domingo, 3 de noviembre de 2013

Capitulo 22

8 horas desde recoger a Lali...

En algún momento alrededor de las 17:30, los abuelos y Julia se dirigieron de vuelta hacia el transbordador para ir a casa. Lali y yo nos ofrecimos a lavar los platos, cosa que hicimos en el cómodo silencio que habíamos experimentado aquel día en el lago. Pero en este día de Acción de Gracias, el día en el lago ya no parecía real.


—Bueno —dijo Lali mientras se secaba las manos, todos los platos lavados—. Creo que comenzaré a caminar a casa.

Hice la señal para riendo, transmitiendo a través ella el mensaje de muy graciosa.

—En serio, está bien —dijo. De repente sonando nerviosa—. No me importa caminar.

Habiendo encontrado una pluma en mi bolsillo, cogí una toalla de papel y garabateé: Está completamente negro afuera, y lloviendo.

Mi cara debe haberse visto bastante molesta, porque la de Lali de pronto se endureció, entrecerrando sus ojos. —Bien —dijo, su voz aguda y fría.

Dándole una rodada de ojos, me di la vuelta y caminé hacia la puerta. La familia entera le dijo adiós a Lali mientras ambos salíamos a la calle, ella devolvió sus adioses calurosamente. Estos días se sentía como si sus sonrisas nunca fueran lo bastante reales cuando me miraban.

Ninguno de nosotros dijo nada mientras nos metimos en el Bronco, ambos golpeando las puertas cuando entramos. Podía decir que había algo en la mente de Lali de nuevo mientras salía de la calzada. Ni siquiera lo había puesto en marcha antes de que explotara.

—¿Cuál es tu problema, Peter Lanzani? —gritó prácticamente. La miré cuando empecé a salir hacia adelante, mis cejas juntándose—. Además de tu estúpido accidente, tienes la vida perfecta y estás deprimido como... no sé, ¡como un pequeño bebé malcriado!

Quería gritarle de regreso, preguntarle cómo se atrevía, pero sólo pude fulminarla con la mirada, mirando entre ella y la carretera.

—Tienes una familia, ¡una que te ama! —Continuó, con la cara cada vez más roja—. Tienes un techo sobre tu cabeza y comida más que suficiente para comer. Tus amigos pueden no “captarlo”. —Hizo una pequeñas comillas en el aire—. Pero aún están tratando de estar allí para ti. Y todo lo que puedes hacer es aislarte del mundo y sentir lástima por ti mismo.

No había nada como recibir gritos y no ser capaz de defenderte. Encendí las direccionales, a punto de girar al Camino del Bosque Encantado.

—No —dijo de repente Lali, sacudiendo la cabeza—. Ya no vivo ahí. Corta a través de la ciudad y empieza a salir hacia el lago.

No me había dado cuenta de que Mariana se había mudado.

Mantuve mis ojos hacia adelante, tratando muy duro de no mirar a Lali mientras me dirigía hacia el pueblo. Pero podía decir que los ojos de Lali estaban sobre mí. Podía sentir la ira saliendo de ella.

—Hay algo que quiero mostrarte —dijo de pronto, mirando a través del parabrisas y hundiéndose en el asiento—. Creo que es algo que tienes que ver.

Seguí las instrucciones de Mariana, a través de la ciudad, girando a la derecha en la Tienda de la Esquina, y saliendo hacia el lago. No habíamos avanzado más de dos kilómetro desde la Tienda de la Esquina, sin embargo, cuando me dijo que fuera hacia la izquierda por un camino de tierra.

Como muchos de los caminos en Orcas, éste estaba cubierto, todos los árboles empujando de vuelta en el corte del hombre a través de su territorio. Helechos estaban brotando entre las huellas de los neumáticos y la grava se veía arrastrada en más de un lugar. Condujimos en silencio durante un minuto por ese camino hasta que una pequeña casa apareció a la vista. Empecé a detenerme delante de ella.

—No —dijo Lali, agitando la cabeza—. Sigue por detrás.

Le di una mirada burlona, pero hice lo que me dijo, siguiendo por el lado de la casa a la parte posterior.

Había una vieja casa rodante aparcada justo detrás de la casa, fuera de la vista desde la entrada. Una manguera de jardín verde iba desde la casa a la casa rodante, y otra línea naranja que asumí era un cable de alimentación. La casa rodante estaba cubierta de musgo, el mismo musgo que reclamaba en la isla todo lo que no se ha mantenido.

—Vamos —dijo Lali, saliendo del coche. Su comportamiento era todavía frío mientras salía tras ella. Se acercó a la casa rodante y subió las tambaleantes escaleras. Abrió la puerta y entró, yo siguiendo justo detrás de ella, con nuestro cuaderno en mano.

El interior estaba más limpio que el exterior, pero todavía estaba oscuro y viejo. Una pequeña cocina que consistía en un pequeño mesón abarrotado y el lavabo. La mesa del comedor estaba cubierta de libros de texto y páginas de cuadernos. Al fondo había una puerta que daba a lo que parecía un dormitorio, un armario de escobas y un cuarto de baño.

Miré a Lali, en busca de una explicación de lo que estábamos haciendo aquí en vez de ir a la casa.

—Aquí es donde vivo, Peter —dijo, sus ojos sosteniendo los míos con firmeza—. Completamente sola.

No seguro de si lo estaba haciendo correctamente, hice las señales de dónde y mamá.

Lali no respondió de inmediato. Sus ojos enrojecieron y un poco de humedad se juntó en ellos, pero nunca dejaron los míos.

—Mi madre murió en agosto —dijo, con la voz quebrada.

Sólo seguí mirando a Mariana, mi cerebro no del todo procesando las fuertes palabras que acababa de pronunciar. Los chicos de nuestra edad no tienen que decir frases como esas.

Dejando caer sus ojos de mi rostro, Lali resopló, limpiándose una lágrima que se había liberado sobre su mejilla. Caminó de regreso hacia el dormitorio, y aturdido la seguí. Se dejó caer en la desordenada cama y me senté a su lado.

Abriendo nuestro cuaderno y sacando una pluma de mi bolsillo, escribí. No lo entiendo.

Lali leyó mi escritura, resoplando de nuevo, luciendo agotada por completo. Finalmente, levantó sus ojos para encontrar los míos.

—Mi mamá renunció a su trabajo en junio —comenzó Lali—. Estaba cansada de todos los viajes y yo no quería viajar más con ella; se estaba volviendo demasiado agotador con la escuela. Ella no quería dejarme sola todo el tiempo. La misma semana que renunció, fue al médico porque no se estaba sintiendo muy bien. Una semana más tarde nos enteramos que tenía cáncer cerebral en etapa cuatro. Siempre había descartado sus dolores de cabeza como estrés del trabajo. Solía bromear y decir que su audición estaba disminuyendo porque se estaba haciendo vieja.

Y esa era la verdadera razón por la que Lali comenzó a tomar lenguaje de señas.

Dejé escapar un largo y lento suspiro, apoyándome hacia atrás en mis manos, como si necesitara dar algo de espacio a la enorme cosa que acababa de ser revelada. Esto era mucho, mucho más grande de lo que jamás hubiera esperado.

—Solo unas pocas personas en la isla sabían —continuó Lali—. Mamá no quería que las personas sintieran pena por ella, ¿sabes? —Lo sabía—. Así que lo mantuvo en secreto. No fue tan difícil, no muchas personas en la isla realmente conocían a mamá porque estaba siempre fuera.

—No mucha gente sobrevive a la etapa cuatro del cáncer cerebral. Para ese momento ya es demasiado tarde. Lo fue para mi mamá. Dijeron que podría comenzar tratamientos, pero eso sólo iba a ralentizarlo por algunas semanas y sólo iba a hacerla sentir enferma todo el tiempo. —El labio inferior de Lali se estremeció un poco—. Sólo tuvo diez semanas después de que nos enteramos. Teníamos un poco de dinero ahorrado después de que renunció a su trabajo, pero en ningún lado era lo suficiente para pagar todas las facturas del hospital. Pusimos la casa en venta a principios de agosto, con la esperanza que podríamos mantenerla en el hospital durante un poco más, darle otra semana o algo así. La casa se vendió tan sólo ocho días antes de que muriera. Firmó todos los papeles de la venta en el hospital.Conseguimos el dinero para ello el día que murió.

Las lágrimas se deslizaban libremente por el rostro de Lali ahora. Extendí una mano y cepillé un flujo de ellas de su mejilla derecha. Cerró los ojos, presionando su mano contra la mía, atrapándola contra su rostro.

—Nadie nunca vino a buscarme, Peter —dijo en un ronco susurro, con los ojos aún cerrados—. Hablé con la gente, pensé que mis abuelos iban a venir, o Carlos, mi padre. Servicios infantiles se encargó de ver quién tomaría la custodia. Pero nunca nadie vino por mí.

—Finalmente cogí un autobús después de que mamá fue enterrada en Everett, y volví a la isla. Para entonces comprendí que estaba por mi cuenta. Así que tomé lo que nos quedó de dinero, después de que vendimos la casa, pagamos las cuentas de mamá, y compré esta mierda de casa rodante. Esa casa es sólo una casa de verano así que me imagino que está bien que me quede aquí hasta que regresen en junio.

Levanté mi otra mano hasta el otro lado de la cara de Mariana. Abrió sus ojos para mirar a los míos, pareciendo tan insegura. Sólo pude mirarla fijamente.

Esto explicaba todo. Por qué Lali se había alejado de todo el mundo tanto este año. Por qué había perdido tanto peso. No tenía dinero para comida. Y su mamá no había estado atascada en un aeropuerto, hoy en día en Acción de Gracias. Se había ido hace mucho.

Lali estaba más sola de lo que jamás podría haber imaginado.

—Así que entiendes por qué estaba tan enojada antes —dijo, manteniendo mi mirada—. Tal vez no puedas hablar más, y eso apesta. Pero todavía tienes familia. Aún tienes una casa. Todavía tienes comida. —Su respiración salía pesada y cansada—. Aún lo tienes todo Peter, y simplemente no lo has visto.

Sentí que algo picaba detrás de mis ojos y me sorprendí cuando una lágrima rodó por mi mejilla. Quería decirle que lo sentía. Quería recuperar la totalidad de los últimos siete días. Quería meterme en un agujero y desaparecer.

Habían cosas mucho peores que podrían sucederte que perder tu voz.

Abriendo el cuaderno otra vez, me puse a garabatear una confesión. Tenía que decírselo ahora.
  
La noche que tuve mi accidente, escribí. Venía a verte. Estaba borracho, pero los chicos me convencieron. Venía a decirte...

Mariana arrancó la página de mis manos, leyendo lo que escribí. Miré su cara, confundido, al borde de estar herido porque no me dejaría escribirlo.

—No lo digas —susurró, con los ojos fijos en mi cara, sus ojos brumosos. Negó con la cabeza—. No digas eso.

Todo dentro de mí quería decir pero es verdad. Mi mano se elevó a un lado de su cara otra vez. Los ojos de Lali estudiaron mis labios y yo estudié los suyos. Cada uno se acercó más hasta que nuestras frentes se tocaron. Se sentía como si corrientes de electricidad estuvieran pasando a través de los dos, haciéndome sentir como si me fuera a derretir por la intensidad.

Quería susurrarle un millón de cosas a Lali, todas las cosas que no dije, pero no pude. Así que en lugar de eso, me incliné hacia delante y dejé que mis labios le mostraran.

Los labios de Lali fueron vacilantes al principio, como sobre-analizando si iba a lamentar hacerlo. Y luego se suavizaron bajo los míos. Su mano fue a la parte de posterior de mi cuello, mientras mis manos apretaban su espalda.

Había mucho dolor en ese beso. Había tanto dolor y tanto miedo en él. Sentí las lágrimas rodando por nuestros rostros. Pero, en ese beso, había incluso más que deseo. Los dos queríamos sofocar ese dolor, no tener tantas cosas horribles en el pasado demasiado reciente, sólo ser normales, hacer el tipo de cosas con el que se suponía debíamos lidiar, además de la muerte y la discapacidad.

Lali se movió sobre mí, presionándome contra la cama. Sus labios se movían con los míos de una manera que era tan familiar que podría haber jurado que lo había hecho miles de veces antes. Y sin embargo era tan nueva, no quería parar nunca porque tenía miedo de que si lo hiciéramos, me daría cuenta de que nada de esto era real.

Los labios de Lali sabían a fresas y plátanos.

Lali se echó hacia atrás alejándose, sus ojos estudiando los míos. Tenía esa mirada de nuevo, como si hubiera algo en su mente.

Como si pudiera leer ¿qué? en mi cara, ella respondió.

—Me has gustado durante un tiempo, Peter —dijo ella—. Quería hacer algo al respecto este verano, pero entonces mamá enfermó y no podía estar preocupada por el chico que me gustaba cuando mi madre se estaba muriendo. —Se detuvo un segundo, estudiando mis ojos de nuevo—. Sólo quería que lo supieras.

Rocé la palma de mi mano contra su mejilla, mis ojos aún fijos en ella.

No me había dicho que me amaba. Creía en Lali cuando había escrito acerca de no creer en el amor. Pero había dicho que por lo menos le gustaba.

En ese momento, eso significaba todo.

Levanté la cabeza de la cama y presioné mis labios contra los suyos brevemente. Sonrió de una manera que nunca había visto antes. Me comprometí a hacerla sonreír así, tanto como me fuera posible.

Me estiré en la cama por nuestro cuaderno y la pluma.
  
Esto cambia las cosas, escribí, girándolo para que pudiera verlo.

—Sí —sonrió, besando mis labios de nuevo—. Así es.

Pasamos las próximas dos horas hablando, llenando un total de diez hojas de papel. Le pregunté cómo sobrevivió, de dónde sacó el dinero. Me sorprendió cuando me dijo que hizo dinero de una chica que iba a una escuela preparatoria en Seattle, haciendo la tarea para ella y enviándola en línea.

Me dijo que tenía miedo que alguien finalmente se daría cuenta de que todavía estaba aquí y tratara de venir a llevársela. El plan siempre fue ir a la Universidad de Washington después de la graduación y obtener su título de enseñanza, pero para asegurar su beca necesitaba asegurarse de mantener su condición de Valedictorian(graduados con las mejores calificaciones.), y no podía hacer eso a menos que se quedara aquí en la Secundaria Orcas.

Sólo tenía que permanecer escondida durante las siguientes diecinueve semanas hasta que cumpliera dieciocho años.

Hace unas tres semanas que había movido la casa rodante a esta casa desde algún lugar pasando justo el campo de golf cuando los propietarios regresaron a su casa. Y hace unas semanas, se había visto tan terrible porque había estado tres días sin electricidad. Algunos roedores habían masticado sus cables. Quedé impresionado que los hubiera reparado por su cuenta.

Ya no podía sentir lástima por mí mismo, lo sabía. Al ver lo que Lali tenía que vivir, cómo había seguido su camino después de que lo había perdido todo, todo, me hacía sentir como un criminal. Yo tenía todo, excepto una voz. No iba a perder más tiempo actuando como un idiota y dejando pasar mi vida sin vivirla.

Prometí vivir cada segundo de ella, después de ese día en la casa rodante de Lali.

8 comentarios :

  1. Aaaaaaaaaaaa al fin me re contre súper encanta jajaja
    Que lindos lali y peter pobre lali todo lo que esta viviendo
    Espero que de ahora en adelante estén juntos lali y peter
    Subí más noveeee

    : D

    ResponderEliminar
  2. Awwww!!Son una ternurita!!Que feo lo que le tocó vivir a Lali!!Estás escribiendo una historia hermosa!!Felicitaciones!!Siempre me dejas con ganas de seguir leyendo!!
    Besos!!

    ResponderEliminar
  3. Pobre lali, menos mal qe peter lo entendi o porque sino lo mataba yo jajaj

    Arii

    ResponderEliminar
  4. A veces nos centramos en nuestra propia desgracia, o pena ,k no vemos k gente a nuestro alrededor ,y tal vez cercana ,lo pasa verdaderamente mal.

    ResponderEliminar
  5. eso es de una novela que se llama "what i didn't say " y los protagonistas se llaman samantha y jake

    ResponderEliminar