domingo, 17 de marzo de 2013

Capitulo 10

Capitulo 10

Todavía no había soltado mi cintura, dio un paso hacia adelante y presionó su cuerpo contra el mío, sus manos se deslizaron hacia mi trasero.
—Mmm, genial —ronroneó en mi oído. Odiaba ser tocada; traía recuerdos de mi padre. Jadeé, y antes de que siquiera pudiera pensar en lo que estaba haciendo, subí mi pierna y lo golpeé en las pelotas. Él gruñó y me soltó rápidamente, doblándose por la mitad y agarrando su ingle
.
—¡Mantén tus jodidas manos fuera de mí! —grité, tratando de no llorar. Estaba luchando por respirar y mis manos estaban temblando.
Me di la vuelta para alejarme corriendo pero me agarró por la mano y me empujó hacia él de nuevo.

—Ángel, sólo estaba bromeando, sabes que nunca te haría daño —gimió. Su voz se quebró un poco, sonaba como si tuviera dolor. Miró directamente a mis ojos; pude ver la honestidad en sus profundos ojos verdes acuosos. Me dio un abrazo y puso sus labios en mi cuello, justo donde se unía con mis hombros y
respiró profundamente por su nariz, enviando a su aliento caliente a bajar por micuello. Esto es lo que siempre hacía para calmarme, cuando lloraba en su hombro; esta era la única cosa que parecía funcionar. 

Podía sentir su corazón latiendo rápidamente contra mi pecho, así que me concentré en hacer juego con mi
respiración y la suya. Respiré su olor hasta que me había calmado. Me moví hacia atrás y él sólo me estaba mirando, arrepentimiento en su rostro.
—Lo siento. No debería haber hecho eso, Ángel, no pensé —dijo en tono de disculpa.
Asentí con la cabeza y bufé, limpiándome la cara con la manga.
—Yo también lo siento. ¿Te duele? —le pregunté, haciendo una mueca ante la idea de cuán fuerte le había dado un rodillazo.
Se encogió de hombros.
—Estoy bien, fue mi culpa —respondió, inclinándose para mirarme a los ojos de nuevo. Aparté la vista rápidamente, sintiéndome incómoda. Tenía la sensación de que cuando Peter me miraba a los ojos, podía ver el verdadero yo, el que trataba de esconderse de todo el mundo, la niña asustada a la que no le gusta que la gente la toque, porque me traía recuerdos de aquellos domingos y mi padre llevándome al sofá, guiándome a sentarme en su regazo.

Cuando la gente me tocaba, incluso las chicas, mi corazón se iba a toda marcha y siempre comenzaba a sentirme enferma. Las únicas excepciones a esto son mi madre, Nico y Peter. Esta era la razón exacta por la que no tenía citas. La idea de que alguien me tocara o besara, hacía que mi piel se pusiera de gallina.
Aparté la vista de él y me di cuenta que tenía una gran mancha húmeda en el hombro en el que había estado llorando. La limpié, frunciendo el ceño.
—He arruinado tu camisa.
—Tengo otras, Ángel, no te preocupes —contestó con una sonrisa fácil, que no era la sonrisa de satisfacción que le ha dado a otras personas, era una sonrisa sincera,los que por lo general sólo se consigue en la noche o cuando no había nadie alrededor.
Miré a mi alrededor y me di cuenta que estábamos solos en el pasillo, me quedé sin aliento en estado de shock.
—¿Dónde? —murmuré, mirando arriba y abajo del pasillo desesperadamente.
—Ellos fueron a clase —respondió—. Vamos, no hay razón para ir al final, así que vamos a ir por un trago o algo así. —Me tomó de la mano hacia el estacionamiento, hacia su coche
—Peter, ¿qué? ¡No puedo faltar a clase! —grité, mirando a mi alrededor rápidamente para ver si alguien veía a dos estudiantes escapando fuera de la escuela.
Se echó a reír.
—Vamos, Ángel, una clase no te hará daño. Ya estás diez minutos tarde de todos modos. —Abrió la puerta del pasajero y me hizo señas para entrar.

Suspiré y de mala gana me subí dentro. Realmente no me importaba pasar tiempo con Peter, pero eso sólo dependía de cual Peter estaría aquí conmigo, el de la noche o el del día. El Peter de la noche era considerado, cariñoso y atento. El Peter del día era un coqueto, un hijo de puta y un pelmazo. Sin embargo, el Peter del día y de la noche me hacía sentir segura y protegida. Me volví a mirarlo mientras conducía, tenía una pequeña sonrisa en su rostro.

—¿Qué te pasa? —le pregunté, un poco preocupada de que esto fuera a convertirse en una especie de broma que iba a acabar mal para mí o avergonzarme.
—¿Qué quieres decir? ¿No puedo estar contento de que estamos pasando un tiempo juntos? —me preguntó, y me dio un guiño coqueto. Puse los ojos y gemí. Genial, una hora con el Peter del día es mi peor pesadilla.

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