sábado, 2 de noviembre de 2013

Capitulo 18

4 días para el lago
Finalmente, algo para contar…

Los planes para el fin de semana en el lago eran cada vez más elaborados mientras la semana pasaba. Realmente ayudaba que el clima fuera a llegar a los veintiún grados Celsius. Considerando que no era mucho más caliente que eso en medio del verano, era prácticamente una ola de calor. Por lo que Gaston y Nico decían, al menos la mitad de la escuela estaba planeando ir el sábado.

Incluso Mariana iba a venir.

Intenté no pensar demasiado en cómo Lali se vería en traje de baño.

Al final de la semana, las cosas estaban empezando a sentirse… casi normales. El Director Dalmau había permitido a la mayoría de los chicos que estaban en la fiesta la noche de mi accidente volver al equipo de baloncesto. Las prácticas empezarían el lunes. Me había reunido con la mayoría de los chicos cada día después de la escuela en el gimnasio para los entrenamientos extras de preparación.

Kali y yo habíamos entrado en una rutina durante las últimas semanas. Venía en las tardes de los martes y jueves. Salíamos a caminar, o jugar baloncesto, o una vez incluso fuimos a montar bicicleta. Y me había enseñado señales, siempre aplicables a lo que fuera que estuviéramos haciendo ese día. Me sentía bastante estúpido por no captarlo rápidamente. Pero Kali era paciente conmigo, siempre tranquilo. Las otras veces ni siquiera hacía realmente cualquier señal, sólo contaba historias sobre cuando era un niño en Haití.

No me sentía tan mal por mí mismo después de escuchar sobre la infancia de Kali.

Para cuando llegó el sábado, podía oficialmente presentarme en señales, explicar que era mudo, y podía decirle a alguien lo que me gustaba hacer en mi tiempo libre.

Por alguna razón, me sentía mal por estar aprendiendo más señales con Kali que con Mariana. Podía decir que ella estaba frustrada porque no estábamos progresando muy rápido. Suponía que sería frustrante para la chica más inteligente de la escuela.

Cuando el sábado llegó, Nico se pasó por mi casa y los dos nos dirigimos hacia Moran State Park.

Mientras conducíamos en silencio, podía sentir que algo estaba cambiando entre mis dos mejores amigo y yo. Gaston, Nico y yo no pasábamos mucho el rato desde el accidente. Podía decir que ellos estaban tratando de actuar como si todo estuviera normal, como si nada hubiera cambiado entre los tres. Pero se habían apartado un poco. Y siempre estaba este pequeño bichito en la parte posterior de mi cerebro, ese que me recordaba que si no hubiera sido por ellos, todavía podría ser capaz de hablar.

Odiaba no poder culparlos por completo por alejarse. Tenía que ser incómodo para ellos. Era difícil hablarle a una persona que no podía hablar.

Con la partida de todos los turistas, fui capaz de encontrar un estacionamiento en el lago por una vez. Sin piscina pública en la isla, eso es en lo que el lago se convirtió. Había pasado más de la mitad de mi verano ahí, descansando en mis trajes de baño en el césped junto al lago, o saltando del puente o los acantilados.

En realidad, parecía como que la mitad de la escuela estaba fuera ese día. Ya podía decir que no quedaba mucha tierra nivelada y con hierba por reclamar.

Justo cuando me bajé del Bronco, vi a un auto detenerse en medio del camino. De la puerta del pasajero, bajó Mariana. Le agradeció al conductor, quien se quitó tan pronto como ella cerró la puerta.

Hacer autostop parecería bastante peligroso en cualquier parte del país. Pero en Orcas parecía raro si conducías de tu casa a la ciudad sin ver a alguien buscando un taxi.

—Hola —dijo ella con una brillante sonrisa mientras caminaba a mi lado. Nico dio una mirada petulante de costado, y sigilosamente se alejó—. Ese fue probablemente el viaje más espantoso que nunca he tenido en esta isla. Creo que estoy un poco drogada sólo por viajar en el auto de ese tipo los últimos cinco minutos.

Di una silenciosa risa, ofreciendo llevar su bolso. Me dio una pequeña sonrisa y me lo entregó.

—Tan caballero —bromeó. La empujé con mi hombro, sacándola ligeramente de balance.

Caminamos entre los árboles a la orilla del lago. Realmente no había mucho espacio para tumbarse. La mitad de los adolescentes desnudos en todas partes, extendidos en mantas o fuera de ellas. Gaston se sentó en medio de un enjambre de muchachas, sin camisa y tocando su guitarra y cantando. Él pudo haber sido un buen guitarrista, pero definitivamente no podía cantar. A las chicas no parecía importarles.

Lali saludó a dos de sus amigas, Marina y Summer, pero para mi sorpresa no fue a sentarse con ellas, sólo se quedó a mi lado, buscando un lugar para quedarnos.

Una pequeña llama de esperanza saltó a la vida dentro de mí.
  
Muy concurrido, escribí en mi cuaderno de bolsillo.

—Sí, es una locura —dijo, bloqueando el sol de sus ojos con la mano —. Creo que toda la escuela está aquí. —De repente me miró con una pícara sonrisa en su rostro—. Sígueme.

No pude evitar sonreír mientras ella tomaba el camino que iba por el borde del lago. Iba frente a mí, cogiendo velocidad mientras sus pies con sandalias corrían por el sendero. Puse el bolso de Lali y mi toalla sobre mi hombro, deslizando mi cuaderno en mi bolsillo mientras corría tras ella.

No corrimos mucho antes de que desacelerara. Sabía a dónde se dirigía antes de que incluso llegáramos ahí.

Había un puente que cruzaba sobre una sección del lago donde convergía en una pequeña laguna. Había venido a bañarme desnudo aquí en más de una vez, al igual que el resto de la escuela en un momento u otro. Estaba sorprendido de que no hubiera nadie más alrededor. Era un lugar popular para saltar, o incluso para pasar el rato.
 
Lali se detuvo cuando llegó a la mitad del puente. Se quitó las sandalias y escaló la barandilla del puente hasta que se puso de pie en la cima de ésta. Sólo podía mirarla con asombro mientras ella cerraba los ojos, levantaba sus brazos a los costados, y sólo estaba ahí.

Ella parecía… libre, de pie allí. Como si siempre llevara el peso de su futuro sobre sus hombros, pero de pie ahí, sobre el agua y el sol, se veía diferente.

Se veía hermosa.

Pero no podía decirle eso.

Lali se echó a reír de repente, dirigiendo sus ojos a mi rostro. Salté, sorprendido mirando. —¿Vas a saltar conmigo? —preguntó con una sonrisa. De pronto, se sacó la camiseta por la cabeza y se sacudió de sus pantalones cortos, lanzándolos al puente. Se quedó allí sólo en traje de baño.

Me reí y saqué mi cuaderno de bolsillo. Está helando, escribí.

—Así que —se burló—, ¿tienes miedo de un poco de agua fría?

Me reí de nuevo y negué con la cabeza. Dejé nuestras cosas en el suelo, y me saqué la camisa. Tal vez imaginé que Lali miró por un momento demasiado largo, lo mismo que había hecho con ella. Alejando ese pensamiento, me subí a la barandilla hasta que me equilibré a su lado.

—Debes saber que no soy una buena nadadora —dijo ella muy seria, con los ojos pegados en el agua.

Y antes de que pudiera reaccionar, Lali agarró mi mano y me alejó de la barandilla y llevó dentro del agua con ella.

El agua se sentía como hielo que envolvía mi piel, succionándome en las profundidades. Mi cabeza salió a la superficie y jadee por aire. Cuando la cabeza de Lali salió del agua, me di cuenta que todavía estaba aferrada de mi mano.

Agitó los brazos y jadeó cuando su cabeza empezó a hundirse bajo el agua.

Mierda.
 
Lali no estaba mintiendo cuando dijo que no era una buena nadadora.

Agarrando su mano con fuerza, la tiré hacia arriba. Maniobrando para que estuviera detrás de mí, empujé sus brazos alrededor de mi cuello. Tosió violentamente, apretándome fuerte. Menos mal que era un buen nadador yque poco a poco hice nuestro camino hacia las rocas al final del puente.

—¿No fue divertido? —dijo Lali, tosiendo violentamente mientras subíamos de nuevo al puente.

Sólo la miré como ¿En serio…? mientras caminábamos hacia nuestras cosas. Agarré mi cuaderno y escribí furiosamente.
  
¿Qué fue todo eso? ¡¿Estabas tratando de matarte?!

Ella me dio esa mirada tímida que era tan irritantemente dulce que prácticamente arrastraba mi frustración. —Nunca he saltado del puente antes —dijo mientras se secaba con su toalla—. Siempre había demasiadas personas alrededor y no quería avergonzarme frente a todos. Sólo… sólo quería intentarlo.

Me quedé allí, casi sin poder creer lo que había dicho. Lali no estaba dispuesta a intentar un salto de puente frente a todos. Todos excepto yo.

Una risa repentinamente sacudió mi pecho, una sonrisa deslizándose libre en mis labios. Negué con la cabeza. Lali se echó a reír también.

Ambos extendimos nuestras toallas en el puente, cada uno recostado sobre nuestros estómagos.

—Oh sí, traje algo para ti —dijo Lali, alcanzando su bolso. Sacó mi cuaderno rojo, el que sólo usaba para hablar con ella—. Lo dejaste en mi escritorio después de Inglés Avanzado ayer.

Sonreí, tomándolo de su mano extendida, y lo puse al lado.

Lali cruzó los brazos frente a ella y descansó su cabeza en ellos, dejando que sus ojos se cerraran. —Esto es bueno —dijo, con voz relajada—. Todo lo cálido y tranquilo.

Asentí, apoyando mi cabeza en mis brazos.

No dijimos o escribimos nada durante mucho tiempo. Normalmente el silencio así era incómodo y torpe. Como si necesitaras decir algo para llenar el espacio vacío en el aire. Pero no se sentía así con Mariana. Tal vez era porque no podía decir nada para llenar la quietud, pero pensaba que era más sobre dos personas sólo estando con la otra, disfrutando el descanso y el raro sol.

Levanté mi cabeza para girarla en la otra dirección cuando mi cuello empezó a doler y me di cuenta que Mariana estaba recostada con su barbilla descansando en sus brazos, mirándome. Me congelé ahí, con los ojos en los suyos, mirándola.

A pesar de que Lali había perdido mucho peso últimamente, todavía era hermosa. Había pensado así desde el primer día que la vi, justo después que ella y su mamá se mudaran a la isla. Lali había sido un poco diferente entonces. Siempre era la más inteligente en nuestra clase, eclipsando a todos por un largo rato. Pero en aquel entonces, ella solía ser más… involucrada, en todo. Había estado en el equipo de baloncesto femenino. Solía salir con amigos todo el tiempo. Había parecido un poco más… viva.

Pero Lali estaba diferente este año. No estaba saliendo por deportes. No la veía interactuando con alguien muy a menudo, además de Summer y Marina ocasionalmente. Ella parecía mucho más reservada. Parecía mucho más mayor.

—Creo que mi espalda está quemada por el sol. —Salté violentamente cuando habló, haciéndola reír. Gracias a Dios, ella se puso de espalda, dejando uno de sus brazos sobre sus ojos para bloquear el sol.

Intenté no pensar demasiado en el momento que acabábamos de compartir, simplemente mirándonos el uno al otro, y me puse de espaldas también.

Nos quedamos en silencio de nuevo por un rato, sólo tomando el sol. Pero podía decir que había algo en la mente de Mariana.

—¿Serás capaz de volar de nuevo, Peter? —preguntó en voz baja, como si fuera una señal.

Algo dentro de mí se hundió mientras consideraba su pregunta. Pensé sobre el poderoso sentimiento de controlar un avión, de la emoción que sentía saber que estaba a miles de metros sobre la tierra, la única cosa manteniéndome de caer a mi muerte siendo dos alas de aluminio.

Levanté mi mano e hice la señal de no cuando escuché débilmente que quitó su brazo de sus ojos.

—Siento que no puedas hacerlo más —dijo, su voz llena de pensamientos—. Sé lo mucho que amabas volar.

Sólo miraba el perfecto cielo azul, tratando de no dejarme sentir
mucho. Había estado haciendo eso un montón desde el accidente, como si
hubiera levantado una pantalla sobre mí que no permitiría que todas mis
emociones gotearan a través de ella y me ahogaran.

—Siempre quise pedirte que me llevaras a volar alguna vez —dijo. Estaba sorprendido cuando su mano se acercó y unió sus dedos con los míos, el dorso de nuestras manos descansando contra las tablas de madera del puente—. Nunca he estado en una avioneta antes.

Con todo en mí, quería decirle que deseaba poder haberla llevado a volar. Pero escribirlo y mostrarle habría roto el momento. E incluso una parte más grande de mí no quería tener que dejar ir la mano de Lali. Jamás.

Así que en su lugar, apreté su mano más fuerte.

Había mucho de mi vida que era basura, ahora que no podía hablar. Pero si no hubiera estado borracho esa noche, si no hubiera tenido ese accidente, ¿habría alguna vez tenido este momento? ¿Yaciendo bajo el sol, sosteniendo la mano de Lali como si el tiempo no existiera y el mundo real no pudiera tocarnos?

De alguna manera, no lo creo.

14 comentarios :