Capitulo 14
Peter
El
sonido del cortacésped me despertó. Gimiendo, me di la vuelta y miré a
mi reloj de mesilla con ojos legañosos. ¿7:13 a.m.? ¿Quién en su sano
juicio cortaría la hierba tan temprano un sábado por la mañana? ¿Acaso
no habían oído hablar de algo llamado dormir hasta tarde?
De alguna manera me las arreglé para salir de la cama sin tropezar con las sábanas. El sol brilló en mi habitación y frente a mi ventana, las persianas de Peter estaban subidas. Confiaba en que sería capaz de dormir con todo este ruido.
Me
dirigí por el pasillo y eché un vistazo por la ventana que daba a
nuestro jardín delantero, esperando ver al molesto vecino que había
perturbado mi sueño. Mi boca cayó abierta y vi que nuestra hierba estaba
siendo cortada… por alguien absolutamente hermoso. Estaba de espaldas a
mí, así que lo único que podía ver era el cabello castaño oscuro y una
espalda bronceada y musculosa, pero santo infierno esta era una forma
maravillosa para despertarse un sábado. Mamá debió haber contratado a
alguien finalmente para cortar el césped, ¿pero realmente tenía que ser a esta hora tan intempestiva?
―¡Mamá! ―grité mientras bajaba maldiciendo al mundo.
Mamá estaba sentada en la mesa con una taza de café. Me miró por encima del periódico y chasqueó la lengua.
―¿Lali,
puedes hablar más bajo? Acabo de meter a tu hermano a la cama hace una
hora. Ha estado despierto toda la noche con un dolor en el oído.
―Yo
también estaba intentando dormir, pero ese ruido me ha despertado.
―Gesticulé salvajemente con mis manos―. Quiero decir, ¡el chico es
bastante guapo, pero aun así!
Mamá levantó una ceja.
―¿Le has visto realmente?
―Sólo por la espalda y qué espalda más bonita.
Se
formó una sonrisa en los labios de mamá lo cual me confundió. ¿Por qué
estaba tan contenta? No es que me quejara. Era agradable conseguir una
sonrisa sincera de ella después de toda la debacle de Hope. Supongo que
lo empeoré peleando con ella y culpándola de todos mis problemas, pero realmente quería superarlo.
―¿Por qué no le llevas una jarra de limonada? ―sugirió mamá―. Estoy segura de que él debe tener sed.
―¿Por qué no? ―Me encogí de hombros―. No es como si no pueda volver a dormir.
Agarrando
una jarra de limonada de la nevera y un vaso del armario, me puse mis
chancletas y abrí la puerta principal. La luz del sol inundó
directamente mi visión y entorné los ojos, haciendo sombra con una mano.
Los
septiembres en Statlen normalmente variaban en temperatura. Algunos
días hacía frío y otros días, como hoy, se sentía como si estuviéramos
en la mitad del verano.
Mis
ojos vagaron alrededor del jardín y vi que la mayor parte de la hierba
había sido cortada y solo quedaban los bordes alrededor de la valla. El
chico estaba agachado sobre el cortacésped y no me había visto, pero yo
me di cuenta de algo sobre él. Algo que me inquietó.
Tenía una manga de tatuajes en su brazo izquierdo.
No podía ser. No había manera de que fuera él.
―¿H-hola? ―le llamé tentativamente, todavía sin estar segura de lo que estaba viendo.
Él
se levantó y mi boca cayó abierta. Oh, dulce bebé Jesús. Era él. Peter
Lanzani estaba de pie sin camisa en mi jardín delantero con gotas de
sudor chorreando por sus abdominales duros como una piedra. Quiero
decir, parecían duros como una piedra. No es como si los hubiera tocado
antes pero, chico, quería hacerlo. Lo que era todavía más extraño era que se veía, bueno, normal.
Para
empezar, su cabello era castaño, no negro. Debió haberlo teñido de su
color natural, y no estaba en punta como un puercoespín. Su cabello
parecía suave y simplemente caía sobre sus ojos, también se había hecho
un corte de cabello. Tampoco había delineador de ojos negro alrededor de sus ojos.
Se veía… no había palabras para describir cómo se veía. Estaba asombrada. Peter inclinó la cabeza a un lado y caminó hacia mí lentamente.
―¿Eso es para mí?
―¿Huh? ―Mi cerebro no funcionaba. No podía recordar lo que había venido a hacer aquí fuera.
―La limonada. ¿Es para mí? Tengo bastante sed. ―Se detuvo justo frente a mí y
cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que los músculos de sus brazos se
abultaran.
cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que los músculos de sus brazos se
abultaran.
Oh.
Dios. Mío. Iba a tener que retirar todo lo que alguna vez había dicho
sobre Peter Lanzani. Él era hermoso, era caliente y era sexy. ¿Cómo?
¿Cómo podían estos cambios tan pequeños en su apariencia tener un
impacto tan grande en la forma en la que se veía? Quiero decir, sí,
siempre había sido guapo, pero el chico rockero había ocultado eso de
alguna manera. Y esos músculos, ese cuerpo, esos abdominales… ¿De dónde habían venido?
―Lali ―dijo, con una sonrisa en los labios―. Si sigues mirándome así, entonces voy a tener que hacer algo al respecto.
Mi
rostro se puso rojo caliente y rápidamente le entregué el vaso. Me
observó de cerca cuando vertí la limonada en él, mi mano temblando todo
el tiempo. Peter estaba teniendo un efecto tan profundo en mí que ni
siquiera podía manejar algo tan simple como el vertido.
Rápidamente
se bebió el vaso y se lo volví a llenar, tratando de conseguir mi
temblor bajo control. En un momento dado, Peter cubrió mi mano con la
suya para controlar el temblor, y pensé que me iba a desmayar debido a su proximidad a mí.
Cuando él había tenido un tercer vaso, me lo devolvió y jaló su camisa de donde la había metido en la parte trasera de sus pantalones vaqueros.
Sus
ojos verdes brillaban mientras se limpiaba el sudor de su pecho, sus
ojos nunca dejando los míos. Ni una sola vez miré lejos. No pensé poder
ser capaz de moverme, y él parecía estar disfrutando de la atención que le estaba dando.
Se metió la camisa en la parte trasera de sus pantalones vaqueros, con una sonrisa en su boca.
―No
has dicho una palabra. ―Se inclinó más cerca hasta que sus labios
estaban a centímetros de los míos―. Esto no se parece a ti en absoluto.
Normalmente, estarías llamándome bicho raro ahora. ¿Estás enferma?
―Um... ―¡Vamos! Tenía que controlarme. Esto se estaba volviendo ridículo―. Yo estoy... Sólo sorprendida, eso es todo. ¿Qué pasó con el cabello loco y la ropa fea?
Peter se encogió de hombros.
―Ya
era hora de un cambio. ¿Por qué? ¿Te molesta? ―Hubo un atisbo juguetón
en su voz, y me di cuenta que me estaba tomando el pelo. Probablemente
le gustaba mi reacción.
―No, ¿por qué me molestaría? ―espeté.
―Oh, no lo sé. Tal vez te gusta lo que ves.
―¡No
lo hago! ―discutí, pero a juzgar por su amplia sonrisa, me di cuenta de
que no sonaba muy convincente. Tiempo para un cambio de tema―. ¿Por qué
estás cortando nuestro césped de todos modos?
―Sólo por ser un buen samaritano.
―Uh,
huh ―dije, no queriendo tragármelo por completo “chico bueno" actuando
por un segundo―. ¿Y esto es algo que ustedes, adoradores del diablo
hacen para divertirse?
Parecía divertido de que lo hubiera llamado “adorador del diablo”.
―Sí, cada luna llena. Entonces vamos y sacrificamos corderos y usamos su sangre para...
―¡Puf, eres asqueroso! ―lo interrumpí, no queriendo oír más.
―Tú lo empezaste ―dijo y me pinchó en la clavícula.
Su dedo permaneció allí y me estremecí.
―¿Es esto lo que consigue tu humor? Bastante pervertido.
Se
rió mientras le disparaba dagas e irrumpía de vuelta al interior,
salpicando por todas partes limonada mientras me alejaba. ¿Tenía que ser
tan molesto y caliente al mismo tiempo? ¡Puf! ¡Y yo acababa de pensar
que él estaba caliente! ¡Mátenme ahora!
La
puerta se cerró de golpe detrás de mí y pisoteé en la cocina donde mamá
estaba sentada con esa expresión satisfecha en su rostro. Levantó la
vista cuando yo golpeé la limonada sobre la encimera.
―El
chico lindo que cortó nuestro césped bebió mucha limonada ―comentó en
tono ligero cuando dobló el periódico y lo puso a un lado. No me molesté
en mencionar que había derramado la mitad de ella en mi camino de regreso al interior.
―¡Mamá! ―Rabié―. ¡Sabías que era él y me enviaste fuera a propósito! No lo soporto, ¡está tan lleno de sí mismo!
―Contente,
tú hermano aún está durmiendo ―advirtió mamá―. Y te envié allí fuera
porque creo, y la señora Lanzani está de acuerdo, el que ustedes dos se
eviten entre sí se está volviendo ridículo. Crecieron juntos, jugaban
juntos, y ahora actúan como completos desconocidos. Uno de ustedes tiene
que dar el primer paso o se van a arrepentir algún día. Fueron tan
importantes el uno para el otro hace tiempo y pueden tener eso otra vez. Deja ir lo que te está deteniendo.
Como
de costumbre, mamá entró de lleno en su regaño semanal sobre mí y
Peter. ¿No podía entender que no teníamos nada en común? Ni siquiera
podíamos tener una conversación sin morder la cabeza del otro y entrar
en una discusión. Nos rozábamos completamente el uno al otro de la manera equivocada.
Antes de que pudiera decir nada, sonó el timbre y mi madre hizo un gesto hacia la puerta principal.
―Ve a ver quién es y si se trata de Peter, déjale entrar. Quiero darle las gracias por su ayuda.
―Sí, mamá ―le dije, sabiendo muy bien que probablemente era Peter.
¿Quién
más podría estar en la puerta tan pronto por la mañana? Me dirigí por
el pasillo y abrí la puerta y como había supuesto, Peter estaba de pie
fuera, con su camisa todavía metida en la parte de atrás de sus pantalones vaqueros. Suspiros.
Oh no. Acababa de suspirar en mis pensamientos. No estaba bien, definitivamente no estaba bien. Traté de parecer tan molesta como me fue posible.
―¿Qué pasa?
Peter sonrió con esos carnosos labios suyos.
―He acabado. Dile a tu madre...
―¡Díselo
tú mismo! ―le espeté y dejando la puerta abierta, entré a la cocina.
Había estado esperando que Peter no me siguiese, pero él estaba a sólo
unos pasos detrás de mí mientras me di la vuelta.
―Hola, Sra. Esposito, he terminado de cortar el césped. Sólo pensé que debería decírselo ―dijo Peter en un tono cortés que no reconocí.
Mamá se puso de pie, con una cálida sonrisa en su rostro.
―Muchas gracias, Peter. Voy a darte algo de dinero por las molestias.
―No,
no, por favor, no lo haga ―dijo Peter con un movimiento de cabeza―. Iba
a cortar nuestro césped de todos modos y me di cuenta de cómo de largo
se había puesto el suyo. Realmente, no es un gran problema. Estaba feliz de hacerlo.
Por el rabillo de mi ojo, me di cuenta de que Peter estaba mirándome.
Sacudiendo
la cabeza, me apoyé en la mesa de la cocina con los brazos cruzados,
echando humo en silencio. Qué completo adulador. Actuaba como si fuese
tan dulce e inocente cuando sabía lo contrario. El tipo no podría ser más arrogante.
―Eso es muy amable de tu parte ―dijo mamá, radiante―. ¿No es así, Lali?
Me quejé en respuesta y me quedé mirando al techo en lugar de a los pectorales de Peter.
―No se preocupe por eso, Sra. Esposito.
―A propósito, me gusta el nuevo estilo, Peter. Lali estaba diciéndome lo bien que te queda.
Oh.
Mi. Dios. Esto era una pesadilla. ¿No había forma de que mi madre
pudiese avergonzarme tanto, no es así? No podía creer que mamá me
hiciese eso. Estaba mortificada. Me quedé horrorizada. La muerte no
podía llegar con la suficiente rapidez.
Peter se echó a reír y quise que la tierra se abriera y me tragara.
―Será mejor que me vaya, Sra. Esposito. Gracias por la limonada. ―Hizo una pausa―. Adiós, La.
Cuando escuché la puerta del frente cerrarse, me volví hacia mi madre con frustración.
―¿Tenías que mencionar eso último? ¡Ahora va a pensar que me gusta!
Mamá puso la limonada en la nevera y enjuagó el vaso de Peter.
―¿Y por qué no te gustaría? Está bastante bien.
―Mamá,
eso es tan asqueroso. ―Lo último que quería escuchar era a mi madre de
treinta y seis años de edad diciéndome lo atractivo que encontraba a
Peter. Mamá cerró el grifo y se volvió hacia mí con una sonrisa burlona.
―Hey, el chico se ha criado bien. Puedo apreciar eso.
Sabía
que estaba, en su mayor parte, diciendo esto para conseguir una
reacción de mi parte, pero todavía me molestaba. No estaba segura acerca
de por qué exactamente estaba molesta, pero la sensación estaba todavía ahí.
―Mamá,
¿no tienes trabajo que hacer? Tu editor necesita esas revisiones hechas
para la semana que viene ―le dije con el ceño fruncido―. Voy a hacer el
desayuno de Cris para cuando se levante.
―Sí, mamá ―dijo ella, poniendo los ojos en blanco en dirección a su despacho―. Te veré en el almuerzo. Te quiero bebé.
Por lo menos estaba actuando más cariñosa hacia mí. Quizá Peter la había hecho derretirse un poco.
―Te quiero.
Cuando
escuché cerrarse la puerta de la oficina, salí corriendo al fregadero,
casi tropezando con la mesa de la cocina con las prisas. Vi como Peter
cortaba el césped, y bebí abiertamente la vista de su sudoroso cuerpo
bronceado. Sin que nadie me viera, me quedé mucho tiempo, imaginando lo
que se sentiría pasar mis dedos por la firmeza de sus músculos.
Mientras estaba ahí, las palabras de mamá volvieron a mí.
Uno de ustedes tiene que dar el primer paso.
Sus palabras resonaron en mí y un plan comenzó a formularse en mi mente. Sonreí para mis adentros mientras Peter finalmente se dirigía hacia el interior.
Mi madre estaría muy feliz de saber que estaba a punto de dar el primer paso.
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ResponderEliminarmaraton 3♥
ResponderEliminarmaaratonnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn
ResponderEliminarma ra tonn
ResponderEliminarlali no esta planeando algo bueno..
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarotro♪
ResponderEliminarpeterr♥
ResponderEliminarotro cheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarQue esta pensandooo... Mmm
ResponderEliminarmasssssssss yaaaaaaaa!! no podes dejarlo ahi!!!!
ResponderEliminarSiiii por fiiin lali va a hacer algo, maaasssx..
ResponderEliminarMas mas mas mas mas mas
ResponderEliminarQue pensara lali
massssss
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