viernes, 15 de marzo de 2013

Capitulo 2



Capitulo2

Extendí la mano por mi bebida, pero no estaba observando apropiadamente y la volqué, derramando el contenido sobre la mesa. Los ojos de todos volaron hacia mi padre, que se levantó de un salto de su silla.

—¡Mierda! ¡Lali, estúpida pequeña perra! —gruñó, agarrándome del brazo y empujándome bruscamente de la mesa. De repente mi espalda golpeó la pared, el dolor me atravesó y me mordí el labio para dejar de llorar. Llorar lo empeoraba todo, él odiaba que llorara, decía que solo los débiles lloraban. Lo vi apartar su
mano; iba a golpearme. Sostuve el aliento esperando el golpe, sabiendo que no había nada que pudiera hacer más que soportarlo, igual que siempre. Mi hermano se levantó de un salto de su silla y se abalanzó sobre mí, envolviendo con fuerza sus brazos a mí alrededor, cubriéndome. La suya estaba hacia mi padre mientras me protegía.

—¡Suéltala, Nico! ¡Necesita aprender a ser más cuidadosa! —gritó mi padre, agarrando a Nico de su ropa y lanzándolo al piso. Me abofeteó, enviándome al piso, luego se volvió hacia Nico y lo pateó en la pierna, haciéndolo gemir—. ¡No te metas en mi camino de nuevo, pequeño pedazo de mierda! —le gritó a Nico,
mientras estaba acurrucado en una bola en el piso. Lágrimas silenciosas corrían por mi cara. No podía soportar ver herido a mi hermano; él sólo estaba intentando protegerme. Nico siempre hacía eso. Cuando me metía en problemas, él provocaba a mi padre de modo que la tomara contra él en su lugar. Mi padre levantó su plato y su bebida, caminó a zancadas hacía la sala para terminar su comida, murmurando algo sobre nosotros siendo “los peores niños en el mundo” y “cómo infiernos se pudo quedar atrapado en esta vida”. Me arrastré hasta mi hermano y envolví mis brazos alrededor suyo con fuerza, aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. Él gimió y se levanto para sentarse, abrazándome de vuelta, frotando su mano por mi mejilla punzante.

—Lo siento, Nico. Lo siento —murmuré en voz baja, llorando sobre su hombro. Él negó con la cabeza.
—Está bien, La. No es culpa tuya —dijo con voz ronca, me dio una pequeña sonrisa y tratando de ponerse en pie, gimiendo. Me puse de pie con un salto y le ayudé a levantarse. Podía oír movimiento así que levanté la mirada para ver que mi madre estaba limpiando la mesa frenéticamente.
—Lleven sus cenas a sus cuartos y coman, ¿bien? —ordenó, besándonos a los dos en la mejilla. Ella tenía que ir a donde mi padre y hacer control de daños, él estaría de mal humor por mi error y ella tenía que calmarlo antes de que pasase algo más—. Los veré a la mañana. Los quiero a los dos. Por favor estén callados, y pase lo que pase, quédense en sus habitaciones —ordenó, rápidamente besándonos otra vez y entregándonos nuestras cenas a medio comer, antes de empujarnos hacia el vestíbulo trasero. Teníamos una buena casa, cuatro dormitorios y todo estaba en un nivel. Mi padre ganaba un buen dinero por lo que vivíamos en una bonita zona, pero preferiría que la casa fuera más pequeña así no tuviera que trabajar en ese empleo. Puede que entonces fuera como el viejo Papá, llevándonos al parque y comprándome juguetes y dulces. Nico vino a mí habitación y comimos en silencio, sentándonos en el suelo cerca de mi cama. Tomó mi mano con fuerza cuando oímos a mi padre gritar a mi madre desde el salón, algo se rompió, y me estremecí. Esto era totalmente culpa mía. Empecé a sollozar así que Nico envolvió su brazo alrededor de mi hombro, apretando suavemente. Él siempre parecía mucho mayor que yo; era mucho más maduro que yo.

—Está bien. Todo está bien, La. No te preocupes —susurró, acariciándome el pelo. Una vez que me calmé, y los gritos habían cesado, jugamos a las cartas por un rato. Cuando estábamos en la mitad del juego, escuchamos pisadas fuertes viniendo por el vestíbulo. Nico se puso rígido cuando los pasos pasaron por mi puerta. No se detuvieron sin embargo, gracias a Dios. Dejé escapar el aliento que no me di cuenta que estaba aguantando y miré a Nico, quien esbozó una pequeña sonrisa.
—Mejor me voy a mi habitación, son pasadas las siete —dijo mirando a mi despertador—. Cierra con llave la puerta. Te veré en la mañana —dijo con un guiño. Salió de la habitación y lo observé arrastrarse por el pasillo hasta su habitación, se volvió hacia mí—. Cierra con llave tu puerta, La —susurró, esperando ahí, observándome. Cerré la puerta con llave rápidamente como me dijo. Poniendo mi oreja en la madera, escuché para asegurarme de que Nico hiciera lo mismo con la suya. Volví corriendo a mi cama y me tiré sobre ella, llorando silenciosamente. No podía parar, estaba sollozando y sollozando. ¡Había sido estúpida esta noche e hice que hiriera a mi hermano otra vez! Y probablemente a mi madre también, por el sonido de los ruidos en el salón. De repente, se produjo un rasguño, un ruido golpeando en mi ventana. Abrí mis ojos de golpe para ver a Peter fuera, mirándome con tristeza. Me levanté y corrí hacia mi ventana la abrí y la deslicé hacia arriba silenciosamente preguntándome qué demonios estaba haciendo aquí. ¿No debería estar en su casa?

—¿Peter, qué estás haciendo aquí? ¡Tienes que irte, ahora! —le grité susurrando, sacudiendo mi cabeza con fuerza. Pero el chico estúpido solo trepó a mi habitación por la ventana, cerrándolo silenciosamente detrás de él. Contuve la respiración, mirando a mi puerta con los ojos muy abiertos. Si mi padre lo atrapaba aquí se iba a volver loco, no le gustaba que Peter viniera y jugara en nuestra casa, siempre decía que era muy ruidoso. —¡Peter, sal! —susurré, desesperadamente intentando empujarlo devuelta hacia la ventana. Me estremecí, preguntándome que haría mi padre si hubiera escuchado abrirse la ventana y supiera que Peter estaba aquí. Peter no se movió; simplemente envolvió sus brazos alrededor mio con fuerza y me atrajo contra su pecho. Traté de empujarlo, pero él solo me sostuvo con más fuerza.

—Está bien —susurró, acariciando mi pelo. Empecé a llorar otra vez en su pecho; pensamientos de Nico siendo herido antes inundaron mi cabeza. Peter era alto para su edad; tenía diez años, igual que Nico. Ellos eran mejores amigos, y lo habían sido desde que nos mudamos hace cuatro años. Tenía el pelo castaño chocolate, el cual normalmente ponía en punta con demasiado gel, y ojos Verdes claros que eran como ventanas a su alma. Cuando Peter te miraba te hacia sentir como si pudieras volar. Era muy lindo; todas mis amigas estaban coladas por el por alguna razón. Peter y yo, sin embargo, no nos llevábamos del todo bien. Él se burlaba de mí todo el tiempo, me pone la zancadilla, me tira del pelo, y tiene esta molesta costumbre de llamarme Ángel por alguna razón, me llamó así desde el momento en que me conoció y realmente me pone furiosa. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí ahora? ¿Y por qué estaba abrazándome? Tal vez pensó que esta era la habitación de Nico, tal vez se acercó a la ventana equivocada —pero no podía estar en lo cierto porque la habitación de Nico estaba en la otra parte del vestíbulo, su ventana daba al patio trasero. Me eché hacia atrás para mirarlo. Por alguna razón él se veía tan triste; tenía lágrimas en sus ojos mientras se limitaba a seguir abrazándome. Él sabía sobre mi padre, Nico había sido cubierto por moratones una vez y le soltó la verdad a él. Nico y yo le rogamos que no dijera nada, sin embargo, nunca lo ha hecho.

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