sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 36

Gente con colas

Yo era una gallina. 

Una cobarde, inútil y tonta gallina que tenía más de una hora sentada en las afueras del edificio en el que vivía Peter, esperándolo como una de esas locas acosadoras que esperan a Justin Bieber fuera de la habitación de su hotel sólo para tener la oportunidad de verlo en ropa interior y soñar con ser la próxima madre de sus hijos. 

No dejaba de torturarme con Peter, con la vista que tendría de su espectacular cuerpo y que probablemente él ni siquiera se miraría así de mal como me veía yo, porque, vaya que yo tenía un aspecto de haber sido masticada, digerida y escupida por un lagarto. 

¡Aaggh! 

Con cada segundo que pasaba, más se acobardaban mis ideas y parecía inútil mi plan de hablar con él. Había decidido no subir a buscarlo a su apartamento porque eso, ciertamente, me haría lucir como una desesperada; además me sentía tonta ya que era yo la que corría detrás de él en vez de ser al revés. Me desilusionó saber lo rápido que me había dejado marchar de su vida. Ni siquiera peleó por mí… por nosotros. 

Definitivamente este era un mal plan. 

Por quinta vez esta noche, me puse de pie y comencé a bajar las pocas gradas que me llevarían hacia la acera y después directo a la parada de buses más cercana para largarme a casa y continuar con la tortura desde la comodidad de mi dormitorio. 

Estaba a punto de ponerme los audífonos y apagar a todo el mundo con un poco de Adele, cuando, una mano se posó en mi hombro y me obligó a darme la vuelta. 

Era la abuela de Peter. 

—¡Hola ahí! —dijo con voz eufórica. Me envolvió en un abrazo y me dio suaves y calmantes palmaditas en la espalda—. No sabía que vendrías hoy. 

—Fue algo espontáneo —logré decir en medio del apretado abrazo. 

Pude ver a Nicole justo por detrás de nosotras, sosteniendo un bolso morado. La niña sonrió enormemente al verme. 

No esperaba encontrarme a ninguna de las dos esta noche, fue toda una sorpresa.

Una vez que su abuela deshizo el abrazo, la pequeña corrió para ocupar su lugar. 

—¿Recibiste mi regalo? —preguntó inquieta, saltando de arriba abajo. 

—Sí, lo recibí —le dije, dándole una de las pocas sonrisas verdaderas que había dado esta semana—. Aquí... 

Le mostré el número veintisiete que colgaba de mi cuello. Sus ojos se agrandaron y comenzó a dar saltitos rápidos. 

—¡Lo tienes puesto! —chilló— ¡Yo también! 

Ella me mostró un brazalete hecho con la misma cinta de cuero que mi collar, y con el mismo número colgando orgullosamente. 

—¿Vienes a ver al tío Peter? —preguntó la niña. 

—¡Nicole! ¿Qué te he dicho sobre tus preguntas indiscretas? —la regañó su abuela—. Entonces… ¿vienes a ver a mi nieto? 

—Yo… yo no… 

—Tal vez Lali pueda curar al tío Peter —interrumpió Nicole—. Lali, él está enfermo. Creo que le duele el corazón... ¡Ya no quiere cantar conmigo las canciones de Selena Gómez! Está grave, ¿sabes quién lo rompió? 

Hice una mueca y me agaché para estar a su altura, llevé mi mano a su cabello marrón claro y acaricié su frente, deteniéndome brevemente en las cicatrices de su rostro. 

No entendía cómo alguien pudo haberla lastimado de esa manera. 

—¿Por qué piensas que está roto? —pregunté. 

Ella tardó en dar su respuesta hasta que finalmente habló y dijo: 

—Pues porque ya no es el mismo de siempre. Cuando uno de mis juguetes se rompe, deja de hacer lo que normalmente hacía; y el tío Peter actúa de esa forma: como un juguete roto —se calló y miró disimuladamente hacia su abuela, la niña me susurró lo siguiente—, o cuando boté accidentalmente el celular de Nanny al agua y la pantalla se puso negra y nadie pudo encenderlo de nuevo. Parece que el tío Peter está en modalidad apagada, ¿crees que tenga reparo? Porque el celular no lo tuvo. 

Mis ojos se nublaron un poco y miré en otra dirección; tragué saliva y humedecí mis labios para responderle pero no sabía qué decir. 

—Ya basta con el interrogatorio, deja a Lali en paz —intervino su abuela, salvándome de tener que responder a eso. Ella tomó a Nicole del brazo—. Lali, ¿quieres entrar al departamento? Pediremos pizza y veremos películas de mi época. 

—Osea, películas aburridas en blanco y negro —bufó la niña para que sólo yo la escuchara. 

—Oí eso, jovencita. Esta noche no hay postre para ti… 

—Pero Lali me va a dar del suyo, ¿verdad? 

—Ah… pues… —yo estaba balbuceando por completo—. Yo… yo estaba a punto de irme; no creo que pueda… 

—¿Te vas? —interrumpió Nicole— ¿Por qué? Tienes que quedarte y ver el álbum de mariposas que hice ayer.
 
—Es que yo…

—¡Tonterías! —dijo su abuela y me tomó del brazo. Comenzó a caminar conmigo y con la niña hasta detenerse en la puerta de entrada del edificio. 

Instantáneamente me empezaron a sudar las manos. ¡Iba a ver a Peter! 

—De verdad, no creo que sea una buena idea… —continué diciendo pero ella me silenció con la mirada. Me callé. 

—¿Entonces mi nieto y tú no han solucionado las cosas? —preguntó—. Puedo decir que ambos lucen destruidos, aunque Peter no me quiso decir qué era lo que le había pasado. 

—No… yo… —un frío invisible se coló por mis huesos, haciendo que frotara mis brazos sin parar—. La verdad es que no he hablado con él desde hace un tiempo. Creí que hoy sería el día pero aun no estoy lista para hacerlo. 

Ella me tomó de los hombros y caminó conmigo hasta el interior del edificio. Nicole se nos adelantó y corrió hacia el elevador, presionando el botón de llamada unas tres veces. 

—Me parece que ambos deberían hablar. Ya son bastante mayorcitos para resolver las cosas como dos adultos responsables. Ven, entra para que veas cómo babea mi nieto al verte. 

Me guiñó un ojo y me dio una sonrisa simpática. 

Le sonreí de regreso. 

Decir que estaba nerviosa era decir poco, tenía el estómago revuelto y la bilis subía y bajaba por mi garganta. 

—No estés nerviosa —me susurró ella mientras íbamos en el elevador—. Y dime, ¿has visto alguna película de Cary Grant? Oh, lo vas a amar… 

El ascensor se detuvo en el sexto piso y sus puertas se abrieron con un sonido agudo; me costaba tragar saliva a medida que caminábamos hacia el departamento, y pensaba que en cualquier momento me iba a desmayar y haría de mí una completa vergüenza andante. 

—¿Entonces el tío Peter y tú están peleados? —preguntó Nicole— ¿Por qué no hacen las paces? En Gossip Girl, la gente tiene una forma divertida de reconciliarse… creo que se duchan hasta que se les pasa el enojo. 

—¿Se duchan? —pregunté. ¿Gossip Girl? 

—Sí, eso pienso. Se mira cómo comienzan a quitarse la ropa y cae al suelo… hasta que la bisabuela cambia de canal y pone Bob Esponja. Nunca he podido ver en qué termina un solo capítulo de la serie; aunque yo creo que se besan como por… ¡diez minutos enteros! 

Intenté no reírme. 

Su abuela hizo un gesto de falsa indignación. 

—¡No puedo creer lo que estás diciendo, Nicole! Nada de postre en una semana. 

—¡No es justo! Sabes cuánto amo el dulce… 

—Y es por eso que tienes los dientes picados y eres la piraña de la familia. 

De repente, estábamos frente a la puerta de Peter, a sólo unos metros de distancia. 

Los sonidos a mi alrededor se enmudecieron, y mis ojos comenzaron a verlo todo de manera borrosa. De nuevo la gallina en mí tomó el control y balbuceó:

—En serio tengo que irme… tal vez venga después… 

—Cariño, respira hondo. Parece que te fuera a dar un ataque de pánico. 

—No, yo no me siento preparada aún para… —la puerta se abrió de repente y mi corazón se detuvo por un segundo.

 Era él. Peter. 

Quería derretirme y fundirme con el suelo. No quería que me viera y supiera lo débil que había sido al venir a buscarlo, esto me hacía el doble de tonta que creí que era. 

—¡Peter! Vinimos a hacerte una visita sorpresa. ¿Estás ocupado? —preguntó su abuela viendo incómodamente en dirección al departamento. 

—Pasa —dijo él simplemente. 

Por un momento pensé que no me había notado allí, parada como una imbécil, con las palmas de mis manos sudadas, y con la repentina urgencia de ir al baño. Pero no tuve tanta suerte de pasar desapercibida, sus ojos verdes fueron a dar directo a los míos. Mientras dejaba a su abuela entrar y ésta la saludaba con un beso en la mejilla, jamás apartó su mirada de mí. 

Me quedé congelada y asustada por lo que fuera a decir. 

¿Y si me corría de su departamento, frente a su abuela? ¿Qué si decía que yo debería largarme y que iba a poner una orden de restricción contra mí? 

Negué con la cabeza, estaba siendo paranoica. 

Nicole corrió a abrazarlo. 

—¡Tío Peter! Mira a quién encontramos allá afuera —la niña me señaló. Mis mejillas comenzaron a arder—. La invitamos a comer pizza con nosotros, ¿no estás feliz? 

—Mjmm —fue su única respuesta ante el asunto—. Ve con la abuela a pedir la comida. 

Le revolvió un poco el cabello, y Nicole se fue en cuestión de segundos. 

Solo quedábamos él y yo. 

Enfoqué la vista en mis zapatos, esta era definitivamente una mala idea, Peter no se miraba feliz de verme. 

—Lali —dijo mi nombre como si le costara pronunciarlo. 

Despegué mis ojos del suelo y me concentré en no dirigir mis dedos a su rostro, tenía una ligera capa de barba que lo hacía lucir exótico. Vestía una camisa sencilla y pantalones de tela cómoda. 

Abrí la boca para decir algo pero me silencié automáticamente cuando, por el rabillo del ojo, vi a una chica moviéndose con elegancia dentro del departamento. 

—Creo que no debí venir —dije sintiéndome no bienvenida y extremadamente incómoda. 

—Estoy de acuerdo con eso —dijo herméticamente. Se cruzó de brazos y me bloqueó el paso de la puerta. 

El corazón se me encogía lentamente. Dolía. 

Esta fue una estúpida idea, de todas formas, si alguno de los dos iba a dar el primer paso, ese tenía que ser él, no yo.

Y era más que obvio que por el momento estaba ocupado con, nada más y nada menos que Elena. Ella salió disparada hacia la puerta, encarando a Peter y dirigiéndome apenas una mirada de lástima. 

—¿Quién es esa gente que acaba de entrar? —exigió molesta. 

—Nadie que te importe —le respondió él.

—¿Y esa niña de ahí? Me sacó el susto de mi vida. ¿Le viste la cara? No es alguien a quien quiera encontrarme en la oscuridad de la noche. Debería usar una máscara, seguro que vino con ella —me miró de frente y podía sentir los dardos que mentalmente lanzaba a mi cabeza—. ¿Qué clase de fenómeno trajiste? ¿Qué haces aquí? Tengo entendido que formas parte de las sobras de Peter. ¿No te da pena venir a buscarlo? Igual a esa estúpida pelirroja que vino esta tarde... 

Estaba congelada, aturdida por todo lo que había soltado Elena. No sólo me enojó lo que dijo sobre mí, sino lo que dijo sobre Nicole. 

—¡Eres una hija de p...! —estuve a punto de agarrar del cuello y estrangularla, pero Peter se me adelantó y en un momento estuvo sobre ella, tomándola de los hombros y sosteniéndola contra el marco de la puerta. 

—Ni siquiera te atrevas a decir una sola palabra más —siseó—. Esa niña que viste es mi sobrina, no te quiero ver a ti, o a tu lengua venenosa, ni siquiera a dos centímetros de distancia de ella, ¿entendiste? Y no vuelvas a aparecer en mi departamento otra vez, no quiero que digas quién puede o no puede entrar. La próxima vez, si tienes jodidas quejas sobre tu estúpida posición en la banda, habla con Key, yo ya no tengo ningún asunto que tratar contigo. 

La soltó y ella se frotó los hombros. 

Jamás había visto a Peter tan enojado. Hasta yo le tendría miedo, pero Elena se lo tenía bien merecido. Arpía. 

—¿Es... es tu sobrina? —balbuceó ella con temor—. No lo sabía, tampoco tienes que tratarme así; no puedes ser tan grosero con una de las tantas chicas con la que follaste. 

Sentí como si una piedra enorme me hubiera golpeado directamente en el pecho. Mis manos instantáneamente formaron puños apretados. 

—Elena, lárgate —dijo Peter, la tomó del brazo y la sacó a trompicones del departamento—. Tengo mejores cosas que hacer que perder el tiempo contigo. 

Ella tropezó conmigo, golpeando a propósito mi hombro. 

—Y es así como vas a terminar en la vida de Peter Lanzani —me dijo ella—. Primero comienzas a buscarlo como una drogadicta que necesita sus drogas, y luego él te patea fuera de su departamento. 

—¡Lárgate, Elena! —gritó esta vez—. Estás agotando mi paciencia. 

Ella desencajó su mandíbula y se arregló el cabello antes de darse la vuelta y marcharse. 

Mis ojos instantáneamente buscaron los de Peter y nos miramos fijamente por unos cuantos segundos, minutos, horas; no sabría decirlo con exactitud.

—¿A qué viniste, Lali? —preguntó por fin. Me relamí los labios e intenté formar palabras coherentes. 

—Vine para que hablemos. Creo que me apresuré a... 

—¿A qué? ¿A juzgarme? —suspiró, irritado. Se pasó una mano por el rostro—. Vi la mirada en tus ojos cuando apareció Elena. ¿De verdad me crees capaz de ser tan idiota y correr a los brazos de la primera mujer que se me ponga en frente? O peor aún, ¿en los brazos de Elena? 

—Cuando terminaste con Jenny esperaste apenas un par de días para salir con alguien más. Perdona si me he dejado llevar por la lógica y asumir que volverías a hacer lo mismo cuando me dejaras. 

—Yo no te dejé. Ambos estuvimos de acuerdo en acabar con lo que sea que teníamos. Era lo mejor para ti; jamás hubiera funcionado esto entre nosotros, de todas formas, tú nunca confiarías lo suficiente en mí. Mi palabra ya no vale nada para ti. Solo admitámoslo: es mejor dejar las cosas así. No quiero seguir haciéndote daño. Y para tu información, no he estado con otra mujer, así que quita esa cara de venado atropellado porque, a diferencia de lo que creas de mí, no me acuesto con lo primero que me guiñe el ojo y tenga puesto una falda. 

—Eres un tonto —dije furiosa—. Un idiota, un bastardo degenerado... 

Rápidamente me tomó del brazo y me empujó cerca de su cuerpo. Me costó un momento recuperarme de la sorpresa. 

—¿Has estado llorando, Lali? —pasó un dedo por debajo de mis ojos, sentí mi rostro arder en llamas— ¿Has comido algo? —esta vez sus manos se fueron directo a mi cintura y comenzaron a subir y bajar haciéndome difícil el simple trabajo de respirar—, te sientes más delgada. 

Me ruboricé por completo. Claro que no había comido mucho los primeros días pero me avergonzaba decir que últimamente hasta estaba comiendo de más. Principalmente helado y comida china. Las costillitas agridulces eran mi parte favorita, y el pollo... Oh Dios mío, el pollo era simplemente espectacular para olvidar. Esas deliciosas partes jugosas y bien sazonadas... Retiré con un golpe las manos de Peter que aún seguían en mi cuerpo, y me aparté unos buenos centímetros de él. Este no era momento para pensar en comida, o para dejarme aturdir por las hormonas que me hacían actuar como Bambi. 

—No tienes que preocuparte por mí —respondí de mala gana—, solo déjame estar con tu sobrina esta noche y prometo no volver a molestarte jamás. 

—Bien —estuvo de acuerdo—. Recuerda mantener tu palabra. 

—Lo haré. 

Antes de que se hiciera a un lado, y me dejara pasar, me tomó de la cintura abruptamente. Llevó una de sus manos detrás de mi nuca y pronto sus labios estuvieron sobre los míos. Poseyendo todo, devorando y conquistando nuevas tierras. 

Estaba tan aturdida que no supe lo que pasaba hasta que sentí su lengua tratando de deslizarse sobre la mía. 

Su boca ejerciendo presión en un beso tan salvaje que pensé por un momento que me ahogaría.

Me agarré a sus brazos y dejé que mis caderas chocaran contra las suyas por un breve instante. Eso fue suficiente para escucharlo gruñir desde el fondo de su garganta. Sus manos viajaron hasta mi trasero y me acomodó en la posición perfecta para que mi cuerpo sintiera el suyo a la perfección. 

Me soltó con la misma rapidez con la que había comenzado el beso; se relamió los labios y me sonrió como sólo él sabía hacerlo. 

Bastardo. Había extrañado horriblemente besarlo. 

—Alguien me contó que ya encontraste mi reemplazo —susurró tan cerca de mi boca—. Hablas de cómo fui muy cruel y todo un canalla que, en la misma semana que terminé con tu prima, ya me encontraba suplantándola contigo, cuando en realidad tú estás haciendo exactamente lo mismo conmigo en estos momentos. 

—¿Y tú? Hablas de cómo tengo que confiar más en ti, pero ni siquiera estás confiando en mí. ¿De verdad crees en las cosas que dijo Jenny? Porque ella te lo debe haber dicho, ¿cierto? 

—¿Estás saliendo con alguien más, Lali? 

—¿Estás celoso? 

Estrelló su puño contra la puerta. 

—¡Solo responde a la pregunta! 

Aparté la vista de su rostro. ¿Por qué actuaba de esta forma? 

En un momento se ponía receloso conmigo, prohibiéndome el paso a su departamento; y al siguiente minuto estaba besándome y devorándome como nunca lo había hecho. 

Aggh, estaba rodeada de bipolares. 

—Claro que estoy saliendo con alguien más —respondí—. Rita y yo salimos todo el tiempo. 

—Sabes que no es eso lo que estoy preguntando. ¿Estás saliendo con otro chico? ¿Sí o no? 

—No. ¿Contento? 

Toda la tensión que Peter estaba manteniendo, se esfumó. 

—Jenny me dejó una invitación para su fiesta —cambió de tema bruscamente—. ¿Quieres decirle que ni aunque estuviera loco iría con ella? 

Resoplé. 

—Pues vas a tener que darle las malas noticias tú solo. Ni en un millón de años pienso respirar su mismo aire, mucho menos ir a su fiesta.

 Él suspiró audiblemente. 

Se apartó finalmente de la puerta y me dejó entrar a su departamento. 

—Perfecto, entonces.

***

—¡Tienes que conocer a Carlo! —gritó Nicole cuando me senté junto a ella en el suelo de la sala—. Peter, sácalo de tu cuarto, deja que conozca a Lali. 

Ella tenía en brazos al espantoso zorrillo de cola peluda. La niña acariciaba la franja blanca del animal con sus pequeños dedos con uñas pintadas de color rosa pálido. 

Peter hizo exactamente como la pequeña le dijo, y se movilizó en dirección a su dormitorio. Ni siquiera me dio un segundo vistazo cuando entré. 

Su abuela, desde la cocina, me había lanzado una mirada cómplice. Seguramente vio los rojos e hinchados que Peter y yo teníamos los labios. 

La vergüenza me carcomió durante un minuto completo. 

—Cuando sea grande seré veterinaria —dijo de repente Nicole. 

—¿Quieres cuidar a los animales? —le pregunté mientras recogía del suelo una colilla de cigarro y la apartaba para que ella no fuera a verla. 

No sabía que Peter fumaba. Si no era él entonces tenía que ser la odiosa de Elena. 

—Sí. Quiero cuidarlos a todos, hasta los más feos. Pienso que ellos lastiman menos que las personas, y aunque no hablan, su gratitud es más sincera que la de algunos humanos. 

Dejé de esconder las colillas y me quedé viéndola fijamente mientras acariciaba el lomo del animal. 

Mis ojos comenzaron a nublarse, ¿qué rayos pasaba conmigo y con todas esas estúpidas lágrimas? ¿Acaso no podían apagarse ni por un segundo? 

—Lali... ¿a ti no te asusta verme? —dijo con una pequeña voz—. Porque escuché lo que dijo esa chica cuando salió de aquí, mencionó que yo debería usar una máscara. Él tío Peter siempre me dice que no debo esconderme pero yo... 

—Esa chica estaba loca —la interrumpí—. No la escuches jamás, no sabe lo que dice. Verás, aunque no lo creas, ella tiene una cola de pato que esconde muy bien debajo de la ropa. 

Sus ojos verdes se alzaron para encontrarse con los míos. 

—¿Una cola?

Asentí con la cabeza. 

—Sí, nació con una cola enorme, es más, ni siquiera parece de pato; es como de dragón. 

Ella me sonrió. 

—Noté que sacaba mucho los cachetes —dijo señalando hacia su trasero— ¿era por eso? 

Asentí seriamente. 

—Oh, sí. Trata de esconderla dentro del pantalón, pero si te fijas bien, la vas a ver moviéndose. 

—No sabía que existía gente con colas. 

—Es que las colas le salen a las personas con mal corazón, como ella. También comienzan a escupir fuego... 

—¡Escuché al tío Peter mencionar que ella tenía una lengua venenosa! ¿Será que eso hace que el fuego salga de su boca?

—Definitivamente —le guiñé un ojo—. Y escucha una cosa: tú nunca tienes porqué esconderte. Los únicos que se esconden son la gente con vergonzosas colas... A menos que tengas una cola por ahí y no me hayas dicho, ¿tienes una? 

—No, para nada —se rió. 

—Bien. Recuerda que eres hermosa en más de un sentido; no dejes que la gente diga lo contrario. No te escondas. 

Ella me sonrió, casi sonrosada. 

—Gracias Lali, el tío Peter debería casarse contigo. 

Ni siquiera pude responder a eso ya que, sin darme cuenta, a los pocos segundos, tenía a un enorme y peludo animal lamiéndome el rostro. 

Supongo que este era Carlo, un Golden Retriever de pelo amarillo y blanco, con una corpulencia increíble. 

Como estaba sentada, se abalanzó sobre mis piernas y se paró en dos patas para olisquear mi cabello. Era más alto que yo, pero si estuviera de pie probablemente me llegaría a la cintura. 

—¡Carlo, detente! Tenemos visitas —chilló Nicole. 

Carlo seguía revolviendo mi pelo con su hocico, su lengua repasaba mi frente una y otra vez. Yo gritaba con fuerza mientras pedía que alguien lo bajara de mis piernas. 

Peter apareció detrás de él y lo agarró de la correa que envolvía su cuello. Finalmente el perro dejó de lamerme y se interesó repentinamente en Steve, le empezó a gruñir y en menos de un minuto ya lo estaba persiguiendo por todo el departamento, zafándose del agarre de su dueño. 

—¡Ahora entiendes porqué quería regalar a ese zorrillo! —le dijo él a su abuela quien recién se nos unió en la sala. 

—Ay, ya. No seas malhumorado. Los dos se llevan de maravilla —le respondió ella. 

Peter solo resopló y fue detrás de Carlo.

Mega Maraton
14/15

3 comentarios :

  1. puede ser la excepcion de que subas uno mas aparte del que tenes que subir.. siiiiiiiii. plis
    by.vicky

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  2. Mierda odio a elena!! Odio a jenny a franco dioss !! quiero que se reconcilien :((((( espero que lo hagan pronto, Pobresita nicole me da mucha rabia lo que dijo elena la muy perra ¬¬ porfa sube mas quiero ver si lali se arregla con peter

    Andrea antequera

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  3. K bien se llevan Lali y Nicole

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