viernes, 15 de marzo de 2013

Capitulo 1

Capitulo 1

Me senté en la encimera de la cocina, observando a mi mamá hacer pasta al horno; ella estaba entrando ligeramente en pánico y seguía mirando al reloj a cada minuto. Sabía por qué lo hacía, mi papá debía estar en casa en exactamente en dieciséis minutos y a él le gustaba que la cena estuviera en la mesa tan pronto como entrara. Nico se acercó, jugando con sus figuras del Hombre Araña.

—Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Peter? —preguntó, lanzándole una mirada de cachorrito.
Ella miró el reloj de nuevo y sacudió la cabeza rápidamente.
—Ahora no, Nico. La cena no tardará mucho y necesitamos comer como una
familia. —Se estremeció ligeramente mientras hablaba. La cara de Nico cayó, pero asintió y vino a sentarse a mí lado. Inmediatamente le arrebaté el hombrecito de sus manos y me reí cuando jadeó y lo arrebató de
vuelta, sonriendo y poniendo los ojos en blanco hacia mí. Él era un chico lindo, con cabello rubio y ojos grises con motas marrones en ellos. Era mi hermano mayor, y como los hermanos mayores, era el mejor. Siempre me cuidaba en casa y en la escuela, se aseguraba de que nadie me molestara. El único que tenía permitido molestarme, según su opinión, era él, y en una menor medida su mejor amigo Peter, que resultaba que vivía en la casa de al lado.
—Entonces, La, ¿necesitas ayuda con tu tarea? —preguntó él, codeándome.
Nico tenía diez, y era dos años mayor que yo, así que siempre me ayudaba con el trabajo de la escuela.
—Nop. No tengo tarea. —Sonreí, balanceando mis piernas mientras colgaban de la
encimera.
—Bien, niños, pongan la mesa por mí. Ya saben cómo. Exactamente bien, ¿de acuerdo? —pidió mamá, rociando queso sobre la pasta y poniéndola en el horno. Nico y yo nos bajamos de la encimera y agarramos las cosas, dirigiéndonos a la sala comedor.

Mi papá era muy particular sobre todo, si todo no estaba exactamente bien, se enojaba y nadie quería eso. Mi mamá siempre decía que mi papá tenía un trabajo estresante. Siempre se enojaba con facilidad si hacíamos algo mal. Si has escuchado ese dicho: “Los niños deberían ser vistos y no oídos”, bueno, mi papá llevaba eso a otro extremo. En su lugar, le gustaba: “Los niños no deberían ser vistos u oídos”. A las cinco treinta llegaba a casa todos los días, comía la cena de inmediato, y luego Nico y yo éramos enviados a nuestras habitaciones, en donde jugábamos en silencio hasta las siete y treinta cuando teníamos que ir a la cama. Odiaba esta hora del día. Todo estaba bien hasta que él llegaba a casa, y luego todos cambiábamos. Nico siempre se quedaba en silencio y no sonreía. Mi mamá tenía esa mirada es su cara, como de miedo o preocupación, y empezaba a correr de aquí para allá ahuecando los cojines sobre el sofá. Yo siempre me quedaba allí y deseaba silenciosamente que pudiera esconderme en mi habitación y nunca salir.

Nico y yo pusimos la mesa y luego nos sentamos en silencio, esperando que el clic de la puerta señalara que él estaba en casa. Podía sentir mi estómago revoloteando, mis manos empezando a sudar mientras rezaba en mi cabeza que él hubiera tenido un buen día y estuviera normal esta noche. Algunas veces, en estaba en un humor realmente bueno y me besaba y abrazaba. Me decía la niñita tan especial que era, y lo mucho que me quería. Eso sucedía normalmente los domingos. Mi mamá y Nico iban a la práctica de hockey y me quedaba en casa con mi padre. Aquellos Domingos eran los peores, pero no le dije jamás a nadie de esos días, y lo mucho que me tocaba y me decía lo bonita que era. Odiaba esos días, y deseaba que los fines de semana nunca llegaran. Prefería mucho más que fuera un día de escuela cuando sólo lo veíamos para la hora de la cena. Definitivamente prefería cuando me miraba con ojos enojados, que cuando me mira con ojos suaves. No me gusta en absoluto, me hacía sentir incómoda, siempre hacía que me temblaran las manos. Afortunadamente, sin embargo, hoy apenas era lunes, así que tenía casi una semana antes de que tuviera que preocuparme por eso de nuevo.

Un par de minutos después, él entró. Nico me lanzó una mirada que me decía que me comportara y sostuvo mi mano bajo la mesa. Mi padre tenía cabello rubio, del mismo color del de Nico. Tenía ojos marrones, y siempre tenía el ceño fruncido.
—Hola, niños —dijo en su ruidosa y profunda voz. Un estremecimiento se deslizó por mi columna cuando habló. Puso su maletín a un lado y tomó asiento a la cabeza de la mesa. Intenté no mostrar ninguna reacción; de hecho, intenté no moverme para nada. Siempre parecía que era yo la que metía a todos en
problemas o hacía algo mal. Siempre parecía que era la que empeoraba las cosas para todos. No solía ser así, solía ser la niñita de papá, pero desde que empezó su trabajo, hace tres años, cambió. Nuestra relación con él cambió por completo. Él todavía me favorecía por encima de Nico, pero cuando venía del trabajo, era como si quisiera pretender que Nico y yo no estábamos allí. La forma en que miraba a Nico algunas veces era como si estuviera deseando que no existiera, hacía que me doliera el estómago verlo
mirar a mi hermano de esa forma.
—Hola, papá —respondimos ambos al mismo tiempo. Justo entonces, mi mamá vino cargando la pasta y un plato de pan con ajo.
—Esto se ve bien, Mercedes —dijo él, dándole una sonrisa. Todos empezamos a comer en silencio e intenté no moverme incómodamente en mi lugar—. Entonces, ¿cómo estuvo la escuela, Nico? —le preguntó a mi hermano. Nico levantó la mirada nerviosamente.
—Estuvo bien, gracias. Intenté entrar al equipo de hockey sobre hielo y Peter y yo…
—empezó a decir, pero mi papá asintió, sin escuchar.
—Eso es genial, hijo —interrumpió él—. ¿Qué hay de ti, Lali? —preguntó, volviendo su mirada hacia mí. ¡Oh, Dios! De acuerdo, sé cortés, no divagues.
—Bien, gracias —respondí calladamente.
—¡Habla más alto, niña! —gritó. Me estremecí con su tono, preguntándome si iba a pegarme, o quizá me enviaría a la cama sin cenar.
—Estuvo bien, gracias —repetí un poco más fuerte.
Él frunció el ceño y luego se volvió hacia mi mamá, que estaba estrujándose las manos nerviosamente.
—Entonces, Mercedes, ¿qué has estado haciendo hoy? —preguntó, comiendo su cena.
—Bueno, fui al supermercado y conseguí ese shampoo que te gusta, y luego planché un poco —respondió mi mamá rápidamente. Sonaba como una respuesta preparada, siempre hacía eso, tenía sus respuestas listas de modo que no fuera a decir nada inapropiado que lo hiciera enojar.

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