viernes, 29 de marzo de 2013

Capitulo 45

Capitulo 45

Estaba tan absorta en la historia que no oí la puerta abrirse.
—Bueno, eso sí que es sexy —ronroneó Peter desde la derecha junto a mí.
Grité y casi dejo caer el libro en el agua.

—¡Mierda! ¡Casi me das un infarto, Peter! —grité, tratando de calmar mi corazón que estaba tratando de romper mis costillas. Llevé mis rodillas hasta mi pecho y traté de ocultarme de modo que pudiera ver nada inapropiado. Por suerte para mí, todavía había bastantes burbujas que ayudaron.
Se echó a reír.
—Lo siento. Oye, ¿puedo entrar? —bromeó mientras se arrodillaba junto a mí y puso sus dedos en la bañera. Los sacó de forma rápida y meneó la cabeza —.Olvídalo. ¡Eso está jodidamente helado! —Frunció el ceño y se secó la mano en la toalla.
—Peter, ¿podrías salir de aquí? ¡Esto no es divertido! —grité, sonrojándome.

Puso su sonrisa un poco engreída y se inclinó para besar mis labios sólo por una fracción de segundo antes de que se volviera y regresara a la puerta.

—Estaba bromeando. En realidad no me di cuenta de que estabas aquí. Aunque, deberías salir, esa agua está muy fría. ¿Has estado ahí todo este tiempo? —preguntó, sacudiendo la cabeza.
—Está un poco fría —admití. Ahora que estaba fuera de la historia ni siquiera me di cuenta que la bañera estaba como piedra fría y tenía piel de gallina por todas partes. Peter sonrió y se volvió de nuevo a mi habitación, cerrando la puerta para darme un poco de intimidad. Saqué el tapón y lancé mi libro a un lado mientras me ponía de pie. Agarré la toalla del borde y la envolví alrededor de mí con fuerza. Me di cuenta al salir de la bañera que no había traído nada de ropa aquí para cambiarme. En realidad estaba muy frío, y mis dientes castañeteaban. No podía quedarme aquí toda la noche, simplemente tendría que ir a buscar un pijama. No era gran cosa; Peter me había visto en una toalla antes.
Cuando entré en mi habitación me di cuenta de que estaba descansando en mi cama.

—Hola —dije, sintiéndome un poco incómoda, a medida que me ponía un par de pantalones cortos debajo de la toalla.
—Por Dios, Ángel, podría haberte dado hipotermia o algo así —me regañó, mirándome con preocupación.

Me agarró de la mano y me llevó a la cama, sentándome en el borde cuando él entró en el cuarto de baño, volviendo con otra toalla. Frotó mis brazos y hombros, secándome rápido.

Estaba contenta que decidí no lavarme el cabello, en cambio, poniéndolo en un moño desordenado, de lo contrario eso me habría hecho tener aún más frío. Envolvió su brazo alrededor de mí, poniendo cada uno de mis dedos arrugados como ciruelas en su boca, calentándolos de uno en uno a la vez. ¡Oh, Dios mío, eso es sexy! Incliné mi cabeza y lo besé, al parecer atrapándolo por sorpresa. Después de uno o dos segundos, respondió, besándome de vuelta. Mordí su labio suavemente y él abrió la boca, permitiéndome deslizar mi lengua en ella. Gimió desde la parte posterior de su garganta y envolví mis brazos alrededor de su cuello, sujetando su cabello rudamente, tirando ligeramente de él. Me llevó más cerca, profundizando el beso.

Después de lo que pareció una eternidad, pero aun así no fue lo suficientemente largo, se alejó respirando pesadamente. Sus labios no dejando mi piel, sin embargo, en cambio, besó mi cuello, succionando la piel cerca de mi clavícula, haciéndome jadear y retorcerme.
Todavía estaba helándome y mis dientes empezaron a castañetear de nuevo, arruinando el momento. Se retiró entre risas.

—Vamos a ponerte debajo de las sábanas y así puedas entrar en calor. —Se quitó la camiseta en un solo movimiento y no pude dejar de mirar a su pecho esculpido. Sentí movimiento y mi visión se volvió negra por unos segundos, interrumpiendo el comérmelo con los ojos. Sonreí cuando me di cuenta que había puesto su camiseta por encima de mi cabeza. 
—Liam, si quieres que me caliente, todo lo que necesitas hacer es quitarte la ropa —ronroneé, mordiéndome los labios y mirando por encima su pecho y abdomen, con ganas de pasar mi lengua sobre ellos.

Se rió y rodeó sus brazos alrededor de mí.
—Ángel, no podrías estar más caliente, confía en mí. Eso sería ilegal —respondió, besándome otra vez. Me quité la toalla húmeda y la arrojé en el piso mientras él me levantaba. Envolví mis piernas alrededor de su cintura mientras me cargaba hasta el final de la almohada y sacaba la colcha, subiéndose en la cama conmigo todavía unida a su frente como un mono bebé. Empujó la colcha por completo a lo largo de nuestras cabezas y se apartó de nuevo para hablar conmigo en la penumbra—. Te he echado de menos esta noche. ¿Por qué no te quedaste a jugar con nosotros? —preguntó de mala gana.
—Pensé que tú y Nico necesitaban un poco de tiempo juntos. Realmente no has hablado con él por tu cuenta desde que se enteró de nosotros. Él sigue siendo tu mejor amigo, así que sólo vamos a tener que encontrar un equilibrio. No puedes pasar todo tu tiempo tratando de meterte en mis pantalones, sabes —bromeé.
—Pero me encanta intentar meterme en tus pantalones —se quejó en broma, dándome la cara cachorrito, haciéndome reír. Estaba calentándome ahora. Su calor corporal palpitante en mí y nuestro aliento caliente entremezclándose bajo el edredón, lo hacía todo parecer casi humeante al debajo. Por otra parte, podría
haber sido sólo la pasión que sentía ardiendo dentro de mí—. Supongo que tienes razón. Nico estuvo bien esta noche, en realidad dijo que era agradable verte feliz, por lo cual me llevó todo el crédito por supuesto —dijo engreídamente.
—¿Todo el crédito? ¡Vaya, ese un ego desmesurado el que tienes allí! —bromeé con una sonrisa ante el doble sentido, sobre el bulto en sus pantalones vaqueros que estaba presionando sobre mí. Se rió y acarició el costado de mi rostro con el dorso de sus dedos.
—¡Es mejor que no estés desnudo con mi hermana pequeña, Lanzani! —gruñó Nico de advertencia desde la cercanía de la puerta.
Peter empujó la colcha fuera de nuestras cabezas, sonriendo con aire de culpabilidad.

—Nico, amigo, un poco de advertencia más estaría bien.
—Oh, Nico, ¡contrólate! ¿Qué quieres? ¿Y alguna vez has oído hablar de tocar?—pregunté, empujando la colcha más atrás para que pudiera ver que tenía una camiseta puesta.
—Toqué. Simplemente no escucharon a través de todo el coqueteo —respondió, sonriendo. Todos nos reímos y Nico negó con la cabeza—. De todos modos, sólo quería decirte, La, que mamá regresa a casa el domingo.
Sonreí; no había visto a mi madre en tres semanas.
—¿Sí? ¡Impresionante! —exclamé con mucho gusto.
Nico asintió con la cabeza, su sonrisa a juego con la mía.
—Sí. Bueno, está bien, voy a la cama. Mantengan el ruido bajo por aquí; no quiero saber nada.
Me eché a reír y no pude resistir burlarme de él un poco más.
—Jake, tal vez quieras tomar prestado mi iPod, estamos calentando para la apuesta —bromeé, guiñándole un ojo.
Peter se echó a reír y Nico simplemente me miró fijamente, sacudiendo la cabeza con desaprobación, cerrando la puerta detrás de él.
—Ángel, eres demasiado divertida —dijo Peter, besando mi cuello.
—Cállate, LANZANI —contesté, imitando el tono bromista de Nico.
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