sábado, 2 de noviembre de 2013

Capitulo 16

1 hora desde la asamblea

Gaston me lleva a casa después de la escuela. Cómo se las ha arreglado para conseguir un nuevo coche tan pronto es algo que no sé. En cierto modo me molesta bastante si soy honesto. Pero es agradable volver a la normalidad, aunque sea sólo un poco, volviendo a casa desde la escuela con uno de mis mejores amigos.

Gaston me dejó en mi casa, donde la gigantesca camioneta de mi madre ya estaba aparcada en el camino de entrada. Me di cuenta de que había una bicicleta con un remolque enganchado a la parte posterior de la misma aparcado junto a él. Yo había visto esa bici antes.

Abrí la puerta principal y entré para ver a mi madre hablando con una cara conocida.

—Peter —dijo mamá, saltando como si hubiera sido atrapada haciendo algo malo—. Estás en casa. ¿Recuerdas a Kali?

No habría dicho que le recordaba. Todo el mundo siempre veía a Kali alrededor de la ciudad montado en su bici con su remolque enganchado detrás. Kali tenía la piel oscura como la tinta y la cabeza llena de rastas. Era difícil pasar por alto a Kali.

Me limité a asentir.

—Bueno —dijo mamá, pareciendo ligeramente incómoda—. Kali sabe el lenguaje de signos desde que era un niño y cuando oyó lo que te sucedió, se ofreció voluntario a ayudar a enseñarte.

Se me formó un nudo en el estómago.

—Mi madre nació sorda, igual que mi hermana pequeña —dijo Kali. Tenía un acento haitiano que hacía que algunas de sus palabras fueran difíciles de entender—. Tuve la suerte de nacer con audición, pero con solo nosotros tres, conocía el lenguaje de signos mejor de lo que sabía hablar. Pensé que quizás podría ayudarte.

Ya estaba harto de toda esta atención. No quería nada más que recuperar mi vida normal, volver a los días en los que pasaba las tardes practicando fútbol y retrasando mi tarea. No los días de volverme loco alrededor de Lali y de que el hombre loco de la ciudad me ofrezca su ayuda.

—¿Te parece bien, Peter? —preguntó mamá.
  
¿Cómo se supone que voy a decir que no? Eso habría sido grosero y desagradable.

Hice el más pequeño asentimiento.

—Genial —dijo mamá, sus hombros relajándose notablemente—. Os dejaré solos, entonces.

Y así, mamá salió de la habitación y entró en la cocina, dejándonos solos.

Incómodo.

—¿Quieres lanzar algunos aros? —dijo Kali, una pequeña sonrisa en su oscuro rostro.

Le fruncí el ceño a Kali, sin saber si le había oído bien. Pensé que se suponía que esto iba sobre cómo hablar con nuestras manos, no sobre cómo utilizarlas para lanzar un balón.

—No he jugado en mucho tiempo —dijo dirigiéndose a la puerta principal—. Me imagino que es probable que tú tampoco.

Miré en dirección a la cocina, captando de reojo a mamá espiando. Ella simplemente asintió con la cabeza y me hizo un gesto con la mano para que fuera. Así que dejé la mochila en el suelo y seguí a Kali al exterior.

Papá había instalado un pesado aro de baloncesto de alta resistencia sobre nuestro camino de entrada justo después de que nos trasladáramos a la isla hace catorce años. Estaba bastante estropeado y necesitaba una nueva red, pero se conservaba bastante bien considerando lo mucho que se había usado a lo largo de los años.

Kali cogió una pelota que había en la base del aro y comenzó a botarla. Lanzó y encestó tranquilamente, ya que cayó a través de la red. Kali me dedicó una sonrisa deslumbrante y alzó los puños en el aire. No pude evitar devolverle la sonrisa mientras iba detrás de la pelota.

Me giré hacia el aro, a punto de lanzar, cuando Kali llamó mi atención.

Hizo un movimiento con sus manos, repitiéndolo tres veces. —Ese es el signo para puntuación —dijo, asintiendo con la cabeza para que siguiera adelante y lanzara. Lancé. Rodeó el borde dos veces antes de caer a través de la red.

—Y esto —dijo Kali, haciendo otro movimiento—, significa baloncesto.

Hice otro lanzamiento, dejando que la pelota rebotara junto a la camioneta sin causar daños mientras repetía los movimientos que había hecho Kali.

—Bien —dijo Kali, sonriendo y asintiendo—. Y esto —Hizo otro movimiento—, significa jugar. Si los juntas, significa “jugar al baloncesto”. —Hizo los tres signos juntos. Miré sus manos de cerca, asegurándome de que lo haría bien cuando lo intentara.

Mucho más lentamente, repetí los movimientos de las manos de Kali.

—¡Lo tienes! —dijo Kali alentadoramente—. No pasará mucho tiempo antes de que mantengamos toda esta conversación con lenguaje de signos.

Intenté dedicarle una pequeña sonrisa, cogiendo la pelota otra vez. La lancé, mirándola mientras atravesaba la red. La temporada de baloncesto empezaría otra vez en un mes. ¿Sería capaz de jugar?

A medida que continuamos jugando al baloncesto durante la siguiente hora, Kali me enseñó otros términos de deportes en signos, riendo y bromeando todo el tiempo.

No paso mucho tiempo antes de que yo también me riera silenciosamente con él.

Quizás Kali no estaba tan loco como todo el mundo pensaba.

Quizás a veces yo era tan culpable como el que más por juzgar demasiado rápidamente.


La psicóloga me dijo que escribiera, así que aquí estoy.
 
No estoy exactamente seguro de qué se supone que tengo que decir. Creo que ella quiere que escriba sobre lo enfadado que estoy con el mundo, o quizás enfadado conmigo mismo. Creo que se supone que derrame todos mis sentimientos en esta página, con la que no me siento como si se lo estuviera diciendo a alguien más. 

Pero no sé muy bien qué decir.

No ser capaz de hablar apesta. No hay duda sobre eso. Muchas veces me siento casi como si estuviera atrapado dentro de mí mismo. Como si al no ser capaz de hablar o gritar o chillar o reír fuera a explotar. Una gran parte del tiempo me siento casi como si me estuviera ahogando.

Y cuando pienso en el hecho de que no voy a ser capaz de hablar durante el resto de mi vida… eso parece demasiado tiempo como para comprenderlo siquiera. Puedo lidiar con no poder hablar durante la próxima semana, el mes que viene. ¿Pero para siempre...?

Por supuesto que me arrepiento de esa noche en la que todos nos emborrachamos. Muchas veces simplemente pienso, bueno, ¿en qué estaba pensando? Mamá tenía razón. Todos los adultos tenían razón. Acerca de mantenerme alejado de las drogas y el alcohol. Y lo más estúpido es que creo que todos los adolescentes saben eso. Todos sabemos que se supone que no tenemos que hacer las cosas que nuestros padres nos dicen que no hagamos. Pero es por eso por lo que lo hacemos. Porque ellos nos dicen que no lo hagamos. 

¿Cómo de estúpido por mi parte es que mi mayor arrepentimiento sobre todo esto es lo que no le dije a Lali? No dejo de pensar en eso, una y otra vez, cada hora de cada día, como un pollo sin cabeza. ¿He querido decirle a Mariana que la amaba durante cuántos años ya? Y ahora nunca tendré la oportunidad de decírselo. 

Lo que más lamento es aquello que no dije… 

Supongo que eso debería darme una lección acerca de la dilación o algo, ¿verdad? Acerca de no posponer las cosas realmente importantes de la vida.

La vida puede ser bastante cruel a veces.

15 comentarios :