sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 35

La frase tonta de la semana.

Pero de repente mis planes cambiaron, se vinieron abajo.

—¿Lali? ¿Qué te sucede? —dijo ella apresurándose a caminar a mi lado. 

Examinó mi rostro, mis brazos y mi cuerpo entero. 

—Estaba pensando en que no me vendría mal que saliéramos después de todo — sugerí con voz rota. 

—¿Qué te ocurrió? ¿Te sientes mal? ¿Viste de nuevo Titanic tu sola? Porque si es así te voy a jalar las orejas por no esperarme para una dosis de DiCaprio. 

Sonreí sin sentir realmente las ganas de hacerlo, continuaba entumecida y estática. 

—Nop. Peter acaba de marcharse… para siempre. Y duele como nadie tiene idea… 

—¿Peter se marchó? ¿Dónde? 

Sollocé y solté un quejido. 

—Él y yo terminamos, Rita. 

—Oh. 

—Sí. 

—Supongo que necesitas una distracción urgentemente, ¿no? 

—Eso creo... 

—Bien, conozco el lugar perfecto para desahogar penas. 

Rita me tomó de la mano y me guió sin soltarme ni un segundo durante todo el recorrido hasta llegar a la heladería más cercana. 

Ya no podía sentir mis pies, en mi interior todo era helado y frío, oscuro y vacío. 

Las lágrimas se detuvieron momentáneamente, mi mente estaba en blanco. Me sentía sobrecargada por tantas cosas; había mucho que quería preguntarle a Peter pero él se había ido, dejándome sola como se lo pedí.

—¿Vas a contarme qué sucedió o tengo que adivinar? —preguntó Rita una vez que tomamos asiento en las butacas más cercanas a la puerta. 

Me obligué a tragar saliva y a despegar la vista del papel tapiz con colores brillantes que ocupaba toda una pared del local. 

—Yo... —me relamí los labios para hablar pero parecían estar sellados por completo. 

Aclaré mi garganta y parpadeé varias veces para tratar de enfocar la vista. Mis esfuerzos parecían inútiles. 

—De acuerdo —dijo Rita en un suspiro—, puedes contármelo luego. ¿Quieres un helado? Eso siempre funciona con los corazones rotos. ¿Qué tal uno de pistacho? ¿O quieres menta con chocolate?

 En medio de la gruesa capa de neblina que me envolvía, logré darle a Rita un ceño fruncido.

 —¿Menta con chocolate? —dije en un susurro—, solo a ti puede gustarte algo que sabe más a pasta de dientes que a un decente sabor de helado. 

—Bien, para ti será el de pistacho entonces. Solo por hoy voy a permitir que insultes al chocolate con menta y lo compares con dentífrico. 

Se levantó para pedir nuestras órdenes mientras yo repasaba toda la conversación con Peter una vez más. 

“Si no te apartas lo suficiente de mí, entonces prometo que haré hasta lo imposible para que llegues a odiarme y así aprendas a mantener la distancia.” 

¿De verdad iba a hacer que lo odiara? 

¿Y qué hay del negocio que mantenían sus padres? No podía creer que él estuviera pasando por eso sin decirme nada. 

Me sentía tan patética en estos momentos; lo que más quería hacer era consolarlo y abrazarlo. ¿Estaba mal que quisiera eso? 

Repentinamente mis ojos comenzaron a nublarse y se dilataron mis pupilas. 

Una lágrima salió disparada sin que yo se lo permitiera; me sentía enferma de solo pensar en todo lo que Peter me había dicho. 

Antes de que más lágrimas salieran, me levanté de mi asiento y corrí directo al baño. 

Aproveché que estaba vacío y sollocé con fuerza, apoyándome en el lavamanos mientras me doblaba y lloraba sin pudor; terminé encerrándome en un cubículo y sentándome en la tapadera del retrete. Subí las piernas hasta que mis rodillas alcanzaron mi mentón, y comencé a llorar horriblemente. 

Cuando escuchaba que alguien abría la puerta del baño, me obligaba a callarme y a morderme el brazo para que mis sollozos no pudieran oírse por todo el interior. 

Me sentía estúpida. ¡Yo había querido terminar con él primero! 

Nada de esto tenía sentido. Nada.
 
¿Era mi destruido orgullo el que lloraba o era mi corazón?

Pero de todas formas no importó, lloré hasta que mis hombros comenzaron a sacudirse violentamente y por mi nariz salía líquido; por más que intentaba morder mi brazo con fuerza para ocultar el hecho de que lloraba peor que una bebé, se volvía una tarea imposible cuando recordaba la mirada de dolor en los ojos de Peter. 

—Este no es el fin del mundo, Lali. Te vas a recuperar —me dije a mi misma, pero mientras más lo pensaba, más ganas de llorar tenía. 

¿En serio era tan patética por llorar sobre una relación que el único futuro que tenía era uno destructivo? 

Sorbí mocos hasta que me creí lo suficientemente fuerte como para dejar de llorar, pero cuando accidentalmente llevé mi mano hacia mi cuello, y sentí el collar que Nicole me había regalado… bueno, fue como abrir un jodido dique que inundó todo mi sistema. Volví a llorar incontrolablemente de nuevo. 

Afuera, la puerta se abrió una vez más y escuché a Rita llamándome y chequeando los cubículos uno por uno hasta dar con el mío. 

—¿Lali? Por favor no te encierres —suplicó, podía escuchar la preocupación en su voz. 

No pude responderle. En su lugar me eché a llorar tratando de ser silenciosa y fallando con éxito. 

—¿Lali? Ábreme la puerta, no te encierres —volvió a llamar Rita. 

En un intento por lucir menos patética pasé la manga de mi camiseta por mis húmedas mejillas. 

Le abrí a Rita y, en vez de salir, dejé que ella entrara y cerrara la puerta del cubículo. 

Apenas y había espacio para ambas pero le hice sitio en la tapadera del retrete para que se sentara y ocupara la mitad. 

Ella cargaba dos copas de helado, ambas de color verdoso. 

Me pasó la que tenía en su izquierda y me dio un medio abrazo mientras me la entregaba. 

—Come el helado, te hará sentir mejor —susurró. 

Negué con la cabeza, no quería comer nada. 

—No entiendes —fue lo único que pude decirle, ella esperó pacientemente mientras yo terminaba la frase—, ya estoy lo suficientemente helada por dentro como para el resto de mi vida. 

Se me quebró la voz al final y sollocé de nuevo. 

Rita llevó mi cabeza hacia su hombro y me dio suaves palmaditas en la espalda. 

Eventualmente tendría que contarle todo, pero justo ahora solo quería sentirme rota y llorar.

—Deja de torturarte pensando en lo que pasó o no pasó… o pudo haber pasado. Piensa en otra cosa —me sugirió ella mientras se llevaba una cucharada de helado a la boca— ¿Qué te parece si te distraigo con algo vergonzoso que ocurrió el otro día? 

Yo asentí vagamente con la cabeza.

 Ella comenzó a hablar pero sentía mis oídos tapados, no escuchaba ni una sola palabra de lo que decía.

—Lali… ¡No me estás escuchando! —me regañó—, concéntrate. Escúchame por un momento, deja de pensar en lo que te está atormentando. ¿Sí? Te hará bien.

Asentí con la cabeza. 

—De acuerdo —dije en un susurro. 

—Bien. Hace un par de meses fui a una de esas citas relámpago que te arreglan por internet —comenzó a contar—, y terminé en un restaurante, a punto de entrevistarme con más de diez chicos por dos exactos minutos cada uno. Pero como no quería que supieran mi nombre real me inventé uno… 

Cuando se detuvo de contar la historia, me aparté de su hombro y la miré fijamente para que continuara. Al menos su plan estaba funcionando y por un minuto entero dejé de pensar en Peter.

—El nombre que me puse fue Andrea Cipriano —dijo ella haciendo un puchero. 

—¿Cipriano como Patch? —pregunté con una mueca similar a una sonrisa. 

Ella asintió con la cabeza. 

—Ya sabes que soy miembro honorario del foro “Violemos a Patch”. En ese momento me pareció una idea genial y divertida… y nadie parecía darse cuenta de que mi apellido era en honor a un personaje ficticio de un libro. Hasta que uno lo notó… tú lo conoces como Gaston, él se presentó conmigo como Ramiro. ¿Puedes creer ese nombre? Y eso que es su nombre real… hasta yo me lo cambiaría por uno más genial. 

Parpadeé varias veces hasta llegar a dedicarle a Rita una sonrisa verdadera. 

—Bueno, como sea —continuó—, él y yo nos llevamos muy bien, conectamos rápido e incluso ocupó un par de minutos extra que a ningún otro chico de las citas le había dado. Salimos esa misma noche pero como llovió, y yo fui la ridícula que no llevó un paraguas, terminé cayéndome en el lodo y se me rompió el pantalón. Gaston me prestó su camiseta para que me tapara. 

—Eso suena romántico —admití. Pensé en mis propios momentos románticos con Peter, supongo que ya nunca los volvería a repetir más que en mi memoria. 

—Espera allí, se pone mejor: él me llevó a su casa (que en realidad es todo un complejo como de diez mil varas cuadradas) para que nos secáramos y para que pudiera prestarme más ropa. ¿Y a que no adivinas qué? ¡Él iba a besarme! Pero su madre entró justo en ese momento a su habitación y nos encontró en poca ropa y a punto de salivar en la boca del otro. 

—¿Qué? 

—Sip, le caí mal instantáneamente a la mujer. Desde ese día no volví a verlo, hasta que apareció con Peter la misma noche que te emborrachaste y vomitaste por todos lados. Oh, pero tenías que haber visto la mirada de preocupación de Peter. Llegó desesperado, empujando puertas y rebuscando en las habitaciones hasta que dio contigo en el baño… ¿y cuando te cargó? fue… fue tan íntimo y real que tuve que mirar para otro lado. 

Los ojos se me nublaron de nuevo; agaché la vista hacia mi copa de helado y la revolví con la cuchara. 

—Ay, perdón. Lo siento. Había olvidado que te debía distraer de pensar en Peter, no contribuir con el dolor. Lo siento.

—¿Entonces son novios? ¿Tú y Gaston son novios? —pregunté para cambiar de tema. 

—Bueno… sí. Algo así. ¿Logré distraerte? —Noté que ella no había querido entrar en detalles, así que no la presioné con el tema y sólo asentí con la cabeza. —Bien, vamos a terminar estos helados en otro lugar que no sea el baño de mujeres, por favor. Creo que es hasta insalubre. 

Con eso se puso de pie y abrió la puerta para que saliéramos. 

—Pensé que me llevarías a un bar para emborracharme, no a una heladería — dije mientras aprovechaba a ver mi cara en el espejo y comprobar que me miraba completamente desastrosa. Tenía los labios y los párpados hinchados. Mis mejillas estaban rojas y mi nariz lucía fosforescente. 

—No, no, no. Nada de bares para ti. Desde que me sacaste el susto de mi vida aquella noche cuando me dijiste que estabas embarazada… mejor dejamos el alcohol de lado. 

Sonreí y a la vez hice una mueca. Una vez más el mismo recuerdo para torturarme pensando en Peter, iba a tener muchos de esos momentos agridulces clavados en mi cabeza. 

Traté de limpiar mi cara lo mejor que pude y finalmente terminé mi helado de pistacho sin derramar una sola lágrima más. Era bueno tener a Rita a mi lado para afrontar la situación. 

Ella era buena compañía, me distrajo toda la noche para que mi mente masoquista dejara el tema de Peter a un lado. 

Vimos películas, aunque no recordaba de qué trataban; mis pensamientos estaban a kilómetros de distancia, en un lugar donde no existía el tiempo y el espacio; un lugar en donde me ahogaba y lo único que podía escuchar era: 

De haber sabido que te perdería, te hubiera besado con más fuerza esta mañana, habría hecho eterno cada beso. 

No dejaba de rememorar esa frase en específico, más porque yo hubiera hecho exactamente lo mismo. 

Me encontraba ya en mi pijama, recostada boca arriba en la cama, viendo hacia la nada en la oscuridad. Lo único que podía escuchar eran los suaves ronquidos de Rita, y un poco de la mezcla musical que provenía de su iPod. 

La música de Adele no era precisamente de mucha ayuda con mi crisis de depresión; lágrimas continuaban saliendo de mis ojos... Solo deseaba que se apagaran pronto. Que todo se apagara lo más rápido posible para poder dejar de sentir lo que estaba sintiendo. 

Esa noche apenas dormí, y las próximas cinco noches que le siguieron a esa tampoco fueron sencillas. Pero iba a superarlo, tenía que hacerlo. 

A la larga iba a terminar haciéndome más daño si continuaba mi relación con Peter. 

Tenía que aprender a ser la que una vez fui sin él.
 
Todo estaría bien... o al menos eso esperaba.

*** 

En los siguientes días Adele y yo nos habíamos vuelto íntimas amigas; siempre en la mañana me ponía mis audífonos, y mientras caminaba hacia la librería, escuchaba algunas de sus canciones. Ni siquiera escuchaba las letras, sus tristes melodías se iban directo a donde más me dolía. 

Tenía la teoría de que, si podía volverme inmune a ella, lograría volverme inmune ante cualquier canción con un ritmo suave y que hablara de amor. 

Todavía me sentía adolorida, especialmente cuando Mindy o Shio me pasaban interrogando por el hermoso "trasero de un millón de dólares" como ellas habían nombrado a Peter; finalmente en el séptimo día sin saber nada de él, me hallé con el valor suficiente como para anunciarles que mi novio había dejado de serlo por problemas de coexistencia. 

Ellas abandonaron el tema inmediatamente. 

Hasta mamá dejó de llamarme y de tratar de arreglarme citas con los hijos de sus clientes; pasarían meses antes de que volviera a interesarme en alguien. Era mejor no enamorarse, se sufría menos. 

En la librería, hacía todo de forma monótona. Sonreía falsamente y fingía que era la persona más normal en este mundo; comía poco o nada, me sentía como la mierda. 

Pensaba que sería otro día como cualquier otro, el décimo sin ver o saber absolutamente nada de Peter, hasta que una particular visita interrumpió una tarde en el local. 

Llevaba minifalda roja y botas de tacón que le llegaban al muslo. Su rizado cabello naranja estaba suelto y lucía salvaje. 

No fui la única en notar su presencia, algunos de los clientes no disimularon al babear sobre su trasero y sobre su pronunciada blusa escotada. Detrás de ella venía Ian, usando sus camisetas tipo Polo, y sus pantalones color caqui. 

Jenny comenzó a buscar a alguien o algo entre las estanterías, y parte de mí ya se imaginaba a quién estaba tratando de encontrar. 

—¿Puedes creer esto? Otro chico lindo entró en la librería —dijo Shio en mi oído, señalando a Ian con un dedo—, no hay muchos de esos por aquí. Por lo general o son chicas las que vienen, o señores casados con más de tres hijos. Tenemos suerte. Rápido, que Mindy no lo vea. 

—Él es gay —le confesé a Shio. 

—No, no creo. Al menos no lo parece. 

—Él es gay —volví a repetir. Esta vez Shio me tomó del brazo y me sacudió con fuerza. 

—¿Estás bromeando? ¿Lo sabes o solo lo estás suponiendo? 

Suspiré.
 
—Lo sé. Lo conozco.

—No, no, no, no. Me va a dar algo… ¡estás mintiendo! Negué con la cabeza. 

—Él mismo me lo dijo —hace mucho tiempo atrás él se había querido sincerar conmigo y me invitó a un restaurante elegante y poco conocido para decirme la verdad. Jenny aún no lo sabía, Ian sólo quería consultarme en qué manera podría darle la noticia a ella sin que le fuera a dar un ataque. Entonces yo rebelé el secreto que Jenny le había estado ocultando durante mucho tiempo y le conté a Ian sobre la relación que ella mantenía con Peter. 

Al día siguiente la encontré succionando chocolate del cuello de Marcus, el otro miembro del harén de Jenny. 

Pensé que después de eso Ian la dejaría pero de igual forma él siempre continuó llegando al departamento, incluso cuando noches atrás había encontrado a Marcus escondido debajo de la mesa del comedor y fingió no haberlo visto. 

Creo que Jenny era una buena fachada para que sus padres no sospecharan acerca de sus gustos. 

—No puedo creerlo —protestó Shio— pero tienes razón, las señales son claras, ningún chico podría combinar así de bien toda su ropa. A este paso me voy a quedar soltera para toda la vida. 

Ella hizo un puchero adorable y continuó circulando entre los clientes. 

Observé a Jenny un rato más, esperando que no se fijara en mí y que no viniera a hacer un escándalo; el lugar no estaba muy lleno ya que a esta hora de la tarde ralentizaban las ventas. 

Jenny me vio finalmente y esbozó una sonrisa que lo único que podía significar era problemas. 

No había vuelto a hablar con ella desde que me fui del departamento, y ni tenía pensado hablarle de aquí hasta Diciembre del año 2400. 

—¡Lali! —saludó ella. 

Fruncí el ceño. Hasta su voz me sonaba hipócrita. 

—La tía Emilia le dijo a mi mamá que trabajabas aquí, no estaba segura —siguió diciendo—. Debe ser aburrido para ti, pobre. Lamento que perdieras tu otro empleo, pero bueno, así es la vida. 

Me crucé de brazos y desvié la vista hacia la estantería de novelas clásicas. 

Ian, quien aún no había hablado nada, me saludó con un gesto de mano y me sonrió con nerviosismo. 

—¿Necesitas algo? —le pregunté a ella en tono monótono. 

—¿No me vas a preguntar cómo estoy? ¿Qué ha sido de mi vida sin vivir contigo? 

—Jenny, deja las ridiculeces. ¿Destruyes mis cosas, haces que me despidan del trabajo y aun así crees que te preguntaré sobre cómo va todo en tu vida? 

Resoplé. 

Ella sonrió, divertida por mi comentario. 

—Bien. Directo al grano entonces —ella metió la mano en su bolso de diseñador, y por un momento pensé que buscaría la revancha por todo lo que pasó con la pistola de burbujas y me apuntaría con una pistola real. Pero lo que sacó de su bolso fue una tarjeta blanca de tamaño mediano y me la entregó.

La tomé y la observé por un rato, dubitativa sobre qué hacer con esto. Ella rodó los ojos y me explicó: 

—Mi cumpleaños es la próxima semana, ¿recuerdas? Justo un mes antes que el tuyo. Este año decidí adelantarlo y hacer todo un evento especial. La temática será blanco y negro; los invitados tienen que usar solo ropa blanca o negra. 

Wow, sí, Jenny era toda una mente inteligente. ¡Que se la lleven los rusos por favor! 

—¿Para qué me estás dando esto? —Si tendría que enumerar las razones de por qué no debería asistir a esa fiesta, no terminaría ni en mil años. 

—Porque quiero que vayas, por eso. Ah, y casi lo olvido —rebuscó de nuevo en su bolso. Ésta vez seguro que era el arma—, traje una para tu novio. Peter. 

Se me agitó el corazón de solo escuchar de nuevo su nombre. 

No tomé la invitación y desvié la vista. 

—¿Se la darías por mí? ¿Por qué no la tomas? —preguntó, su voz parecía sonar cada vez más maliciosa. 

—Me temo que no seré capaz de ver a Peter justo ahora —me obligué a decir. 

—Oh, supongo que los rumores son ciertos. 

Clavé mis ojos en los suyos y me pregunté cómo rayos se había enterado. 

—¿Qué es lo que sabes? —dije cautelosamente. 

Ella se acercó un poco más a mí, susurrando su respuesta en mi oído. 

—No es necesario que lo sepa. Sólo mirarte me lo dice todo: tienes ojeras asquerosas, el rostro sucio y los ojos tan hinchados que es obvio, para cualquiera, saber que has estado llorando. Te lo dije —susurró aun más suave—, Peter no es la clase de hombre para ti. Apuesto a que ni siquiera perdiste la virginidad con él. O con algún otro… todo tu cuerpo grita FRACASADA. 

Jenny puso algo de distancia y luego volvió a recomponer esa sonrisa fingida que tanto se le daba bien. 

—Ya que tú no puedes dársela, entonces yo se la daré —me guiñó un ojo—. No te preocupes, le diré que estás muy bien y que ya tienes a otro. 

Respiré hondo unas tres veces pero eso no parecía ser lo suficiente como para quitar los pensamientos homicidas que tenía sobre ella. 

—¿Todo bien aquí? —dijo Laura repentinamente apareciendo frente a nosotras. 

—Perfecto —respondió Jenny—. Supongo que te veré en mi fiesta. Es el sábado, si no encuentras qué ponerte puedo prestarte algo de mi ropa… creo que lo necesitas. 

Se despidió de manera alegre y salió muy de prisa por la puerta. Estúpida Jenny. ¿Qué le había hecho yo para que me odiara tanto? 

—Lali, querida, recuerda que estás en horas laborales. No se aceptan visitas sociales en la librería —me recordó Laura. 

Asentí con la cabeza y murmuré una disculpa. Laura desapareció, siguiendo a Mindy para regañarla por el mal uso del uniforme de trabajo. 

Me quedé parada, con la invitación de la fiesta de Jenny en mano. 

Al menos ella haría algo que yo moría de ganas por hacer desde hace mucho: iba a ver a Peter.
 
¿Y si yo hablaba con él? ¿Qué de malo podría pasar?

¿Y si me corría de su departamento? No, se supone que él me amab… bueno, nunca dijo que me amaba, pero al menos supongo que me quería. Él sería incapaz de botarme de su departamento solo porque estuviera enojado conmigo ¿verdad? 

De repente me entró la urgencia de verlo. Jenny era capaz de inventarle demasiadas cosas si tenía la oportunidad. 

Sí, hoy trataría de hablar con él.
 
Cueste lo que cueste.

Mega Maraton 
13/15

3 comentarios :

  1. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaas.
    put. jenny

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  2. Dios jenny es la mas perra de las perras ... Dios pobre lali todo lo que tuvo que sufrir por el bobo de peter ¬¬ sube mas
    Andrea A.

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  3. D nuevo la arpía d Jenny!!!!

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