viernes, 22 de marzo de 2013

Capitulo 28

Capitulo 28

Me desperté sobresaltada. Estaba llorando, llorando tan fuerte que apenas podía respirar. Me limpié la cara con las manos temblorosas, mientras miraba al reloj; eran casi las cuatro y media de la mañana. Me acerqué a abrazar a Peter, pero él no estaba ahí, estaba en su propia casa. ¡Oh Dios, lo necesito! Agarré mi celular y me escapé de la habitación a la sala de estar.
Stas dspierto?
Le mande un mensaje. Esperando que si estaba dormido, no lo escuchara, no quería despertarlo si realmente había logrado dormir esta noche. Casi de inmediato, mi teléfono sonó.

—Ángel, ¿estás bien? —me preguntó en cuanto respondí. Seguía llorando, no pude frenar mi respiración, mis manos estaban temblando violentamente.
—No —gruñí.
—Voy para allá. ¿Puedo ir por el frente? —Lo escuché deslizar su ventana abriéndola y el viento que soplaba por el teléfono.
—Sí —lloré. Fui a la puerta principal y la abrí, esperando parada ahí por él. 

Estuve ahí sólo por unos segundos antes de que él corriera dando vuelta en la esquina y me agarrara en un abrazo, levantándome cuando entró en la casa. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y me agarré fuerte alrededor de su cuello. Él inmediatamente apretó los labios en mi cuello, respirando hacia abajo por mi espalda y hombros hasta que mi cuerpo se relajó. Nos trasladó a la sala de estar y se sentó en el borde del sofá, todavía abrazándome con su boca en mi cuello. Cuando me calme me retiré para poder mirar su cara de preocupación.
—¿Zombies? —preguntó, viéndose un poco esperanzado. Negué con la cabeza y su cara cayó, se veía tan triste pero rápidamente se convirtió en enojo, estaba tan enfadado que parecía que una vena de su frente iba a estallar. Sólo lo abracé de nuevo sin hablar; él sabía que había soñado con mi padre, no tenía necesidad de preguntar—. ¿Quieres hablar de ello? —preguntó un par de minutos más tarde, acariciando mi espalda, con dulzura. 
—No. —Mi voz ronca de tanto llorar. Asintió y siguió frotando mi espalda—. ¿Te desperté, Peter? —pregunté, de repente sintiéndome culpable por haberlo hecho venir todo el camino hasta acá a las cuatro y media de la mañana.
—No, Ángel. No podía dormir —dijo en voz baja.
Me reí
—¿El beso no sirvió entonces? —bromeé, sintiéndome mejor ahora que estaba acá.
—No, sabía que tendría el efecto contrario —respondió, sonriendo.
Le sonreí con tristeza.

—¿Quieres quedarte conmigo por un rato? Podría poner la alarma de mi teléfono. Podríamos dormir en el sofá —sugerí. Él sonrió y nos acostó lado a lado; agarré mi celular y fui a través de la pantalla del menú hasta que llegué a la función de alarma.—. ¿A qué hora la fijo? —le pregunté, mordiéndome el labio, preguntándome a qué hora se levantaría Nico, probablemente no antes de las diez en domingo.

—¿Qué hay de la siete y media? —sugirió, tirando de mí hacia él. Programé la alarma y puse el teléfono en el piso al que podía llegar fácilmente. Él doblo su pierna sobre la mía y envolvió sus brazos fuertemente a mi alrededor, nuestras narices casi se tocaban.

Sonreí y le dí un ligero beso.

—Buenas noches, Peter. —Cerré los ojos y suspiré con satisfacción, sintiéndome a salvo y segura en sus brazos.
—Buenas noches, mi hermosa novia —susurró, besando mi nariz. Le sonreí a lo dulce que era, y caí en un sueño sin sueños dentro de minutos.

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