sábado, 16 de marzo de 2013

Capitulo 6


Capitulo 6

Puse los ojos en blanco cuando una mano apareció por detrás de mí, robándome
un puñado de mis papitas fritas.
—Hola, Ángel —susurró Peter en mi cuello.
Golpeé su mano cuando fue a robar más.
—¡Peter, por el amor de Dios! Ve a comprar tu propia comida, idiota —despotriqué, molesta.
Se echó a reír.
—Oh, sabes que quieres compartir conmigo —respondió, dejándose caer en el banco, empujándome de nuevo con su cadera.
—Peter, ¿qué quieres? —le pregunté con un suspiro, moviendo el plato lejos de él. Pasó el brazo alrededor de mi hombro.
—Sólo quería visitar a mi chica. Sé que me has echado de menos sin verme todas las mañanas y eso —dijo engreídamente.
Todas mis amigas suspiraron y lo miraron con nostalgia.
—Podrías quitar tu brazo-para-putas de mí, Peter, por el amor de Dios; ¡no quiero coger cualquier cosa! —le regañé, encogiéndome para alejarme.
Se rió de nuevo.
—No seas así, Ángel. Sólo quería hacerte saber que voy a llevarte a casa hoy. Tu hermano tiene una cita, así que... —Se calló, sonriéndome.

¡Genial, simplemente genial! Me iba a llevar a casa. Fantástico. Él siempre hacía el trayecto a casa lo más largo posible sólo para molestar mi vida externa. Luego, insistiría en esperar en casa hasta que mi hermano llegase, lo que significaba que tenía que cocinar para él también. ¡Maldita sea, es tan molesto!

—Está bien, Peter. Ahora corre, estoy segura de que tienes alguna ETS más que propagar por ahí —le dije, agitando la mano con un gesto molesto. Se rió y me dio un beso en la mejilla mientras se ponía de pie.
—Finge todo lo que quieras, Ángel, los dos sabemos que vas a querer que duerma contigo por la noche. —Me guiñó un ojo con malicia, dándole a lo que acababa de decir un doble sentido, y rogué para que nadie más se diese cuenta.
—Claro que querré, Peter, porque estoy tan enamorada de ti. —Suspiré, poniendo los ojos en blanco y frotándome la mejilla donde él me besó.
—Yo también te quiero. —Me sonrió mientras se alejaba de vuelta a la misma chica de esta mañana. Pasó el brazo alrededor de su hombro, sus sucios, asquerosos labios descendieron hasta los de ella. Fruncí el ceño, y aparté la mirada de nuevo a mis amigos cuando comenzó a hacerlo con ella en medio del comedor.
Cande, Rochi y la mitad de las chicas del comedor estaban mirándole con lujuria.

—Can, ¡este chico es tan jodidamente molesto! ¿Por qué mi hermano no podía escoger un mejor amigo mejor, alguien que no fuera un arrogante, obsesivo, gilipollas? —despotriqué, lanzando mis manos al aire.
—Oh, ¡deja de lloriquear! Peter Lanzani acaba de tener su brazo alrededor tuyo y besado en la mejilla, daría cualquier cosa por tener esos dulces labios en mí —dijo Rochi soñadoramente, haciéndome reír.
—Lo que sea. Vamos, vamos a nuestra próxima clase. —Le sugerí mientras recogíamos nuestras bandejas e íbamos.Después de clases me dirigí a regañadientes al estacionamiento, donde un sonriente Peter se encontraba apoyado en su coche, esperándome.

—Hola preciosa. —Me guiñó un ojo coquetamente y abrió la puerta para mí.
—Hola Peter. —Me subí a su coche, ya molesta con su coqueto culo, si Nico estuviese aquí lo habría abofeteado por esa. Subió a mi lado.
—Así pues, Ángel, tengo que pasar por la tienda de camino a casa. —Puso el coche en marcha y salimos del estacionamiento.
—Genial —murmuré. Decidí mirar por la ventada e ignorarle; seguía molesta con él por todo la cosa de “diez minutos más” de esta mañana.
Se detuvo en el estacionamiento de la tienda unos minutos más tarde.
—Vamos, Ángel —dijo, saliendo. Me senté ahí y crucé mis brazos sobre el pecho, rehusándome a bajar. Caminó alrededor del coche y abrió la puerta por mí—. Vamos, Ángel —repitió, sosteniendo su mano para mí.
—No se necesitan dos para entrar, Peter. Esperaré aquí —respondí. Metió sus manos en el coche y me recogió con facilidad, arrojándome por encima del hombro, riendo. Dio un puntapié a la puerta para cerrarla y comenzó a caminar hacia la tienda—. Ponme malditamente abajo, ¡imbécil! —grité, golpeándolo en la espalda.

Él sólo se reía de mis escasos intentos de bajar, y siguió caminando. Una vez en la tienda, finalmente me puso en mis pies. Miré alrededor, avergonzada, para comprobar si alguien vio eso, pero parecía que no. Alargó la mano y metió algunos mechones de pelo suelto detrás de la oreja, sus dedos demorándose en mi mejilla. Golpeé su mano fuera de mi cara y lo miré enfadada.
—¡Eso fue tan vergonzoso! —siseé.
—¿Cuál es el problema? A la mayoría de chicas les encantaría que las hiciese eso — replicó, encogiéndose de hombros y yendo hacia las revistas. Pisoteé con el pie, luego me ruboricé porque había pisoteado como un niño pequeño; por suerte, Peter no miraba, de lo contrario nunca hubiese oído el final de esto. Agarró una revista de deportes y una barrita de chocolate y se dirigió al mostrador para pagar.

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