sábado, 4 de enero de 2014

Capitulo 9

Sobrante

Dos Semanas, un día atrás

—Lali, hoy saldré con Peter —fue lo primero que me dijo Jenny cuando entró a mi habitación sin siquiera llamar a la puerta. 

No hice ni el más mínimo esfuerzo por despegar la vista del libro que estaba leyendo, se trataba de un chico y una chica que eran amantes y mantenían una bella relación, hasta que ambos murieron en un trágico accidente, pero reencarnan veinte años después en distintos cuerpos en donde terminaron siendo hermanos. 

—¿Para qué necesito escucharlo? —dije casi sin prestar atención, ya iba en donde las cosas se ponían buenas en el libro. 

Oh, hombre, ambos hermanos se estaban viendo a los ojos, ¡Se reconocieron! ¡¡Se besaron!! ¡¡¡No había nadie en casa!!! ¡¡¡¡Las cosas se empiezan a poner candentes!!!! 

—¡Lali! —gritó Jenny al ver que no le daba importancia a lo que decía. 

Ella me quitó el libro y ojeó la cubierta. 

—¿Relaciones Prohibidas? —leyó el título con cierto escepticismo—, ¿en serio? Todo el mundo sabe que cuando le añades "prohibido" al tema, terminas cediendo. Saben que no deben pero igual lo hacen. Realmente odio que el título lleve una advertencia. 

Lanzó el libro hacia el pequeño escritorio de madera que se encontraba en la esquina opuesta de la habitación. Me crucé de brazos. 

—¿Qué quieres entonces? —pregunté molesta. 

—Ya te dije, hoy es mi noche dedicada completamente a Peter —sonrió con picardía—. Si viene Ian en mi ausencia, le dices que estoy con mamá. Él es demasiado caballeroso como para llamarla para comprobarlo. —Se puso frente a mi armario y comenzó a examinar la poca ropa que tenía. 

—¿Por qué crees que voy a ayudarte? Ya sabes lo que pienso del hecho de que veas y te acuestes con dos tipos a la vez. Es asqueroso. 

Ella se giró para verme mientras yo me acomodaba en la cama y abrazaba una de mis almohadas.

—Porque, Lali, no querrás que tus padres sepan el vergonzoso acto de delincuencia que cometiste el otro día. 

Desvié la vista hacia otro lado, fijándome en el patrón geométrico de mis cortinas azules. 

—Me estás chantajeando —afirmé, era increíble lo mucho que mi prima había cambiado. 

Pasó de ser esa niña de rizos rojos que siempre compartía conmigo sus juguetes cuando la iba a visitar, a esta chica de mirada fría y de pensamientos egoístas. 

—No pienses en esto como un chantaje —dijo sentándose en la cama conmigo—. Piensa que es un recordatorio de lo mucho que fui de ayuda en ese momento, y de cómo ahora yo soy quien ocupa cobrar el favor. 

Todavía me daba vergüenza recordarlo. Hace tres meses acompañé a Jenny a una tienda de ropa exclusiva y carísima; al salir por la puerta principal, los sensores de alarma se dispararon y al instante dos guardias de seguridad estaban sobre mí, revisando mi bolso y mirándome como una condenada delincuente. 

Pensé que me deberían una disculpa después de eso porque obviamente yo no tomé nada, pero la sorpresa me la llevé yo al ver que sacaban de mi cartera una brillante y sedosa blusa de color turquesa. Una que yo precisamente había mirado con anhelo desde que había entrado a la tienda. 

Lo siguiente que supe fue que Jenny estaba pagando la multa que me habían impuesto, y pagó por el precio de la blusa en cuestión. 

Lo juro, ni siquiera supe cómo llegó eso a mi bolso. En ningún momento me despegué de Jenny y de sus incesantes cambios de ropa. Pero nadie creyó en mi inocencia. Tal vez me había vuelto cleptómana y ni siquiera lo sabía. 

—¿A qué hora estarás de vuelta? —dije de mala gana. Le debía mucho a Jenny (no sólo monetariamente hablando) sino que le debía por no haber dicho nada a mis padres, o peor, a sus padres (quienes adoraban hacer sentir pequeña a mi familia). 

—No tardaré mucho. Como máximo estaré en casa a las tres. 

—¿A las tres de la mañana? Eso es exagerado. 

—Lali, Lali, Lali. Definitivamente no sales mucho. Después de las doce, la cosa se pone buena. Te invitaría pero tú eres muy reservada con eso. —Se giró de nuevo hacia mi armario y sacó... la blusa turquesa que mantenía escondida en el fondo. 

Odiaba esa cosa. Jenny había tenido el descaro de comprarla y dármela como regalo. Por supuesto que no me la había puesto ni un sólo día. 

—¿Me la prestas? Veo que tú no la usas... —Jenny sostuvo la blusa en alto y deslizó sus dedos a través de las cintas que se ataban en la espalda. 

Era una blusa hermosa. 

—Claro —dije en un suspiro. 

Ella chilló e inmediatamente se dirigió hacia la salida de mi cuarto. De todas formas yo jamás la usaría. No después de haber pasado por la vergüenza que pasé ese día; hasta me tomaron fotografías instantáneas y las pegaron en una pared de anuncios, etiquetándome como ladrona. 

Nunca volví a pasar por esa tienda para verificar si mi foto aun continuaba en el tablón.

Después de sentirme melancólica, regresé a tomar mi libro y a perderme en la relación complicada entre Dorian y Selene. 

Odiaba y amaba las relaciones complicadas; pero si yo estuviera en una… definitivamente no manejaría muy bien las cosas.

***

Mis ojos se abrieron en alerta. Todo era oscuro a mí alrededor y las voces se escuchaban a través de la sala. 

Yo aun me encontraba somnolienta y cansada. 

Bajé de la cama y busqué a tientas mis cómodas pantuflas afelpadas con forma de conejito, luego, caminando como zombi, salí de mi habitación y fui directo hacia donde el ruido se escuchaba cada vez más fuerte. 

Desde donde me encontraba podía ver la luz de la sala encendida; entonces lo vi, a Peter. Estaba sentado en el suelo, absorbiendo una botella de licor y Jenny se encontraba a su lado, bebiendo con él. 

—¿Qué hacen? —croé en su dirección. 

Ambos se pusieron alarmados y asustados, pero cuando vieron que se trataba de mí, se relajaron. 

Después de unos segundos, ambos, simultáneamente comenzaron a reírse a carcajadas. Me froté los ojos con las palmas de las manos, miré hacia donde estaba ubicado el reloj en la pared. Las cuatro de la madrugada.

—Bonito pijama —observó Peter. Entonces bajé la vista hacia mi ropa. 

La vergüenza me carcomió de inmediato. Llevaba puesta una camiseta con la cara de los chicos de One Direction, y en medio, un gran corazón rosa señalaba al rubio de ellos. La usaba únicamente para dormir ya que mucha gente me molestaba y me llamaban: asalta cunas, codicia niños, o sino me decían que los dejara crecer. Todavía no lograba entender por qué me decían esas cosas, ¡La mayoría de ellos tenían exactamente la misma edad que yo! Además, había comprado la camiseta en una venta de garaje, fue una ganga a la que no pude decir que no (junto con las pantuflas de conejito). 

Detuve de inspeccionar mi camiseta en cuanto escuché a Peter comenzar a cantar una de sus canciones. 

—Baby you light up my world like nobody else... —las palabras le salían pegadas y casi no se le podía entender. Pero pronto Jenny se le unió en el coro. Ahora era yo la que me estaba riendo. Ambos sujetaban sus puños tratando de imitar micrófonos en el aire. 

Definitivamente los dos estaban borrachos. Justo iba caminando en dirección de la cocina, cuando Peter se puso temblorosamente de pie y gritó: 

—Lali... quédate.
 
Me detuve a unos tres metros de la puerta de la cocina y giré mi rostro hacia él.

—Solo... voy por agua. —Peter me miraba de una manera intensa que hizo que mi corazón diera un tropiezo en mi pecho y se desviara de su ritmo habitual. 

¿Él me estaba pidiendo que me quedara? De repente, Jenny golpeó las inestables rodillas de Peter y él cayó (con botella y todo) sobre el suelo. 

—Bésame, bebé —lo urgió ella sujetando las solapas de su camisa. 

Entonces él obedeció y sus labios chocaron con los de ella, juntos y torpes. 

Sentí morir cualquier clase de esperanza que se estaba encubando en mi pecho como un virus. Alejé mi vista y prácticamente corrí hacia la cocina. Una vez dentro, rebusqué en el refrigerador y encontré una botella de leche fría, olvidándome del agua. La abrí y me la llevé directo a la boca. Cuando terminé, estaba apunto de pasar la palma de mi mano para borrar el bigote de leche que se había formado sobre mi labio superior, cuando, repentinamente, me congelé en plena acción de levantar la mano. 

Parado, en el mueble de la cocina, había un zorrillo; un pequeño y casi tierno zorrillo bebé que escarbaba entre las plantas de girasoles que Jenny compraba para adornar el lugar. 

Vivíamos en el quinto piso de un edificio estilo mediterráneo, y lo primero que pensé al ver al animal fue: ¿cómo rayos había hecho para llegar hasta aquí? Retrocedí en mis pasos, procurando que el zorrillo no fuera a asustarse y decidiera rociarme con la asquerosa sustancia con la que todos los zorrillos venían programados. 

Salí por la puerta y una vez más estuve de vuelta en la sala, viendo cómo Jenny absorbía la boca de Peter. Finalmente se separaron y, como si nada hubiera pasado entre ellos, Peter continuó cantando lo mismo que antes.

—You don’t know oh, oh. You don’t know you’re beautiful —hipó en la última parte y luego cambió de artista, la canción siguiente era una de Selena Gómez. 

—Cariño, tienes que irte —dijo Jenny arrastrando las palabras—. Se supone que Ian va a venir pronto. 

—No me gusta que me digas cariño —dijo él— para esa gracia prefiero que me llamen Lady Agustina. ¿Oíste, Lali? Laaaaaady Aguuuuustina. 

Sip, estaba borracho. 

—No quisiera interrumpirlos —hablé rápidamente— pero hay un zorrillo en nuestra cocina. 

Ambos me miraron atentamente, y luego se echaron a reír, tanto, que Jenny tuvo que correr en dirección al baño para evitar orinarse en la alfombra del suelo. 

—Eres divertida —dijo Peter poniéndose de pie y caminando a ritmo de tortuga hacia mí—, tienes un… 

Se paró a centímetros de mi rostro y luego hizo una cosa de lo más inesperada: me tomó de los hombros y me empujó cerca de su cuerpo.

—Peter… Estás borracho, tengo sueño, Jenny no tarda en venir y hay un zorrillo en la cocina, escarbando las plantas y probablemente comiendo insectos. Definitivamente este no es un buen momento para… 

—Solo hay algo que quiero hacer —su boca estaba tan cerca de mi rostro que pude oler el alcohol en su garganta. Tal vez era vodka. No lo sé. 

—Mira… —no me dejó terminar lo que iba a decir, y colocó dos dedos sobre mis labios. 

— Shhh. 

Sus dedos recorrieron mi labio inferior y de ahí se trasladaron hacia el labio superior; entonces se movieron un poco más arriba, cerca de mi nariz. Yo estaba paralizada. Debería ser ilegal que un chico pudiera descontrolar mis nervios y darle la vuelta a mi mundo entero con un solo toque. En especial si dicho chico estaba borracho y probablemente no recordaría nada de esto mañana. 

Sentí los dedos de Peter sujetar mi barbilla y, en lo profundo de mi egoísta y masoquista mente, quise que él me besara. Lo quería tan mal. Pero no lo hizo, sólo se quedó repasando sus dedos por encima de mi labio superior y luego… luego se los llevó a la boca. Chupándolos. 

—Te ves adorable con esa camisa y ese bigote de leche —susurró. 

Se relamió los labios con la lengua mientras yo aún me encontraba sin palabras. Mirándolo como una idiota. Mi pequeña burbuja se rompió cuando escuché pequeños golpes en la puerta principal. Mis ojos viajaron inmediatamente hacia ese lugar, y la voz de Ian sonaba amortiguada del otro lado. Para mi desgracia, Peter retiró los dedos de mi rostro e intentó correr para abrir la puerta. 

—¡Peter! —grité lo más bajo que pude—. Regresa aquí, es el novio de Jenny. 

Él me miró confundido, como si le hubiera hablado en japonés. 

—Noooo. Yo soy el novio de Jenny. 

Lo tomé del brazo y comencé a caminar hacia mi habitación, pero puso resistencia y plantó sus pies en el suelo. 

—¿No debería presentarme? —preguntó negándose a seguir caminando—. Sabes, mi madre antes de morir me enseñó que siempre tenía que tener buenos modales. 

Eructó en mi cara y se echó a reír. 

—Lo siento, nena… 

—Ni te disculpes —lo detuve en seco—, sólo lo empeorarás. Ahora muévete sino quieres despertar hecho picadillo. 

—En realidad… no puedes despertar si ya estás hecho picadillo. No tiene sentido que… 

Lo empujé a través de la puerta de mi habitación y cayó directo al suelo. 

—Quédate aquí. Solo tengo que ir allá un momento —cerré la puerta y corrí hacia la entrada principal para abrirle a un muy somnoliento Ian. 

Su cabello estaba revuelto bajo una gorra celeste desteñida y sus músculos se ceñían en la tela de su camiseta del equipo de fútbol del Barcelona.

—Hola Lali. Lamento despertarte a esta hora pero Jenny llamó hace poco. Dijo que le dolía el estómago; le traje medicinas —levantó la bolsita plástica y me sonrió sin muchas ganas. 

—Claro, pasa —extendí la puerta abierta mientras le abría paso. 

Inmediatamente una voz masculina se comenzó a escuchar a lo lejos. Cantaba una canción que sospechaba era probablemente de Selena Gómez. Al menos ya tenía material para molestarlo por los próximos días. 

—¿Qué es eso? —dijo Ian moviendo su cabeza en todas direcciones, como queriendo encontrar de dónde provenía el sonido—. ¿Alguien está cantando? 

Me aclaré la garganta. 

—Sí, es que soy aficionada a esos programas de karaoke. 

—¿A las cuatro de la mañana? —examinó el reloj de la pared. 

Me sonrojé y maldije por lo bajo. Esta noche iba a ser larga. 

—Sí. Soy rara —dije porque no sabía cómo rellenar los silencios incómodos que siempre se tenían con Ian. Sí, el chico era guapo y bien esculpido, sus rasgos eran suaves y el tipo era más callado que la H. Pero cuando intentábamos entablar una conversación, ambos éramos nulos para eso. 

Nunca había apreciado tanto la confianza y la familiaridad al hablar con Peter hasta ahora. 

—Jenny está en su cuarto. Ya conoces el camino —me apresuré a decir. ¿En serio le dije que soy rara?

—Gracias. —Él caminó hacia el cuarto de mi prima, y así logré evitar un gran desastre. 

Como siempre, Lali salvaba el día. Regresé a mi larga noche… más bien madrugada, a oír nuevamente los gritos de Peter. Cuando entré en mi habitación él ya estaba acostado en mi cama, sosteniendo el libro que leía esta tarde. 

Me vio entrar y se apoyó en un codo para poder verme a la cara. 

—¿Relaciones Prohibidas? —preguntó elevando ambas cejas—. ¿Este es de esa clase de libros no aptos para menores de edad? Laaaaliiii, me sorprendes. 

Me ruboricé y traté de quitarle el libro de sus manos pero él lo llevó fuera de mi alcance.

—Peter, no bromeo, dámelo. 

—Oh, entonces sí es de esos. 

—No, no lo es. —Intenté atraparlo de nuevo pero él se movió rápidamente y lo alejó de mí. 

Tomé una de las almohadas de mi cama y se la lancé a la cara. 

—Dámelo —repetí furiosa. Si no tenía cuidado podría romper alguna página. 

—No quiero. 

—¡Aggh! Pero qué inmaduro. 

Lo seguí golpeando, e incluso le hice cosquillas para que me lo diera. De alguna manera terminé encima de él en la cama, mi rostro a centímetros del suyo. Me hice agua al recordar sus dedos sobre mis labios, quitando las marcas de mi bigote de leche y llevándoselos a la boca.

—Lo quiero de vuelta. Y más vale que esté en buen estado. 

—¿Qué pasa si hago esto entonces? —Metió el libro bajo su espalda mientras esta se presionaba contra el colchón.

En un arrebato, me subí a horcajadas sobre él y comencé a moverlo para llegar hacia su espalda. El alcohol lo hacía lento y recuperé rápidamente mi libro. Lo llevé directo a mi pecho y lo sostuve por un rato. 

Me encontraba jadeando debido al esfuerzo, pero no tanto como para no notar que la camiseta de Peter se levantaba en los bordes, justo lo suficiente como para que llegara a tener un buen vistazo de su abdomen y del tatuaje en su espalda. 

—Hueles a lavanda —dijo él repentinamente mientras presionaba su nariz contra mi pelo. 

¿Era normal que un chico huela tu cabello de la forma en la que él lo hacía? Entonces sus mágicos dedos recorrieron mi nuca, escalofríos imparables sacudieron a mi cuerpo. 

—Me gusta tu cuarto. Está lleno de vida —dijo viendo las paredes de colores y los múltiples cuadros hechos por mí. 

—Gracias. Me gusta tu… —todo tu delicioso cuerpo— cabello de esa forma. 

Él resopló por la nariz y justo cuando llegué a pensar que se había desmayado, me sorprendió hablando: 

—Lali... Sé que soy un completo idiota y que probablemente no necesitas que te diga esto pero... —se detuvo un momento para hipar—. Nunca, jamás, ni en tus sueños más oscuros, te vayas a enamorar de un tonto como yo. Estoy arruinado, te lo digo. 

Mi respiración se volvió elevada. 

¿Por qué me estaba diciendo esto? 

—Buenas noches, nena —fue lo último que le escuché decir antes de que comenzara a cantar otra canción de Selena Gómez. 

Esa noche apenas y pude dormir algo.

Si quieres que te avise cuando suba nuevo capitulo dejame tu Twitter.

11 comentarios :

  1. ayy me encanta sube mas
    oye me podrias decir el nombre de la novela por favor???
    atte monse

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  2. Jenny es muy perra esta con sexy cat y tiene el descaro de llamar a ian, PORQUE SEXY CAT ESTAN BIPOLAR, Porque le dice esas cosas, sera que el estaba enamorado desde antes? Depronto, Depronto jenny fue la que metio esa blusa en su bolso jumm -.- Sube mas

    Att: andrea antequera

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  3. Q bardoo enserio
    Me mata ver como la utiliza yenny pobre laliii
    Maaass ❤️

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  4. la odio a jenny
    no puede usarla asi a lali
    besos

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  5. Exactamente Jenny abusa d la bondad d Lali.
    Peter ya es un cobardica!!!!.

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  6. Maaaaaaaaaasmasmasmas

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  7. subí más por fa! Cuántos capítulos tiene la nove? Besos Naara

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  8. Me quede con ganas de más! As maratón Porfabor te lo ruego! :(

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  9. por favor maratonnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn!!!!!!!!!!!!! me encanta tu nove plis mas!!!!!!!!!!!!!

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