombre Maxi.

—¿Qué?
—Ese es su nombre. Maxi.

Le oí respirar por la nariz, como si estuviera tratando de mantener el control. —Me acuerdo de eso —Se quedó en silencio por un momento—. El primer paso parece contraproducente ya que no ofrece ninguna ventaja. Pero esa es la cosa, estás tomando su impulso. Elije el lado hacia el que deseas girar, y pon este brazo directo hacia arriba y hacia fuera, como si estuvieras de pie y tratando de alcanzar el techo.

Puse mi brazo izquierdo hacia arriba como describió.

—Bien. Ahora, con el brazo opuesto, te das a ti el impulso, y le quitas a él el equilibrio que ya era precario. Con la palma plana en el suelo, el codo hacia arriba. Empuja hacia abajo y rueda a tu lado, arrojándolo fuera. 

Seguí sus instrucciones… fáciles de hacer, sin ningún peso encima de mí.

—¿Podemos probarlo? Voy a empujar tus hombros hacia abajo y utilizar mi peso para mantenerlos allí. Si tienes problema, dímelo y me quito. ¿De acuerdo?

Luché con mi pánico. —Está bien.

Su gentileza, como se puso de rodillas sobre mí, la celebración de los hombros al suelo, era tan contraria a la violencia de Maxi que casi lloré. Se tendió sobre mí, su aliento en mi oído.

—Brazo derecho hacia arriba —Obedecí—. Palma plana, y empuja, duro y rueda en tu costado.

Hice lo que me dijo y cayó fuera. —Perfecto. Vamos a intentarlo otra vez.
 
Fuimos a través de los movimientos una y otra vez, y otra vez, y cada vez era más fuerte y más difícil de desplazar, pero aún así, lo arrojé fuera, en todo momento. Hasta que por error empujé con mis caderas, tratando de levantarme.

Exhaló con dureza. —Eso no funcionará, Mariana, aunque es la respuesta natural a algo no deseado encima de ti. La única manera segura para despojar a un hombre en esta posición está rodando a un lado. Soy demasiado fuerte para que me muevas presionando hacia arriba. Tienes que luchar contra esa inclinación.

Por último, intentamos que sea más real que cualquier otra vez. Me empujó hacia abajo y mi brazo se disparó en lo alto y fuera, pero tuve un momento difícil en conseguir que mi mano libre hiciera palanca. Finalmente, cambié los brazos y conseguí colocar la palma de la mano opuesta al suelo, empujé y rodé, lanzándolo fuera a un lado. —¡Mierda! —Se rió, frente a mí mientras yacía en el suelo—¡Me intercambiaste de lado!

Sonreí ante su alabanza y su mirada descendió ardiente a mis labios.

—Esta es la parte en la que te levantas y corres como el infierno. —Su voz era ronca.

—¿Pero no me perseguirá? —Yacimos en nuestros costados, a dos pies de alfombra entre nosotros, ninguno haciendo un movimiento de sentarse. Asintió con la cabeza—. Podría hacerlo. Pero la mayoría de estos sujetos no quieren una presa difícil. Sólo un puñado irán tras de ti, si te escapas gritando.

—Ah.

Extendió la mano y tomó la mía. —Se suponía que te mostraría tu retrato, creo.

—¿Así no va a parecer que me trajiste hasta aquí con pretextos completamente falsos?

Sus ojos se encendieron y contuve el aliento. —Sí quiero que veas el carboncillo, pero admito que eso era secundario a lo que acabo de hacer. Te sientes más segura ahora, ¿funcionará?

—Sí.

Se apoyó sobre el codo, cerrando la distancia entre nosotros, empujando su mano entre mi cabello y moviéndola hasta acunar mi cara. —Tenía otro motivo oculto para traerte aquí —Inclinándose poco a poco, sus labios se encontraron con los míos y el fuego que había sido brasas desde que salió de mi habitación más de una semana flameó. Abrí la boca y su lengua presionó dentro, acarició la mía y se retiró. Girando su cabeza, movió su boca sobre la mía, chupando mi labio inferior en su boca, acariciándolo con su lengua y liberándolo para prestar atención a la parte superior. Su lengua corrió por encima del espacio sensible de mis dientes superiores y jadeé.

Luego sus manos empezaron a moverse.

5 comentarios :

  1. no me encantooo. me gusta este peteeeerr!!!1 Sube otro daleeee

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  3. es lo más la nove :) subi mas novelita

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