martes, 14 de enero de 2014

Capitulo 19

Frida Kahlo 

Hacía demasiado calor. 

Mi frente estaba empapada de sudor y la camiseta que tenía puesta se pegaba a los costados de mi cuerpo como si fuera una segunda piel. 

Me dolía la cabeza. Sentía que hasta los dedos de mis pies palpitaban debido al dolor. 

Traté de estirarme fuera de la cama pero fue inútil: me dolía hasta la médula ósea. 

No quería abrir los ojos; la poca luz que entraba en la habitación era demasiado cegadora e insoportable aun a través de mis parpados cerrados. Mantuve los ojos así por al menos otros diez minutos antes de abrirlos por completo. 

Lo primero que vi cuando me desperté fue una foto de un jugador de fútbol haciendo estiramientos de piernas. Y no era el único: habían otras fotos de otros doce o quince jugadores más. De hecho, llenaban toda una pared del dormitorio de Rita. 

Me encontraba distraída viendo a un particular brasileño de ojos azules, cuando, sentí una mano bajar hasta mi cadera y luego deslizarse por mi trasero. Inmediatamente me puse alerta. La misma mano subió de mi trasero a mi cintura, hasta meterse dentro de mi camiseta y acabar haciendo un recorrido por mis costillas. Lo peor de todo era que no podía ver de quién se trataba porque yo estaba de espaldas a esa persona. 

¿Rita? No, imposible. Rita era de manos pequeñas y uñas largas. 

¿El papá de Rita? 

Arrugué la nariz. 

Debido a que no recordaba muy bien los detalles de la noche pasada, bien pude estar acostada junto al abuelo de ella. El tequila y el vómito no eran buenos acompañantes definitivamente. 

Lentamente giré sobre mi costado para ver de quién rayos se trataba, y frente a mí, el rostro dormido de Peter me daba la bienvenida. 

Tragué saliva, y por un momento me di el lujo de dejar de pensar. 

No tenía ni la menor idea de cómo Peter había venido a dar a casa de Rita.
 
¡Ni siquiera se sabía la dirección!

Intenté apartarme de él pero no tenía escapatoria: la cama estaba pegada a una de las paredes y el otro lado se encontraba obstruido por su cuerpo de metro ochenta de altura. 

Antes de que pudiera pensar en algún plan para deslizarme fuera, dirigí mis ojos a sus bien formados labios. El inferior era más carnoso que el labio superior... y él se acababa de pasar su rosada lengua por ellos. 

De solo verlo, mis ojos automáticamente se iban poniendo bizcos y mi boca comenzaba a hacerse agua. En serio, era como si encendieran un interruptor y alguien drenara mi cerebro de todo pensamiento coherente. 

—Yo sé que me veo condenadamente apuesto, pero de verdad necesitas descansar antes de que la resaca te dé duro —dijo él aun con los ojos cerrados. 

Oír su voz me bastó para recordar lo ocurrido la noche pasada. 

Lo empujé con todas mis fuerzas, pero eso solo lo hizo moverse un poco de la cama. 

Me puse en posición sentada y aparté su mano que se encontraba muy plácida acariciando mi estómago. 

Gracias al movimiento brusco, mi cabeza rebotó y dolió horriblemente. 

—Auuu —protesté. 
 
—Te lo dije, nena. Ahora regresa aquí a mi lado. 

Peter puso su brazo sobre mi cintura y me tiró hacia atrás y junto a él. 

—Así está mejor —murmuró poniendo una de sus piernas sobre las mías—. Vuelve a dormir. 

—¿Estás loco? —chillé. Mi voz salió estrangulada y me dolía la garganta. Bueno, me dolía todo. Hasta el coxis—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo conoces la casa de Rita? ¿A qué hora llegaste? 

—Shhh —entreabrió los ojos para poner su dedo índice sobre mis labios y rápidamente regresó a su posición inicial de dormido—. La historia es muy larga y apuesto que ahorita tienes un monumental dolor de cabeza. Te dejé una pastilla para que te la tomes después... 

—Peter... ¡muévete! —dije entre dientes. Intenté quitar su pierna de las mías, pero esto era un caso perdido. Lo único que ocasioné fue que él pegara aun más mi cuerpo con el suyo. 

—Déjame explicarte ciertas cosas —me detuvo antes de que pudiera agitarme de nuevo y me traspasó con esos ojos verdes suyos—. Anoche me llamó Rita. Al parecer te habías desmayado sobre el inodoro del baño y se puso nerviosa pensando que el alcohol había dañado de alguna forma al bebé —dijo lo último poniendo una sonrisa arrogante en el rostro—, antes de llamar a una ambulancia decidió llamarme a mí para mantenerme al tanto, ya que soy el responsable de haberte embarazado. Sus palabras, no mías. 

Rodé los ojos y me arrepentí no haberle dicho a Rita que todo fue un malentendido. 

—La convencí de que Noah estaba en perfecto estado, creciendo saludable y fuerte dentro del vientre de mami. —El muy idiota se deslizó para poner esos seductores labios sobre mi estómago.

Las mariposas se precipitaron a volar en todas direcciones. 

¿Era normal que algo de esto me pareciera tierno y sexy, o ya estaba mal de la cabeza? Sí, probablemente eso último. 

—¿Por qué no te quedaste en el departamento así como te lo pedí anoche? — me preguntó en medio de los besitos y las atenciones que tenía sobre mi vientre y sobre nuestro hijo no nacido. 

Me aclaré la garganta tratando de despejarme el aturdimiento. 

—¿Que por qué no me quedé anoche? Pues fácil: estoy harta de que me ocultes cosas. Entiendo que todos tenemos secretos que esconder pero... contigo todo se multiplica por infinito.

Él frunció el ceño y regresó a acostarse a mi lado. 

—Lali, no soy un misterio que resolver, lo único que te oculté fue lo de Nicole — apartó la vista—. Pero es que jamás le he dicho a nadie que tengo una sobrina. Elena una vez me escuchó hablando por teléfono con ella y pensó que era mi novia. Te lo conté porque tú estabas llegando a la misma conclusión. ¡Hasta te ofrecí llevarte para que la conocieras, pero aún así dudaste de mí! 

—¡Es que eres un tonto! —exploté— ¿Qué tan difícil era decirme que Nicole es tu sobrina? 

—Es complicado... Sólo… sólo no quiero ponerla en peligro exponiéndola demasiado. Prefiero que nadie sepa quién es ella. Por eso es que la mantengo en secreto. 

Fruncí el ceño. 

—¿Por qué? ¿Por qué insistes en ocultarla tanto? No le encuentro sentido. ¿Acaso la consideras tan fea? 

—No... no es eso —dijo debatiéndose internamente si decirme o no—. Lo que pasa es que... Nicole es especial. 

Dudé por un momento. 

—¿Especial como una super genio, o especial como con alguna enfermedad? 

—Especial como una niña que a los siete años fue dejada sola en casa mientras un pirómano le prendía fuego a todo el lugar. 

Abrí mi boca y luego la cerré. 

—Tiene la mitad de su rostro deformado —dijo en voz tan baja que pensé que no lo había escuchado bien—. No quiero que le hagan más daño del que ya está hecho. 

Pensé en algo que decir, aunque solo una cosa me llamó la atención: 

—¿Entonces por qué la ocultas? ¿No deberías ayudarla mostrándole que no debe encerrarse en un cascarón? La estás acomplejando —lo regañé. 

Él suspiró. 

—No es tan sencillo —respondió—. No puedo darle tanta libertad como quisiera porque, la persona que le arruinó la vida, la que empezó el incendio, está buscándola hasta el sol de hoy. No puedo dejar que nadie sepa dónde está para que la puedan arrebatar. 

Mi mente se quedó en blanco por un momento.
 
—¿Quién le arruinó la vida? —pregunté temiendo que no me fuera a decir nada.

Se quedó en silencio como por medio minuto, y luego, en voz contenida y filosa respondió: 

—Su padre. Que resulta ser mi hermano. 

Demasiadas preguntas se adueñaron de mi cerebro en ese momento, pero no quería ser impertinente y soltarlas todas. Además, consideraba a Peter como un ratón que había que dejarle pequeños trozos de queso regados en lugares estratégicos, para luego colocar el más grande sobre una ratonera y esperar a que caiga. 

—¿Qué ocurrió con su madre? —me limité a saber. 

Él hizo una mueca y dejó de verme a los ojos. Aunque, desde su ultima confesión dejó de hacerlo. 

—Ella no salió a tiempo de la casa y... nadie sabía que también se encontraba dentro cuando se inició el fuego. 

Tenía ganas de llorar. Llorar por él. Llorar por toda su situación. Llorar por Nicole. Llorar por ser tan egoísta. Justo ahora me sentía estúpida por armar un gran lío con mis celos. 

—Cuando te dije que yo no era bueno para ti, no estaba lanzando indirectas en vano —murmuró seriamente. Sus ojos verdes hicieron contactos con los míos—. Vengo de una familia jodida, dañada, que solo conoce el significado de la pérdida y la destrucción. Soy como un edificio en ruinas a punto de derrumbarse, y créeme, no quieres estar dentro cuando eso suceda. Nadie en su sano juicio querría. 

Mi boca cayó abierta simultáneamente. ¿Me estaba dejando? 

—Peter… 

—Mi hermano tiene esquizofrenia paranoide y se le puso en una clínica psiquiátrica en vez de en una cárcel. Asesinó a su mujer, quiso matar a su hija y… también intentó matarme a mí. Creyó que quería envenenarlo con la comida y se limitó a tratar mal a todo aquel que se le acercara. Pensó que yo era un asesino así que decidió clavarme contra el tronco de un árbol —se rió secamente. Esto era demasiada información en apenas sólo un minuto—. Mis tatuajes son en cierta manera irónicos y son una especie de “homenaje” a su sentido del humor. 

—Peter… —Él negó con la cabeza efectivamente. 

—Anoche me quedé con Jenny porque noté los mismos síntomas que mi hermano presentó en su etapa inicial. 

Bufé al oírlo. 

—Jenny no tiene esquizofrenia. Tal vez está loca pero no de una manera clínica sino de una manera teatral. 

—Lo noté. 

Se quedó en silencio y aproveché para colocar mi mano en su mejilla. Le di un pequeño beso en los labios. Quería reconfortarlo pero no sabía cómo. 

¿Qué podía decirle? ¿Que lo entendía? Jamás estuve en una situación como esa, así que no sabía lo que se sentía.

 —Nicole solo me tiene a mí y a mi abuela —continuó hablando él. Podía ver lo mucho que le dolía hablar de esto—. Mis padres murieron hace más de seis años y... digamos que no vengo de una familia con finales perfectos. 

Ninguno de los dos habló por mucho tiempo. 

—Los finales perfectos están sobrevalorados —dije después de unos segundos, sin pensar en otra cosa que decir. 

Me sonrió sin tanta emoción como suele poner en sus sonrisas. 

—Los finales perfectos venden libros, Lali. 

—La gente compra libros para escapar de su propia realidad no tan perfecta, Peter. 

—Sí, bueno, cuando escribas una historia sobre mí, asegúrate de agregar el "y vivieron felices por siempre" —dijo esta vez en su tono relajado y bromista. 

Sonreí a su cambio de tema antes que termináramos ahogándonos en su lado melancólico. Noté que me estaba pidiendo a gritos que no volviera a esas partes oscuras de su personalidad. 

—Lo tendré en cuenta —murmuré siguiéndole la corriente. Él me dedicó esta vez una sonrisa completa. 

—Y quiero que mi personaje lo interprete alguien de nombre conocido cuando lo lleven a la pantalla grande. Nada de actores pequeños. 

—Claro. ¿Otra cosa? —Pensé en sus tatuajes. No creo que haya incluido el nombre de Jenny en su triste historia, así que esta era otra cosa más que ella se estaba inventando. Tal vez sí era esquizofrénica después de todo. 

—Mmm... La dedicatoria. Quiero que diga: Para el más egocéntrico, estúpido, cretino, bastardo, charlatán, delicioso, hermoso e idiota chico que he conocido: Peter Lanzani. Tiene que tener presencia y verse completamente real. 

Me reí en voz alta. Podía ver cómo todo su humor sombrío era llevado lejos, a un lugar encerrado con llave. Así que oculté el mío también debajo de una máscara. 

—¡Y el título! Tiene que ser algo como... 

—¡No me digas! Yo tengo el título perfecto. 

—Esa es mi chica —dijo y me plantó un corto beso en los labios. 

Me mordí la lengua para evitar lanzar nuevas preguntas. 

Peter acercó sus labios hasta mi oreja izquierda y mordisqueó lentamente mi lóbulo. 

—Gracias por no insistir en el tema —susurró. Su voz haciendo que mi sangre se calentara y que mis mejillas se tiñeran de rosa. 

—Gracias por contármelo —agregué con una sonrisa—. Y no creo que estés jodido para mí. 

Sus labios siguieron besando mi clavícula y mordisqueando mi hombro, cuando repentinamente recordé que aun estábamos en la cama de Rita, ocupando su espacio y, lo que era peor de todo, ¡todavía no había lavado mi boca y tenía el aspecto de recién levantada!
 
Chillé escandalosamente y me puse de pie sobre la cama.

—¿Qué pasa? —preguntó Peter, alarmado. 

Chillé de nuevo (lo que hizo palpitar mis sienes y revolver mi estómago) y arranqué una de las fotos pegadas en la pared. 

Era el rostro de David Beckham y tenía el tamaño perfecto para ocultar por completo mi cara. 

—¡No me mires! —grité—. Aun no estoy presentable. 

Peter se echó a reír a carcajadas, y sin ningún esfuerzo logró tomarme en brazos y sentarme sobre su regazo a orillas de la cama. 

Arrancó la imagen en la que me escondía miserablemente, y apartó el cabello que se me había pegado en la frente, llevándolo detrás de mis orejas. 

—Acabas de hallar a quien quiero que interprete mi papel en la película — levantó en alto la foto en la que me refugiaba hace solo unos segundos. 

Me reí con fuerza. Pero de nuevo recordé: ¡No me había lavado los dientes! 

Rápidamente me aparté de su vista y pegué mi rostro en el hueco de su hombro, tratando de que no me viera de esta manera. 

—No me mires así —protesté cuando él comenzó a tomarme de la barbilla para que lo mirara a los ojos. 

Lo escuché reír brevemente. 

Seguro que mi cabello se miraba como si una bandada de cuervos hubiera tenido una pelea por comida allí. Y definitivamente el tequila y el vómito jamás han sido una combinación ganadora para posibles ingredientes de pastas dentales.

—Lali —dijo Peter aun sonriendo—, entiende que, para mí, todas tus imperfecciones son hermosas. 

Resoplé. 

—¿Seguiría siendo hermosa aun cuando oliera a desechos tóxicos? 

Él se rió de mi ocurrencia. 

—Definitivamente. Aun si tuvieras hongos y un sexto dedo en el pie. 

Sonreí contra la tela de su camiseta. 

—Mentiroso. 

Me hundí más en su cuello y dejé que me envolviera con sus brazos. Él aprovechó para besar mi cabeza y para meter sus manos dentro de mi camiseta y acariciar libremente mi espalda. 

Solo ahí me di cuenta que no tenía puestos mis pantalones y que mi sostén había desaparecido. Me aparté del regazo de Peter. 

—¿Por qué amanecí sin pantalones? —dije viendo horrorizada hacia la parte inferior de mi cuerpo. Mi camiseta no era tan larga como para tapar mis muslos. Y mi ropa interior no era tan bonita como para lucirla. ¿Por qué justo ayer me tenía que poner una braguita con una cara bordada en el trasero? 

—La pregunta no es por qué te despertaste sin pantalones. La pregunta es ¿por qué no fui yo el que te los quitó? 

Le lancé una mirada resuelta y me apresuré para salir corriendo hacia el baño antes que siguiera comiéndome con la vista.

Aunque si era honesta conmigo misma, en estos momentos adoraba ser parte de su menú. 

Con todos los altibajos que eso incluía. 

Lo que más temía era que, si él era un edificio a punto de colisionar, no sabría si yo estaría preparada para salirme justo a tiempo antes de que todo se viniera abajo.

Si quieres que te avise cuando suba nuevo capitulo dejame tu Twitter.

7 comentarios :

  1. Que feo por todo lo que paso peter! Más! Me encanta!!

    ResponderEliminar
  2. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

    ResponderEliminar
  3. Ah me encanto el capítulo! Quiero más!besos Naara

    ResponderEliminar
  4. Que feo todo lo que le paso a nicole :(, Jamas pense que fueran tan asi, Ojala peter lleve a lali a conocer a nicole y se lleven bien, Son tan lindos juntos. Sube mas

    Att: Andrea Antequera

    ResponderEliminar
  5. Algo más d la historia d Peter

    ResponderEliminar