sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 36

Capitulo 36

Nunca había experimentado la sensación de estar "caliente y mojada", pero alrededor de las tres de la mañana, me había levantado y salido de la habitación. Podía oír cada respiración y movimiento de Peter como nunca lo había hecho antes. Tuve la breve intención de ir a dormir, o intentarlo, en el cuarto de Candela y Rocio, pero entonces Peter sabría que yo estaba caliente y mojada.
 
No miré mi cara en el espejo porque no quería verla. En lugar de eso me senté en el borde de la bañera y retorcí mi pelo en un dedo. Era un hábito que había adquirido cuando era una niña y el que no había hecho en mucho tiempo. Cuando era más joven, lo había retorcido tanto que en realidad me había arrancado algo de pelo. Mi terapeuta en ese momento, el Dr. Blood, me dio una bola para la tensión, pero eso no había ayudado. Estaba irreparablemente rota.
 
Hace mucho tiempo que había aceptado el hecho de que estaba desquiciada. Era una de las razones por las que me había prometido no involucrarme con nadie.
 
Nadie debería tener que lidiar con mis problemas, salvo yo. Era fácil, pues no había nadie con quien quisiera estar, de todos modos.
 
Hasta ahora.
 
Peter había dicho que me quería, y yo no podía negarlo por más tiempo. Le quería, también. Lo quería tanto que apenas podía soportarlo. Pasaba casi cada hora del día con él, y me lamentaba de las horas que estábamos separados. No porque lo necesitara todo el tiempo, pero lo echaba de menos cuando no estaba cerca. Había momentos cuando veía algo, o alguien decía algo y yo pensaba, “a Peter le encantaría eso,” o “la única otra persona que encontraría esto divertido es Peter.” Echaba de menos tener su comentario rondando en todo.
 
Me había dicho que yo no estaba enamorada de él, todavía. Oh, pero estaba cerca. Si esto no era casi amor, no sabía lo que era.
 
Un golpe interrumpió mis pensamientos.
 
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Puedo tener un poco de maldita intimidad?
—Lo siento. Como estás ahí desde hace un rato quería asegurarme de que no estabas enferma ni nada. Me voy ahora. Además, estoy desnudo, así que si abres la puerta ahora mismo, te llevarás el espectáculo completo.
—Paso.
—Haz lo que quieras. —Oí que daba la vuelta, volvía a nuestra habitación y cerraba la puerta.
 
Me quedé en el cuarto de baño unos minutos más, decidiendo que si estaba tan caliente y mojada allí como en mi cama, también podría estar cómoda.
 
No dije nada mientras volví a la cama.
 
—Sabes que si estás incómoda con lo que dije, está bien. De algún modo, te sorprendí —dijo—. Puedo retractarme si lo deseas.
—El problema no es que me sienta incómoda con esto, ¡el problema es que lo quiero! —grité. Era oficial; lo había soltado. Oh, bueno, no era conocida por tener mucho aguante—. ¿Estás contento? Jesús. Dices algo así y luego esperas que me comporte de cualquier manera ante eso. Es como gastarle una broma a alguien con un enorme pastel de cacao y después lo pusieras en una de esas vitrinas para el postre. —No era mi mejor discurso para el momento.
 
—¿Significa eso que soy el pastel?
—Cállate, era una metáfora.
—¿Así que me quieres?
Tanto que duele. 
—Sí — susurré.
—¿Justo ahora?
—Sí.
—Oh. —Ahora era él el que parecía nervioso.
—¿Qué?
—Es sólo... una sorpresa.
—Te dije que te entretendría la idea.
—Lo sé. Simplemente no creí que estarías tan entusiasmada tan pronto.
—Peter, soy virgen. No monja.
 
No habló por un momento.
 
—Esa fue la cosa más sexy que has dicho alguna vez. Dios, ¿por qué me haces esto? —Rodó sobre su espalda y se quedó mirando el techo. Sólo podía ver su pecho desnudo en la oscuridad.
—Ídem.
—Me siento honrado y aterrorizado al mismo tiempo.
—¿Por qué aterrorizado? —dije. Peter Lanzani no tenía miedo a nada, y mucho menos al sexo.
—Eso es mucha presión. Quiero decir, pedirme que sea el primero. Es sólo... que no quiero estropearlo. Eres demasiado importante para eso.
—Estoy segura de que tienes mucha experiencia. —Yo sería la única que lo estropearía.
—Todo eso no tiene importancia. Todas esas cosas que hice antes sólo eran sexo. Te lo dije, no quiero tener sexo contigo. Quiero más. Te mereces mucho más. Más de mí, de todos modos.
—¿Y si no quiero más? ¿Y si sólo te quiero a ti? —Finalmente todos mis sentimientos y frustraciones se habían derramado de mi boca.
—Me retracto. Esa fue la cosa más sexy que has dicho.
—¿Y ahora qué?
—Bueno, sé que los dos tenemos clase mañana, pero realmente no quiero que esta cita termine.
—Yo tampoco.
—¿Hacemos novillos? Tengo un sitio al que quiero llevarte. —Nunca había hecho novillos en la universidad. En la escuela secundaria, un montón de veces. Pensé que había pagado el suficiente maldito dinero por mi educación universitaria como para no desperdiciarla. Pero tal vez sólo por esta vez.

Tendría que llamar al trabajo, pero sólo estaba anotada para dos horas, por lo que el negociarlo no era tan problemático. Probablemente sería la primera y única vez. Sólo había llamado diciendo que estaba enferma una vez en cualquiera de los puestos de trabajo que alguna vez había tenido y eso fue porque tuve una intoxicación alimentaria y tenía que estar al lado de un cubo de basura en todo momento.
 
—Está bien —dije.
—Está bien.
Los dos nos quedamos allí por un momento.
—No puedo dormir —dijo.
—Yo tampoco.
—Tengo algo en mente que podríamos hacer.
—Estoy segura de que sí.
—Si quieres.
— Tomo nota.
—Todo lo que tienes que hacer es venir aquí. O podría ir yo.
—Está bien.
—Nunca he hablado mucho de esto.
—¿Sexo?
—Sí, por lo general sólo ocurre.
—Mira, nunca he entendido eso. No puede “sólo pasar”. No puedes ir desde el punto A al sexo en un momento.
—Depende.
—¿De qué?
—Por lo general, de lo mucho que hayas bebido, o de lo caliente que esté la chica.
—Cerdo.
—Oye, te dije que todas esas cosas estaban en el pasado. Sería diferente contigo.
—¿Cómo?
—¿Quieres todos los detalles?
—Sólo tengo curiosidad...
—Te lo juro, me estás matando de la manera más lenta y tortuosa posible. Creo que necesitaré unas veinte duchas de agua fría después de esta conversación.
 
Yo iba a necesitar más que unas pocas.
 
—Deberíamos ir a la cama —dije.
—Deberíamos —suspiró—. Nop, no va a pasar. Si me necesitas, estaré en el sofá. —Con eso agarró sus calzoncillos, se deslizó en ellos, tomó su almohada y la manta, y salió por la puerta antes de que pudiera decir condón.
 
Gracias a Dios.
 
Era más fácil pensar en otras cosas, como en los verbos franceses y la expresión sutil de la misoginia en la película, cuando él no estaba en la habitación. También pensé en otras cosas. Nos imaginé estando... juntos.
 
Fue una bonita imagen, pero luego se transformó en otra. La imagen de la cara de Maxi cuando... No. Apagué la reproducción mental y traté de pensar en otra cosa.
 
El resultado final era que yo no podía estar con Peter hasta que no se lo hubiera dicho. Tendría que correr el riesgo más grande para conseguir una recompensa mayor. ¿Tenía las agallas para hacerlo?
 
Probablemente conseguí dormir tres horas cuando escuché a Peter moverse en la cocina. Era como si tuviera una alarma programada para encenderse si él estaba haciendo algo. El sueño que había conseguido no había sido de calidad. Parecía que no podía dormir con él, pero tampoco sin él.
 
—Hola —dije mientras me arrastraba hasta el baño. Realmente no me importaba como me veía. Si él había visto mi apariencia mañanera y no había huido por ahora, no iba a hacerlo.
—Buenos días, preciosa.
—Um —dije como respuesta.
 
Me sentí un poco mejor después de que Peter puso una taza de café en mis manos y tomé unos pocos sorbos.
 
—Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy? —dije.
—Nada de eso. Llegué a sorprenderte anoche y tengo la intención de hacer lo mismo hoy.
—¿Me das una pista? ¿Tal vez una palabra para describirlo?

Pensó por un momento, bebiendo de su taza.
 
—Princesa.
—¿Princesa?
—Así es. Eso es todo lo que conseguirás. —Lo fulminé con la mirada, pero sólo sonrió.
—Bromeas —le dije. Se echó a reír—. ¿Vas a elegir mi traje viendo que no sé a dónde vamos?
—Puedes ponerte lo que quieras, sólo trae una sudadera y zapatos cómodos.
—Así que vamos a algún lugar que podría ser potencialmente frío — dije, dando golpecitos en mi barbilla.
—Humm —dijo Peter, uniéndose a mí.
—Voy a ir a vestirme y reflexionar sobre eso. ¿Cómo estuvo el sofá?
—Incómodo, pero no creo que tenga nada que ver con el sofá.
—Tal vez no.
 
Terminé mi café y fui a cambiarme. Era un día frío, pero el sol estaba fuera, así que cogí una camisa y pantalones vaqueros color óxido, agarrando mi sudadera de la Universidad de Maine y lanzándome en unas andrajosas zapatillas.
 
—¿Esto sirve?
—Perfecto. Me toca a mí.
 
Le envié un mensaje a Julieta mientras se cambiaba, diciéndole que necesitaba hablar. Necesitaba realmente, realmente, hablar con Julieta. También le envié un mensaje a Euge, hablándole de mis planes. Dijo que estaba emocionada y que la llamara con todos los detalles.
 
Rocio me envió un mensaje justo cuando Peter salía de la habitación, preguntando cómo fue nuestra noche. Sabía lo que peguntaba. No iba a decírselo. Realmente, no había nada que decir, todavía.
 
—¿Cuál es el veredicto? —Dio una vuelta y me acordé de la exhibición de break-dance que había visto el primer fin de semana que lo había conocido.
—¿Dónde aprendiste a bailar?
—Pablo y yo solíamos perder el tiempo cuando éramos niños, así que de alguna forma nos enseñamos a nosotros mismos. Podría mostrarte un par de movimientos. Eres una bailarina natural. Podría mostrarte cómo hacer un saque de pecho. —Lo demostró mientras yo ponía los ojos en blanco.
—Sí, por supuesto.
—¿Qué? Es un movimiento legítimo, en el que serías excelente. —Yo no tenía demasiado pecho para sacar. Lo suficiente para saber que no podía caminar sin un sostén cómodo.
 
—¿Estás listo?
—Sí, señorita Esposito. Su carruaje la espera.
—¿Quieres decir que trajiste tu coche? —No me hizo caso y me ofreció su brazo—. ¿Tengo una tiara? Por favor, di que tengo una tiara.
—Pensaré en algo —dijo mientras cerraba nuestra puerta.
—La tiara es la parte más importante de ser princesa. Oh, tengo que llamar al trabajo.
—Ya me ocupé.
—¿Qué?
—Llamé a Tom y dije que estabas en el baño vomitando las tripas.
—Pero, ¿qué pasa si alguien de la escuela nos ve?
—Relájate. No eres el primer estudiante que haya hecho novillos. Estoy seguro de que sabía que me lo inventé.
—Pero necesito ese trabajo, Peter…
 
Me interrumpió colocando un dedo en mis labios.
 
—Princesa, no te estreses. Que tomen las riendas y deja que otras personas se preocupen por los detalles.
—Está bien. Pero si me despiden, te culparé.
—Si te despiden, renunciaré.
—Trato hecho.
—Trato hecho.
 
Dejé que Peter me ayudara a entrar en el coche, ya que las princesas no podían entrar en los coches sin ayuda o alguna tontería semejante.

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