martes, 14 de enero de 2014

Capitulo 18

 Nicole

—Woa, Lali. Relájate. Nicole es…

—¡Su jodida sobrina! —grité enfurecida a una Rita que todavía tenía un ojo cerrado y el otro medio abierto. Entré en su casa y lancé la bolsa de color celeste que tenía el traje de bebé que Gaston me había obsequiado. 

Ni siquiera puse un pie en el departamento de Peter. Ese jodido idiota me hizo pasar un infierno solo para decirme que Nicole era su sobrina de diez años. 

Mierda. 

Estaba muy molesta. 

Dejé su teléfono en la recepción del edificio y salí corriendo a tomar un taxi; me fui directo a la casa de Rita (no quise irme al departamento donde la fiera de Jenny dormía). No quería saber nada de Peter Lanzani. O de Jenny, o de Elena-colecciona- calzoncillos. Ese idiota, inmaduro, bastardo, hijo de p… 

—Lali, ¿me quieres contar qué pasó? Siento como que me estoy perdiendo de algo —dijo Rita en un estado somnoliento. 

No me había fijado ni en la hora. Debía ser cerca de la media noche. 

Resoplé furiosa y me desahogué con Rita. 

Le conté todo, desde el principio. 

—Creo que te estás precipitando a juzgarlo —me dijo ella una vez que terminé de contarle con lujo de detalles—. Mira, ni siquiera sabes cuánto gana. ¿Qué tal si gana lo suficiente como para darse el lujo de tener un departamento en el lugar más asombroso del mundo? No puedes culparlo solo por eso. Si yo tuviera un novio rico ya estuviera explotándolo y haciéndole bailes calientes en el regazo solo para que me llevara al Burj Al Arab a beber Champagne. 

Arrugué la nariz. 

—Ya suenas como Mirna —me burlé. 

—A veces Mirna tiene razón. Los dos están que explotan de deseo y de intensidad sexual… 

—Basta. No quiero seguir hablando de ese idiota. ¿Por qué me oculta cosas? ¿Acaso le he ocultado algo yo? 

Rita dio un largo suspiro. 

—Esta crisis sin duda amerita algo de alcohol —dijo ella llevándome a la cocina—, no puedo creer que no hayas entrado a su departamento. O al menos te hubieras quedado con su celular. Mi primo Lalo te lo hubiera desbloqueado en un santiamén. 

Rita vivía con sus dos hermanos menores y con su padre. Sin madre. Ella los abandonó para irse de gira a Las Vegas con un circo llamado los Hermanos Vadlín. Se fue hace más de quince años y, hasta la fecha, ella siempre iba y volvía cuando se le diera la gana. Pero aún así, Rita logró sacar adelante a sus hermanos y era quien actualmente les pagaba la colegiatura. 

Y luego yo venía y la interrumpía de su sueño. Ahora me sentía mal. 

—¿Quieres una bebida de niña o un tequila para nada femenino? —me preguntó ella sosteniendo dos botellas en su mano. 

Señalé el tequila. Rápidamente ella llenó y colocó el pequeño vaso en el desayunador y lo empujó hasta mis manos. 

Quería llorar por todo. Me sentía hormonal y usada. 

¡Su sobrina! Já. ¡¡Su sobrina!! 

¿Qué le costaba decírmelo de una vez? ¿Cuál era el punto de mantenerme desconcertada todo ese tiempo? 

Me tomé el tequila de un trago. 

Chillé cuando la bebida quemó mi garganta. 

No era muy buena para beber, y menos algo tan fuerte, pero la aplanadora Lanzani se pasó en medio de mi pecho y me aplastó el corazón. 

Lo odiaba. 

—Prometo no enamorarme de Peter —hipé— Lanzani. 

Mi lengua se sentía algo dormida después de la cuarta copa de tequila (¿o fueron seis?). 

Me daba igual. Rita comenzó a reír como una hiena loca. 

—Muy tarde, amiga. YA estás enamorada de él. 

—Deberías conocer a Gaston —dije de repente—, él me regaló la cosa más bella que alguien pudo haberme dado. 

Fruncí el ceño.
 
—Bueno… le dio a mi bebé la cosa más linda que haya visto —corregí.

Rita se estaba tomando otra copa de tequila, pero cuando mencioné lo del bebé, escupió toda la bebida y una parte cayó en mi brazo. 

Comencé a reírme. 

—¡¿Estás embarazada?! —chilló. 

Juro que casi se le salieron los ojos de sus cuencas. 

Resoplé echándome para atrás en el banquito de madera en el que estaba sentada. 

—Peter le puso Noah —reí más fuerte. 

Las lágrimas se me salían de los ojos. 

—¡¿Es de Peter?! —gritó Rita esta vez. 

Me llevé los dedos a los labios e intenté hacer un sonido como de shhhh. 

—Vas a despertar a tu familia —le dije en un tono bajo. 

—¿Cuándo pensabas decírmelo? Espera, ¿Peter se acostaba contigo y con Jenny al mismo tiempo? 

—Iuughh, no. Lo del bebé fue algo repentino —dije quitándole importancia al asunto. 

Iba a servirme más tequila cuando Rita me lo arrebató de la mano. 

—¡Oye, ¿qué sucede contigo?! —gemí. 

—No estoy tan borracha como para olvidar que cuando estás embarazada no se debe beber —me respondió—. Lali, camina. Vamos al baño. 

Ella intentó tomarme del brazo pero la empujé, haciendo que mi pie se doblara y que mi trasero estuviera en el suelo. 

—¿Para qué? Odio a Peter. Apuesto a que se quedó con Jenny para echar un último polvo —solté llorando esta vez. 

Mis ojos acuosos miraron al techo de cielo falso que se estaba volviendo mohoso. 

La casa de Rita era de origen muy humilde. Las paredes estaban pintadas de un horrible amarillo que me recordaba al color del tequila… algo entre ámbar y naranja. 

¡Necesitaba ese tequila! 

—Lali, no saltes a conclusiones todavía. Vamos. —Esta vez Rita no me soltó hasta que estuvimos metidas en el baño. 

En el camino logré agarrar la bolsa azul celeste y saqué el trajecito para que ella lo viera. Hizo sonidos infantiles y me lo devolvió. 

Entonces me lo puse en el estómago y lo amarré a un pedazo de mi camisa. 

—¿Para qué me traes aquí? —protesté una vez que estábamos en el pequeñísimo baño. 

Me dolía la rodilla y sentía que en cualquier momento me podía desmayar. Juro que en la sala de Rita vi a Peter parado, observándome con ojos de halcón y diciéndome que era peligroso para mí. 

—¿Cómo que para qué? —habló Rita— ¡Estás embarazada! Ahora, la única solución que encontré en internet para desintoxicarte del alcohol es a la manera antigua: vomitándolo todo. Vamos a hacer un lavado estomacal. Más te vale que vomites hasta la última gota de lo que te bebiste. 

—¿Qué? Rita yo no estoy… —no me dejó terminar y puso mi cabeza tan cerca del retrete que pensé que me iba a ahogar en el agua sucia.
 
—¡Vomita allí! ¡Vomita!

Y como si mi estómago estuviera oyendo la voz de su entrenador: vomité. Y vomité una segunda vez… y creo que una tercera. No estaba muy segura, dejé de contar después de la primera. 

Asco. Asco. Asco. 

Después de esto iba a necesitar unas buenas pastillas para el aliento. 

En momentos como estos odiaba haberme fijado en alguien como Peter. 

Ya en serio, ¿quién era? 

¿Acaso no sabía que entre más me prohibiera tener sentimientos por él, mayor se volvía mi atracción? Increíble. Estuve celosa de una niña de diez años.
 
Pero hasta no ver… no creer.

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6 comentarios :

  1. Otroooooo xfaa quiero q peter la busqueeeee MAS MAS MAS MAS MAS MAAAS
    Naty

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  2. Seguila! Jajajajaja pobre Lali la hicieron vomitar a propósito xq creía que estaba embarazada y nada que ver xD

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  3. Jajaja otro porfaa suvi uno mas hoooy

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