sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 28

Siendo una Lali embarazada

—¿Entonces ayer no fuiste a tu entrevista de trabajo? —preguntó mamá mientras ajustaba sus lentes de lectura. 

Suspiré y me senté en el bulto de cojines que conformaban la sala. 

—Nop. Se me olvidó y en ese momento estaba... ocupada. 

Mis dedos se movieron alrededor de un hilo color magenta que se desprendía de uno de los cojines. 

Mamá se encontraba en su máquina de coser, creando una colcha con pedazos de otras telas inservibles y con olor a moho que almacenaba en el sótano. 

En serio, esta mujer iba a aparecer en uno de esos capítulos de acumuladores que pasaban en la televisión. Incluso creo que tenía guardada la ropa interior que usó el día de su boda. Ella conservaba todo lo que traía buenos recuerdos; si no pudo guardar mi cordón umbilical fue por puro milagro divino. 

—Pastelito... —despegó la vista de su máquina y la fijó en mí; su boca color carmín hacía una mueca—, ¿estás manteniendo relaciones sexuales con el chico? 

Mi rostro se puso más rojo que el color de las paredes de la casa. 

—Aunque claro —continuó sin dejarme responder—, no te culparía. Si tu papá se hubiera visto así de buenote cuando tenía su edad, hasta yo me vería tentada por él. Uff, te habría concebido a los quince de ser posible... 

—¡Mamá! —chillé avergonzada—, basta. Ya me hablaste de eso hace años... No necesito saber acerca la vida amorosa que mantenían papá y tú. 

—Yo solo digo que, si estás "metiendo al conejo en tu madriguera", deberías usar protección. Y asegúrate de que sea el indicado o después lo lamentaras —regresó a su trabajo de costura y murmuró—: claro, de haber sabido que tu papá resultaría todo un imbécil, me habría seguido manteniendo pura para Bruce Willis, como era mi plan original. 

Resoplé y me puse de pie para inspeccionar los nuevos cuadros que ella había puesto en las paredes de lo que era ahora su centro de atención psíquica. 

Frascos de todos los tamaños se apilaban en un estante de vidrio que colocó en la esquina, junto a los certificados que la aseguraban ser una profesional en la lectura de mano (ella misma los imprimió de una página en internet). La excentricidad era el tema principal de toda la casa.
 
—Susan me comentó algo el otro día —dije casualmente.

Siempre que mamá escuchaba que alguien hablaba de Susan, se ponía sensible y rencorosa. 

—¿Ah, sí? ¿Qué te dijo la pequeña Miss zorra 2013? 

Resoplé. 

—No la llames así, y sólo me dijo que puede ayudarme a conseguir entrada en una de las universidades privadas de por aquí. 

—¿Y tú quieres estudiar? 

—Sí. Lo estuve pensando y es lo mejor para mí. No quiero pasar el resto de mi vida viviendo a punta de salario mínimo. Si no estudio no voy a poder mejorar mi sueldo en los trabajos. 

—De acuerdo... ¿Entonces ya no irás a la entrevista de trabajo que te conseguí con la señora Olivier? 

Lo pensé por un minuto. 

—Sí iré, pero no creo que ella quiera contratarme sólo por medio tiempo mientras hago el intento de sacar un título. 

Caminé lentamente, observando uno de los cuadros, más específicamente el que nombraba el "trasero de bebé más lindo" y, sin que mamá se diera cuenta, lo quité y me lo llevé detrás de la espalda. 

—Me parece bien. Sabes que no me gusta meterme en tus decisiones; ya eres una chica grande. Te apoyaré en lo que decidas hacer. 

—Bueno... quiero estudiar. 

Había pensado en eso toda la noche; no quería ser camarera o trabajar en restaurantes de mala muerte por el resto de mi vida. 

—Habla con la Señora Olivier, ella es comprensible. Podría darte horarios especiales para que puedas asistir a clases. Ahora, pasando a otro tema, ¿qué opinas de esta colcha? —levantó con las dos manos la peor colcha que haya visto en la vida— ¿hermosa? Ah que te deja sin palabras, ¿verdad? 

—Se mira extraña —admití— ¿qué es eso de la esquina? 

Ella entrecerró los ojos y buscó donde yo le señalaba. 

Un gran pedazo de tela rosada con estampado de cebra cubría toda esa esquina, se me hacía bastante familiar. 

—Oh, este el vestido que usaste a los cinco años en aquella fiesta de tu prima. Te veías adorable en cebra. ¿Por qué ya no usas estampados con animales? Te resaltarían el color de los ojos... 

—No uso porque ahora no eres tú la que me viste —gracias al cielo—, y no puedes seguir guardando cosas como esta. 

Saqué de mi espalda el título que se aseguraba de nombrar a mi trasero de bebé como el más lindo, y lo coloqué entre una pila de revistas Cosmo. 

—Aww, pero si eso es adorable —hizo un puchero y se pegó la mal costurada colcha al cuerpo—. Tú solías amar cuando yo te vestía de vaquerita y te tomaba fotos con Joey el oso con ojos de botón. 

Mamá tenía una mirada nostálgica en el rostro; recordando las veces que se aprovechó cuando yo era ingenua y tenía cinco años de edad.

—Sí, también recuerdo que me llevabas a un maloliente bar a cantar estrellita dónde estás… 

—Extraño esos días. Ya casi no pasas tiempo conmigo —Se levantó de su asiento, dejando la colcha sobre su máquina de coser—. ¿Qué te parece si tenemos un día de chicas? Puedes incluso invitar a Rita. 

Ella se movió en mi dirección y noté que la colcha la seguía con cada paso que daba. Ahí me di cuenta de que accidentalmente se la había cosido a la tela de su largo y colorido vestido/túnica. 

—Mamá, la colcha se te… 

—Quiero nietos. 

Me quedé muda momentáneamente. 

—¿Qué? 

—Dije que quiero nietos —hizo un puchero, me tomó del hombro y me dirigió a la cocina. Ahí me sentó en una de las sillas de su juego de mesa de los años treinta, que originalmente pertenecieron a su madre cuando estaba soltera. 

—Te escuché la primera vez. Vuelvo a repetir: ¿qué? 

Ella se encaminó hasta el refrigerador y llenó dos vasos con hielo. 

—Bueno… cuando el cerdo, machista, calvo y con-posibilidades-de-quedar- ciego-cuando-cumpla-cincuenta de tu padre me dijo que estabas embarazada… como que me emocioné bastante. Me dieron ganas de tener a pequeños niños corriendo por toda la casa y dejándome vestirlos con telas de leopardo. No puedo creer que haya sido todo una mentira.

 Llenó los vasos con limonada y me pasó uno. 

Inmediatamente me lo llevé a la boca y tragué. 

Sabía más ácido de lo normal. 

—Déjame ver si entiendo esto: ¿me acabas de hablar para que use protección hace no menos de un minuto, y ahora quieres que te dé nietos? ¿No será más bien que lo que necesitas es volver a tener más hijos? Eres joven todavía… 

—Ay pastelito de calabaza, aunque mi espíritu sea más joven que el de la mayoría, mi cuerpo no resistiría otro embarazo. En cambio tú… 

Mi rostro se tornó rosa. 

—No te ilusiones demasiado —la interrumpí. 

Ella tomó asiento frente a mí y se quitó los lentes. 

—Mariana, no voy a vivir para siempre. Necesito conocer a mis nietos pronto. Además, creo que el lindo bombón de tu novio sería una buena adición a la genética de la familia. ¡Sus niños serían tan bonitos! Todos ojos verdes o Marrones… hay hasta una pequeña posibilidad que sean ojos azules. La única buena herencia que te regaló tu padre fueron esos ojos… ¡aprovecha ahora que estás joven y con fuerzas! 

—¡Ya detente! No pienso quedarme embarazada a los dieciocho. —Ninguna madre le aconsejaría eso a su hija. Corrijo: ninguna madre cuerda. 

—Pues te doy mi consentimiento. 

—¡Mamá! 

—¿Qué? Todo lo que dije es cierto.
 
—Pues tendrás que esperar más tiempo.

—¡Me estoy volviendo más vieja! 

—¡Deja de hablar como si tuvieras noventa y estuvieras al borde la muerte! Tienes cuarenta y tres, ni siquiera te han salido canas. Ya no discutas más el asunto. 

Ella resopló y tomó un largo trago de limonada. 

—Ya hasta había planeado un Baby Shower con temática de parque de diversiones —murmuró—. ¡Hasta le avisé a mis contactos más cercanos la buena noticia! Incluso me puse a tejer un pequeño suéter para mi nieto… ¡y sabes que no me gusta tejer! 

Cerré los ojos y me masajeé las sienes. 

—¿Por qué hiciste eso? Tú y papá definitivamente fueron hechos el uno para el otro… 

—Peter me dijo que pensaban ponerle Noah. Ese chico es tan tierno… y adoro el nombre. Aunque si es niña me gustaría opinar que le pusieran algo como Lee Ann, o Annette, o Delvia… Oh, ¿todo este tiempo anduve con la colcha pegada a la ropa? 

No. puedo. creerlo. Lo. voy. a. matar.

***

La librería de la señora Olivier era grande y bastante visitada. 

Mientras entraba por la puerta principal, unas chicas con uniformes escolares corrieron agitadas hacia la sección de Jóvenes Adultos y chillaron emocionadas al ver uno de los libros que se exhibían en los estantes. 

Varias sostuvieron en sus manos la copia de un libro cuya portada era una mariposa atrapada en un frasco de vidrio; comenzaron a chillar más fuerte y besaron el libro con devoción. 

Me adentré más en la tienda y pregunté por la señora Olivier a la chica de cabello morado que atendía la caja. Ella tenía un piercing en el labio inferior y me señaló, aburrida, en dirección a una habitación escondida entre un estante de libros con temática paranormal. 

Toqué suavemente la puerta y me deslicé dentro. 

Era una oficina bastante impersonal; una mujer con el cabello rubio se encontraba hablando por teléfono, haciendo anotaciones en una agenda manchada con garabatos. 

Me indicó que tomara asiento y así lo hice. 

Mis piernas desnudas sintieron rápidamente el frío de la habitación; el aire acondicionado me daba justo en el rostro y me hacía más difícil la labor de tranquilizar mis nervios. 

—Bien. Tú debes ser Lali, ¿cierto? —dijo la mujer una vez que colgó el teléfono—, soy Laura Olivier. Puedes llamarme simplemente Laura.
 
—Mucho gusto —extendí mi mano y tomé la suya.

—Pensé que te vería ayer. Pero igual es bueno verte hoy; como habrás visto, la tienda cada día más se encuentra llena de clientes. Necesito toda la ayuda extra que pueda conseguir, ¿estarías dispuesta a comenzar hoy? 

Vaya, ella iba directo al punto. 

—Claro —respondí. Me sentía ansiosa por comenzar en este nuevo empleo. 

Me gustaba leer, y definitivamente me emocionaba estar cerca de los libros. 

—Um. Aunque… —tenía que plantearle lo de mi posibilidad de trabajar por medio tiempo… y no sólo eso. Me había comprometido a ayudarle a Franco a fingir por dos días que sería su novia y comenzaba esta noche en la cena. Hey, su madre me caía bien. Ella no tenía la culpa de tener a un hijo tan tonto como él. Y por supuesto que Peter estaba furioso por eso. 

Después de quince minutos de discutir horarios con Laura, finalmente llegó a un acuerdo conmigo y con mi idea de conseguir mi título. 

Me sentía agradecida de que decidiera contratarme y además ser flexible con mi tiempo, no todos los jefes te harían ese favor. Al menos Cliff no lo hubiera hecho. 

—Ahora ve con Mindy para que te dé un tour de cómo se manejan las cosas por aquí —me dijo ella mientras contestaba una nueva llamada. 

Suponía que Mindy era la chica de cabello morado. 

Salí de la diminuta oficina de Laura y me encontré a la misma chica aburrida de la vida detrás del mostrador ojeando una revista de mascotas. 

—¿Tú eres Mindy? —le pregunté. 

Ella alzó la vista y reventó una burbuja de goma de mascar en su boca. Parte del chicle se le pegó en el piercing tipo argolla ubicado en su labio.

Asintió con la cabeza y volvió a bajar la vista. 

—¿Qué opinas de esto? —preguntó enseñándome la revista, era una foto de una iguana sobre una roca— intento adoptar una nueva mascota. Antes tenía un hámster pero mi recién comprada serpiente se lo comió. 

De acuerdo. Mindy no se parecía en nada a la gente a la que estaba acostumbrada. 

—Oh, yo soy una persona más de perros, gatos, tortugas… 

—¡Tortugas! Cierto, no requieren mucha atención. Me gusta más esa idea —dijo dándose la vuelta; tomó su celular y comenzó a llamar a alguien. 

Desde mi ángulo de vista podía observar que debajo de su cabello morado había otro tono de color: uno turquesa con mechones rosados. 

Incluso vi un tatuaje en su brazo derecho de una paloma que deletreaba la palabra LIBERTAD con ramitas de olivo. 

Mindy se quedó hablando un buen rato con esa persona del otro lado de la línea telefónica, y yo buscaba entre los alrededores a más empleados para que me asesoraran ya que ella discutía sobre su siguiente compra en el teléfono. 

—Mindy está loca —dijo alguien a mis espaldas. 

Me volteé para ver a una chica gordita que llevaba el nombre de la librería bordado en una orilla de la camiseta verde que usaba. 

—Soy Rocio, pero todos mis amigos me dicen Shio. Tú debes ser la famosa Lali que Laura nos mencionó ayer, ¿verdad? Acabo de ver que saliste de su oficina.

—Sí, soy Lali. Laura me dijo que hablara con Mindy.

Shio rodó los ojos. 

—Ven. Mindy no está en sus cabales como para hacerte una introducción al fascinante mundo de una librería. 

Dejé que me tomara de la mano y me condujera hacia la zona cerca de las estanterías de libros de auto ayuda. 

—Primero que nada… tienes que usar el uniforme todo el tiempo. Usamos las camisas verdes los lunes, miércoles y viernes, y luego la azul los martes y jueves. Fines de semana usamos morado. 

Me condujo a través de una puerta ubicada en un costado de la tienda y nos quedamos paradas cerca de un desorden de cajas cargadas con libros aun sin desempacar. Era una bodega de gran tamaño; un chico asiático que se encontraba desenvolviendo cajas nos miró con recelo cuando pasamos a su lado. 

—¿Quién es esta? —dijo malhumorado. 

Shio rodó los ojos y puso una mano con manicura rosada sobre su hombro. 

—Tranquilo Romeo, es la nueva. Le estoy enseñando todo el trámite. 

—¿La embarazada? —miró fijamente mi barriga. 

—Sí, ella —respondió Shio—aunque debo decir que no se te nota nada. Como vas a engordar en los próximos meses debes ir pidiéndole a Laura camisas de tamaños más grandes. 

Mi rostro se puso rojo de la cólera. 

¿Por qué todo el mundo pensaba que estaba embarazada? 

—No estoy embarazada —dije entre dientes. 

—Ah, ¿no? Laura nos dijo que tu madre le avisó recién hace una semana de tu embarazo. 

Maldije por lo bajo. 

—A mi mamá se le rayó el disco, está loca —dije—, en realidad no estoy embarazada. 

Shio y el otro chico se miraron entre sí con preocupación. 

—Pues entonces, cariño, te tocará fingirlo porque no existe otra razón en la tierra por la que Laura te haya contratado. 

El chico asiático asintió con la cabeza. 

—Laura es una perra malhumorada. Solo te aceptó porque se siente identificada contigo. 

Fruncí el ceño. 

—¿Cómo? 

—Mira —el pálido chico tomó mi mano y me hizo sentarme en una de las cajas llenas de libros por desempacar—, Laura perdió a un bebé cuando era más joven. Ahora cree que puede redimirse con cada embarazada que mire; en especial si dicha embarazada tiene la edad que ella tenía cuando perdió a su bebé. 

—No creas que es amable de nacimiento —dijo Shio sentándose a mi lado—, ella solo es así con los clientes que compran a grandes cantidades y con mujeres embarazadas.

Señaló a mi vientre plano, en donde definitivamente no estaba creciendo un bebé. 

—Si le dices que no estás esperando traer a una personita a este mundo, te va a hacer comer mierda por el resto de tu vida. Créeme, ella es una pesadilla cuando se lo propone. 

Ahora entendía por qué el trato preferencial que me dio. 

No podía creerlo. ¿En qué me había metido ahora? 

Tragué saliva. 

—Será mejor que te asegures, para el final del día, quedar, de hecho, embarazada o al menos raptar un bebé en nueve meses. Porque Laura es rencorosa y no tienes ni idea de lo mal que te haría pasar si sabe que le estabas mintiendo. 

Mierda. ¿Qué clase de trabajo me recomendó mamá?

Mega Maraton 
6/15

2 comentarios :

  1. Me están encantando los capítulos. Se te echaba de menos. Besos.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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