sábado, 11 de enero de 2014

Capitulo 13

Noah 

Me retorcí los dedos como por onceava vez en el mismo minuto. Peter iba a estar furioso conmigo cuando se diera cuenta que asistí a la cita de Franco sin él (a pesar de que estuvo recalcándome todo el día que ni loca iba a ir yo sola a verlo). 

Pero no podía llevar a Peter conmigo, él era capaz de retorcer el cuerpo de Franco sin ningún problema. Le conté a Rita mi plan y ella colaboró para que Peter no se diera cuenta que estaba escapándome por la puerta trasera del restaurante. 

Pero es que de verdad necesitaba hablar a solas con Franco, y no necesita al señor jodidamente celoso respirándome en la nuca y llamando con nombres de animales de granja al pobre de Franco. 

Él me había citado en un lugar donde preparaban la mejor comida china de la ciudad, se llamaba La Caja Asiática. 

Procuré cambiar mi ropa de trabajo por cómodos jeans y una camiseta sin mangas; estiré mi pelo en una cola y, como siempre, mantuve mi maquillaje al mínimo. 

Entré al local ubicado en la segunda planta de un edificio comercial, y una ola de aromas a jengibre, salsa de soya, especias y mariscos me golpeó directo en la nariz. 

Una chica con genes asiáticos me hizo una reverencia al entrar, y me indicó que pasara. Busqué con la vista el cabello marrón oscuro de Franco y lo encontré casi al fondo del restaurante. Una botella de agua se posicionaba ya en la mesa, a su lado también estaba una botella de vino con una etiqueta en donde se leía: Dry Red Dragon. Frente a la botella, dos copas servidas. 

—Hola —saludé mientras tomaba asiento frente a él.

Su mirada se iluminó y mi estómago se retorció con culpa. 

—Pensé que no vendrías —se levantó de su lugar y me dio un rápido beso en la mejilla—. Espero no te moleste que ordenara por ti.—Negué con la cabeza. —Veo que tu nariz está mejor —regresó a su asiento.
 
—Sí, ya casi no duele mucho —confesé—. Fran, yo...

—Wow. Llevas demasiado tiempo sin llamarme así —su sonrisa parecía no caber por completo en su cara—. Me gusta que me digas Fran. 

Fruncí el ceño. 

—Franco creo que ya no podemos seguir haciendo esto. 

—¿Haciendo el qué, princesa? 

Princesa. Así me llamaba cuando éramos novios; no era nada agradable recordar esa época en la que creía que era sexy verlo sin camisa y con el estómago cubierto de grasa de automóvil. Solía llevarle agua y limpiar su frente sudorosa con un pañuelo. Entonces él me daría un beso salivoso e intentaría meter su lengua hasta que rascara el punto exacto de mi paladar en donde se provocaban normalmente las arcadas. 

—Me halaga que quisieras recuperarme —comencé— pero no voy a engañarte... No creo que exista una segunda oportunidad para nosotros. 

No me gustaba decirle esas palabras, pero era mejor detenerlo ahora y no después cuando fuera tarde. 

—¿Pero por qué? ¿Acaso hice algo mal? —estaba angustiado, podía escucharlo en su tono de voz—. Lali, aprendí cómo besar bien si eso es lo que te preocupa. Puedo probártelo... 

Antes de que Franco pudiera seguir hablando más, una chica con un uniforme de camarera se nos acercó mientras cargaba varios platos de comida y los depositaba en la mesa. Todo lucía bastante bien. Franco me miraba angustiado, ni siquiera parpadeó con la llegada de la comida. 

—No se trata de los besos —dije una vez que la camarera se fue—, es que simplemente no me veo contigo en un futuro inmediato. 

—Jenny te lo dijo, ¿cierto? 

Lo miré confundida. ¿Qué tenía que decirme Jenny? ¿Acaso él sabía lo de Peter? ¿Que Jenny pensaba que era un ladrón/estafador? 

—¡Ella prometió guardar el secreto! —chilló—. Lo siento Lali, te lo iba a decir pero... 

—Wow, espera ahí. No entiendo de qué hablas. 

Franco se quedó en silencio por un momento, entonces abrió su boca para volver a cerrarla haciendo un sonido como de PLOP. 

—Cuando me dejaste me sentí devastado —comenzó a explicar—, no quería perderte. Fuiste lo mejor que me pasó. Entonces le pedí a tu prima... —se detuvo en media frase. 

¿Qué? ¡¿Qué?! ¡¿Le pidió a Jenny, qué?! 

—Verás, tu prima me ayudó un poco en el área de los besos y... otras cosas... 

—Oh no. No, no, no, no. ¿Quieres decir que estuviste acostándote con mi prima para "mejorar tus habilidades" y luego vienes y me pides otra oportunidad? 

—Tenía que recuperarte de alguna forma y esa era la única manera. La vi hace meses atrás en la calle, le pedí su número para que me mantuviera informado sobre ti... y simplemente se dieron las cosas. Ella se ofreció a ayudarme.
 
—Gran alma caritativa, ¿verdad? —mi apetito se había esfumado por completo.

Iba a retirarme y regresar al departamento para confrontar a Jenny, pero una sombra de figura alta y musculosa se asomó entre Franco y yo. 

Sin siquiera tener que echarle un vistazo ya sabía de quién se trataba. Peter. Estaba de pie frente a nosotros, aun con el uniforme del restaurante. Cliff lo había obligado a usar un pantalón suelto a la cadera, y una corbata simple. Sin camisa. 

Supongo que se dio cuenta de que a él también podía sacarle el provecho; ahora la clientela femenina nunca faltaba. 

Tuve un poco de la hermosa vista a sus tatuajes durante todo el día. Algunos eran como llamas decorándole los omoplatos; desde ahí, la tinta formaba un árbol cuyas ramas y raíces estaban secas y apenas habían algunas hojas aferrándose al tronco. Era un árbol marchito, solitario. Peter ni siquiera hizo el intento de intimidarse cuando la gente se le quedaba viendo. Disfrutaba de la atención que estaba recibiendo aquí en el restaurante. 

Oh, hombre. Intenté apartar la mirada de sus suaves músculos pero la verdad era que se me hacía agua la boca por pasar mis manos sobre su pecho... Pero, ¿cuáles manos? Si era sincera conmigo misma quería pasar la lengua por su pecho y luego... Quité la vista de su muy buena figura, y mis ojos se dirigieron a los suyos. Peter lucía furioso. Apostaba a que si fuera posible hasta echaría humo por la nariz. 

—Lali —pronunció mi nombre de manera fría y contenida—. Te dije que me esperaras... 

—¿Qué hace este tipo aquí? —preguntó Franco. 

Su mandíbula se apretó fuertemente mientras le lanzaba miradas de odio a Peter, lo veía de forma despectiva de pies a cabeza. 

—Vengo por Lali —respondió él con voz más tranquila de la que me habló; vi cómo tomaba una silla de una de las mesas desocupadas y la ponía a mi lado. Se sentó con el respaldar de frente y le dio una mirada lacónica a Franco. 

—Ya me iba, ni se te ocurra hacer un espectáculo —le advertí a Peter, murmurando por lo bajo. 

Aún estaba furiosa por lo que hizo Jenny con Franco. 

—¿Y eso por qué? Pienso que deberías quedarte a comer ya que tu exnovio paga. Mira eso, ¡hasta hay vino! Oh, pero nena, no deberías estar tomando esto. Peor en tu condición. 

Mis ojos se abrieron y miré sospechosamente a Peter. 

—¿De qué condición estás hablando? —se me adelantó a preguntar Franco. Él tenía el cuello rojo y sus puños estaban cerrados sobre la mesa. 

—Hablo de que Lali está embarazada. ¿Adivina quién es el padre? —se señaló a sí mismo. Casi me caí de la silla. ¿En serio acababa de decir eso? 

—¿Lali, estás embarazada? —gritó Franco haciendo que tres monjas, que comían a tan solo unas mesas de distancia, nos voltearan a ver. 

—¡Claro que no! ¡Peter, no es gracioso! —lo regañé. Más motivos para ponerme furiosa.

—Tiene tres semanas de embarazo, y si sabes lo que te conviene, Francis, vas a dejar de buscarla. Es mi chica ahora. 

—Mi nombre es Franco, no Francis. Y no... —él negó enérgicamente con la cabeza— no puedo creer esto. ¡Hace rato estabas reprochándome por haber tenido algo con tu prima, y ahora vengo a darme cuenta de que tú tienes algo mucho más grande con su esclavo sexual! 

—Vaayaa —Peter se rió en voz alta. Las monjas se persignaron, mientras que, varias parejas dejaron de comer para vernos (aunque desde que Peter entró sin camiseta ya se lo estaban comiendo con la vista)—. Esclavo sexual. Lo utilizaré en mi material de cosas ingeniosas. Aunque yo me miro más como un sexy pedazo de carne importada. 

Peter tomó un par de palillos chinos de la mesa y empezó a escarbar entre la comida. Se llevó un trozo de pollo con vegetales a la boca y saboreó lentamente. 

Mi rostro estaba rojo y tuve que hacer un gran esfuerzo para no clavarle uno de los palillos en la mano. 

—Dije que yo no estoy... 

—¡Increíble! —resopló Franco, ni siquiera escuchaba lo que yo tenía que decir—. Embarazada de este tipo. 

—Por supuesto que no —chillé pero Peter me interrumpió

—Sip —él habló con la boca llena, apostaba a que lo estaba haciendo a propósito para enfurecer aún más a Franco—, ya hasta tenemos nombres pensados. Si es niña, Gertrude, como mi abuela. Si es niño, Juan Pedro III. 

—¡Peter! —grité. 

—Oh, cierto, cierto. Ella quiere que nombremos a la niña Margarita, y si es niño Noah. ¿Tú qué opinas Francis? ¿Te gusta más Noah o Juan Pedro III? 

—Yo opino que mejor me voy. —Franco se levantó de su silla, botando una servilleta mientras se iba. 

—Fran... —no quería que se fuera pensando en la estupidez que Peter le había dicho. 

¿Embarazada? ¡Yo todavía era virgen! 

Franco se detuvo cuando lo llamé, y dando media vuelta me miró de una forma tan decepcionante. 

—Entonces solo aceptaste verme para despedirte de mí —dijo con tristeza—. Supongo que esto no funcionó al final de cuentas. No puedo creer que estuvieras jugando conmigo todo este tiempo. 

Se fue dando grandes zancadas, se alejó hacia la salida del restaurante. Quería gritarle que él también estuvo jugando, a saber hace cuánto tiempo, con Jenny a las manitas sudadas, pero me abstuve de gritarle algo mientras se iba. 

—¿Me puedes explicar por qué rayos le dijiste que yo estaba embarazada? —le recriminé a Peter. 

—Fácil: así no vuelve ni a pensar en tu nombre. Créeme, no hay nada que tema más un chico que enterarse de un embarazo. 

Lo fulminé con la mirada. Era un imbécil.
 
Siempre haciendo idioteces como esta.

Me levanté de mi asiento y salí echa un rayo fuera del restaurante. 

Caminé a toda prisa para tomar un taxi, pero justo cuando uno se detuvo, Peter llegó a mi lado, tomó mi brazo y me hizo girar para que lo viera a la cara. 

—Lali, tenía que hacerlo. Además mencionó algo de haberse metido con Jenny. Él no vale la pena. 

—¿Y tú sí? —grité enojada. Si Franco llegaba a decirle a alguien que creía que yo estaba embarazada... Bueno, digamos que las cosas no se iban a poner bonitas—. Tú también estabas metido hasta por los codos de Jenny. 

—Jenny solo fue un cuerpo caliente con el que pasar la noche para no sentirme solo. Lali, sé que yo no lo valgo. Pero trabajaré con fuerza para merecerte. 

—Estaba a punto de decirle que no quería nada con él. Pero luego vienes tú y le dices, de todas las cosas que pudiste haberle dicho, que estaba embarazada. ¿No podías simplemente dejarme a mí hacer esto? 

—Entiéndeme tú a mí, si ese lame vacas hubiera seguido un minuto más cerca de ti, no habría poder en el mundo que pudiera detenerme de golpearle el rostro. 

Suspiré agotada. 

—Me tengo que ir. Dejaste a Jenny echa un dique abierto y a mí me toca reparar los daños. 

Hice el intento de subirme al taxi, pero Peter lo despachó con un movimiento de mano. 

—Oye... 

—Yo te llevaré. 

Mis ojos pasaron como por millonésima vez sobre su torso desnudo. 

—¿Por qué tienes que andar sin camiseta todo el tiempo? —reproché. 

—Lo hago para saber que no he perdido el toque —me guiñó un ojo. Y solo eso bastó para perdonar su enorme y entrometida boca. Quería besarlo, pero dar el primer paso era como cederle una victoria. 

Increíble. Lo perdonaba demasiado rápido. 

—No te preocupes, tengo una camiseta de repuesto —dijo. 

Caminó tomándome de la mano, se dirigió hacia el estacionamiento del restaurante chino y se detuvo frente a una monstruosa motocicleta color negro cromado. 

—¿En esto piensas irme a dejar? —chillé. 

—¿No te gusta? Se llama Dolly —Me pasó un casco y, antes de colocarse el suyo, deslizó una camiseta blanca por sus brazos, tapando su cuerpo. Sacudí mi cabeza para evitar que el efecto Peter Lanzani se apoderara de mis ojos y los pusiera bizcos. 

—Las motocicletas no son seguras —dije medio embobada—. Mejor tomaré un taxi. 

—Ni en tus sueños. Ven, hasta te permitiré apoyarte en mi sólida espalda —tocó mi nariz con su dedo índice. 

—Eres peligroso para mí —dije medio en broma. 

—No tienes ni idea —respondió él de repente serio.
 
Esto era. Tenía que preguntarle acerca de si lo que dijo Jenny era cierto o no.

Abrí mi boca para decirle, pero sorprendentemente la boca de él ya se encontraba allí. Sus manos sujetaron mis caderas y me pegó a su cuerpo; jadeé por el beso salvaje y desenfrenado. 

Su lengua encontró su camino hábilmente hacia la mía, sentí mis piernas débiles y temblorosas mientras él se divertía haciendo lentos círculos en la piel expuesta sobre el borde de mi pantalón. 

Nos separamos para tomar aire, su respiración igual de irregular que la mía. 

—No te había saludado como debía —dijo encogiéndose de hombros. 

Me mordí el labio. Solo Peter Lanzani podía hacerme enojar un segundo atrás, y reivindicarse al siguiente. Lo golpeé en el hombro, así como tenía por rutina. 

—Eso fue por decirle a Franco que estaba embarazada. 

Él soltó una carcajada, echando su cabeza hacia atrás. 

—Tal vez deberíamos ponernos a trabajar para que no sospeche después de nueve meses —empezó a sobar mi estómago. 

Lo golpeé de nuevo en el hombro. 

—Tonto. Ni creas que te vas a salir tan fácil de esto. 

Se rió en voz alta. 

—Vámonos nena. Quiero que conozcas un lugar y no podemos llegar tarde. 

—Pensé que me llevarías a casa. 

—No esta noche. Pienso secuestrarte sólo para mí —me dio un beso fugaz y me tomó en sus brazos para posicionarme sobre la motocicleta. 

Me ayudó a ponerme el casco y se subió delante de mí, poniéndose el suyo también. 

—Sujétate fuerte —dijo y pronto comenzamos a movernos hacia la carretera. 

Curiosamente en lo único que podía pensar era en lo extraño que había sido ver monjas en un restaurante chino. 

Pero es que si me ponía a pensar en Peter como un chico peligroso... No. Mejor no pensar en eso,bporque una relación con un chico malo nunca terminaba de una buena manera.

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