viernes, 3 de enero de 2014

Capitulo 8

Respóndeme 

5 meses, dos semanas atrás...


«Te necesito aquí, ¡Pronto!» 

Revisé el mensaje de texto que Jenny me había enviado hace diez minutos atrás. 

Caminaba lo más de prisa que podía mientras dejaba que todo tipo de escenarios trágicos se reprodujeran en mi mente. Mi prima jamás me había necesitado con esa urgencia; lo que significaba que algo realmente grave estaba sucediendo. 

Una vez que divisé el lugar en el que ella me indicó que estaría, aumenté mi velocidad y me introduje en el pequeño local de concreto y cristal, siendo recibida por una ola de aire frio con olor a medicamentos farmacéuticos. 

Pasé la vista por los diferentes estantes cargados de medicinas y pañales para adultos, y en el fondo, cerca del área de bebidas, encontré la mata de pelo naranja que esperaba por mí. 

Jenny me reconoció y me agitó su mano de forma enérgica para que me reuniera con ella. 

—¿Qué sucede? ¿Cuál es la emergencia? —dije con la respiración entrecortada y con mi cabello marrón pegándose a los costados de mi cuello y nuca. 

—Sucede eso —dijo señalando hacia un anciano canoso que cobraba en la única caja registradora de la farmacia. 

No miraba nada de especial más que el nombre Rex grabado en el rectángulo de su gafete. 

—¿Qué con él? —pregunté. 

—¡Que él conoce a mi mamá! Le va a decir en cuanto vea que llevo estos — extendió la palma de su mano y me mostró un paquete de condones con sabor a Mango Travieso. 

Levanté una ceja y me pregunté vagamente para qué alguien quería poner sabor a un preservativo. 

—¿Por qué llevas esos? ¿Ian va a venir esta noche, acaso?
 
Ella se ruborizó y agachó la cabeza.

—Es que su cumpleaños se acerca y quería regalarle estos, como una broma. Ya sabes, para que los usara conmigo, además le regalé un pequeño folleto del Kamasutra, solo quise poner en práctica algunas de las posiciones. 

Arrugué la nariz y traté de ignorar a la señora a nuestro lado haciendo una mueca y viéndonos como si fuéramos dos pervertidas. 

—No necesitaba esa imagen mental —le dije a Jenny—, ¿para qué me pediste que viniera entonces? 

—Para que tú los pagaras por mí. Él no te conoce... 

—¿Solo para eso salí de mi trabajo, que ni tiempo tuve de cambiarme? —chillé. 

Ella fijó su vista por primera vez en mi vestuario. 

Mi jefe era un puerco que nos hacía usar extraños uniformes y camisetas que tenían deletreada la palabra "cariño" justo en la zona del escote. La razón por la que no renunciaba era porque mi familia ocupaba el dinero gracias a que papá lo invirtió todo en un negocio de autos chatarra, y mamá continuó con la locura de querer convertirse en psíquica. Antes de eso, ella probó incursionar en diferentes trabajos, desde estilista de perros hasta podadora oficial de césped. Apostaba mi cuero cabelludo a que ella iba a renunciar en una semana como máximo y luego probaría suerte haciendo otra excéntrica y loca cosa para distraer su ociosa mente en reciente estado de menopausia. Lo mismo ocurría con papá. 

—¿Y por qué no compras en otro lado? —sugerí. 

Cualquier persona con medio cerebro hubiera hecho ese acto lógico. 

—¡No puedo! Recuerda que el único otro lugar está cerca del trabajo de mamá y ella me mataría si de casualidad me mira y se entera de que la que creía era su hija puritana y de virtud intacta, anda comprando estos instrumentos pecaminosos. 

Resoplé. 

Sospechaba que simplemente Jenny no quería mover un solo dedo. 

—Dámelos y acabemos con esto —le dije extendiendo mi mano para que me pasara la pequeña caja color amarillenta. 

—Gracias, prima querida —sonrió y me la entregó—. Oh, espera. Es que aún no me decido si quiero esos o los de Mora Seductora. 

—Esta gente necesita pensar en nombres más originales —murmuré con cansancio—, ¿por qué no llevas los dos?

—¿Los dos? ¿No crees que sería un exceso? 

Enarqué una ceja y esperé pacientemente a que me pasara la segunda caja. 

—Está bien, serán los dos. 

Terminé con tres paquetes gracias a que Jenny encontró una promoción de tres por el precio de uno. 

Finalmente salimos de la farmacia, yo iba cargando la bolsa de papel en la que iban metidos. 

—Por cierto, ¿a que no adivinarás con quien me encontré hoy? —preguntó ella riendo como si fuera una colegiala. 

—¿A quién? 

—A Franco... 

—¿Qué? Ay no.
 
—Sip. Me dio su número de teléfono para que te lo pasara a ti.

—No quiero hablar con él. Fue lo suficientemente malo tener que verlo en la graduación mientras me miraba con ojos de perrito triste. 

—¿Qué fue lo que le dijiste al final de cuentas? 

—Bueno... —recordaba haberle dicho que no quería que sus manos con olor a pescado volvieran a tocarme; o que había que bajarle el volumen a sus labios. No podía tener un beso normal con él porque siempre acababa de una sola manera: con la barbilla humedecida en saliva, y con la falda de mi vestido levantada hasta la cintura. Era exasperante. 

—Él es un buen chico. Deberías darle otra oportunidad; así no pasarías sola tanto tiempo. Además, recuerda que el karma es una perra, y en cualquier momento puede devolverte el golpe. ¿Sabes qué deberías hacer? Pedirle a tu mamá uno de esos amuletos de la buena suerte, o algún amuleto para atraer el amor a tu vida. 

—No creo en el karma o para el caso en amuletos. 

—Son fantásticos. Compré dos la semana pasada e inmediatamente sentí una conexión con... 

—¿Con quién? Pensé que ya tenías a Ian, no ocupas sentir conexiones con nadie más, ¿o sí? 

—Por supuesto. Sentí una conexión con el amuleto, tonta. 

—En ese caso, deberías cargar tus compras —le dije empujando a su lado la bolsa de papel marrón— ya que tú eres la suertuda. Probablemente a mí se me caigan enfrente de una multitud y no queremos que eso pase. 

Ella chilló y los empujó de nuevo por debajo de mi brazo. 

—¡Lali, no me hagas esto! Sabes que si alguien revela lo que hay dentro... moriré de la vergüenza! 

—Ay, solo dices que es goma de mascar y listo. —Volví a pasarle la bolsa pero ella se movió con rapidez hacia adelante, esquivándome. 

—Sé que estoy usando un amuleto de la buena suerte —levantó el pequeño collar de piedras redondas que estaba rodeado con plumas de colores—, pero no quiero tentar al destino. 

Me reí y seguí caminando detrás de ella. Lo cierto era que mamá me había enviado esta mañana una serie de amuletos para encontrar el amor. Cargaba uno de ellos en el bolsillo de mis pantalones, el día casi acababa y dudaba seriamente que dichos objetos fueran efectivos. 

—Ya te dije lo que creo de los amuletos, son puras baratijas falsas. 

—Sabes Lali, nadie insulta los amuletos y sale vivo para contarlo, el amor golpeará a tu puerta cuando menos te lo esperes y es ahí cuando el karma se va a cobrar lo que hiciste con Franco —respondió Jenny en son de burla. 

—Entonces que me lance su mejor golpe. Estoy lista —dije rodando los ojos. Y así sin más, sentí cómo mi cabeza chocaba contra algo que me provocó un dolor agudo que me lanzó al suelo. Fue un golpe duro que me hizo delirar y comenzar a dudar acerca del karma. Antes de caer a la inconsciencia me pregunté si esta era la forma en el que el amor tocaría a mi puerta para vengarse por mis burlas.
 
La oscuridad no tardó en aparecer.

Abrí los ojos levemente, me sentía desorientada y todo me daba vueltas.

Inmediatamente noté a un par de ojos verdes que se clavaban en los míos. Era fascinante verlo. No podía apartar mis ojos Marrones de los suyos. Él me miraba como a una rara atracción de circo, como el acto de la mujer barbuda a la que no sabías si estar maravillado o asqueado pensando en la cantidad de pelaje que crecía por sus mejillas y axilas gracias a la ayuda de esteroides. 

Toqué con mis dedos mi rostro. Nop. Ningún rastro de barba que yo sepa. 

Entonces, ¿por qué me miraba tanto? A mi lado, mi prima Jenny se estaba riendo y señalándome con el dedo. 

Busqué a mi alrededor, preguntándome por qué había un circulo de gente rodeándome. 

No fue sino hasta que el atractivo chico de ojos verdes me tendiera una mano, que me di cuenta que estaba tirada en el suelo...

Actualidad

Mi nariz seguía en proceso de recuperación pero a pesar de todo no tenía tan mal aspecto como antes. 

Cliff me había mandado a la freidora porque decía que estando en la caja registradora provocaba pérdida de clientes ya que una nariz ligeramente morada no encajaba con el perfil de un "restaurante de categoría" como él lo llamaba. 

Mientras depositaba las papas prefabricadas de la bolsa a la freidora, no pude dejar de pensar en Peter. En sus besos, en lo bien que se sintieron sus manos sobre mi piel. Definitivamente yo necesitaba terapia ¿quién se enamora de alguien que no le importa que su novia le sea infiel? A menos que ya no la quiera... 

—¡Lalita! —gritó Cliff haciéndome dar un brinco de sorpresa, provocando que varias papas se salieran de la bolsa y cayeran al suelo—, ¿dónde está el chico bolsillos—repletos—de—dinero? 

—¿Peter? 

Asintió pasando sus manos por su voluptuosa barriga, uno de los botones de su camisa se había desabrochado... Nunca pensé que un ombligo pudiera llegar a ser tan peludo. 

—No lo sé —admití dirigiendo mi vista fuera del ombligo de Cliff. 

Intenté, de verdad intenté hablar con Peter el domingo. Pero no me atreví a tocar mi celular para darle una llamada. 

—Cuando una persona se compromete conmigo a ser un empleado, espero respeto y cumplimiento a su palabra... —detuvo su discurso para observar las papas tiradas en el suelo y frunció el ceño—. ¿Qué es todo este desperdicio? 

—Fue un accidente…
 
—De ahora en adelante, pagaras por cada alimento que malgastes.

—Pero... pero yo no... 

—Llegué —anunció de repente Peter, apareciendo frente a nosotros. 

Su cabello lucía mojado, como si acabara de salir de la ducha, sus ojos me escudriñaron brevemente y luego fijó su mirada en Cliff

—. No sabía a qué hora tenía que estar. 

Se encogió de hombros y Cliff resopló. 

—Bien. Te pondré junto a Lali, que ella te diga lo que hay que hacer. 

Con eso caminó lejos, ajustando la chaqueta de su traje color marrón, y antes de entrar a su oficina, se giró hacia mí una vez más y alzó su dedo índice en mi dirección: 

—No quiero ver una sola papa sobre el suelo —advirtió, luego continuó su camino. 

—Vaya, para un tipo que se está quedando calvo... tiene suficiente vello en su ombligo —murmuró Peter—. ¿Y qué es lo que tengo que hacer? 

Él apenas hacia contacto visual conmigo. No sabía qué rayos pasaba por su cabeza. ¿De nuevo regresábamos a la incomodidad? No tenía sentido: me besaba y luego se enojaba. Já. Bien, si me iba a tratar como una desconocida yo iba a hacer lo mismo, tal vez podía incluso divertirme en el proceso. 

—Para empezar... Ve y limpia los baños. Cuando termines, hay mesas con chicles secos pegados que necesitan ser raspadas. 

Él hizo una mueca de asco pero no protestó más. Salió en dirección a los baños sin siquiera renegar. Este no era el Peter que yo conocía, él Peter normal hubiera murmurado y protestado conmigo hasta que lo hubiera dejado en paz. 

—¿Qué le has hecho? —preguntó Mirna mientras limpiaba el área de cocina y veía la salida de Peter—, ¿están enojados? Oh, su primer pelea. Me gustaban las peleas por las reconciliaciones... confía en mí, cariño, las reconciliaciones entre pareja siempre son de lo mejor —me guiñó un ojo y se movió hacia la oficina de Cliff (no sin antes retocar su lápiz labial y de subir un poco más su uniforme de limpieza).

*** 

—¿Por qué están Peter y tú peleados? No me digas que él tiene que ver con la masacre a tu nariz —preguntó Rita mientras estábamos en nuestro descanso de la tarde, en medio de los vestidores para empleados. 

—No... Bueno, en parte —suspiré— no sé. 

—No me has contado qué sucedió el sábado. Es obvio para todos que ambos están enojados, cuéntame. 

Rita tenía unos ojos increíblemente marrones y sagaces. Su cabello color café era corto y perfectamente liso, su apariencia era la de alguien en la que fácilmente podías confiar. Y yo definitivamente confiaba mucho en ella. Pero el hecho era que ni yo misma sabía por qué él estaba enojado conmigo.
 
—Peter me besó —admití finalmente.

Rita abrió la boca y luego la cerró de golpe. 

—¿Cuándo? 

—Fue en el concierto del sábado. 

—No puedo creerlo... Perdí la apuesta —balbuceó ella. 

—¿Qué? ¿Cuál apuesta? 

—¡Lo sabía! —gritó Gustavo apareciendo de la nada con una bandeja de comida— ¡Gané! ¡Les gané a todas! Ahora paguen. 

Mirna, quien justo estaba remojando sus pies en agua caliente al otro lado de la habitación, murmuró una protesta y comenzó a sacar su billetera del delantal. 

—Otro día más y hubiera ganado —se quejó Dulce retocando su maquillaje gótico, también sacaba dinero de su bolso. 

—Esperen... —dije atónita. Estaba confundida— ¿Ustedes apostaron a que Peter iba a besarme? 

Rita asintió avergonzada. 

—También apostamos a quién iniciaría el beso —habló Gustavo con orgullo. 

—Y qué día —añadió Mirna masajeando la planta de sus pies. 

Me sentía indignada. Seriamente indignada. 

—¿Cuánto tiempo llevan apostando a mis espaldas? 

—Uff... Meses —respondió Gustavo, cobrándole a las chicas el dinero que ganó. 

—¿Todos sabían? 

—Solo fue entre nosotros —se apresuró a responder Rita. 

—¿Cuándo apostaste tú a que sería? —le pregunté. 

Sus mejillas se enrojecieron. 

—A inicios de la semana pasada. ¿Pero fue el sábado, verdad? 

La asesiné con la mirada. Aunque de hecho, Peter me había besado antes del sábado, pero no pensaba hacer que ella ganara dinero a mis expensas. 

—¿Segura que fue Peter el que te besó? ¿No fue al revés? —sonsacó, Dulce. 

Mis mejillas comenzaron a arder. 

—¡Fue él! Y sí, nos besamos: ¡Peter me besó! —grité para que dejaran de mencionarlo. 

—¿Quién apuesta a que hubo lengua? —chilló Gustavo. 

La mano de Mirna se alzó inmediatamente. 

—De hecho... —Peter apareció frente a nosotros, apoyándose contra los casilleros del vestuario— Yo puedo asegurar que allí hubo algo de lengua, 

sí. Ay, trágame tierra. 

El lugar se puso silencioso de repente. Mirna bajó lentamente su mano. 

¿Por qué tuve que abrir la boca? ¿Por qué? 

Peter estaba vestido con el uniforme del restaurante: camisa color amarillo huevo, y pantalones desabridos en tonalidad caqui; él comprobaba mi teoría de que sin importar lo que usara cualquier cosa le quedaba bien (incluso la gorra ridícula con forma de hamburguesa deletreando la palabra E-S-P-E-C-I-A-L). 

Él se acercó lentamente hacia mí, con sus brazos cruzados y con sus ojos verdes observando a todos los presentes.

—Apuesto a que justo ahora quiere besar a Lali —murmuró Gustavo por lo bajo para que Peter no lo oyera, pero algo en su mirada me dijo que sí lo escuchó. 

Tuve que darle una patada a Gustavo para que se callara. 

—Entonces... ¿de qué otra cosa hablaban? Aparte del beso entre Lali y yo — preguntó él. 

Nadie respondió, y yo comenzaba a ponerme nerviosa. Las manos me sudaban y sentía la estúpida necesidad de hipar y de morderme el cabello. 

Mi rostro, de por sí enrojecido, se puso el doble de ruborizado. 

Cuando era pequeña mamá solía decirme que tenía la tendencia a guiñar mi ojo izquierdo cada vez que me encontraba en una situación fuera de mi alcance; pero ahora estaba segura de que lo parpadeaba mil veces por segundo, como una cámara fotográfica en modalidad ráfaga o sucesión. 

—Bien. ¿Nadie va a decir algo? —habló Peter. 

Se quitó la gorra y sacudió su cabello negro, salpicó algunas gotas de sudor que cayeron en mi regazo. 

Lo tenía demasiado cerca. Me levanté rápidamente de mi asiento, tratando de encontrar alguna excusa para alejarme y minimizar mi vergüenza. Pero en menos de un segundo, Peter se encontraba en la estrecha salida de los vestuarios y, antes de que yo pasara a su lado, él estiró la mano y me cerró el paso. 

—¿Te vas tan rápido? Pero si apenas comienza el descanso —dijo en son de burla. 

—Tengo trabajo extra que hacer... —me agaché para pasar debajo de su brazo pero él se movió para de nuevo cerrarme el paso. 

Quería golpearlo. Con fuerza. Era un tonto. 

—No estoy para esto —murmuré con los dientes apretados—. Tengo que freír más papas. 

—Entonces déjame ayudarte. A no ser que quieras que le limpie la nariz a cada cliente antes de entrar. Hablando de eso, ¿cómo sigue la tuya? —dijo esto último en un tono mucho más amable. 

—Ya mejor. Solo fue un poco de hinchazón, nada grave. 

De repente sus largos dedos estaban sobre mi mentón, acariciándolo. Alzó mi barbilla para que lo viera a los ojos. 

Resoplé. Ahora sí que quería verme, ¿no? 

—Lo sabía. Tu campesino—ordeña—vacas no es capaz de dar un buen golpe como para romperte la nariz. 

—Peter... ¿Podemos hablar luego? 

Él desvió la vista hacia donde nuestro público escuchaba atentamente la conversación. 

—Todos salgan, quiero hablar con Lali a solas —dijo él con una voz de mando. 

—Si la vas a besar de nuevo puedes hacerlo aquí, frente a nosotros. Pero yo no me salgo, Cliff nunca nos da buenos descansos —se quejó Gustavo llevando sus manos a las caderas y actuando como adolescente hormonal.
 
¿Peter pensaba besarme nuevamente?

Mi rostro enrojeció de vergüenza con solo mencionarlo. Pero la verdad era que yo también quería que me besara y perder la conciencia en el intento. No me importaba si después él quisiera correr a los brazos de mi prima... Detuve ese hilo de pensamientos antes de que terminara aceptando una extraña relación compartida con Peter. 

Era fácil caer en la tentación, y más cuando dicha tentación no dejaba de acariciarte la barbilla y oler condenadamente masculino. 

—Vamos, hay que darles algo de privacidad —dijo Rita. Se puso en camino hacia la salida. 

—Espera, yo me iré —intervine antes de que saliera e interrumpiera los pocos minutos que tenían para descansar. Además Mirna seguía con la atención a sus pies y el lugar ya comenzaba a oler a queso rancio. 

—Iré contigo —dijo Peter de forma resignada. Antes de marcharme busqué con la mirada a Rita, ella me transmitió algo de valor y una sonrisa de ánimo. 

—¿De qué querías hablar conmigo? —le pregunté a Peter justo cuando intercambiaba lugar con la otra chica que se encargaba de la freidora. Peter tomó una papa y la sumergió en uno de los enormes botes tamaño industrial de salsa de tomate. 

—El tipo ese, tu ex novio, ¿te llevó a casa después del concierto? 

—¿Quieres hablar de Franco? —El desconcierto se podía escuchar fuerte y claro en mi voz. Yo pensaba que hablaríamos del beso y de cómo fue un error que no se volverá a repetir y bla, bla, bla... conciencia, conciencia... Bla, bla... Culpa, Jenny... Más bla, bla, bla. 

—Respóndeme —pidió simplemente. 

Suspiré. 

—Sí. Me llevó a casa. Estoy en una sola pieza como puedes ver. 

En una sola pieza y vestida como un canario vulgar (cortesía de mi jefe). El amarillo no era mi color. Para nada. 

—Espero que se haya disculpado contigo, porque si no lo hizo soy capaz de romperle el cuello y lisiarlo de por vida. 

—Él se disculpó. No fue su intensión lastimarme. 

Apilé a mi lado una de las bolsas herméticas que contenían las papas congeladas y rebanadas en tiras. Mientras tanto, vigilaba que la carne de la hamburguesa estuviera bien cocida. 

—¿Qué hicieron después, Franco y tú? —preguntó de manera casual. 

Rodé los ojos. 

—Dormimos juntos —dije sarcásticamente. 

—Este no es un momento para que juegues conmigo, Lali —dijo en un tono serio. Pensé que la vena de su frente explotaría—. Contéstame una cosa: ¿lo besaste a él después de besarme a mí? 

Si hubiera estado bebiendo agua o comiendo algo, ya habría escupido todo. 

—Wow, alto ahí. Sabes, yo podría preguntarte lo mismo. ¿Besaste a Jenny después de besarme a mí?

—Quiero que me respondas primero. ¿Lo besaste? 

Me negué a abrir la boca y me crucé de brazos. ¿A qué se debía todo esto? De todas formas no me gustaba hablar del beso, me daba vergüenza y se sentía tan real que daba miedo. 

—Lali... Me estás matando. Por favor responde —dijo en un tono de voz que me calentó en las partes correctas. 

Sentí como si una parte de mi corazón se derritiera. Sus ojos verdes lucían desesperados y sin consuelo. —¿Por qué quieres saberlo? 

En un arrebato su mano golpeó la bolsa de papas congeladas a mi lado, y esta cayó al suelo, haciendo que todas se regaran en el piso. 

—Ay no, ay no... —hiperventilé viendo el desastre que era la cocina. 

La chica que servía los alimentos detrás del mostrador eligió ese momento para gritar pidiendo más papas y un tipo de hamburguesa que incluía tocino. 

—Esto es un desastre —murmuré aún paralizada en mi sitio. Solo podía recordar a Cliff diciendo que tendría que pagar por cada alimento malgastado—. Tengo que recoger esto... Yo... 

Me agaché rápidamente y comencé a tomar con mis dedos lo que se cayó al suelo, tratando de devolver las papas a la bolsa. 

—No importa que se hayan caído ¿verdad? —dije angustiada. Peter solo me miraba con la mandíbula desencajada—. Se supone que los alimentos congelados no agarran gérmenes, ¿cierto? 

Solo rogaba para que un inspector de salubridad no entrara por esa puerta porque sino estaría realmente jodida. Espera, ¿no es malo darle a los clientes comida que ha estado previamente en el suelo? 

—Lali...

 Mis dedos comenzaron a insensibilizarse y tenía un único objetivo en la mente: que Cliff no me viera. 

—¡Lali! —gritó Peter agachándose a mi lado y sujetando mis muñecas, elevándolas en el aire. 

—¡¿Qué haces?! ¡Tengo que apresurarme antes de que alguien vea esto! 

—Necesito que me escuches nada más... —logré soltar mis muñecas y volví a mi labor. Me sentía como un vampiro con la urgencia de contar todos los granos de arroz en el suelo. 

—SUFICIENTE —Peter me lanzó un chorro de salsa de tomate del bote más cercano. Cayó en mi mejilla, en parte de mi boca y lo podía sentir deslizándose por mi cuello y mi blusa. 

—¿Qué hiciste? ¡¿Qué hiciste?! —grité como animal rabioso. No dejaba de pensar en lo poco que ganaba de sueldo y en lo reducido que sería mi pago gracias a este idiota y sus desastres. 

Me sentía furiosa, enojada y frustrada con Peter. Actué sin pensar y tomé lo que sea que encontré más cerca y se lo lancé a la cabeza.

Resultó ser un pequeño molde de aluminio lleno con mostaza. El lado izquierdo de su cara se volvió amarillo. 

Y ahí fue cuando comenzó la guerra.

Él me lanzó más salsa de tomate a la ropa y el rostro. Yo tomé puñados de las papas congeladas y se las disparé en todas direcciones; cuando se le acabó la salsa, se puso de pie y tomó hojas de lechuga que se encontraban perfectamente cortadas en un empaque sellado y me las lanzó. Gracias a la salsa de tomate que tenía en el pelo, la lechuga se pegó y se metía en los lugares menos cómodos de mi blusa. 

No quise quedarme atrás y, poniéndome también de pie, agarré una botella de mayonesa y comencé a rociar a Peter, persiguiéndolo mientras se movía entre la máquina de helados y el horno donde más de una docena de panes se estaban calentando. 

—¡Detente! —grité cuando vi que activaba la máquina de helado y me lanzaba pequeños puñados en la espalda. —¡Peter! —volví a gritar cuando él me agarró de la cintura y vació un bote entero de mostaza en mi cabeza. 

—¡Ahora.sí.tienes.que.escucharme! —dijo entrecortadamente, con la respiración agitada gracias al esfuerzo de perseguirnos el uno al otro. 

Era vagamente consiente de un pequeño grupo de espectadores parados lejos de la zona del desastre, observándonos con diversión. 

—¿Qué quieres? dilo de una vez —traté de no escupir la cantidad de sustancias que rodeaban mi boca en ese momento. 

—¡Dios! Solo dime si te gusto —habló finalmente. 

Eso me tomó por sorpresa y me quedé paralizada. Los dedos de mis pies hormigueaban y mi estómago se retorcía como cuando quería vomitar, pero era por eso o porque comenzaba a darme nausea tanta comida. 

Abrí la boca para decir algo pero la cerré rápidamente. 

¡Me quedé en blanco! 

—Por favor Lali, responde —me dijo con cierto pánico en su voz. Me sostenía por la cintura y su rostro estaba a centímetros del mío. —¿Lo besaste, a ese tipo Franco? ¿Sigues sintiendo algo por él? —insistió con voz temblorosa, poniéndose serio nuevamente. 

Las lágrimas se empezaban a acumular en mis ojos. Aparté la mirada y fijé la vista en el punto de mostaza que manchaba la pared. 

—No. No besé a Franco y tampoco siento nada por él —respondí después de unos segundos. 

Alivio se reflejó en los músculos de Peter; tentativamente alcé la vista para verlo. 

—¿Y en cuanto a lo otro? —quiso saber. Jamás lo había visto tan inseguro y miserable. No podía creer que estaba diciéndole esto. Solo rogaba para que no se fuera a burlar de mis sentimientos. 

—Resulta que me gusta alguien, aunque el tipo es un completo idiota. 

Esta vez Peter sonrió mostrando sus dientes.
 
—Es un idiota suertudo entonces —aseguró él.

—Es un idiota que ya está en otra relación. 

—Es un idiota que no sabe cómo dejar de serlo. 

—Peter, tú tienes a Jenny... —rápidamente él colocó dos dedos en mi boca para evitar que continuara hablando. 

—Ya no más. 

—¿Cómo que ya no más? 

—Ella y yo terminamos, Lali. Rompimos. 

—¿Qué...? 

Apenas y podía procesar la noticia cuando, de repente, apareció Cliff frente a mí. Su rostro estaba rojo por la cólera, su prominente barriga se agitaba al caminar y la vena de su frente parecía cobrar vida propia. 

—¡Mariana Esposito! —gritó fuertemente. Oh no, cuando utilizaban el nombre completo la cosa se ponía fea— ¡Estás despedida!

Si quieres que te avise cuando suba nuevo capitulo dejame tu Twitter.

19 comentarios :

  1. MIERDA COMO DESPEDIDA!!, ASK No sera que Sexy cat esta jugando dos puntas? Depronto, No quiero que la despidan, ahora si bambi se va a colocar roja de la rabia, Todo por culpa del sexy cat...

    Sube mas
    Att:Andrea Antequera

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  2. oh no pobre Lali!! estoy segura que Peter encontara una solucion para ella!
    Mas ;)

    Si quieres pasa tmb por mi blog http://entrefantasiasyrealidad.blogspot.it/

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  3. Seguro que Peter se hecha la culpa de todo para que no despidan a lali, y espero que Peter no este jugando con ella y la mienta sobre haber roto con su prima

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  4. Asshsfagafdfh espero el próximo..
    Avisame cuando subas porfa @ManuValenciia :)

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  5. hay no, no le puede hacer eso a lali
    ojala q peter este siendo sincero con ella
    besos

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  6. Aii me Encanto este capitulo !! Esperemos que no despidan a Lali, Porfavorr haz maratón por reyes andaaaaaaa.! Que me Encanta tu noveee, porfiii #maratón!!

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  7. Siiiipp #maratónporreyes!! Q la novela esta re interesantee.!!

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  8. Buenisimo el cap¡ es vuena idea el , maraton me apunto¡¡

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  9. Si porfavor has maratón, te lo ruegooo¡!

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  10. Juju se pone interesante, me encanta la nove.. maraton el finde?? Maass

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  11. nos dejas con mucha intriga, queremos maasss y si haces maraton sos lo maass

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  12. Maaaaaaaaaaas, yo tambien me apunto, maratón de reyeeeeeessss

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  13. Siiii porfaaa has maratón :((

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  14. La metió en un lío.
    Lali tiene atracción para k la metan en todos los jaleos.

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