sábado, 3 de agosto de 2013

Capitulo 13

Capitulo 13

Lali

La escuela al día siguiente fue peor que el anterior.

La mayoría de las personas que normalmente me hablaban, me evitaron como si llevara colgando un mal olor, el resto se susurraron unos a otros cuando entré. Esa era la peor parte de todo este asunto: el hecho de que la gente estaba hablando de mí y no cosas buenas. Mi reputación estaba peor de lo que había estado antes.

Cuando llegó la hora del almuerzo, evité la cafetería y el patio. Me dirigí a la biblioteca. Estaba empezando a sentirme como una gran nerd. Este era el segundo día consecutivo que me pasaba en la biblioteca y las cosas no parecían mejorar.

Por lo menos en la biblioteca los estudiantes no cuchicheaban a mi alrededor. Se me quedaban viendo, pero era más una mirada del tipo: “¿qué diablos está haciendo Lali Esposito en la biblioteca?”.

Me encaminé hacia una esquina desierta y me senté en el suelo, entre dos estanterías que se elevaban por encima de mí. Aquí me sentía segura, nadie podía dañarme con sus susurros y miradas. Encogí las rodillas y apoyé la cabeza sobre ellas, tratando de dejar fuera los leves sonidos que me rodeaban.

Me quedaría aquí hasta que el almuerzo terminara y luego iría a mi última clase del día, Historia Latina. Después de eso, tendría detención de nuevo.

Tenía que reunir el valor necesario para entrar a esa clase, porque era la única que tenía con Mery. Estaba segura de que no me dejaría sentarme con ella, pero lo intentaría de todos modos.

Tal vez si insistía, ella finalmente se rendiría y empezaría a hablar conmigo otra vez.

―Ah, ¡hola! No te había visto.

Al mirar hacia arriba, vi a la chica de pie a unos metros de distancia. Era menuda, con una figura delgada y con el cabello castaño de un largo medio. Tenía facciones comunes, pero aun así era muy bonita. Llevaba un par de libros en la mano y, sin duda, buscaba más.

La reconocí de inmediato como la chica con la que Bennett había empezado a salir: Hadie Swinton. Habían empezado a verse el fin de semana, pero no había salpicado mucho en el radar de chismes por mi culpa. Parecía ser el tema más popular de discusión, por todas las razones equivocadas.

―¿Estás hablando conmigo? ―Me sorprendió que lo hiciera, sobre todo cuando Bennett se había negado a estar de mi lado.

Hadie dio un paso tentativo hacia mí y asintió.

―Sí. Te veías solitaria. Quiero decir, a menos que quieras que te dejen sola, entonces puedo irme.

―Oh. ―Por lo menos parecía genuina. Me preocupaba que empezara a burlarse de mí―. ¿Deberías estar hablando conmigo?

―No dejo que la gente me influya ―dijo, cambiándose los libros de mano con el ceño fruncido―. Hablo con quien quiero.

Ya me gustaba.

―Pero estás saliendo con Bennett...

―Salí con él porque, bueno, siempre me ha gustado y finalmente me invitó a salir. No ando con él o sus amigos, no me importa lo que piensen. ―Parpadeó rápidamente, como si hubiera estado mirándome fijamente―. Sin ánimo de ofender. Quiero decir, eres una de sus amigas, o lo fuiste, pero… umm... creo que mejor me callo.

Me reí, preguntándome cómo una chica tan bonita quería salir con Bennett. No la merecía. Bueno, siempre había sido un buen chico, cariñoso, amable y considerado, pero el instituto lo había cambiado poco a poco. Estaba concentrado en su reputación y en ser popular. Era como yo.

―Oh, está bien. Supongo que ya no es mi amigo.

―Lo siento. Pueden ser muy malos a veces. ―Hadie inclinó la cabeza hacia un lado y luego se aclaró la garganta―. Bien, será mejor que me vaya. Tengo una tarea para dentro de pocos días y nuestro profesor insiste en que usemos libros de investigación. ―Rodó los ojos.

―Para eso está internet.

―Es exactamente lo que le dije ―dijo ella―. Bueno, nos vemos, Lali.

Con un gesto, se dirigió por el pasillo y fuera de mi vista. La vi irse, sorprendida por la determinación que había mostrado. Ella no dejaría que nadie le dijera qué hacer. Lo haría y punto. Tal vez no todo el mundo me trataría igual que mis ex amigos. Tal vez aún había gente ahí afuera que quisiera hablar conmigo. Tendría que quitar la mala hierba de la gente de la que me había burlado en el pasado, pero habría personas que no me odiarían por completo.

¿Cierto?

Nadie más se acercó durante el almuerzo y, cuando entré a Historia treinta minutos más tarde, me sentía un poco más segura en la misma habitación que Mery. Ya me había hecho a la idea de que hablaría con ella sin importar lo que pasara. Mery pensaba que me había bajado el ánimo, pero todavía tenía algunas patadas que dar.

Lali Esposito no se agachaba ni se moría.

Mery ya estaba sentada en la mesa del fondo con dos porristas, Ciara y Francine y con Gabe, que estaba en el equipo de fútbol con Benjamin. Empezaron a susurrar mientras me acercaba y Francine estalló en un gran ataque de risa.

El estómago me dio un vuelco. Obviamente, yo era lo más destacado de su conversación.

―Hola. ¿Habrá un espacio para mí? ―pregunté con una sonrisa.

Un silencio cayó sobre el salón y, sin mirar alrededor, supe que todos los ojos estaban puestos sobre mí. Lo último que necesitaba era una audiencia presenciando mi potencial humillación, pero tenía que actuar como si todo estuviera bien si quería recuperar mi popularidad.

Todo se redujo a Mery mirándome.

―Umm... ―Me repasó de arriba abajo y agregó con desdén―. ¿Qué tal no?

―Siempre me siento aquí.

―Ya no. Encuentra a alguien de tu propio nivel para sentarte con ella ―dijo Mery sarcástica―. Apuesto a que incluso los perdedores no te lo permiten. Después de todo, tienen sus normas también.

Y ahí estaba. Había sido humillado públicamente por segunda vez en la semana. Francine se echó a reír de nuevo y juro que las otras personas en la clase también se rieron en voz baja.

Mi sonrisa no se derrumbó. Años como porrista hicieron que mi fachada se quedara intacta.

Había aprendido hace tiempo que pasara lo que pasara, ya sea que me cayera, me lastimara o estuviera molesta, tenía que mantener la sonrisa en la cara. Por lo tanto, eso fue lo que hice. Seguí sonriendo.

Luego vino el otro tema, ¿dónde me sentaría? Me volví para contemplar la habitación, tratando de averiguar dónde me sentaría. No había mucha gente que conociera en esta clase.

Nunca se me había pasado por la cabeza socializar con la gente fuera de mi círculo. En retrospectiva: había sido un gran error.

En algún momento de mi humillación, Peter y sus amigos entraron caminando. Era bastante vergonzoso que alguien como Peter tuviera amigos y yo no. La mirada de Peter parpadeó hacia mí, pero rápidamente desvió la mirada.

Haciendo caso omiso de él, me dirigí directamente a la parte delantera del salón, donde un tipo llamado Winston estaba sentado. La única razón por la que sabía su nombre era porque siempre estaba ganando premios por varios logros académicos. Winston era del tipo gordito con un montón de acné y gruesas gafas de montura. A veces, otro chico se sentaba con él, pero hoy estaba solo.

―¿Está ocupado este asiento? ―le pregunté, manoteando el cabello hacia atrás. Winston quitó la vista de su libro de texto para mirarme con ojos desinteresados.

―Se ve bastante vacío para mí.

―¿Puedo sentarme aquí? ―Me mordí el labio mientras él me estudiaba.

―Sí, supongo que puedes. ―Winston inmediatamente volvió a la lectura de su libro y me ignoró mientras yo sacaba mis cosas de la bolsa.

Una vez instalada, eché un vistazo por encima del hombro y vi que Peter me miraba fijamente. Junto a él estaba Eugenia y el otro amigo de los tatuajes cuyo nombre no podía recordar. Su amigo dijo algo a Eugenia y este me sonrió.

Grandioso. Ahora los amigos de Peter me estaban ridiculizando. Claro que probablemente se habían burlaban de mí antes, pero en aquel entonces había tenido gente que me respaldara. Ahora se abría la temporada de cazarme. Me hundí más en el asiento y deseé que esta clase terminara ya.

Mis planes de querer llegar al lado bueno de Mery obviamente no funcionarían. Tenía que pensar en otra estrategia.
* * *

Detención estaba mucho más concurrida de lo que había estado el día anterior. En el rally, alguien había cambiado la música para animar al equipo por algo muy inapropiado. Los culpables habían sido capturados y los tres estaban sentados unas cuantas filas detrás de mí.

En cuanto a Peter, una vez más tomó la mesa directamente detrás de la mía. Traté de no reaccionar a su presencia, pero era muy difícil cuando estaba prácticamente respirando en mi cuello.

El Sr. Kowalski se quedó en la habitación durante los primeros treinta minutos pero después de eso se fue, pensando que todos estábamos ocupados con nuestra tarea. Un momento después, Peter pateó mi silla.

No entiendo por qué quiere hablar conmigo. Las cosas que le dije anoche fueron francamente desagradables. En ese momento mi emoción básica era de enojo y quería arremeter contra cualquiera y contra todo el mundo, aunque tratara de ayudarme.

Era mejor no hablarnos.

De esa manera no diría cosas de las que me arrepentiría.

Hice lo imposible por ignorarlo y continué trabajando en el ensayo de inglés que debía presentar el viernes. La tarea era la última prioridad en mi mente, pero ya era una porrista caída y no deseaba agregar algo más a mi lista de fracasos.

Peter pateó de nuevo la silla y mi pluma hizo un largo garabato atravesando la página, ¿por qué simplemente no me dejaba en paz?

Sin una palabra, recogí mis cosas y a grandes zancadas me dirigí a un escritorio al otro lado de la habitación. Quería estar lo más lejos que pudiera. Mientras dejaba mis cosas, Peter se levantó y me siguió al otro lado de la habitación, arrastrando su bolsa por el suelo.

Se metió en el escritorio detrás de mí. Y pateó la silla. Una vez más.

―¿Estamos jugando a las sillas con música?

―No quiero hablar contigo. ―Estaba agarrando la pluma con tanta fuerza que pensé que se rompería por la mitad.

―¿Por qué? ¿Te sientes culpable por toda la mierda que me dijiste ayer por la noche?

Me volví en mi asiento para encontrarlo estudiándome con diversión.

―¿Por qué estás hablando conmigo?

―Porque me entretienes.

―No soy tu payaso. No estoy aquí para entretenerte.

―Podrías serlo. Tienes los pies grandes. ―Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.

Resistí a la tentación de darle un puñetazo en la cara.

―¡Eres tan molesto! ¿Puedes dejarme en paz? ―Me oí más desesperada que enojada.

―Responde primero a mi pregunta. ―Recogió las mangas de su camisa―. ¿Te sientes culpable?

―No lo sé. ―Me encogí de hombros con los ojos pegados a su compleja red de tatuajes.

―Puedo decir lo llena de remordimiento que estás ―dijo rodando los ojos―. Por lo tanto, esa lección de Historia fue algo, ¿no? Esos hechos de la Guerra Fría me dejaron alucinando.

―¿Estás tratando de decir algo?

Peter comenzó a tocar el violín con la manga.

―¿Qué se siente ser uno de nosotros?

―¿Perdón? ―Mis ojos se estrecharon por su descaro.

―Ya sabes. ―Levantó la vista―. ¿Ser un bicho raro, un perdedor?

―No soy una perdedora. No soy como tú.

―Sigue diciéndote eso.

―No lo soy ―insistí señalando su brazo desnudo―. No me veo como tú y, desde luego, no tengo cientos de tatuajes en mi cuerpo. No entiendo por qué te los haces en primer lugar.

Peter miró su brazo en silencio. Finalmente lo empujó hacia mí y señaló la piel con un dedo.

―Míralo tú misma.

Intrigada me acerqué más y miré lo que había señalado.

Todo lo que podía ver eran espirales de telaraña negras que no tenían sentido para mí. Entrecerrando los ojos traté de darle sentido a lo que estaba viendo. Lo que en un principio me parecieron marcas sin sentido, se convirtieron en palabras.

Bueno, en realidad era un nombre. Un nombre que era dolorosamente familiar.

Nicolas Lanzani. El padre de Peter.

Durante todo este tiempo había pensado que Peter era estúpido e imprudente al haberse tatuado el cuerpo, sin embargo, nunca me había molestado en entender cuál era la razón por la que lo había hecho. Fui una mega estúpida ignorante. Sin embargo, eso no excusaba su sentido de la moda.

―Bien, los tatuajes tienen sentido pero tu cabello, maquillaje y ropa de color negro no. Así que no me pongas en la misma categoría que tú.

Las cejas de Peter se unieron estrechamente al fruncir el ceño.

―¿Y qué si me veo así? Podría cambiar mi apariencia mañana, pero no tendría nada que ver con nadie. Me visto como me gusta y me veo de la forma en que
quiero.

Frunciendo los labios me volví hacia el frente terminando con la conversación.

―Entonces, disfruta ser un monstruo toda tu vida.


COMIENZA LA MARATON!!!
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20 comentarios :

  1. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  2. ++++++++++++++++++++++++++

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  3. ++++++++++++++++++++++++

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  4. masmasmasmasmasmasmasmas

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  5. Ooh lali no cambia maaasss.. Espero el prox geniaaa :)

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  6. Siiiiiii. Maratón mas porfa

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