sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 29

Siendo una Lali embarazada

Por el resto de la tarde los chicos lograron enseñarme el manejo de las cosas. Incluso me mostraron cómo tratar con jovencitas alocadas que buscaban cualquier material con respecto a Edward Cullen, y lo agresivas que podían llegar a ponerse cuando se les decía que todo estaba agotado. 

Hasta me enseñaron cómo no mirar fijamente a las mujeres mayores de cincuenta que ponían pilas de libros eróticos a la hora de pagarlos. Aquí no se debía juzgar a nadie por sus preferencias con lo que compraban. 

Me vi tentada a llevarle algo de lectura a Mirna; la echaba de menos junto con el resto de los chicos del trabajo. 

Aun no había tenido la oportunidad de hablar con Rita para que me diera una explicación en cuanto a su extraña relación con Gaston. Y ni siquiera había hablado con Peter desde que había aceptado jugar a la parejita feliz con Franco. 

Pero cuando vi su motocicleta estacionada fuera de la librería cuando salí del trabajo, tuve la pequeña esperanza de que ya me haya perdonado. 

Lo vi recostado contra la pared de ladrillos del local, tomando una bebida helada y poniendo una postura sexy que lo hacía verse como si fuera el rey del mundo. 

Llevaba puestas sus gafas oscuras y su chaqueta de cuero negra.

Se me hizo agua la boca. 

Al verme, se despegó de la pared y caminó a mi encuentro. 

—Linda camisa —dijo viendo el nuevo uniforme que me consiguió Shio—, aunque me gustaba más lo que te hacía usar Porky en el restaurante. En especial aquel traje de policía… 

Se detuvo a pocos centímetros de mi rostro y me dedicó una sonrisa de lado. 

—Oh, cállate —me puse en puntillas y pasé mis manos por detrás de su cuello. 

Él se las ingenió en apretar mi cintura sin siquiera tener que dejar su refresco. 

Lo besé en la boca y me encantó sentir sus labios helados presionándose contra los míos. 

Dejé que mi lengua lo incitara un poco y luego, no sé si por la valentía que sentía en el momento (o la estupidez, dependiendo de cómo lo mires) le dije la cosa siguiente:

—Peter, quiero que me embaraces… por favor.

Definitivamente él no se esperaba eso. Para ser sincera yo tampoco.

¿En serio le acababa de suplicar porque me embarace?

Su boca cayó abierta y su cerebro se desconectó como por dos minutos completos, podía ver toda clase de reacciones pasar por sus ojos.

—Mierda —respondió.

Lanzó el refresco al suelo y algunas gotitas salpicaron mis piernas.

No sabía si estaba procesando todavía mi idea o si estaba asustado por mi proposición.

La mayoría de chicos eran unos gallinas en cuanto les hablabas de bebés, matrimonio… Alto ahí, matrimonio no. No me quería casar a los dieciocho y sin duda no estaba capacitada para sentar cabeza y ser madre de familia.

Desestimé la idea del bebé rápidamente. Me arrepentí de lo que le dije a Peter, pero ya era muy tarde para retractarme.

¿Qué había hecho?

—De acuerdo, nena. Hagámoslo —dijo él después de pensarlo muy bien—. Traigamos a Noah a este mundo —susurró mientras me tomaba de la cintura y me pegaba a su cuerpo para darme un largo y prolongado beso.

Oh, oh. Yo estaba en problemas.

—¿Mi departamento? —murmuró después de despegarse de mi boca.

Como era de esperarse mis ojos quedaron bizcos después de ese beso borrador de conciencia y moral.

—Claro —me oí responder.

Lo siguiente que supe era que él me estaba llevando en brazos hacia su motocicleta estacionada en la acera y me colocó con cuidado en el asiento de cuero.

Ay Dios, ay Dios, ay Dios.

¿En qué lío me metí?

Yo no estaba pensando con la cabeza… ¡estaba pensando con las hormonas!

No podía tener un bebé de Peter… bueno… tal vez… ¡No!

¡Basta de pensar así, Lali!

Simplemente no entendía por qué rayos salieron de mi boca esas palabras.

—Peter, yo… —no me dejó terminar de hablar y comenzó a besarme nuevamente.

Iba a sufrir una combustión espontánea.

Mi cerebro era puro líquido en estos momentos. No podía recordar ni mi nombre, aunque, curiosamente, sí que podía recordar el suyo.

Enganché mis brazos detrás de su cuello y no me importó la cantidad de personas que pudieran estar viendo el espectáculo gratis que Peter y yo les estábamos regalando, quería devorarlo como a un postre. Como una paleta helada.

Mmmm…

—Mejor nos ponemos en marcha —dijo cuando logró separarse de mis labios.

Protesté (en serio, protesté) y lo tomé de las solapas de la chaqueta para pegarlo una vez más contra mi boca.

Me importaba un carajo respirar, sólo quería comérmelo a besos…

—Lali… cierto que soy todo terreno pero… hay mucha gente viéndonos. Tal vez preguntándose si nosotros simplemente vamos a hacerlo sobre mi motocicleta, aquí, en el espacio público.

La niebla de deseo se disipó por unos instantes para permitirme ver el resto del estacionamiento, una señora le tapaba los ojos a su hija mientras corrían hacia su auto. Varios chicos de colegio se quedaron parados en medio de la acera solo para vernos; y parejas de distintas edades simplemente se reían de nuestra muestra pública de afecto.

Bien. Me había dejado llevar.

Grandioso.

Ahora iban a pensar que yo era una pervertida, porque definitivamente la imagen de pervertida ya la tenía: en algún momento abrí mis piernas y empujé a Peter entre ellas, lo tenía todavía agarrado de las solapas de la chaqueta y, en medio de nuestro majestuoso beso, logré desordenarle el cabello.

Sip, la gente debía verme como una pervertida.

Tratando de salvar lo poco que quedaba de mi dignidad, lo aparté suavemente y recompuse mi falda y mi propio cabello (que estaba igual de despeinado que el de Peter).

—Creo que es hora de irnos —dije con voz neutra. Me coloqué bien en el asiento y esperé a que Peter se subiera frente a mí.

Finalmente se subió y lo vi reacomodarse dos veces antes de poner en marcha el motor.

Iba a arrancar cuando le grité que parara.

—Se te olvidó el casco —le recordé.

—Oh, cierto —dijo con voz lejana. Se reacomodó nuevamente en el asiento y me pasó uno de los dos cascos que llevaba en la parte frontal de la motocicleta.

Me lo puse y arrancamos, no sin antes volverse a reacomodar.

¿Por qué rayos se reacomodaba tanto? Tal vez viajar conmigo era incómodo.

Le rodeé la cintura con los brazos y pegué mis muslos a su espalda… lo que no fue buena idea ya que eso provocó que nos saliéramos de la carretera.

—¡Peter! —grité.

—¡Es tu culpa! —me gritó de regreso.

—¡¿Mi culpa?!

—Solo… solo nada de contacto hasta que lleguemos al departamento.

—Bien —respondí de mala gana.

Quité mis manos de su espalda y me agarré al asiento; si me caía de la motocicleta y me partía el cráneo, iba a pesar en su conciencia.

Peter manejó relativamente despacio y con cuidado; en todo el camino estuve pensando en cómo decirle que ya no quería que me embarazara.

La vergüenza me carcomía por dentro.

Un bebé cambiaba las vidas de las personas… yo no estaba lista para tener uno.

Finalmente llegamos a su ostentoso edificio, y estacionó la motocicleta en el sótano.

Tomamos el elevador y en menos de un minuto nos encontrábamos justo fuera de la puerta de su departamento.

Me picaban los dedos de las manos y quería reprimir la urgencia de salir corriendo como cobarde.

Una vez dentro, me senté en el mismo sofá en el que un día atrás compartíamos bromas con su sobrina y nos reíamos de las peores galletas de la fortuna.

—¿Quieres algo de tomar? —me preguntó.

Negué con la cabeza.

Se podía sentir la tensión y la incomodidad en el aire; esperando cualquier momento para explotar.

Peter se sentó a mi lado; su brazo rosando el mío, su perfume invitándome a tener mi nariz pegada contra su piel todo el día… y fue como si la bomba estallara: ambos empezamos a besarnos con furia, como si nunca en la vida nos hubiéramos besado antes (o como si no pudiéramos pasar ni un solo segundo sin la boca del otro); de alguna manera logré quitarle la chaqueta y lanzarla contra el suelo. Los dos terminamos recostados sobre el sofá, y mi cabeza descansaba sobre un suave cojín mientras Peter me embriagaba con sus besos.

Él sostuvo mi mandíbula con su mano e inclinó mi cabeza en la mejor posición para hacer nuestro beso algo más hambriento y posesivo.

Nuestras lenguas se acariciaron y sentí el peso de Peter cambiar mientras llevaba una mano por debajo de mi camiseta.

De alguna forma reaccioné y logré separarme de sus labios.

—Peter… —no sabía cómo decir esto— lo estuve pensando y… —me quedé sin habla cuando él comenzó a levantar mi camisa a la vez que depositaba pequeños mordiscos en mi cuello.

—¿Sí? —preguntó aun torturándome.

—Lo que dije en el estacionamiento… —sus dedos acariciaban mi vientre y lentamente comenzaron a subir—, lo del bebé…

—Ajá... —sus dientes mordisqueaban mi cuello mientras yo rogaba para que no fuera a dejar marcas.

—Yo… —¿qué iba a decir? ¡¿Qué?! Ni siquiera podía recordarlo—, es que…

Sus dedos subieron hasta mi sujetador y me estremecí.

Su boca llegó a la mía en cuestión de momentos.

Cuando uno de sus dedos se coló entre mi sujetador y tocó la piel sensible de uno de mis senos, jadeé.

Franco siempre intentaba meter mano dentro de mi blusa pero yo no lo dejaba llegar más que a mi ombligo. Con Peter… bueno, quería romper todas las reglas con él.

Entonces recordé la razón por la cual estábamos en su departamento: se me había zafado la cordura y le pedí que me embarazara.

Creo que me afectó hablar con mamá y oírla mencionar tanto la palabra embarazo.

Reaccioné y abrí enormemente los ojos. Hice el intento de sentarme pero lo único que provoqué fue chocar contra la frente de Peter.

Ambos protestamos al sentir el golpe y yo llevé mi mano a mi frente y eché de nuevo mi cabeza hacia atrás, hacia el cojín.

Los dedos invasores de Peter seguían debajo de mi camiseta pero ya no jugando dentro de mi sujetador.

—Lo siento, yo… es que no creo que esté lista para embarazarme y tener un bebé —dije con el rostro en llamas. Solo quería huir y meter mi cabeza en un hoyo—. Estuve pensando con claridad y no estoy calificada para hacer esto.

Peter rió y se apartó un poco de mi cuerpo para darme espacio.

—Lali, yo tampoco estoy listo para ser padre. No es el destino que Noah venga al mundo todavía. Solo quería ver cuánto tiempo te iba a tomar para que entraras en razón; pero créeme, nena, si tú dices ahora… pues lo hacemos ahora. Si me dices nunca… entonces tendré que esperar hasta hacerte cambiar de opinión.

Me mordí el labio y sonreí aun con mis mejillas calientes en vergüenza.

—Algún día —prometí.

—Estaré esperando ansioso —se inclinó y besó mi boca… y continuó, y continuó besándome con avidez.

Llevé mis manos a su cuello y me perdí en ese beso.

Sus dedos apretaron el hueso de mi cadera y yo suspiré en sus labios.

—Espero que tomes en cuenta todo el sacrificio que estoy haciendo por no llevarte a mi cama justo en estos momentos —susurró contra mi oído—, me siento como un mártir.

Mejillas, no se sonrojen.

—Deberían hacer una estatua en mi honor. Hombre…

Pero los besos se detuvieron cuando mi celular comenzó a timbrar desde el bolsillo de mi falda.

Peter apartó su boca de la mía y me sonrió como la viva encarnación del pecado.

—Veamos en dónde está tu celular —dijo y comenzó a dirigir sus manos por los costados de mis caderas.

Me ahogué en mi propia saliva.

Peter iba a hacer que me diera un ataque cardiaco si seguía pasando sus dedos por todo mi cuerpo.

—Bolsillo derecho —alcancé a susurrar antes de quedar muda repentinamente cuando dejó su mano en mi muslo y comenzó a acariciar de arriba abajo, de arriba abajo mi pierna.

Esto iba a acabar conmigo en cualquier momento.

Finalmente alcanzó mi celular y vio el nombre de la persona que me llamaba.

Sus dedos se cerraron sobre mi carne.

—Lali está muy ocupada en estos momentos como para atender —respondió—. Habla su novio.

Se detuvo un momento para escuchar la contestación y me sonrió perversamente diciendo:

—Sí, señor. Estoy viendo a Lali justo en estos momentos, está jadeando, sudada y con los ojos para atrás… debajo de mí. ¿Algún problema con eso?

Salí de mi estupor al escucharlo hablar con quien sea que me haya llamado.

—¡Peter! —lo regañé y me erguí todo lo que pude debajo de su cuerpo.

Traté agarrar mi celular pero él lo apartó y se lo pasó a la otra mano.

—De nuevo: Lali no puede atender ahora. Tiene las manos bien atadas en algo justo en este instante. ¿Quién iba a decir que le gustaban las esposas? Nunca se me hubiera ocurrido…

—¡Peter, ¿quién es?! —susurré ya enojada.

Él tapó el auricular del teléfono y me dijo:

—Es tu padre. No te preocupes, estoy manejando muy bien la situación, nena — me guiñó un ojo y continuó hablando como si nada.

—¿Mi padre? ¡Peter dame eso! —me moví para quitarle el celular pero él se levantó y se apartó lo más lejos posible de mi lado.

Antes de que pudiera escapar hacia la cocina, me lancé contra su espalda y me sujeté de su cuello para evitar caer.

Subí mis piernas hasta su cintura y ahí intenté de nuevo quitarle el celular.

—¡Peter!

—Bien, parece que tengo que regresar a mi labor de complacer a una dama muy insaciable —volvió a decir.

—¡Que me lo des ya! —grité furiosa.

—Upss… tengo que colgar. Nuestra Lali es una pequeña cosa furiosa —murmuró él, caminando conmigo a cuestas sobre su espalda.

Lo golpeé en el estómago con mi pie pero lo único que provoqué fue que mi zapato cayera al suelo.

—¡Dámelo! —volví a gritar.

Peter me movió de su espalda para dejarme en un costado, sobre su cadera, y allí, ambos comenzamos a luchar por el control del celular.

—Soy un hombre con una misión… mejor cuelgo antes de que se desespere —le pegué en el brazo y eso hizo que el celular cayera lejos, estrellándose en el suelo.

Peter y yo dejamos de luchar para observarnos el uno al otro. Entonces, repentinamente, comencé a golpearle el hombro y el pecho.

—¡Cómo… te… atreves… a decirle eso… a mi papá…! —mis golpes parecían no surtirle efecto ya que ni siquiera lograban moverlo ni un centímetro de donde estaba parado.

—Lali… escúchame.

Me removí entre sus brazos y me acerqué para morderle el cuello.

—¡Lali! —me subió a una mesita de tocador y se quedó entre mis piernas, con su frente pegada a la mía, ambos sudorosos y respirando fuerte—. Escúchame, sólo un momento.

—Después de todo lo que acabas de decirle a mi papá no dudo que cuando llegue a casa me quiera enviar a un convento y me obligue a ser monja —chillé.

Él comenzó a reír.

—¡No te rías! ¡¿Cómo pudiste?! —Pero incluso yo ya estaba riéndome.

—Nena, fue una broma. No era tu padre quien hablaba.

—¿Entonces quién…?

—Fue ese jodido lame bolas de toro.

—¿Quién?

Peter suspiró fuertemente.

—Tu ex novio. Quería recordarte que te espera en su casa a las siete porque su madre quiere verte para la cena.

—Oh.

—No entiendo por qué tienes que hacerte pasar por su novia. Es tan poco hombre que no puede conseguirse una propia.

—Oye, solo será por dos días. Su madre es una buena mujer, pero él es un asno. No lo hago por él, ya hablamos de esto —moví mis ojos hasta su clavícula y lo besé allí brevemente.

No se me había pasado por alto que tenía sus manos puestas a ambos lados de mis piernas y que mi falda estaba un poco más arriba de lo normal.

—Mordiste mi cuello —no era una pregunta, era una afirmación.

Asentí con la cabeza, viendo las pequeñas marcas de mis dientes justo sobre su hombro izquierdo.

—Bien, a mí me gusta aplicar la ley de la igualdad —dijo y con eso comenzó a mordisquear mi cuello también.

Iba a protestar pero esto se sentía tan bien que simplemente eché la cabeza a un lado para que su boca abarcara más territorio.

Sentí su sonrisa ganadora por mi cuello, y su lengua la acompañó con rítmicos golpecitos.

Había notado que a Peter le gustaba mucho besar mi cuello. Sonreí pensando que tal vez en su otra vida debió ser un vampiro.

Me acerqué para olfatear su camisa, respirando hondo cuando olí su deliciosa fragancia. Estaba tan perdida en sus atenciones y en la forma en la que comenzaba a reaccionar su cuerpo que, cuando escuché unos piececitos moverse hacia nosotros, no pude reaccionar a tiempo para retirarme de él.

—¡Tío Peter, ¿qué le haces al cuello de Lali?! —gritó Nicole horrorizada.

Rápidamente él se apartó de mí.

Yo todavía estaba sobre la mesa del tocador, respirando con dificultad, con mi falda levemente hacia arriba y con el cabello enredado y pegado sobre mi frente.

—¡Peter! —llamó su abuela. Su voz parecía provenir desde la cocina—. Espero que no te importe pero te trajimos algunas cosas del supermercado. Ayer noté que no tenías nada y… oh… —se quedó paralizada al verme en mi condición actual, y al ver a Peter todo sonrosado y sudoroso.

Mi rostro estaba demasiado lejos de ser llamado rojo, esta tenía que ser la tonalidad de la vergüenza en carne viva.

Hice un esfuerzo por bajarme de la mesita, y acomodé mi falda lo mejor que pude; evitando hacer contacto visual con la abuela de Peter y con la niña.

De solo pensar en las cosas que pudieron hallarnos haciendo si hubiéramos estado en ese sofá, se me ponía más rojo el rostro.

—Pero, hola ahí jovencita —dijo la señora de cabello canoso, su sonrisa de complicidad se extendió por todo su rostro—, eh… lamento haber interrumpido… por segunda vez esta semana. Lo siento mucho.

—No, no hay problemas. Yo… yo ya me iba —dije, busqué con la vista mi celular en el suelo y lo recogí aun con la cara ardiendo.

—¡No te vayas! —gritó Nicole—. Yo también quiero jugar a los vampiros contigo y el tío Peter. Porque, ¿eso estaban jugando, verdad?

Mi rostro se siguió calentando cada vez más.

—No, Nikky —dijo su abuela—; ese juego sólo los adultos lo juegan.

—Aiishh… ojalá tuviera veintisiete —la niña hizo un puchero encantador y se cruzó de brazos.

—¿Llevaste a Nicole al supermercado contigo, abuela? —preguntó Peter. Su voz se estaba llenando con un borde asesino.

Rodé los ojos ante la excesiva necesidad de proteger a su sobrina.

—No, no la llevé conmigo. La recogí en casa y utilicé la llave que me diste para entrar a tu departamento. Aunque creo que la próxima vez mejor llamo primero a la puerta.

Y ahí va de nuevo mi rostro a ponerse rojo.

—Bien —contestó él—. Voy a llevar a Lali a su casa. Quédate todo el tiempo que quieras.

—Un placer verte de nuevo, Lali —dijo ella, acercándose para darle un beso a mi mejilla.

—Igual. Nos vemos luego Nicole —me despedí también de la niña y le sobé la cabeza.

Ella me retuvo un momento más y susurró:

—¿Besaste al tío Peter por treinta minutos?

—Sí —respondí en voz bajita.

—¿Y…?

—No ocurrió nada —le aseguré.

—Oh, debe ser porque aun no tienes veintisiete.

Asentí con la cabeza, tratando de verme lo más seria posible.

—Yo creo lo mismo —susurré.

Una vez que me puse de pie (y encontré cerca de la sala el zapato que se me había caído) fui escoltada hacia la salida por Peter.

Él agarró su chaqueta del suelo y me sonrió en complicidad al recordar la urgencia que ambos teníamos hace un momento por desaparecer nuestras ropas.

De nuevo… mi rostro cambió de tonalidades.

Me despedí de todos, incluso de Steve que estaba escondido detrás del sofá, y salimos de su apartamento en silencio.

—Será mejor que vaya directo a casa de Franco —le dije mientras caminábamos.

—De acuerdo. Dime dónde es y yo te llevo.

—Esa no me parece una buena idea. Creo que a la madre de Franco le daría un ataque si me ve bajando de una motocicleta con un tipo tatuado.

Peter enganchó mi mano con la suya y caminamos hacia el elevador con nuestros dedos entrelazados.

—Mientras use ropa nadie sabrá que soy un chico tatuado, a menos que quieras que me quite la camisa para que ella vea el espectáculo completo.

—No seas tonto. Mejor tomo un taxi hasta allá.

—No, nena. No discutas conmigo. Yo te llevo y me quedo contigo durante la cena.

Me detuve en seco.

—Peter… no vas a ir a la cena en casa de Franco.

Él no me miró a la cara cuando dijo:

—Por supuesto que iré. Quién sabe lo que ese lame ubres de vacas haría si no estoy allí para ponerlo en orden.

—No te va a dejar quedarte… ¿qué le voy a decir a su madre cuando me vea aparecer contigo?

Se encogió de hombros.

—Dile que…

Mega Maraton
7/15

1 comentario :

  1. Holaaa!!!! Porfin subiste estaba algo preocupada por ti :) Se te extraño mucho por aca, Si tuviste algun problema o algo me alegro lo hayas solucionado :DD .. Bueno me encantaron los capitulos siempre te lo digo, Me dio risa la conversacion con la mama ocea esta chapita la señora Jajajjaa... Peter es un amor con todas las cosas dulces que dijo y porfinnnn lali conocio a nicole :DD Sinceramente franco esta loco enserio como le pide algo asi?? ENSERIO Mori literalmente cuando llego nicole y lali y peter estab jugando a los vampiros jajajaja se hara pasar por su hermano o primo?? ajjaj eso serio divertido de leer ¬¬ Sube mas!!

    Att: Andrea antequera

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