sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 26

Galleta de la Fortuna

El departamento de Peter definitivamente carecía del toque femenino; sus paredes eran todas blancas o azules, y los muebles tenían puras tonalidades oscuras. 

Lo vi ir y venir de su cocina, rebuscando algo en el refrigerador unas cientos de veces antes de salir con suficiente hielo en sus manos; hielo que aplicó inmediatamente sobre mi mano izquierda y masajeó hasta que finalmente se atrevió a verme a los ojos y me dedicó una sonrisa insegura. 

—Lo siento tanto, nena —dijo agachando de nuevo la mirada y soplando delicadamente su aliento en mis dedos que horas antes estuvieron insensibilizados bajo su cruel y aplastante agarre. 

—No tienes la culpa —dije suavemente. 

Me sentía avergonzada al recordar cómo de amorosa se había portado su sobrina conmigo y yo de idiota me puse a gritar. Pero es que Peter de verdad iba a romperme algún hueso importante en ese momento si continuaba apretándome como lo había hecho, tuve que gritar del dolor y me aparté inmediatamente de él. 

—¡Peter me estás lastimando! —había gritado y estúpidas lágrimas salieron de mis ojos a borbotones. 

No lo culpaba, suponía que se había descontrolado al ver a su sobrina en público, en donde la gente se quedaba viéndola con demasiado interés de lo normal, cuando lo único que él quería hacer era protegerla de las personas curiosas y entrometidas. 

Me había asustado pensando que heriría los sentimientos de Nicole porque, justo en el momento en que ella me abrazó, yo había gritado del dolor. Pero en realidad la pequeña me dejó boquiabierta al acercárseme y susurrarme cosas tranquilizadoras en el oído (no sin antes fulminar con la mirada a Peter). 

—¿Estás bien? —me preguntó—. ¿El tío Peter te lastimó? Ya, ya… el dolor va a pasar, no durará para siempre. 

Esta niña era increíble. Teniéndola así de cerca pude ver las cicatrices y manchas que cubrían gran parte del lado derecho de su rostro; algunas manchas rosadas (en donde la piel sufrió un mayor daño) se le escabullían por la frente y se escapaban hacia el otro lado de su rostro. Sus cicatrices me recordaron algo que yo había visto con anterioridad, en los tatuajes de Peter. Estos seguían los mismos patrones que las cicatrices de Nicole. Peter se había tatuado el hombro con estas líneas que se formaban en el rostro de la pequeña niña. 

Saberlo me hizo amarlo un poquito más. 

Le sonreí a Nicole en medio de mi cortina de lágrimas que me nublaban la visión. 

—Ahora ya me siento mejor —dije sorbiendo mocos. 

Noté que su pequeño cuerpo llevaba puesto una camiseta en la que se leía: I♥1D e inmediatamente pensé en Peter cantando borracho sus canciones. 

Y hablando de Peter, él se apresuró a mi lado y me sujetó de la cintura, se veía bastante afectado y a punto de colapsar. 

—Voy a llevar a Lali a mi departamento para curarle la mano —anunció él a su abuela y a su sobrina—. Nikky, tú vienes conmigo. 

La tomó de la mano y su abuela bufó en alto. 

—Peter… deja de ser tan sobreprotector, nosotras podemos quedarnos a ver la película —le dijo ella—. No voy a dejarla sola, va a estar todo bien. 

Nicole le hizo pucheros a su tío, y noté el enorme trabajo que hacía Peter para decirle que no. 

—Tengo películas en mi habitación —él trató de convencerla, pero la niña no cedía—. Además llevas tiempo sin visitar mi departamento… ¿no quieres saludar a Steve? 

Inmediatamente me sentí curiosa por el mentado Steve. ¿Quién era? 

Nicole dudó por un momento. 

—También tengo helado de frambuesa —eso la convenció por completo. 

La niña aceptó y ahora estábamos los tres juntos en el departamento de Peter. 

Su abuela se había quedado en el cine a ver la película, y le dejé un mensaje de texto a Rita explicándole que me iba con Peter y que tenía que contarme lo que estaba sucediendo entre ella y Gaston, eso no se lo iba a pasar por alto. 

Poco a poco la sangre volvió a circular por mi mano y mis dedos fueron saliendo de su estado de coma temporal; Peter colocó hielo y vendó mi palma con una tira de una de sus viejas camisetas. Se aseguró de que no hubiera ningún hueso roto y por suerte la situación no pasó a mayores. 

—¿Mejor? —preguntó una vez que terminó con la venda. 

Asentí con la cabeza. 

Me encontraba sentada en el cómodo sillón de su sala mientras él permanecía arrodillado frente a mí. 

Nicole estaba en la habitación de Peter (que por cierto era demasiado grande para una sola persona) viendo películas de Harry Potter y besando la pantalla cada vez que Daniel Radcliffe salía en escena. 

Estábamos solos… relativamente. Steve estaba recostado del otro lado de la habitación, viéndome atentamente como si supiera que le tenía miedo. Y era verdad, le tenía miedo. 

Lo ignoré y regresé a ver el rostro afligido de Peter. 

—¿Quieres decirme por qué te pusiste furioso al ver a tu sobrina en el cine? —me aventuré a preguntar.
 
Él hizo una mueca y se sentó en el suelo para verme directamente a la cara.

—¿Acaso no notaste cómo la gente se le quedaba viendo? Estúpidos curiosos.

 Llevé mis manos hacia su cabello negro y lo acaricié con ternura. 

—Lo sé, pero te lo dije antes, no puedes encerrarla en una burbuja. Eso puede acomplejarla. 

—Mi abuela, varios psicólogos y yo, nos encargamos que eso no sucediera — respondió—, simplemente no quiero que salga lastimada más de lo que la lastimaron hace tanto tiempo atrás. Ella aún no tiene idea que fue mi hermano quien comenzó el incendio a su propia casa. 

—¿Ella no sabe? 

Peter negó con la cabeza. 

—Nunca lo supo y nosotros no quisimos decirle nada. Eso la destruiría. Ella cree que sus padres murieron juntos, tomados de la mano como una linda familia con finales felices. Así que sería grandioso que no le mencionaras nada de lo que sabes. 

—No diré ni una palabra. 

—Lamento haberte lastimado, nena. Me puse como loco al verla entrar y… Los doctores de mi hermano hablan conmigo regularmente y me dicen que él pide ver a su hija. Supo que quedó viva y jura que se arrepiente de lo que hizo pero yo sé que no lo hace. Solo quiere hacerle daño. No quiero que la vea, no quiero que eche a perder la perfecta mentira que he creado para ella. 

»No debo exponerla ante nadie porque tampoco quiero que le informen a mi hermano sobre su paradero. Él tiene permitido escribir cartas y no necesito que sepa ni siquiera la dirección de la casa de muñecas de Nicole. No lo quiero cerca de ninguno de nosotros… y todo se vino abajo cuando la vi caminar en medio de todas esas personas. 

Me senté en el suelo junto a él y puse mi mano buena en su mejilla. 

—Eres un gran tío —murmuré con suavidad.

 —Ya era hora de que alguien lo notara —suspiró liberando un poco el estrés de sus hombros. 

—Peter… ¿te das cuenta que en algún momento vas a tener que decirle a ella la verdad? 

Él cerró los ojos y cubrió mi mano con la suya. 

—Pero no por ahora. No en un futuro cercano —llevó mi mano a sus labios y la besó. 

Permanecimos recostados uno junto al otro, sin decir nada por varios minutos. 

A lo lejos podía ver a Steve moviéndose hacia la ventana de la cocina y atrapar algo de los últimos rayos del sol que poco a poco se escondían en el horizonte. Notó que yo lo estaba viendo con atención y se dio la vuelta azotando su cola contra el marco de la ventana. 

Ver cómo el día se iba lentamente convirtiendo en noche me hizo recordar algo importante, me levanté con sobresalto. 

—¡Olvidé que tenía una cita de trabajo hoy! —Mi mamá había logrado conseguirme una entrevista en una librería ubicada en el centro de la ciudad. La dueña ocupaba ayuda y me había reservado el primer puesto si me presentaba hoy.
 
Pero ya era muy tarde para hacer una rápida aparición.

—Ve mañana —suplicó Peter, levantó su mano para acariciar mi pantorrilla—, ya es tarde. Quédate esta noche. 

—¿Quedarme… toda la noche? —mi corazón se aceleró y realmente le gustó la idea. 

No. No podía, papá se iba a poner frenético si amanecía en casa de un hombre. Peor si dicho hombre era la pesadilla de su vida. 

—Me encargaré de la cena —insistió. 

—¿Sabes cocinar? 

—No, pero para eso existe el servicio a domicilio. 

Resoplé. 

—No creo que deba… 

—¿Te vas tan pronto? —interrumpió Nicole recién saliendo de la habitación de Peter. 

Me desgarró en el alma tener que decirle que me marchaba a esos ojos verdes tan inocentes pero a la vez experimentados de la vida. 

Suspiré resignada. 

—Me quedaré para la cena —afirmé. Peter sonrió con suficiencia. 

—Bien, ordenaré comida china. ¿Alguien se opone? —miró en dirección a su sobrina y ella negó con la cabeza, luego miró hacia mí y me encogí de hombros—. Entonces comida china será. 

Peter se puso de pie y, en un arrebato, me tomó de la cintura y me besó muy fuerte en los labios. 

Escuché a Nicole chillar y reír en voz alta. 

Hice palanca con mis brazos y logré empujarlo en su sitio. Lo regañé mentalmente. 

—¡La besaste! ¿Eso significa que se van a casar pronto? —gritó Nicole. 

Me ruboricé por completo, esperé por la respuesta de Peter y lo que obtuve fue: 

—Serás la que lance las flores —le guiñó un ojo. 

Lo golpeé en el pecho intentando sacarle el aire, pero mi golpe apenas y lo inmovilizó. 

Por andar diciendo mentiras como esas es que terminó con una escopeta apuntándole en el rostro. 

—Peter… —le advertí con mi tono de voz. 

Él huyó de mi lado y corrió hacia Nicole levantándola del suelo con una sola mano. 

—Es hora de que regreses a ver otra película, piraña —caminó con ella en dirección a su dormitorio. 

—¡Pero no, yo quiero quedarme a conocer a tu novia! 

—Durante la cena le podrás preguntar todo lo que quieras. Ahora ella y yo tenemos que besuquearnos en el sofá.
 
Resoplé audiblemente.

Nicole comenzó a reírse y vi cómo logró salirse del apretado agarre de Peter. La envidié por eso, yo nunca podía zafarme con tanta facilidad aunque me retorciera mil veces. 

—Quiero primos —dijo ella corriendo a mi lado—, muchos. Como para formar una banda de música. 

Por mi rostro subió el calor de mi sangre. 

No dije nada a eso. 

—No presiones Nikky, por ahora intentaremos pedirle a la cigüeña que nos traiga uno. Ya tenemos el nombre —Ay no. Si lo decía en voz alta lo iba a castrar. En serio lo castraría. A él y a su zorrillo. 

¿Realmente… quién tenía un zorrillo como mascota? Solo alguien como Peter. 

Steve alzó la cabeza desde su posición, como si supiera que estaba pensando en él, y regresó a su labor de buscar qué comer entre los muebles de la cocina. 

—¿Por qué mejor no tienen cinco bebés y le ponen Harry, Liam, Niall, Louis y Zayn? —Interrumpió la pequeña—, y no creas que no sé de dónde vienen los bebés. Ya casi cumplo once y no creo en la cigüeña. Conozco el mecanismo, muchas gracias. 

De ser posible mi rostro se calentó más. 

¿Cómo? ¿Tan pronto y ya sabía? Yo a su edad todavía me creía Sailor Moon con mi tiara lunar combatiendo el mal y mis frases de “te castigaré en el nombre de la luna”. 

Supe del sexo dos años después, cuando cruelmente la clase de Ciencias Naturales me abrió los ojos; había llegado a casa preguntándole a mamá y a papá si ellos me habían creado de esa forma. La única respuesta que obtuve fue un silencio incómodo y un sonrojo de parte de mi madre. 

—La abuela la tiene muy aleccionada —contestó Peter a mi pregunta no dicha en voz alta—. El otro día tuvieron la plática. 

Nicole asintió con la cabeza. 

No podía creer que esta pequeña niña ya supiera todo el concepto básico para… dejar entrar a la anguila en la cueva. 

—No es nada complicado —afirmó ella—, una chica y un chico se besan por treinta minutos y luego, ¡puuf! aparece un bebé en tu estómago. La bisabuela me lo explicó todo. 

Uff… menos mal que ese era el concepto que sabía. Creo que su bisabuela olvidó muchos detalles de por medio. Detalles que gustosamente la señora E.L. James no había omitido en sus libros. 

—¿Ustedes quieren que les dé treinta minutos? —preguntó Nicole. 

Nos miraba con una sonrisa cómplice. 

De nuevo, me ruboricé. 

—No, pequeña —comencé diciendo, me agaché para quedar a la altura de sus ojos, ella era realmente bajita—. Sólo me tomará dos segundos jalarle la oreja a tu tío y luego voy contigo para ver una película, ¿de acuerdo? 

Ella asintió vigorosamente. 

—Aunque sin embargo deberías intentar besarlo por media hora —susurró Nicole en mi oído—, solo para ver si es verdad que el bebé va a aparecer en tu estómago.

Yo intenté hacerlo con uno de mis compañeros de la clase de recuperación pero el tío Peter me encontró y me dijo que no funcionaba a menos que yo tuviera veintisiete años. Así que estoy esperando cumplir eso para besarme con un chico por media hora y ver qué sucede… 

Me reí al imaginarme a Peter siendo sobreprotector con su sobrina. 

No sé por qué pero se me hacía más irresistible. 

—¿Qué están susurrando ustedes dos? —preguntó él. 

—Nada —respondimos Nicole y yo al mismo tiempo; luego nos reímos al darnos cuenta. 

Peter nos miró sospechosamente pero se movilizó hacia la cocina. 

Desde ahí nos gritó que iba a ordenar la comida. 

—¿Tú tienes veintisiete años? —me preguntó Nicole una vez que Peter se fue. 

Negué con la cabeza 

—Solo tengo dieciocho. Cumplo diecinueve en dos meses. 

La niña amplió los ojos. 

—¿Vas a hacer una fiesta? Oh, por favor dime que la harás. Nunca he asistido a una… bueno, Nanny y Peter siempre me preparan fiestas sorpresas pero es aburrido tenerlos solo a ellos y a Steve o a Carlo. 

Su rostro se afligió por un momento. 

¿Es que Peter tampoco invitaba a sus amigos? ¿O era que ella no tenía amigos? 

¿Asistirá a clases con los demás niños en una escuela? 

Ni siquiera lo sabía. 

—¿A qué escuela vas? —le pregunté tratando de enderezar la pequeña cadena con un dije de bigote negro que tenía en su cuello 

—No voy a la escuela. Mis maestros vienen a casa, ¿por qué?

 ¿Peter la ocultaba también de niños de su edad? 

Bueno, a veces los niños podían llegar a ser demasiado crueles cuando notan que alguien es diferente a los demás. 

Una ola de compasión y tristeza me invadió por Nicole. 

—Solo tenía curiosidad —respondí finalmente. 

Ella bajó la mirada y con su pie comenzó a hacer círculos en el suelo. 

—Sé que mi rostro no es muy atractivo de ver —confesó en voz baja—, muchos niños salen corriendo cuando me miran. Pero ellos no saben que, a pesar de mis marcas, yo me siento hermosa… o al menos eso dice el tío Peter. Así que gracias por no mirarme raro como todos los demás. 

Me dio un breve abrazo y salió corriendo hacia la habitación de su tío. 

Quedé en cuclillas, sin habla y con una sensación vertiginosa en mi estómago. 

Estaba ante una niña muy valiente… en todos los sentidos. 

Escuché la puerta del dormitorio de Peter ser abierta y rápidamente Nicole asomó la cabeza a través de la ranura: 

—Puse la película El Diario de la Princesa y no me gustaría verla sola, ¿vienes? 

Sonreí y me puse en pie, entrando al territorio más íntimo de Peter.
 
—No me la perdería por nada del mundo.

Mega Maraton 
4/15

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