sábado, 9 de noviembre de 2013

Capitulo 28

15 semanas para el cumpleaños de Lali

El tiempo empeoró al día siguiente. El martes amaneció con un nuevo manto de nieve. Y quince centímetros de nieve significaba que la escuela cancelaba definitivamente. Si las Orcas tienen más de diez centímetros, la isla entera cerraba.

Normalmente habría estado encantado, pero teniendo en cuenta las circunstancias en las que sabía que estaba viviendo Lali, me sentí bastante asustado y preocupado. Con todo mi ser, deseé que Lali tuviera un teléfono celular para poder llamarla y asegurarme de que no tuviera las tuberías congeladas. O que ella no estuviera congelada. En cambio, tuve que esperar hasta casi las once cuando los caminos estaban casi limpios para tomar tantas mantas extras como podía robar sin que mamá se diera cuenta. Le dije que iba a pasar el día en casa de Lali. Ella sólo me había dicho que regresara antes de las diez para que no me quedara atascado en algún lugar por la nieve.
 
La entrada de Lali estaba cubierta por una manta de nieve blanca, perfecta y fresca y por un momento no supe si iba a lograr llegar. No estaba tan seguro de lograr salir hasta que la nieve comenzara a derretirse.
 
Me estremecí al ver la casa rodante. Definitivamente no parecía caliente. Sólo podía esperar que el pequeño rastro de vapor saliendo a través de una abertura en el costado significara que estaba lo suficientemente caliente en el interior.
 
Toqué a la puerta solamente una vez antes de entrar.
 
Todo adentro estaba cubierto con una fina capa de rocío, el calor de la calefacción luchando contra del frío exterior. La casa rodante era un desastre, y no había señales de vida de Lali.

Caminando hacia su dormitorio, la encontré aún acostada en la cama, enterrada bajo un montón de mantas. Yacía allí con la boca ligeramente abierta, su cabello pegado en su frente, que parecía un poco húmeda.
 
Mi suposición era que Lali estaba enferma. No hubiera dormido así de lo contrario, especialmente teniendo en cuenta que iba a ser un día de escuela.
 
Decidiendo que la dejaría seguir durmiendo, cerré la puerta de su dormitorio silenciosamente detrás de mí. Me dirigí a su pequeño fregadero y comencé a lavar algunos de sus platos. Por lo menos no se había congelado el agua.
 
Lentamente me encargué de la casa, acomodando la cocina, tirando envolturas, barriendo el piso. Era una manera humilde de sumergirme completamente en la nueva manera de vivir de Mariana. Ella realmente no tenía nada.
 
—¿Peter? —Oí una voz ronca llamarme desde la habitación.
 
Apoyando la escoba contra la pared, caminé hacia ella, agarrando nuestro cuaderno de la mesa. Estaba apoyada sobre uno de sus codos, escudriñando en mi dirección. Lucía terrible.
 
—¿Qué hora es? —preguntó, entrecerrando sus ojos para mirar el reloj—. ¿Qué haces aquí antes de la escuela?
 
Levanté un dedo en una mano y dos en la otra, esperando que se viera como doce en lugar de tres. Nunca podía recordar las señas de cualquier número por encima de cinco.
 
—¡Mierda! —gritó, saltando de la cama. Gimiendo cuando lo hizo, su cara reflejaba dolor mientras buscaba su ropa al rededor.
 
Afuera hay quince centímetros de nieve, escribí. No hay clases hoy.
 
—Oh —dijo, su expresión se relajó al instante. Se desplomó en la cama, tirando de su pila de mantas a su alrededor.
 
¿Te encuentras bien?
 
Se encogió de hombros. —No me siento muy bien hoy —dijo, acariciando a sus mantas—. Me siento algo adolorida. Realmente espero que no haya atrapado algo.
 
Subiéndome en la cama, agarré una de las piernas de Lali de debajo de las mantas y la tiré hacia mí. Presioné mis pulgares en la planta de su pie, empecé a trazar firmes círculos en él.

—Eso se siente realmente bien —dijo, cerrando sus ojos, su cuerpo entero comenzó a relajarse en su desgastada cama.
 
Miré alrededor de la habitación de Lali. Su ropa estaba por todas partes, mezclada con cuadernos, libros de texto y hojas. Lali era más desordenada que yo. No creía que las chicas tuvieran permitido ser descuidadas.
 
En la pequeña mesita de noche junto a su cama, me encontré con una bolsa de color oro con costura intrincada y adornada, rojo oscuro. Estaba un poco abierta, y en el interior pude ver tubos de colores, toda la bolsa llena de ellos.
 
Los brillos de labios de la mamá de Lali.
 
Me tomó un minuto notar que la pierna y el pie de Lali estaban totalmente sueltos en mis manos. Se había vuelto a dormir. Bajé su pie suavemente, me recosté junto a ella, con un montón de mantas debajo de mí. Descansé mi cabeza sobre mi brazo, sólo me quedé allí y estudié el rostro de Lali.
 
Sus pestañas largas y perfectas se aventaban sobre sus mejillas. El maquillaje de ayer todavía se aferraba a ellas. Su nariz era delgada y redonda, casi me recordó a la nariz de los niños pequeños. Todos los niños tenían narices lindas; Lali nunca perdió la suya. Sus labios eran perfectos y rosas. Por una vez parecía como si no hubiese nada en ellos.
 
Dio un pequeño suspiro, acercándose un poco hacia mí. Su brazo rodeó mi pecho. Con cuidado de no despertarla, tomé su mano en la mía, presionando ligeramente mis labios contra su piel.
 
Pensé en la Navidad que se aproximaba. Sólo cuatro días. Nunca había tenido una novia antes por lo que no sabía que se suponía que tenía que regalarle a Lali. Quería que fuera algo especial, no sólo alguna cosa estúpida por la que ella diría gracias y nunca la miraría otra vez. Iba a ser difícil conseguir algo bueno ya que no tenía trabajo.
 
Lali durmió durante otra hora, sus ojos finalmente comenzaron a abrirse y se enfocaron en los míos.
 
—Hola —dijo, con una pequeña sonrisa sobre sus labios. Nunca había visto algo tan perfecto.
 
Sonreí, metiendo un mechón de pelo detrás de su oreja.
 
—Podría acostumbrarme a despertar a tu lado.

Estaba sorprendido por un comentario tan serio de Lali. No conseguía escuchar cosas como esas muy a menudo.
 
Pero aprovecharía lo que pude conseguir.
 
Yo también.
 
—Me siento asquerosa —dijo, rompiendo el hechizo que se había tejido entre nosotros tan rápido como se había formado—. Aunque me siento un poco mejor. No tanto como si me estuviera cocinando desde adentro hacia afuera. Creo que voy a meterme en la ducha, ¿si no te importa?
 
Sacudí mi cabeza, tratando de alejar los pensamientos de unirme a ella.
 
Lali cerró la cortina del baño detrás de ella y escuché el agua salpicar. Empujé su ropa interior con la punta del zapato, tratando de no imaginar cómo se vería en ella.
 
—Así que ¿qué quieres hacer hoy? —dijo Lali desde la ducha. Me senté allí incómodamente durante un momento, incapaz de responder. Un poco más bajo, oí a Lali murmurar—: Duh. —A sí misma. Sólo sonreí y moví mi cabeza.
 
No podía culpar a Lali por olvidarlo a veces. Había momentos interminables cuando me encontraba formando palabras en mis labios, tomando aire antes de que salieran las palabras. Pero no lo hacían. Se quedaban atrapadas dentro de mí, eventualmente tenían que encontrar su camino hacia fuera a través de mis dedos y en una hoja si realmente querían salir.
 
Lali y yo acabamos pasando todo el día afuera, jugando en la nieve. Hizo algo creativo con un trozo de plástico duro y una cuerda, convirtiéndola en un trineo. Su energía pareció regresar mientras nos lanzábamos bolas de nieve, hicimos una familia entera de muñecos de nieve y creamos un iglú de un tamaño bastante impresionante. Seguí preocupándome por Lali y su pelo mojado mientras estábamos fuera. Las puntas de su cabello castaño oscuro se convirtieron en carámbanos. Lali se burlaba implacablemente sobre que yo me preocupaba demasiado, preguntándome cuándo me había vuelto tan niña.
 
Había oscurecido una hora antes que entráramos en la casa rodante. Nuestras ropas estaban empapadas, ninguno de nosotros tenía ropa de nieve de verdad.

Los dientes de Lali chocaban mientras se quitaba su abrigo en la cocina/comedor. Los dedos de mis pies y los de las manos estaban totalmente entumecidos. Torpemente me quité mis tenis empapados. Estuvimos parados allí incómodamente por un momento, los dos estábamos completamente empapados, y yo no tenía nada que ponerme.
 
Una sonrisa comenzó a formarse en la cara de Lali, tan lenta que no noté que estaba allí hasta que pasó un tiempo. Había una mirada que se formó en sus ojos que nunca había visto antes. Era la mirada de desear algo y no luchar contra el deseo de tener ese algo.
 
Mi cuerpo entero pareció saltar a la vida cuando cruzó la pequeña cocina hacia mí. Su mano llegó a mi nuca, su piel tan fría como el hielo contra la mía. Pero no me importaba ni un poco.
 
La otra mano de Lali empujó mi abrigo de mis hombros mientras nuestros labios se reunían. Mi abrigo cayó al piso con un sonido mojado, los labios de Lali se volvieron más urgentes. Hoy sus labios sabían cómo algodón de azúcar.
 
La electricidad recorría mi sangre a la vez que las manos de Lali se deslizaron hasta el dobladillo de mi camisa. Muy lentamente, levantó la lujosa tela, enviando escalofríos a través de mi piel mientras la levantaba y sacaba por mi cabeza, nuestros labios se separaron un momento para sacarla.
 
Me asustó que no hubiera notado que mis manos se deslizaron debajo de la camiseta de Lali hasta que la había levantado sobre su cabeza. No quería pensar en que podía perder el control de esa manera, pero no quería parar. Al parecer, tampoco Lali. Ella se deshizo de sus jeans mojados antes de que incluso pudiera dejar a mis ojos recorrer lo que llevaba debajo de esas mojadas prendas.
 
El mundo nunca pareció ser más real o brillante que cuando vi a Lali allí de pie en casi nada. La tela azul oscura se aferró a su piel en formas que me hizo sentir vértigo y a mi aliento atrapar en mi pecho.
 
Mis ojos se encontraron con los de ella y vi esa cosa que nunca había visto antes. Estar con Lali era todo sobre bailar alrededor de paredes y buscar puertas invisibles. Pero en ese momento, no había paredes que saltar, sólo estaban sus ojos color chocolate, buscando para ver lo que pensaba de ella.
 
Sostuve sus ojos mientras colocaba mi mano en su mejilla. Su piel se sentía genial contra la mía. Esperaba que ella pudiera ver cuán hermosa pensaba que lucía en ese momento. Fue doloroso que no pudiera formar las palabras, mi pecho dolía realmente reteniéndolas. Pero vi la suavidad en sus ojos y supe que sabía que la amaba, aunque no me dejara decir las palabras.
 
—Ven a calentarte conmigo —dijo en un susurro, sus labios acariciando los míos mientras hablaba contra mi piel. Bajando su mano, desabrochó el botón superior de mis pantalones. No me tomó más de un segundo deslizarme fuera de ellos. Enganchando su dedo índice en la cintura de mis bóxers, me jaló hacia el baño. Abrió el agua caliente, empujándome después con ella.
 
El agua quemó mi piel pero ni siquiera lo noté mientras mis ojos recorrían nuevamente a Lali, usando nada más que un sujetador y bragas. Lali se mordió el labio inferior, mirándome por debajo de sus oscuras pestañas perfectas.
 
Nos quedamos en esa ducha hasta que el agua caliente se agotó, nuestros labios sellándose, nuestras manos explorando la piel del otro. Lali aplazó lo importante, pero apenas. Sentía mi cabeza ligera y mis rodillas débiles cuando Lali soltó una mitad risa, mitad gritó cuando el agua se vertió sobre nosotros, helada.
 
Ambos salimos dando tumbos fuera de la ducha, nos envolvimos en toallas. Caímos en su cama, enterrándonos bajo las mantas y almohadas. Recostados uno frente al otro, nuestras narices sólo a medio centímetro.
 
—Este ha sido el mejor día que he tenido en un mucho tiempo —dijo Lali, con una sonrisa feliz y perezosa en el rostro—. Se siente agradable ser... yo. Simplemente ser yo contigo.
 
Sonreí, presionando brevemente mis labios sobre los suyos. La emoción del día estaba acabándose, dejando mi cuerpo sentirse pesado y lento.
 
Los ojos de Lali se desviaron hacia abajo, descansando en mi garganta. Estudió las cicatrices, el enorme agujero que nunca iba a desaparecer. Sus dedos calientes se levantaron para tocar la piel allí.
 
—Has sido increíble para mí, Peter —dijo tranquilamente, con sus ojos todavía en mis cicatrices. Guardó silencio por un segundo. Finalmente, sus ojos se reunieron con los mis otra vez—. Gracias.
 
Torpemente, hice la seña de de nada. Las palabras Te Amo querían liberarse de mis labios con tantas ganas en ese momento. Pero se quedaron atrapadas en mi garganta, seguras, donde no arruinarían nada.

8 comentarios :