sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 32

Parte II
Aprendiendo a ODIAR al idiota. 
Si no te apartas lo suficiente de mí, entonces prometo que haré hasta lo imposible para
que llegues a odiarme y así aprendas a mantener la distancia.” 
 
Y aún así te encanto
 
No quería saber de él por el resto de mi vida. 
 
Lo detestaba. 
 
No, ¡lo odiaba! 
 
¿Cómo pudo hacerme esto? 
 
Traté de mantener la calma mientras caminaba en medio de la acera, estaba trastornada y furiosa luego de ver ese video. 
 
¡Lo odiaba con todo mi ser! 
 
Lo único que quería hacer era meterme en mi cama y llorar viendo alguna comedia romántica que presentaba bonitas y sencillas relaciones. ¿Por qué no podía tener algo como eso? 
 
Todo en mi vida era complicado; desde mis padres hasta mi familia completa. Desde mi relación con Peter, hasta mi relación con Franco. ¡Incluso mis trabajos no podían ser monótonos y normales! 
 
Apreté el paso mientras caminaba, tenía sólo una misión en mente en estos momentos antes de dirigirme hacia el trabajo. 
 
El cielo gris de esta mañana le había dado paso a la lluvia y ahora pequeñas gotitas mojaban mi rostro. 
 
Me sentía dolida y extremadamente vulnerable. Pero pensaba solucionar eso en ese mismo instante. 
 
Cuando llegué hacia mi objetivo, me detuve y golpeé la puerta con un poco más de fuerza de la que se necesitaba. 
 
No esperaba que una atractiva chica rubia me abriera, y mucho menos esperaba verla en diminutos shorts y camisas que dejaban ver su marcado escote. 
 
—Eh, hola —saludé incómodamente—, ¿se encuentra...? 
 
—Ya sé quién eres —interrumpió chica rubia—. Entra, yo lo llamo. 
 
Mis manos picaban y se sacudían levemente, mi furia había alcanzado niveles máximos en esos momentos. 
 
Me dirigí a la sala, y me paseé en la alfombra peluda de color borgoña que hacía juego con los muebles blancos de tamaño familiar. 
 
Al poco tiempo, un chico con apariencia de recién levantado se unió conmigo en la sala. 
 
Me lancé contra su pecho y lo golpeé en el hombro.
 
—Aauuu... duele. ¿Qué te pasa? —dijo sobándose el brazo.

Lo volví a golpear, duro. 
 
—¡Eres el idiota más grande que he conocido en la vida! —le grité—, no quiero que vuelvas a verme jamás. No quiero que me llames o me escribas o hagas el intento de volver a ponerme en tu camino. 
 
—Lali... oye, ¿qué? 
 
Comencé a rebuscar en mi bolso hasta dar con la memoria USB de color blanco y se la lancé en la cabeza. Ojala el pendrive se hubiera convertido en una roca y no que fuera una simple pieza de plástico, pero a veces los "ojala" no se volvían realidad tan fácilmente. 
 
—Eres un morboso —le dije, pronunciando lentamente cada palabra—. No vuelvas a buscarme ni a pedirme que te haga favores nunca más. 
 
Franco dio un paso hacia mí y tomó el pendrive del suelo. 
 
—Entonces eso significa que viste el video —dijo tranquilamente. No estaba sorprendido por mi reacción, parecía que se la esperaba. 
 
—Sí, idiota. También vi las fotos. 
 
En la carpeta, además del video, también había fotos de Jenny con Peter juntos, riéndose y besándose. Pero por el peinado que llevaba Peter sabía que eran de hace mucho, mucho tiempo atrás. 
 
—Solo no entiendo una cosa —dije—, ¿qué ganabas enseñándome eso? ¿Querías herirme? ¿Querías que llorara y sufriera por ver a Peter con Jenny? ¿Qué querías? ¿Dañarme? —una lágrima se escapó por mi ojo y me la restregué antes de que llegara a mi barbilla—. Pues felicidades, lo lograste. Eres un imbécil, Franco. 
 
Iba a retirarme y largarme para siempre de su vida, pero me agarró del brazo y me jaló a su lado. 
 
—Lo siento Lali. Yo... Sólo quería que vieras en lo que te estás metiendo. Es un recordatorio para que sepas que ellos dos tenían una fuerte relación y en cualquier momento pueden regresar y lastimarte. 
 
—¿Más de lo que tú me has lastimado? No lo creo. Explícame algo, ¿cómo ese video fue a caer en tus manos? 
 
Franco se tensó e hizo el intento de alejarse de mí, pero lo retuve por el brazo. 
 
—Dime —le exigí. 
 
Él suspiró fuertemente y cepilló su cabello con una mano. 
 
—Tu prima no es exactamente una genio de las contraseñas —dijo resoplando—, "pelirroja" no es clave más segura para una computadora si eres, de hecho, pelirroja. Un día me puse a curiosear en sus archivos y no podía pasar desapercibida la carpeta que decía PETER. Sólo tomé ciertas cosas por si acaso te estaba costando entender que lo tuyo con ese sujeto es temporal, y fueras a olvidarte. 
 
Eso me puso furiosa. ¿Quién se creía que era? 
 
—Lo que pase entre Peter y yo no es de tu incumbencia. ¿Sabes? En cierto modo me costó darme cuenta que él, al igual que todos, tuvo un pasado. Uno que aunque me duela, solo fue una mancha en su historial. Así como tú eres la mancha en el mío. 
 
Franco apretó la mandíbula y noté cómo los nudillos en sus manos se volvían blancos de tanto presionar sus puños cerrados.

—Y dime otra cosa —dije— ¿cómo pudiste saber que ibas a necesitar enseñarme esos videos acerca de Peter cuando en la temporada en la que salías con Jenny ni siquiera yo lo conocía? A menos que aún te sigas viendo con ella. ¿Continúas haciéndolo? ¿Continúas viendo a mi prima? 
 
—No, Lali. No continúo viéndola. Pero necesitaba que dejaras de engañarte con ese tipo; deja de llenarte la cabeza con ideas de que salir con él es lo correcto. 
 
—No, Franco. Tú deja de darme ideas que son innecesarias... —Repentinamente me tomó de las caderas y me empujó hacia la pared detrás de mí. No fue un toque para nada amable o gentil, fue brusco y salvaje, nada que ver con su estilo. 
 
Lentamente algo en su mirada fue cambiando, volviéndose oscuro y tormentoso. Se acercó a mi oído para hablar: 
 
—Vi lo que él te estaba haciendo en la cena de anoche —él continuaba tomándome de las caderas y presionando mi espalda contra la pared—. Dejaste que tranquilamente metiera su mano bajo tu falda, cuando a mí jamás me dejaste llegar a ponerte un dedo encima. 
 
Me tensé automáticamente. 
 
No podía creer que él hubiera visto a Peter... que él lo supiera todo el tiempo. No solo era vergonzoso, sino que era horroroso. 
 
—No tenías por qué ver eso —tragué saliva y me relamí los labios, deseaba que dejara de agarrarme de esa manera. Este no se parecía en nada al buen Franco que creí conocer. Intenté deslizarme de sus brazos pero eso solo logró que él me presionara con más fuerza. 
 
—¿Qué tal ahora? ¿Estarías dispuesta a dejar que hiciera lo mismo que él? ¿Me dejarías? 
 
Pegó su frente contra la mía y sentí a sus manos moverse más abajo de mis caderas. 
 
Mi cuerpo entró en pánico. 
 
No conocía este nuevo lado de él. 
 
—Quita tus manos de encima —lo amenacé moviéndome aun más para intentar apartarlo. 
 
Sentí sus dedos abriéndose paso por las orillas de mi pantalón, y lo tomé de la muñeca antes de que avanzara más lejos. 
 
—Suéltame o comienzo a gritar. No vas a querer que haga eso en tu propia casa, con tu madre y tu familia escuchando —lo amenacé. 
 
Pensé que mi amenaza lo asustaría pero eso ni siquiera lo inmutó. 
 
—Pues más te vale ser silenciosa —dijo, en un movimiento rápido pegó sus caderas contra las mías y solté un chillido horrorizado. 
 
No tuve tiempo de reaccionar cuando la boca de Franco se estampó contra mis labios en un beso para nada amable y cariñoso. 
 
Podía sentir cómo el bulto en sus pantalones iba en aumento y presionaba de forma desagradable. 
 
Lo empujé con mis brazos pero él no se movía, su lengua entró de manera invasiva en mi boca mientras yo continuaba forcejeando por soltarme. En medio de nuestra lucha, logré morderle la lengua y hacer que retrocediera lo suficiente como para dejar de besarme. 
 
—¡Suéltame, tú, loco asqueroso! —grité lo más fuerte que pude. 
 
Estaba asustada y frenética. De alguna manera pensé que él podría llegar a esto cuando veía la desesperación por besarme y tocarme mientras salíamos juntos en el colegio, por eso lo había dejado, porque temía que fuera a convertirse en algo más por su forma tan desordenada al tocarme. No era en lo absoluto amable. 
 
Pero era una estúpida por ofrecerme a hacerle favores una vez más, era un tonta. 
 
¿Cómo pude llegar a pensar que alguna vez fue atractivo? Lo único que podía ver ahora era lo que intentaba hacerme, y en la clase de persona que lo convertía eso. 
 
—Sólo te estoy pidiendo lo que te negaste a darme durante mucho tiempo —dijo él logrando capturar mis manos y llevarlas detrás de mi espalda para retenerme. 
 
La preocupación estalló en olas dentro de mi cuerpo. 
 
Sus labios nuevamente chocaron con los míos, y esta vez sus manos sostenían en un agarre firme a mis brazos. 
 
Grité en medio del beso pero apenas y se escuchaba. 
 
Mientras intentaba removerme o morder de nuevo su lengua, el chasquido de un arma, a poca distancia de la cabeza de Franco, logró sacarlo de su concentrada urgencia. 
 
El tío Blaz se encontraba justo frente a nosotros, apuntando a Franco con su pistola y viéndolo despectivamente. Jamás estuve tan agradecida de volver a verlo. 
 
—Así no se trata a una señorita —dijo—, si ella te dijo que la sueltes, tendrías que haberla soltado. Ahora, hijo, retrocede y deja en paz a la damisela. 
 
Franco aflojó su agarre a mis brazos y retrocedió dos pasos para darme espacio y así poder huir de donde me tenía atrapada. 
 
Mis ojos estaban intentando contener las lágrimas pero era difícil cuando mi cuerpo temblaba levemente. 
 
—Lo siento mucho, Lali —dijo Franco. Ni siquiera quise verlo a los ojos. 
 
—No me vuelvas a hablar en toda tu vida —le dije mientras sujetaba con fuerza mi bolso y hacía mi camino por la salida. 
 
Me detuve únicamente para darle una mirada de agradecimiento al tío Blaz. 
 
Antes de poder escapar del todo, la señora Henrietta se presentó en la sala y, al ver la escena que acababa de ocurrir, pegó un grito agudo. 
 
—¡Blaz! ¿Qué estás haciendo? 
 
Él aun tenía la pistola sobre la cabeza de Franco, y había hecho que levantara ambas manos en donde las pudiera ver. 
 
—Lo siento hermanita, pero tenemos un pequeño degenerado en la familia — señaló a Franco, y él a su vez me vio de forma arrepentida a mí. 
 
Su madre amplió mucho los ojos y la boca al verme, las lágrimas corrían libremente por mi rostro ahora, y me sentía pequeña como un ratón cobarde. 
 
—Oh... Lali... —dijo ella, acercándose a mí para darme un apretado abrazo—. No puedo creer esto...
 
No quería estar ni un solo minuto más en esa casa.

Me salí del abrazo de Henrietta y le sonreí tristemente. 
 
—Espero que todo salga bien hoy. No creo que pase más tarde por aquí como prometí —dije simplemente. 
 
Ella asintió con la cabeza y, dándole un último abrazo, me escabullí hacia la puerta principal y prácticamente corrí todo mi camino hacia la librería. Odiaba a Franco con todas mis fuerzas. 
 
Lo odiaba. 
 
¡Pero quién me mandaba a ser tan tonta y confiar en él! 
 
Ya no quería caer en los engaños de la gente, nunca más. 
 
***

En la librería, aparte de Shio, Mindy y Romeo (en serio, ese era su nombre real), trabajaban dos chicos más. Uno de ellos se encargaba del área de bodega y el otro era tan tímido que aun no hablaba directamente conmigo. Pero era bastante bueno con los clientes, se conocía todos los tomos y las fechas de publicación de varios libros. No era muy apuesto pero se desenvolvía muy bien al brindar ayuda y al comentar acerca de temas como Harry Potter, la Saga de Canción de Hielo y Fuego, y su favorito: J.R.R. Tolkien. 
 
Aunque el negocio de las librerías se estuviera viendo afectado por la compra en internet y los e-books, aquí siempre se mantenían a flote gracias a esas personas que encontraban confortable el sostener el libro y pasar sus dedos por las hojas reales y no por una pantalla. 
 
Hoy el negocio estaba lleno, sin embargo, y no solo la sección de novelas estaba siendo invadida sino también la del área de cocina y la de arquitectura. 
 
Mindy se encontraba como siempre detrás del recibidor, con goma de mascar en su boca, ojeando una revista de accesorios para boas. 
 
—Encargué una tortuga de la tienda de mascotas —dijo ella mientras Shio y yo nos pusimos a su lado a la hora del almuerzo, cuando la librería comenzó finalmente a vaciarse y Laura nos permitió un descanso de media hora—. Su nombre será Pedro. Solo espero que Rody no se lo coma así como hizo con Lucius, mi hámster. 
 
Shio rodó los ojos y dio una gran mordida a su sándwich de pollo. 
 
Nos habíamos ido a almorzar a la cafetería que quedaba justo a la par de la librería; tenían un bonito estilo contemporáneo y preparaban los mejores sándwiches que haya comido. Las papas saladas me recordaron dolorosamente que tenía los labios partidos, y eso solo me trajo de vuelta a la situación con Franco esa mañana. 
 
No estaba con ánimos de platicar, me sentía apagada y la pasé de mal humor básicamente todo el día. 
 
Todavía seguía confundida por el video (que no vi completo para evitarme posibles traumas cerebrales) y por todo lo que vino después con Franco. Si lo conocía lo suficientemente bien, sabía que él estaría buscándome para tratar de disculparse; sólo que esta vez no quería verlo… ni hoy ni nunca.

—!Santa madre perla! ¡Pero qué hermoso espécimen de hombre! —gritó Shio viendo por sobre mi hombro. 
 
Mindy levantó también la vista y se limitó simplemente a observar en silencio. 
 
Me giré en mi asiento, buscando a quien ellas veían, y mis ojos se detuvieron de inmediato en el chico de camiseta oscura, caminando como si se creyera el centro del universo, avanzando por toda la acera con sus piernas largas y su cabello despeinado. 
 
Tragué saliva y me hundí en mi asiento. 
 
Ese era Peter, definitivamente hermoso como sólo él podía serlo, con su actitud arrogante de querer comerse al mundo. 
 
Pero justo en esos momentos no quería verlo… él podía leerme muy fácilmente cuando se lo proponía, y no estaba de ánimos para contarle lo del video… lo de Franco… ¡Oh, lo de Franco! Seguro que si le digo, va a salir corriendo para matarlo. 
 
Quería paz por unos segundos. 
 
—Oh, chico guapo está entrando en la librería —anunció Shio agarrando el hombro de Mindy quien continuaba callada observándolo todo. 
 
Aproveché a echar un vistazo a mis espaldas y vi cuando Peter entraba al local y se perdía en el interior. 
 
Al menos no se había dado cuenta de que lo estaba observando desde la cafetería. Pero sabía que eso no iba a durar para siempre, él podría preguntar por mí y le dirían en dónde estaba.
 
 Inmediatamente me puse de pie. 
 
—¿A dónde vas? —me preguntó Shio. 
 
—Al baño. Ya regreso. 
 
—Ok, no te tardes. Quiero ver qué libro va a llevarse el dueño de ese perfecto trasero. 
 
Me ruboricé, estando completamente de acuerdo con Shio en eso, él tenía buen trasero... la cámara no miente. Así como Jenny no mintió cuando me contó lo de su nombre tatuado en la espalda de Peter.

Mega Maraton
10/15

3 comentarios :

  1. HIJO DE PUTA QUE ESFRENCO ES UN PERVERTIDO DE MIERDA LO ODIOO!!Quiero matarlo y por otro lado solo espero que peter tenga una buena explicacion para lo del bendito tatuaje ese ¬¬ Y espero que se arreglen rapido no quiero que se peleen denuevo :((

    Subemas
    Andrea antequera

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  2. sube masss! si yo fuera lali lo mato por tarado, ya la cago muchas vecesss

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  3. es un hijo de p... franco

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