sábado, 3 de agosto de 2013

Capitulo 14

Capitulo 14

Peter

El sonido del cortacésped me despertó. Gimiendo, me di la vuelta y miré a mi reloj de mesilla con ojos legañosos. ¿7:13 a.m.? ¿Quién en su sano juicio cortaría la hierba tan temprano un sábado por la mañana? ¿Acaso no habían oído hablar de algo llamado dormir hasta tarde?

De alguna manera me las arreglé para salir de la cama sin tropezar con las sábanas. El sol brilló en mi habitación y frente a mi ventana, las persianas de Peter estaban subidas. Confiaba en que sería capaz de dormir con todo este ruido.
 
Me dirigí por el pasillo y eché un vistazo por la ventana que daba a nuestro jardín delantero, esperando ver al molesto vecino que había perturbado mi sueño. Mi boca cayó abierta y vi que nuestra hierba estaba siendo cortada… por alguien absolutamente hermoso. Estaba de espaldas a mí, así que lo único que podía ver era el cabello castaño oscuro y una espalda bronceada y musculosa, pero santo infierno esta era una forma maravillosa para despertarse un sábado. Mamá debió haber contratado a alguien finalmente para cortar el césped, ¿pero realmente tenía que ser a esta hora tan intempestiva?
 
―¡Mamá! ―grité mientras bajaba maldiciendo al mundo.
 
Mamá estaba sentada en la mesa con una taza de café. Me miró por encima del periódico y chasqueó la lengua.
 
―¿Lali, puedes hablar más bajo? Acabo de meter a tu hermano a la cama hace una hora. Ha estado despierto toda la noche con un dolor en el oído.

―Yo también estaba intentando dormir, pero ese ruido me ha despertado. ―Gesticulé salvajemente con mis manos―. Quiero decir, ¡el chico es bastante guapo, pero aun así!
 
Mamá levantó una ceja.
 
―¿Le has visto realmente?
 
―Sólo por la espalda y qué espalda más bonita.
 
Se formó una sonrisa en los labios de mamá lo cual me confundió. ¿Por qué estaba tan contenta? No es que me quejara. Era agradable conseguir una sonrisa sincera de ella después de toda la debacle de Hope. Supongo que lo empeoré peleando con ella y culpándola de todos mis problemas, pero realmente quería superarlo.
 
―¿Por qué no le llevas una jarra de limonada? ―sugirió mamá―. Estoy segura de que él debe tener sed.
 
―¿Por qué no? ―Me encogí de hombros―. No es como si no pueda volver a dormir.
 
Agarrando una jarra de limonada de la nevera y un vaso del armario, me puse mis chancletas y abrí la puerta principal. La luz del sol inundó directamente mi visión y entorné los ojos, haciendo sombra con una mano.
 
Los septiembres en Statlen normalmente variaban en temperatura. Algunos días hacía frío y otros días, como hoy, se sentía como si estuviéramos en la mitad del verano.
 
Mis ojos vagaron alrededor del jardín y vi que la mayor parte de la hierba había sido cortada y solo quedaban los bordes alrededor de la valla. El chico estaba agachado sobre el cortacésped y no me había visto, pero yo me di cuenta de algo sobre él. Algo que me inquietó.
 
Tenía una manga de tatuajes en su brazo izquierdo.
 
No podía ser. No había manera de que fuera él.
 
―¿H-hola? ―le llamé tentativamente, todavía sin estar segura de lo que estaba viendo.

 Él se levantó y mi boca cayó abierta. Oh, dulce bebé Jesús. Era él. Peter Lanzani estaba de pie sin camisa en mi jardín delantero con gotas de sudor chorreando por sus abdominales duros como una piedra. Quiero decir, parecían duros como una piedra. No es como si los hubiera tocado antes pero, chico, quería hacerlo. Lo que era todavía más extraño era que se veía, bueno, normal.
 
Para empezar, su cabello era castaño, no negro. Debió haberlo teñido de su color natural, y no estaba en punta como un puercoespín. Su cabello parecía suave y simplemente caía sobre sus ojos, también se había hecho un corte de cabello. Tampoco había delineador de ojos negro alrededor de sus ojos.
 
Se veía… no había palabras para describir cómo se veía. Estaba asombrada. Peter inclinó la cabeza a un lado y caminó hacia mí lentamente.
 
―¿Eso es para mí?
 
―¿Huh? ―Mi cerebro no funcionaba. No podía recordar lo que había venido a hacer aquí fuera.
 
―La limonada. ¿Es para mí? Tengo bastante sed. ―Se detuvo justo frente a mí y
cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que los músculos de sus brazos se
abultaran.
 
Oh. Dios. Mío. Iba a tener que retirar todo lo que alguna vez había dicho sobre Peter Lanzani. Él era hermoso, era caliente y era sexy. ¿Cómo? ¿Cómo podían estos cambios tan pequeños en su apariencia tener un impacto tan grande en la forma en la que se veía? Quiero decir, sí, siempre había sido guapo, pero el chico rockero había ocultado eso de alguna manera. Y esos músculos, ese cuerpo, esos abdominales… ¿De dónde habían venido?
 
―Lali ―dijo, con una sonrisa en los labios―. Si sigues mirándome así, entonces voy a tener que hacer algo al respecto.
 
Mi rostro se puso rojo caliente y rápidamente le entregué el vaso. Me observó de cerca cuando vertí la limonada en él, mi mano temblando todo el tiempo. Peter estaba teniendo un efecto tan profundo en mí que ni siquiera podía manejar algo tan simple como el vertido.

Rápidamente se bebió el vaso y se lo volví a llenar, tratando de conseguir mi temblor bajo control. En un momento dado, Peter cubrió mi mano con la suya para controlar el temblor, y pensé que me iba a desmayar debido a su proximidad a mí.
 
Cuando él había tenido un tercer vaso, me lo devolvió y jaló su camisa de donde la había metido en la parte trasera de sus pantalones vaqueros.
 
Sus ojos verdes brillaban mientras se limpiaba el sudor de su pecho, sus ojos nunca dejando los míos. Ni una sola vez miré lejos. No pensé poder ser capaz de moverme, y él parecía estar disfrutando de la atención que le estaba dando.
 
Se metió la camisa en la parte trasera de sus pantalones vaqueros, con una sonrisa en su boca.
 
―No has dicho una palabra. ―Se inclinó más cerca hasta que sus labios estaban a centímetros de los míos―. Esto no se parece a ti en absoluto. Normalmente, estarías llamándome bicho raro ahora. ¿Estás enferma?
 
―Um... ―¡Vamos! Tenía que controlarme. Esto se estaba volviendo ridículo―. Yo estoy... Sólo sorprendida, eso es todo. ¿Qué pasó con el cabello loco y la ropa fea?
 
Peter se encogió de hombros.
 
―Ya era hora de un cambio. ¿Por qué? ¿Te molesta? ―Hubo un atisbo juguetón en su voz, y me di cuenta que me estaba tomando el pelo. Probablemente le gustaba mi reacción.
 
―No, ¿por qué me molestaría? ―espeté.
 
―Oh, no lo sé. Tal vez te gusta lo que ves.
 
―¡No lo hago! ―discutí, pero a juzgar por su amplia sonrisa, me di cuenta de que no sonaba muy convincente. Tiempo para un cambio de tema―. ¿Por qué estás cortando nuestro césped de todos modos?
 
―Sólo por ser un buen samaritano.
 
―Uh, huh ―dije, no queriendo tragármelo por completo “chico bueno" actuando por un segundo―. ¿Y esto es algo que ustedes, adoradores del diablo hacen para divertirse?

Parecía divertido de que lo hubiera llamado “adorador del diablo”.
 
―Sí, cada luna llena. Entonces vamos y sacrificamos corderos y usamos su sangre para...
 
―¡Puf, eres asqueroso! ―lo interrumpí, no queriendo oír más.
 
―Tú lo empezaste ―dijo y me pinchó en la clavícula.
 
Su dedo permaneció allí y me estremecí.
 
―¿Es esto lo que consigue tu humor? Bastante pervertido.
 
Se rió mientras le disparaba dagas e irrumpía de vuelta al interior, salpicando por todas partes limonada mientras me alejaba. ¿Tenía que ser tan molesto y caliente al mismo tiempo? ¡Puf! ¡Y yo acababa de pensar que él estaba caliente! ¡Mátenme ahora!
 
La puerta se cerró de golpe detrás de mí y pisoteé en la cocina donde mamá estaba sentada con esa expresión satisfecha en su rostro. Levantó la vista cuando yo golpeé la limonada sobre la encimera.
 
―El chico lindo que cortó nuestro césped bebió mucha limonada ―comentó en tono ligero cuando dobló el periódico y lo puso a un lado. No me molesté en mencionar que había derramado la mitad de ella en mi camino de regreso al interior.
 
―¡Mamá! ―Rabié―. ¡Sabías que era él y me enviaste fuera a propósito! No lo soporto, ¡está tan lleno de sí mismo!
 
―Contente, tú hermano aún está durmiendo ―advirtió mamá―. Y te envié allí fuera porque creo, y la señora Lanzani está de acuerdo, el que ustedes dos se eviten entre sí se está volviendo ridículo. Crecieron juntos, jugaban juntos, y ahora actúan como completos desconocidos. Uno de ustedes tiene que dar el primer paso o se van a arrepentir algún día. Fueron tan importantes el uno para el otro hace tiempo y pueden tener eso otra vez. Deja ir lo que te está deteniendo.
 
Como de costumbre, mamá entró de lleno en su regaño semanal sobre mí y Peter. ¿No podía entender que no teníamos nada en común? Ni siquiera podíamos tener una conversación sin morder la cabeza del otro y entrar en una discusión. Nos rozábamos completamente el uno al otro de la manera equivocada.
 
Antes de que pudiera decir nada, sonó el timbre y mi madre hizo un gesto hacia la puerta principal.
 
―Ve a ver quién es y si se trata de Peter, déjale entrar. Quiero darle las gracias por su ayuda.
 
―Sí, mamá ―le dije, sabiendo muy bien que probablemente era Peter.
 
¿Quién más podría estar en la puerta tan pronto por la mañana? Me dirigí por el pasillo y abrí la puerta y como había supuesto, Peter estaba de pie fuera, con su camisa todavía metida en la parte de atrás de sus pantalones vaqueros. Suspiros.
 
Oh no. Acababa de suspirar en mis pensamientos. No estaba bien, definitivamente no estaba bien. Traté de parecer tan molesta como me fue posible.
 
―¿Qué pasa?
 
Peter sonrió con esos carnosos labios suyos.
 
―He acabado. Dile a tu madre...
 
―¡Díselo tú mismo! ―le espeté y dejando la puerta abierta, entré a la cocina. Había estado esperando que Peter no me siguiese, pero él estaba a sólo unos pasos detrás de mí mientras me di la vuelta.
 
―Hola, Sra. Esposito, he terminado de cortar el césped. Sólo pensé que debería decírselo ―dijo Peter en un tono cortés que no reconocí.
 
Mamá se puso de pie, con una cálida sonrisa en su rostro.
 
―Muchas gracias, Peter. Voy a darte algo de dinero por las molestias.
 
―No, no, por favor, no lo haga ―dijo Peter con un movimiento de cabeza―. Iba a cortar nuestro césped de todos modos y me di cuenta de cómo de largo se había puesto el suyo. Realmente, no es un gran problema. Estaba feliz de hacerlo.
 
Por el rabillo de mi ojo, me di cuenta de que Peter estaba mirándome. 

Sacudiendo la cabeza, me apoyé en la mesa de la cocina con los brazos cruzados, echando humo en silencio. Qué completo adulador. Actuaba como si fuese tan dulce e inocente cuando sabía lo contrario. El tipo no podría ser más arrogante.
 
―Eso es muy amable de tu parte ―dijo mamá, radiante―. ¿No es así, Lali?
 
Me quejé en respuesta y me quedé mirando al techo en lugar de a los pectorales de Peter.
 
―No se preocupe por eso, Sra. Esposito.
 
―A propósito, me gusta el nuevo estilo, Peter. Lali estaba diciéndome lo bien que te queda.
 
Oh. Mi. Dios. Esto era una pesadilla. ¿No había forma de que mi madre pudiese avergonzarme tanto, no es así? No podía creer que mamá me hiciese eso. Estaba mortificada. Me quedé horrorizada. La muerte no podía llegar con la suficiente rapidez.
 
Peter se echó a reír y quise que la tierra se abriera y me tragara.
 
―Será mejor que me vaya, Sra. Esposito. Gracias por la limonada. ―Hizo una pausa―. Adiós, La.
 
Cuando escuché la puerta del frente cerrarse, me volví hacia mi madre con frustración.
 
―¿Tenías que mencionar eso último? ¡Ahora va a pensar que me gusta!
 
Mamá puso la limonada en la nevera y enjuagó el vaso de Peter.
 
―¿Y por qué no te gustaría? Está bastante bien.
 
―Mamá, eso es tan asqueroso. ―Lo último que quería escuchar era a mi madre de treinta y seis años de edad diciéndome lo atractivo que encontraba a Peter. Mamá cerró el grifo y se volvió hacia mí con una sonrisa burlona.
 
―Hey, el chico se ha criado bien. Puedo apreciar eso. 

Sabía que estaba, en su mayor parte, diciendo esto para conseguir una reacción de mi parte, pero todavía me molestaba. No estaba segura acerca de por qué exactamente estaba molesta, pero la sensación estaba todavía ahí.
 
―Mamá, ¿no tienes trabajo que hacer? Tu editor necesita esas revisiones hechas para la semana que viene ―le dije con el ceño fruncido―. Voy a hacer el desayuno de Cris para cuando se levante.
 
―Sí, mamá ―dijo ella, poniendo los ojos en blanco en dirección a su despacho―. Te veré en el almuerzo. Te quiero bebé.
 
Por lo menos estaba actuando más cariñosa hacia mí. Quizá Peter la había hecho derretirse un poco.
 
―Te quiero.
 
Cuando escuché cerrarse la puerta de la oficina, salí corriendo al fregadero, casi tropezando con la mesa de la cocina con las prisas. Vi como Peter cortaba el césped, y bebí abiertamente la vista de su sudoroso cuerpo bronceado. Sin que nadie me viera, me quedé mucho tiempo, imaginando lo que se sentiría pasar mis dedos por la firmeza de sus músculos.
 
Mientras estaba ahí, las palabras de mamá volvieron a mí.
 
Uno de ustedes tiene que dar el primer paso.
 
Sus palabras resonaron en mí y un plan comenzó a formularse en mi mente. Sonreí para mis adentros mientras Peter finalmente se dirigía hacia el interior.
 
Mi madre estaría muy feliz de saber que estaba a punto de dar el primer paso. 


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27 comentarios :

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  2. maaratonnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

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  3. lali no esta planeando algo bueno..

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  4. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  5. otro cheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  6. masssssssss yaaaaaaaa!! no podes dejarlo ahi!!!!

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  7. Siiii por fiiin lali va a hacer algo, maaasssx..

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  8. Mas mas mas mas mas mas
    Que pensara lali

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