Durante la cena, todo había ido remotamente bien. Peter no volvió a dirigirme la palabra desde que entré a su departamento, y no continuó haciéndome preguntas posesivas acerca de supuestos novios que Jenny probablemente inventó que yo tenía.
Me ruboricé, estando completamente de acuerdo con Shio en eso, él tenía buen trasero... la cámara no miente. Así como Jenny no mintió cuando me contó lo de su nombre tatuado en la espalda de Peter.
Por el resto de la tarde los chicos lograron enseñarme el manejo de las cosas. Incluso me mostraron cómo tratar con jovencitas alocadas que buscaban cualquier material con respecto a Edward Cullen, y lo agresivas que podían llegar a ponerse cuando se les decía que todo estaba agotado.
El departamento de Peter definitivamente carecía del toque femenino; sus paredes eran todas blancas o azules, y los muebles tenían puras tonalidades oscuras.
Finalmente (y después de dos horas) logré convencer a papá de que no estaba, bajo ningún concepto, embarazada. Me costó que me creyera, él era un viejo terco y obstinado que no dejaba de apuntar la escopeta de Franco en el rostro de Peter; también le hizo dos hoyos al techo del restaurante cuando disparó al aire, y me tocaba a mí dar parte de mis liquidaciones para pagar por los daños ocasionados.
Cuando el millonario punto-com de veintitrés años Peter Lanzani se alejó de su vida de ensueño, tenía un objetivo en mente: mantenerse lo más lejos posible de la gente que resentía su éxito, o quería algo de él. Una remota isla desierta a mitad de camino alrededor del mundo parecía un lugar perfectamente lógico para alejarse de todo.
Me retorcí los dedos como por onceava vez en el mismo minuto. Peter iba a estar furioso conmigo cuando se diera cuenta que asistí a la cita de Franco sin él (a pesar de que estuvo recalcándome todo el día que ni loca iba a ir yo sola a verlo).
Sobra decir que preparar la cena con mamá, la tía Charlotte y Jenny (quien estaba seria y evitaba hablar todo lo posible con los demás) fue incómodo y silencioso.
—Esto es tu culpa —le lancé a Peter una rodaja de tomate que se deslizaba desde la pared más cercana—. Siempre te las arreglas para meterme en problemas.
—Con que te gusta el chocolate, ¿cierto? —Así me saludaba Peter todos los días desde que descubrió a Marcus en el departamento (a pesar de que Marcus decidió no ser parte del círculo vicioso de Jenny y no había vuelto a verlo desde entonces).