sábado, 30 de noviembre de 2013

Capitulo 7

Peter me agarra rápidamente en sus brazos.
 
—Estoy más que feliz de ser tu dios caliente hada padrino.
 
—¡Bájame! —me río—. Vamos. 
Capitulo 7
 
Caminamos a través de la tienda burlándonos uno del otro.
 
—¿Dónde vamos a conseguir estas cosas? —pregunta Peter.
 
—¿Tal vez en salud y belleza? No tengo idea —respondo.
 
—¡Oh! —dice Peter—. ¡Espera, necesitamos ir por este pasillo!
 
Miro y rápidamente doy un paso atrás.
 
—¡No!
 
—¡Sí, tu madre dijo eso! —Peter pone sus brazos a mí alrededor y empieza a empujarme por el pasillo de anticonceptivos.
 
Riendo grito—: ¡Peter, déjame ir!
 
—No, creo que tenemos que pasar por esto.
 
Sin poder salirme de su agarre, trato de patear su pie. Y solo me levanta en el aire.
 
—¡Déjame ir, idiota!
 
Finalmente me baja y me sostiene en mi lugar.
 
—Estoy tratando muy duro de avergonzarte.
 
—¿No crees que hago un buen trabajo por mi misma? —pregunto.
 
—Nah, necesitas mi ayuda.
 
Girando, salgo de su agarre y camino de vuelta por el pasillo.
 
De pronto, estoy de cara con Pablo.
 
—Oh —tartamudeo—. Hola.
 
—Hey —responde lentamente. Sus ojos observando a Peter. Quien está, por supuesto, parado al lado de los condones. Lo voy a matar. Pablo me mira.
 
—Le hiciste algo diferente a tu cabello.
 
—Oh —digo, poniendo la mano en mi cabeza—. Sí, lo hice hoy.
 
Peter viene detrás de mí.
 
—Creo que luce preciosa, no es que no fuera bonita antes. 
 
Con un cabeceo, Pablo dice—: No, luce bien. —La esquina de su boca se tuerce en una sonrisa.
—Bueno —interviene Peter—. Necesitamos ir por unas cosas.¿Quieres que agarre algo, Lali?

Voy a golpearlo. Voy a golpearlo y luego morirá.
 
—No —siseo.
 
Se ríe y dice—: Está biiiieeeennnn.
 
Los ojos de Pablo se abren y solo me mira.
 
—Tu cabello quedo realmente bien.
 
—Gracias —respondo tímidamente, sonrojándome.
 
—Vamos, cariño —dice Peter, tomando mi mano—. Tenemos que comprar otras cosas.
 
Empieza a empujarme pasando a Pablo.
 
—Te veo luego —tartamudeo hacia Pablo.
 
—Adiós —responde, saludando con la mano.
 
Cuando estamos lo suficientemente lejos, giro hacia Peter y susurro severamente.
 
—¿Cómo se supone que tendré una cita con él si siempre nos interrumpes cuando hablamos?
 
—Quieres lo que no puedes tener —responde Peter seriamente—. Si te arrojas a él, te convertirás en una desesperada. Si piensa que tiene que trabajar por ti, entonces es un reto. Confía en mí en esto.
 
—¿Tienes muchas citas? —pregunto.
 
Una enorme sonrisa aparece en el rostro de Peter. Se gira para mirarme con un brillo en sus ojos.
 
—¿Depende de lo que quieras decir con muchas?
 
—Como, ¿qué tanto tienes citas?
 
Encogiéndose de hombros, responde.
 
—De una vez a la semana, a veces dos.
 
—Oh —chillo—. ¿Estoy parándote de tener una cita esta semana? Puedes ir donde alguien más, si quieres. Quiero decir, hicimos suficiente por hoy.
 
—No, no necesito una cita, te tengo a ti. Ha sido un largo tiempo desde que tengo una chica… bueno, amiga. Es genial.
 
Eso me hace sonreír.
 
—Es genial tenerte como amigo, también. Sería bueno tenerte para que me aconsejes si decido empezar a salir. Nunca he estado en una antes.

—Bueno, te daré paso por paso entonces —Ríe—. Y te llamaré a media cita y preguntaré cómo está yendo. Si va mal, puedes pretender que tu casa se quema e irte.
 
Me río histéricamente.
 
—¿Las personas realmente hacen eso?
 
—Estarías sorprendida por las excusas que he tenido que dar para salir de una mal cita.
 
—Peter —lo regaño—. ¡Eso es horrible!
 
Poniendo una mirada de sorpresa, chasquea.
 
—Las chicas lo hacen todo el tiempo, y está bien. Un chico lo hace y somos catalogados como idiotas.
 
Hmmmmm.
 
—Sí, pero los papeles se invierte en eso, también. Un chico duerme con un montón de chicas y está bien. Una chica duerme con un montón de chicos y es catalogada como una puta.
 
—Ok, si un chico duerme con un montón de chicas, es un puto.
 
—Así que… —digo lentamente—. ¿Tú no duermes con todo el mundo?
 
Peter estrecha sus ojos, su expresión no tiene precio.
 
—¿Realmente quieres hablar acerca de mi vida sexual?
 
Rápidamente, sacudiendo mi cabeza, digo—: ¡No, lo siento! Olvida que dije eso. —Cubro mi rostro—. Algunas veces, digo lo que está en mi cabeza y no lo pienso.
 
—Te lo dije, si tienes curiosidad acerca del asunto, puedes preguntarme lo que sea.
 
Instantáneamente gimo.
 
—No, por favor, solo olvida que dije algo.
 
Obviamente, sin ser capaz de mantener la compostura, Peter explota en risas.
 
—La respuesta es no. Normalmente no duermo con todo el mundo.
 
—¿Por qué el tema sigue surgiendo? Esto es ridículo. ¡No más charla de sexo! —articulo fuertemente, gesticulando con mis manos.
 
Cuando levanto la mirada, veo una señora mayor frunciéndome el ceño. Oh, genial. Le doy una débil sonrisa. Aparta la mirada y camina con arrogancia pasándonos.

—Está bien, bueno, creo que tus cosas están al final de este pasillo — dice Peter, señalando el pasillo a la derecha de nosotros. Doblamos y veo las planchas de inmediatamente.
 
—Bien, necesito un secador, una plancha y algunos cepillos.
 
Tomando una plancha del estante, Peter grita—: Eso luce peligroso y posiblemente doloroso.
 
—Sí, bueno, lo necesito —digo.
 
—Creo que deberías comprar esta —dice, sosteniendo una plancha—. Es rosa.
 
Luciendo molesta, pregunto—: ¿Luzco como una chica rosa?
 
—Hmmmmm, tal vez no —responde, poniéndola en su lugar—. Oh, ¿qué hay de este?, es un rizador.
 
—¿Qué es un rizador?
 
Peter apunta a la pintura.
 
—Eso es, creo.
 
—Probablemente sería un desastre si lo intento —respondo—. Solo necesito una plancha normal. —Mirando todas las demás, tomo una y leo detrás.
 
—Hey, quiero esta. Seca y alisa. Eso elimina toda una etapa.
 
Tomándola de mí, Peter lo lee con cuidado.
 
—¿Debbie sugirió está?
 
—No —respondo—. Pero, vamos. Así no tengo que secar mi cabello.
 
—Digo…. Tomaremos este, una plancha normal y un secador. Entonces, tienes todo y algo de respaldo.
 
Bufo.
 
—¿Quién iba a saber que arreglar tu pelo requiere todo un arsenal de artefactos?
 
—Oh, necesitas tener esta secadora —exclama Peter. Él toma una y me la muestra—. Tiene una calavera en ella.
 
—Magnifico —respondo—. Mi secador malo.
 
La risa de Peter es hilarante.
 
—Cada chica debería tener uno de estos.
 
—Entonces ese es el que compraré. —Mirando de nuevo las planchas, tomo una que es plana—. Listo, ahora necesito dos cepillos diferentes y terminamos.

Peter se gira y camina por el pasillo. Lo veo y entonces me atrapo a mi misma mirando su trasero. Sacudiendo mi cabeza mortificada, hago que mis ojos miren a otro lado. ¡En serio Mariana! No siendo capaz de evitarlo. Vuelvo a mirar.
 
Entonces como si lo sintiera, Peter se da la vuelta y me mira.
 
—¿Vienes?
 
—Sí —farfullo. Mi rostro caliente y oro para que no me vea sonrojada. Esta vez me aseguro de que mis ojos miren el suelo. Cuando estoy a su lado, él solo me mira.
 
—¿Estás bien?
 
—Hmmmmm —murmuro—. Consigamos los cepillos.
 
Se encoge de hombros.
 
—Está bien.
 
Después que los tomamos, nos dirigimos hacia la caja.
 
—¿Estás segura de que no quieres que pague por esto?
 
—¿Por qué estás tan firme acerca de esto? —pregunto—. ¿No tienes facturas?
 
—Solo me estoy asegurando. No quiero repercusiones de tu mamá.
 
Sacudo mi cabeza.
 
—Tenemos dinero. Actualmente tiene un buen trabajo. Es una alcohólica funcional. Durante el día toma un poco, pero en la noche y los fines de semana, es muy diferente. Sus padres murieron antes de que yo naciera y le dejaron una herencia. Eso ha ayudado.
 
—Realmente siento que tengas que lidiar con eso por tu cuenta — dice Peter tranquilamente.
 
Mi corazón se vuelve pesado.
 
—Sí, yo también. Solía desear tener hermanos, pero sé que tendrían que aguantar esto también y no podría hacerle eso a nadie.
 
Dejamos todo en la cinta transportadora. De repente siento los brazos de Peter a mí alrededor, tira de mí contra él.
 
—Sé que no me conoces, y entiendo eso, y no quiero espantarte, pero estoy aquí para ti. No tienes que pasar a través de esto sola.
 
Levanto la mirada y sonrío.
 
—Gracias.
 
Poniendo una sonrisa maliciosa en su rostro, Peter susurra—: Debería asustarte, sabes.

—Todavía estoy esperando a que me mates y me escondas como en alguna bizarra película tipo Thriller.
 
—Sí, y no he resuelto todavía que te voy a hacer, así que en este momento, puedes seguir viva —dice Peter, entrecerrando los ojos.
 
Con una exclamación, grito.
 
—¡Genial!
 
Peter se ríe y me empuja hacia la línea. La chica en la salida no puede apartar los ojos encima de él. Veo esto y trato de no sonreír. Peter se da cuenta. Camina hacia la cajera.
 
—Hola.
 
—Hola —responde, de forma femenina, en una especie de manera risueña. Pongo los ojos en blanco—. ¿Encontraste todo lo que necesitabas?
 
—Sabes, estuvimos un poco colgados en el pasillo de los anticonceptivos, pero lo resolveremos. —Le doy a Peter una patada en la espinilla. Se inclina y grita—: ¡Ay!
 
Cruzo los brazos y sonrío.
 
—No hay necesidad de un método anticonceptivo cuando no puedes ponerte de pie.
 
Volviendo su mirada en mí, dice—: Bueno cariño, ahora no vas a necesitarlos por un tiempo.
 
—Boohoo —me quejo, como un gesto de que estoy llorando.
 
—Así que, ¿lo encontró todo, entonces? —pregunta la cajera, mirándonos.
 
Asiento con la cabeza.
 
—Sí, lo siento por él. Solo lo dejo salir fuera de la casa una vez al mes, si puede ver por qué. —Doblándose de la risa, Peter da la vuelta. Me acerco y le palmeo la espalda—. Está soltero por si estás interesada.
 
—Oh, cariño —interviene Peter—. ¿Me estás dejando?
 
—Sí —le contesto de forma dramática—. Me voy a mudar a mayores y mejores cosas.
 
Dando a la cajera su seductora sonrisa, Peter le pregunta:
 
—¿Cómo te llamas?
 
La cajera lo mira como si estuviera loco y empieza a registrar los artículos. No le toma mucho tiempo terminar.
 
—Su total es de 85.68.
 
—Ahora, tienes que pagar por tus cosas. Ya no seré quien te mantenga —dice Peter, cruzando los brazos.

—Bien —suspiro—. No sé lo que haré ahora. Oh, espera, se llama una tarjeta de débito. —Tomo la tarjeta y la paso por la máquina. Me toma un segundo recordar el pin de mi madre, sin embargo. Rara vez gasto dinero en algo.
 
Mientras la cajera me entrega mi recibo, Peter se inclina.
 
—¿Estás segura de que no quieres darme tu nombre?
 
Empiezo a empujarlo. En cuanto a la cajera, le digo.
 
—Lo siento, aún no ha comido.
 
Peter carga las bolsas y salimos por la puerta. —¡Eres demasiado divertida! —grita.
 
—Para alguien que está dispuesto a cambiar mi vida y librarme de las malvadas brujas de la escuela, ¿de seguro estás listo para avergonzarme más de lo que ellas alguna vez pudieron?
 
—Sí, pero yo puedo hacer eso porque somos amigos. Está en los principio de la amistad —responde Peter.
 
Riendo, respondo—: ¿Hay principios de amistad?
 
—Sí —dice con orgullo—. Hablaremos acerca de los principios de la amistad mientras comemos la cena. Así que, ¿quieres aprender a conducir?
 
—¡No en este auto, NO! Tampoco puedo conducir con cambios —le digo en serio.
 
Apoyado en su coche, Peter exclama.
 
—¡Qué presumida! No sólo aprendes a conducir en un GTO 1967, sino que aprendes a conducir con cambios. Eso sería increíble. Si solo hubiera sido tan privilegiado.
 
—Estás loco. —Me río—. Podemos hablar más tarde sobre cómo voy a aprender a conducir. Tengo que obtener mi licencia temporal.
 
—Haremos todo el lunes después de la escuela —dice Peter—. Debemos conseguir que corras a velocidad y tenerte conduciendo.
 
Niego con la cabeza.
 
—En verdad tienes un montón de planes para mí. ¿Cuándo vas a vivir tu vida? Tener esas citas de las que estabas presumiendo.
 
—Nunca presumí de mis citas —dice Peter—. Por lo general, terminan mal.
 
Subimos al auto.
 
—¿Por qué terminan mal?

11 comentarios :