Capitulo 40

5 semanas para el cumpleaños de Lali

Hablé con maestros de Lali el siguiente el lunes cuando volvimos a la escuela. Y finalmente les dije la horrible verdad. Acordaron trabajar con ella para que continuara haciendo todas sus tareas escolares a larga distancia. Ignoré a Paula lo mejor que pude. Todo en mí quería vengarse. Ella había arruinado mi vida por lo que estaba en mi naturaleza humana querer arruinar la suya. Pero la venganza no iba a devolverme a Lali. Y Paula estaba muerta para mí. Ni siquiera podía mirarme.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó Nico mientras nos sentamos en The Market para comer el almuerzo.
 

Sólo me encogí de hombros mientras comía mi burrito.
 

—No puedo creer que se la llevara así como así —dijo Gaston, arrojando chorros de kétchup en sus jojos—. Ella ni siquiera conoce bien al tipo, ¿cierto?
 

Sacudí la cabeza y abrí mi pluma. No lo ha visto desde que tenía seis años.
 

—Diablos —dijo Nico, sacudiendo la cabeza—. Por lo menos cumplirá dieciocho pronto.
 

Asentí.
 

—Un montón de chicos van están empacando por lo de la Constitución y acamparán el jueves desde el viernes fuera de la escuela — dijo Gaston, discretamente cambiando de tema—. ¿Quieres venir?
 

Lo pensé por un segundo. Realmente lo que quería hacer era acorrucarme en posición fetal y yacer en coma durante unas semanas. Pero simplemente no podía dejar de vivir durante los próximos treinta y tres días.
 

Seguro, escribí.

5 semanas para el cumpleaños de Lali

Esa noche, me senté en el ordenador en el desván, y sin pensarlo navegué en Internet. Estaba leyendo algo en Facebook, cuando un cuadro en la esquina derecha apareció de repente.
 

Un mensaje de Mariana Esposito: ¡Oye! ¿Estás ahí?
 

Mi corazón saltó a mi garganta. No tenía forma de ponerme en contacto con Lali, ya que ella no tenía celular y yo no había tenido la oportunidad de obtener el número del Sr. Talarico
 

Peter: ¡Hola! ¡Estás como nunca en Facebook! ¿Tu padre te dejó usar la computadora?
Lali: Ugh, no. Estoy en la biblioteca. Un tipo raro sigue mirándome desde un ordenador cercano.
Peter: ¿Quieres que le patee el culo por ti?
Lali: ¡LOL! Si tan sólo pudieras.
Peter: Te extraño como loco.
Lali: Sólo han pasado dos días.
Peter: Aún así te extraño.
Lali: Te extraño también. Esto apesta.
Peter: Tengo toda tu tarea. Los maestros van a mantenerte al tanto de las clases mientras estés ausente.
Lali: ¿Qué haría sin ti?
Peter: Hago lo que puedo.

Lali: Papá estuvo fuera casi todo el tiempo que he estado aquí. Viene a casa como a las tres de la mañana, totalmente perdido.
Peter: Tal vez voy a tener que ir y secuestrarte.
Lali: No creo que sea una buena idea. Está súper paranoico. Apenas me deja salir de casa.
Peter: Estoy preocupado por ti.
Lali: Voy a estar bien. No creo que haga nada.
Peter: Ojala SUPIERA que no hará nada.
Lali: Me tengo que ir. Se supone que sólo estaría aquí durante quince minutos y he usado la mayor parte del tiempo para hacer la tarea.
Peter: ¿Puedes hablar de nuevo mañana? ¿A la misma hora?
Lali: Lo intentaré.
Peter: Ya estoy contando las horas.
Lali: Duerme bien.
 

Te amo, escribí, pero sólo en mi mente.
 

Y entonces Lali apareció desconectada.
 

—¿Peter? —llamó mamá desde abajo—. La cena está lista.

4 semanas para el cumpleaños de Lali

—¿Así? —preguntó Euge, tratando de manipular sus dedos en el signo de hermana.
 

Negué con la cabeza, poniendo sus dedos en la posición correcta e indicándole el movimiento otra vez.
 

—Probablemente parezco una idiota. —Se rió, finalmente haciendo el gesto correctamente.
 

No más de lo habitual, escribí.
 

Respondió a eso golpeándome en el brazo.
 

—¡Muéstrame, muéstrame! —dijo Alai con emoción, mientras se acercaba a nosotros en la sala de estar. Se precipitó a través de la habitación y aterrizó junto a mí en el sofá con un gran rebote.
 

Riéndome silenciosamente, le mostré el signo.
 

—Algún día voy a ser muy buena en lenguaje de señas —dijo mientras hacia la seña sin problemas por primera vez. Euge simplemente la miró—. Y podremos hablar como si estuviéramos hablando normalmente.
 

Le sonreí, todo en mi interior calentándose.
 

—Hola —dijo Joaquin mientras salía de la cocina, con una caja de galletas bajo el brazo y un cuchillo y un bloque de queso en la otra—. ¿Qué están haciendo?
 

—Peter nos enseña lenguaje de señas —dijo Alai alegremente.
 

Mirando arriba, donde lo esperaba su Xbox, Joaquin cambió de dirección y se unió a nosotros en la sala de estar.
 

—Joaquin —gritó Tomas desde arriba—. ¡Date prisa! ¡Estoy matándote!

—¡Espera! —gritó de regreso, metiéndose un trozo de queso entre dos galletas en la boca—. ¡Estaré ahí en un minuto!
 

—¿Qué estás haciendo? —gritó Tomas. Escuché una explosión proveniente del televisor.
 

—Creando vínculos.
 

Todo el mundo se echó a reír ante eso.
 

De repente oímos a Tomas trotando por el segundo piso y un segundo después pisoteando las escaleras.
 

—¿Cuál es la seña para idiota? —preguntó Joaquin, haciendo su propia seña.
 

Euge también le dio un puñetazo en el brazo. —Sé bueno —dijo, tratando de fruncir el ceño mientras una sonrisa se asomaba en sus labios.
 

Había pasado una semana desde que hablé con Lali en línea. Había ido a las caminatas nocturnas con los chicos. Hicimos fuego y uno de los locos chicos de la escuela que no conocía muy bien, había cocinado un conejo que él mismo había capturado. Traté de no vomitar cuando empezó a comerlo.
 

Lali y yo hablamos brevemente en línea cada vez que podía ir a la biblioteca. No lo hizo mucho. Su padre se iba todo el día, pero ella sólo se quedaba en casa, haciendo la tarea y tratando de mantener la cordura. Le envié la tarea por correo uno que otro día.
 

Había estado luchando para concentrarme en la escuela y no dejar que mis calificaciones bajaran mucho más de lo que ya estaban. Todo lo en lo que podía pensar todo el día era en Lali y en lo mucho que la echaba de menos.
 

—Muéstrame la seña para chocolate —dijo Alai, mientras mordía la galleta de chocolate que estaba sosteniendo.
 

—¿Qué es esto? —dijo alguien mientras la puerta principal se abría de repente. Pablo y Jenny entraron—. ¿Reunión del consejo de los hermanos?
 

Tomas prácticamente se lanzó a través del cuarto hacia ellos. No pude evitar sonreír mientras mis dos hermanos mayores dejaban caer sus maletas en la puerta, venían y se sentaban junto al resto de nosotros. La habitación se había vuelto concurrida muy rápido.
 

—Me enteré lo de Mariana —dijo Jenny mientras se quitaba las botas—. Es tan loco. ¿Y tú lo supiste todo el tiempo?

Bajando la mirada, asentí.
 

—No te estoy juzgando —dijo mientras agitaba mi pelo—. Pienso que es genial que la hayas ayudado todo este tiempo.
 

—Sí, no podemos culparte por mantener tu pequeña choza de amor en secreto —bromeó Pablo—. Yo también lo había mantenido en secreto.
 

Tomando una almohada, se la lanzo, golpeándolo en la cara.
 

—¿Cuál es la seña para besuqueo? —bromea, lanzándome la almohada de regreso.
 

—Oooh —dijo Tomas, frunciendo los labios—. Lali y Peter en la choza del amor.
 

—Cállate, pequeño idiota —dijo Euge con una sonrisa mientras tomaba a Tomas por la cintura y le hacía cosquillas—. Ni siquiera sabes de lo que estás hablando.
 

—¡Sí, sé! —protestó, tratando de salirse de su alcance—. Es como cuando te vi a ti y Nico tomándose las manos ayer en Teazer.
 

—¿Qué? —chillaron la mitad de los hermanos, incluyéndome a mí, sólo que en silencio.
 

—¿En serio? —dijo Alai, mirando atrás y adelante entre Euge y yo. 

¿Me perdí de algo?, garabateé rápidamente.
 

Euge se sonrojó tanto que todo su cuerpo se veía rojo. —¡No es nada, chicos! Sólo fuimos a tomar un café y un pastel y él… sólo… tomó mi mano cuando nos estábamos yendo.
 

—Euge y Nico, sentados en un árbol —coreó Tomas—. B-E-S-Á-N-D- O-S-E.
 

—¡Está bien, ya basta! —dijo Euge, llevando su lucha con el pequeño al suelo y haciéndole aún más cosquillas hasta que las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas de tanto reírse.
 

Me reí en silencio mientras observaba a mis hermanos bromeando entre sí, luchando y hablando unos con otros. Puede que haya estado extrañando a Lali, pero estaba seguro que nunca estaría solo. Mi familia siempre estaría ahí para mí, no importaba lo que sucediera.