sábado, 11 de enero de 2014

Capitulo 16

Quince Minutos
 
Muchas veces me he preguntado si me apresuré en aceptar a Peter así de rápido como lo hice. 
 
Llevamos de andar menos de una semana, y eso era suficiente para darme cuenta de que no lo conocía en lo absoluto. 
 
Estaba exhausta. 
 
Creí saber quién era Peter Lanzani durante cinco meses... pero nunca me puse a pensar que en todo ese tiempo él estuvo con Jenny y no conmigo, así que ella era quien lo conocía mejor, no yo. Su nombre era el que estaba tatuado en su piel, no el mío. 
 
Pero todo el asunto con Elena, Nicole, de si era o no un ladrón, y el hecho que rompiera tan repentinamente con Jenny, fueron la gota que derramó el vaso. Peter me convertía en una idiota incapaz de pensar coherentemente. Lo acepté demasiado rápido y estás eran las consecuencias. 
 
—No sabía que conocías a los chicos de Ósmosis —le dije para romper con el silencio incómodo mientras él me cargaba aún en sus brazos y caminaba en dirección al lobby del edificio de apartamentos. En todo el viaje en motocicleta mi rodilla había protestado y dolido como una condenada; Peter había insistido en cargarme ya que yo no podía ni mantenerme de pie.
 
—Tengo un par de trucos bajo la manga —respondió él a mi pregunta.

Entramos en el pequeño elevador y presionó el botón para llevarnos al quinto piso. 
 
Yo todavía tenía a Elena atorada en mi garganta. Ya no sabía qué pensar de Peter. 
 
¿Ya te contó de la vez que se acostó conmigo? Fueron los peores quince minutos de mi vida. 
 
Su odiosa voz seguía reproduciéndose en mi cabeza como si fuera una pegajosa canción de mala calidad. 
 
Quería darle pausa y continuar con Peter así como habíamos venido continuando, pero ya no podía negar el hecho de que él me estaba escondiendo más cosas de las que aparentaba. 
 
—Estás callada —dijo. Las puertas del elevador se abrieron en ese momento y me sacó llevándome todavía en brazos. 
 
—Creo que puedo caminar desde aquí —respondí simplemente. 
 
—Yo no lo creo, nena. 
 
—Peter... Jenny va a saber que estamos juntos. 
 
—¿Y? Yo jamás dije que no quería que lo supiera. 
 
Suspiré. Intenté bajarme de sus brazos pero él me sostuvo con fuerza. 
 
—Peter, bájame —le pedí. 
 
—No, hasta que me digas qué está mal. 
 
¿Qué está mal? ¿Qué está mal? Pues TODO estaba mal. 
 
Pero en su lugar dije: 
 
—Solo estoy cansada. Es demasiado drama para una sola noche. 
 
—Quiero explicarte todo, Lali... por favor tenme un poco de paciencia. Hay varias cosas que no sabes de mí… 
 
—Pues ya somos dos —interrumpió una voz chillona. Jenny apareció frente a nosotros. 
 
Ay no. 
 
Ay no. 
 
Justo cuando quería tener una noche lejos del drama, la reina de ese género se las ingenió para encontrarme... y en los brazos de Peter. 
 
Él me depositó suavemente en el suelo, me apoyé en mi rodilla buena mientras miraba temerosa a Jenny. La mirada que ella me dio hizo que mi piel escociera como si me hubiera lanzado ácido en el rostro. 
 
—Siempre supe que eras una perra, Lali. Una perra que come de las migajas que se me caen al suelo —dijo ella. Mi mandíbula cayó abierta y la sangre se revolvió entre mis venas—. ¿Desde hace cuánto están los dos viéndome la cara? 
 
—Eso no es de tu incumbencia, Jenny —dijo Peter. Sus palabras goteaban rabia. 
 
—Desde el día en que decidiste abrirle tus piernas a todo el que te diera la hora — respondí igual de enojada.
 
Hoy tenía ganas de desafiar a Jenny.

Mis palabras la pusieron furiosa. 
 
—Hablando de abrir piernas... ¿Cuántas veces tuviste que hacerlo para que Peter finalmente te mirara? Porque no creo que con esa apariencia tan común pudieras cautivar a alguien que no fuera Franco. 
 
—Ni una sola vez —dijo Peter. Su mirada competía con la de Jenny—. El que tú apliques esas técnicas no significa que el resto del mundo las use. 
 
—Pues, cariño, no escuché que tú te quejaras de eso cuando te tenía en mi cama. 
 
Sonrió con malicia, viéndome directo a los ojos. Ella sabía que escuchar eso me haría doler hasta los huesos. 
 
—No puedo creerlo. ¿Cuánto llevamos de habernos separado? —le preguntó ella casualmente a Peter—. ¿Un día? ¿Dos? ¿Tres? Qué barbaridad Lali, ni siquiera esperaste a que me bajara de su cuerpo cuando ya estabas montándolo a horcajadas como la sucia zorra que eres. 
 
Cuando esas palabras terminaron de salir de su boca, mi mano instintivamente se lanzó contra su mejilla, haciendo un terrible sonido que hizo eco por todo el pasillo. 
 
Retiré mi mano rápidamente. Avergonzada de haberla golpeado y de haberme rebajado a su nivel. 
 
—La pequeña perra se rebela —dijo ella sonriendo. ¿Qué estaba mal con Jenny? 
 
—¿Qué te ocurre? —pregunté dolida. Jenny sólo elevó sus cejas y se cruzó de brazos. 
 
—Ocurre que sé que Peter, mi novio, estuvo coqueteando todo el tiempo contigo. ¿Cuándo ibas a decirme que lo besaste? ¿Acaso crees que soy idiota y que no los vi besándose en el baño aquel día en el bar? Te le estabas arrastrando y haciendo ese acto de "Oh, soy la chica buena" —Jenny estaba gritando a todo pulmón—. Siempre vi cómo te comías a mi chico mientras él me besaba a mí... Nunca dejaste que codiciar mis sobras. 
 
—¡Basta Jenny, detente! —gruñó Peter tomándola del brazo y arrastrándola lejos de mí. 
 
—¡¿Tú chico?! —ahora era yo la que gritaba—. Dime, ¿cuál de todos ellos es tu chico? Tienes a Ian, Marcus e incluso a Franco. ¿Cómo te atreves...? 
 
—Franco —Jenny escupió su nombre. Peter continuaba reteniéndola a la fuerza mientras ella luchaba por soltarse—, le hice un favor al pobre. ¡Alguien tenía que educarlo! Agradéceme después. 
 
Entonces ella me guiñó un ojo. 
 
¡Me guiñó un ojo! 
 
Quería lanzarme contra su cuerpo y golpearla hasta que se desmayara en el suelo, pero yo no era capaz. No cuando al ver su rostro lo único que veía era a esa niña de doce años que siempre me contaba todo lo que le pasaba. La que siempre compartía sus juguetes cuando a mi papá le dio por vender los míos en una venta de garaje. La que me prestaba su ropa cuando fui a mi primera cita con Seth, el chico más bello de todo el sexto grado.

—Lali, espérame en el lugar en donde estacioné la motocicleta —ordenó Peter. Mis pies estaban plantados en el suelo y no podía moverme ni por un centímetro. 
 
—No puedo creer que me robaras a mi novio —chilló Jenny—. Solo estuve malgastando horas y horas de noches junto a alguien que estaba siendo seducido por la arpía de mi prima. Pero no importa, ustedes son la pareja ideal. Ambos no son nada más que sucios criminales... Se merecen mutuamente. 
 
—¡Ya basta! —gritó Peter. Cargó con Jenny hasta hacerla entrar en el departamento pero ella puso resistencia. 
 
—Tú no conoces a Peter como yo lo conozco —gritó ella enloquecida—; una vez que se canse de jugar contigo va a regresar a donde pertenece… conmigo. 
 
Peter la jaloneó hasta que prácticamente la tenía arrastrando los pies; Jenny se aferraba a lo que sea que estuviera en su camino para evitar ser llevada, pero finalmente Peter la empujó dentro del departamento. 
 
Cerró la puerta tras de él con un golpe que hizo que todo a su alrededor temblara. Quería echarme a llorar. Esto no está pasando, me repetí mentalmente, no está pasando. Me quedé parada como boba observando la puerta de madera. 
 
Estuve ida viendo hacia la nada, pensando en las cosas hirientes que me había dicho Jenny. Finalmente me deshipnoticé y comencé a mover primero un pie y después el otro; haciendo una mueca cuando mi rodilla traqueó débilmente. 
 
Iba en dirección al elevador pero la puerta de nuestro departamento se abrió repentinamente y por ahí salió Peter. Suspiró, cansado, y luego se acercó hacia mí y me tomó de los brazos. 
 
—Está muy alterada —dijo él besando mi frente—, necesito quedarme hasta que Jenny se tome un sedante y se quede dormida. 
 
—¿Por qué no simplemente la dejas? Es una egoísta y no se merece que te quedes. 
 
Peter elevó una ceja, curioso. 
 
—No quiero que cometa una estúpida locura, como seguir diciendo que soy ladrón, solo para llamar la atención. 
 
Pegué mi rostro a su pecho y respiré hondo. 
 
De.li.cio.so. 
 
Ya no sabía qué pensar con todo el asunto de ser o no ladrón. Sinceramente me daba igual que fuera el padrino de la mafia, o una versión más joven y moderna de Hannibal Lecter... Bueno, no. Tal vez Hannibal Lecter no, pero últimamente me daba igual. 
 
Estiré mis brazos y rodeé el cuerpo de Peter con ellos. Lo abracé apretando su estómago y hundiendo mi cara en su abdomen. 
 
Él me rodeó con sus brazos también. 
 
—¿Acaso estás oliéndome? —preguntó divertido.
 
Aspiré fuertemente.

—Sí, y no me importa dejar de aparentar que no lo estoy disfrutando... porque adoro como hueles. 
 
Su abdomen se movió mientras se reía. 
 
—Toma —me dijo después de que mi nariz acampara por un rato en su pecho—, este es el número de Gas. Ya hablé con él y quedó de pasar por ti en diez minutos. 
 
Alcé la vista y lo vi tendiéndome su celular. 
 
—Te dejo mi teléfono para tener dónde localizarte. Dejaste el tuyo en el trabajo. Rita se encargó de esconderlo muy bien para que yo no fuera a tu cita con Frascisco —dijo mientras yo seguía viéndolo sin saber exactamente qué hacer. 
 
—¿Frascisco? Bien conoces que su nombre es Franco. 
 
—Ehhm, le queda mejor "lame vacas". 
 
—¿Por qué me tengo que ir? —pregunté finalmente. 
 
—Porque no quiero que estés cerca de esa loca encerrada allá —señaló con su cabeza hacia el departamento de Jenny. 
 
—¿Y a dónde se supone que debo ir? 
 
—¿Cómo que a dónde? Pues a mi departamento. 
 
Me separé de él para ver su rostro. 
 
—¿A tú departamento? —pregunté escéptica. 
 
—No finjas que no mueres por estar allí —dijo tomándome de la cintura. Me besó en los labios. Profundamente. —Ve —dijo respirando las palabras en mi boca. 
 
Sus labios de nuevo se movieron a los míos y esta vez le costó un poco más de tiempo separarse de mí. Al instante, su celular empezó a sonar con la canción de Clocks de Coldplay. Miró la pantalla y me dio un último beso en la frente. 
 
—Es Gas. Ya está afuera. Él te llevará a mi departamento. Llegaré dentro poco — me tendió su celular y me apretó los hombros por última vez mientras dejaba que me subiera al elevador. 
 
Antes de que las puertas se cerraran por completo, Jenny apareció detrás de Peter. Me sonrió y se despidió con la mano mientras se relamía los labios. 
 
Una fría sensación me carcomió lentamente, trepaba por mi espalda y recorría cada uno de los dedos de mis pies.
 
Esto no era nada bueno. 
 
Las puertas se cerraron y la superficie de acero pulido reflejó mi pálido rostro y mis ojos Marrones como de venado asustado. 
 
Bajé la vista hacia el celular de Peter que aún aferraba entre mis dedos; tenía prácticamente sus secretos en mi mano, envueltos en forma de un bonito y moderno Blackberry Touch, esperando porque descubriera lo que sea que Peter me estaba escondiendo sobre Nicole. 
 
Solo el hecho de escuchar su nombre me provocaba urticaria y ganas de vomitar mi almuerzo. 
 
Pero sería una buena novia y le daría el beneficio de la duda. Solo esperaba que dejara de evitar ocultarme la verdad porque me estaba cansando tanto misterio.

Peter Lanzani, ¿quién eres?

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