sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 25

Rita Fiorella Day, ¿cuándo pensabas decirme
que ahora salías con el mejor amigo de Peter?

—¿Ese de ahí es Peter? —levanté inmediatamente la vista. 

El dedo de Mirna señalaba hacia unos asientos más adelante del nuestro. 

De espaldas sí parecía ser él, pero no. No me iba a inmutar si lo veía o no. 

Puede que no sea él y… 

—Sí, es él. Gaston está de su lado izquierdo —Rita señaló a un chico con camisa a cuadros que sostenía una soda tamaño gigante. 

Si ese era Peter, ¿entonces quién era la chica que estaba a su lado derecho? 

No, no iba a sobre pensar las cosas. Además, se supone que estamos en receso, él podía hacer lo que quisiera con quien quisiera durante este tiempo, ¿cierto? 

Tuve que clavar las uñas en las palmas de las manos para creerme esa porquería. 

—Yo realmente no sé por cuál de los dos decidirme —habló Mirna durante los avances—, por un lado está Peter: sexy, masculino, chico malo. Y por el otro está el hermoso vaquero con voz de capataz que en cualquier momento me puede llevar al establo y hacerme cosas malas cuando quiera. 

Arrugué la nariz y noté que Rita hacía lo mismo. 

Le lancé una mirada de: esta es la última vez que invitas a Mirna con nosotras.
 
Ella me dio la razón.

La película comenzó y desde ya se nos habían acabado las golosinas; yo seguía sin poder relajarme pensando en que ese era Peter el que estaba platicando con la chica a su lado. 

Era increíble que en un momento atrás él estuviera enviándome mensajes de texto suplicándome para que volvamos, y al siguiente segundo estaba con mi reemplazo. ¿Fue también así para Jenny, cuando la reemplazó por mí? 

Decidí ignorarlos el resto de la película. 

 ***

—Lali, tengo que hablar contigo —dijo Peter mientras le abría la puerta del departamento. 

Volví la vista hacia atrás, en dirección a la que Ian y Jenny mantenían una discusión acalorada. Después regresé mi atención hacia Peter. 

—¿Qué ocurre? 

—Es que... —Agachó la cabeza. 

Sus ojos se movían con preocupación y no dejaba de pasar sus manos por su cabello. 

—¿Quieres pasar? —pregunté. No creía que fuera una buena idea pero él se miraba nervioso. 

Le abrí más la puerta y dejé que entrara. 

Jenny lo fulminó con la mirada y Ian parecía confundido, después le restó importancia. 

—Vamos a mi habitación —dije y comencé a jalonearlo de la mano pero él no se dejó llevar por mí. 

—¿Qué ocurre? Te vez nervioso y... 

—Tengo que darte una mala noticia —me interrumpió—. Juro que hasta ayer me enteré de todo. 

—¿De qué hablas? 

Todo ha estado bien entre Peter y yo estos últimos días, incluso anoche salimos a comer pizza en un pequeño local italiano. Ambos nos comimos todo el pan de ajo que quedó en la mesa y devoramos en cuestión de segundos la pizza. 

—Lali... Lo siento pero... —no terminó de hablar y en su lugar volvió a pasar sus manos por su cabello. 

Lo vi, y casi lo pude escuchar, tragar saliva. 

Antes de que pudiera decir otra cosa, Ian ya estaba a la par mía, mirando furiosamente a Peter; gruñéndole como si quisiera arrancarle la cabeza. 

—¡¿Fuiste tú el degenerado que dejó embarazada a mi novia?! —gritó él. 

¿Qué? 

—Oye, ella no se acostó solo conmigo. Es poco probable que yo sea el papá de esa criatura que lleva en el vientre —respondió Peter igual de molesto. 

De nuevo, ¿qué? 

Los miré a ambos, mis ojos ampliándose con la nueva información que se estaba registrando en mi cerebro. 

Me giré en dirección a Jenny y ella me sonreía inocentemente.
 
—¿Estás embarazada? —le reclamé.

Su sonrisa se extendió aún más. 

—Tengo cinco semanas —dijo presionando una mano sobre su vientre. 

—¿Cómo sabes que yo soy el papá? —preguntó Peter, se abrió paso entre Ian y yo y se paró frente a Jenny. Lucía frustrado y no dejaba de agarrarse el cabello con ambas manos. 

Sentía que un colapso estaba a punto de surgir de mi cerebro. 

¿Jenny estaba embarazada? ¿De verdad? 

—Sé que es demasiado temprano para sacar conclusiones —habló ella— ¿pero es que no notas el parecido increíble entre los dos?

Una figura que no había notado antes salió de la puerta de la cocina; era un niño de cabello negro y ojos azules. 

Corrió a los brazos de Jenny y la abrazó con fuerza. 

—Pequeño bebé, este es tu papá —le susurró al oído pero en cierto nivel pude escucharlo aun en la distancia a la que me encontraba. 

Peter se quedó paralizado por un momento antes de echar sus brazos alrededor del niño. 

En alguna parte Ian había desaparecido mientras yo continuaba viendo la dolorosa escena. 

—Peter, te presento a Noah —dijo Jenny, sus rizos naranja saltaron de lugar mientras ella aplaudía enérgicamente. 

¿Le puso Noah a su hijo? 

Se suponía que Peter y yo íbamos a nombrar así a... 

—Me encanta el nombre. Adoro a nuestro hijo —contestó él. 

Los tres se dieron un enorme abrazo, y yo seguía parada como una idiota observándolos convertirse en una bonita familia en donde no había lugar para mí. 

De repente Peter recordó mi existencia y me miró con lástima. 

—Lo lamento, Lali. Pero es que siempre estuve destinado a pasar el resto de mi vida con Jenny —dijo viéndome patéticamente. 

Sus palabras hicieron eco en mi cabeza: 

Siempre estuve destinado a pasar el resto de mi vida... Con Jenny. 
Siempre.
Destinado. 
Con Jenny. 
Siempre... con Jenny... Destino.

—¡Lali, despierta! —sentía que alguien gritaba en mi oído. Una mano agitó mi cuerpo e inmediatamente abrí los ojos. 

Fue sólo una pesadilla. Solo una pesadilla. 

Inhalé y exhalé repetidamente. 

—¿Qué, qué ocurrió? —limpié las comisuras de mi boca y me erguí en mi asiento. 

—Te quedaste dormida en medio de la película —me dijo Rita. Observé a mí alrededor y sí, la sala de cine ya estaba vacía. 

—Oh.
 
Rita me ayudó a levantarme y juntas salimos por el lado más cercano.

Afuera nos esperaban Mirna y Gaston. 

Volteé a ver a todos lados para saber si Peter se encontraría cerca, pero no lo vi. 

Esa pesadilla se había sentido demasiado real, tanto que hasta me dieron ganas de llorar. 

No quería admitirlo pero… quería tener pequeños Noahs con Peter, y sólo con él. 

—Entonces… qué casualidad encontrarnos en la misma película —dijo Gaston. No me parecía una casualidad pero no dije nada. Rita y él se miraban de una forma bastante extraña, como si quisieran desvestirse el uno al otro. 

—Sí, una casualidad —dijo Rita frunciendo la boca—. Oye, ¿Peter vino contigo? 

Me tensé al oír su nombre. 

—¿Peter? Sí. Vino con su hermana. 

—¿Con su hermana? —Peter jamás me dijo que tenía una hermana. 

—No, perdón. Con mi hermana. 

—¿Con tú hermana? —Esta vez era Rita la sorprendida. 

—Ah, bueno… Elena no es mi hermana, es que estoy algo… 

—¿Vino con Elena? —lo interrumpí. 

—Ahh, mierda. No —Gaston no hallaba qué decir a estas alturas—, vino conmigo pero es que Elena… bueno, ella… 

—Ella se nos pegó —respondió Peter a mis espaldas. 

Me giré para verlo. Tenía puesta una camiseta negra que acentuaba sus ojos verdes. 

Se me revolvió todo de la cintura para abajo; las mariposas en mi estómago despertaron de su largo sueño, y despertaron con un hambre voraz. 

—Peter —lo saludó Mirna, se puso bastante coqueta. 

—Mirna —asintió él con la cabeza, nunca despegando su vista de la mía. 

—Creo que es hora de irnos —habló Gaston. 

—Sí, estos dos se están viendo como si quisieran desvestirse de forma salvaje — murmuró Mirna refiriéndose a Peter y a mí. 

Hablando de ironías.

Despegué la vista de Peter. 

—Bien, nos vemos entonces —Gaston se acercó a Rita y por cuestión de inercia la besó en la boca… de nuevo. 

Y, al igual que antes, él se dio cuenta que lo estaba haciendo frente a todos nosotros. 

Se ruborizó y automáticamente se inclinó a mi lado. 

—Así me despido también —dijo antes de pegar sus labios contra los míos. 

Ambos ampliamos los ojos aun con nuestras bocas pegadas. 

Sí, se desató la guerra en ese instante. 

Una mano salió disparada hacia el cuello de la camisa de Gaston, y lo separó abruptamente de mí. 

Me tambaleé mientras mi espalda buscaba soporte en una de las paredes; Peter empujó a Gaston y lo elevó a unos centímetros del suelo.

—Peter, no sigas —dije—. ¿No ha pasado una semana desde tu última pelea con Franco y ya quieres partirle la cara a tu mejor amigo? 

Su rostro todavía mostraba algunos parches amarillentos cerca de su ojo y su boca. 

—No te metas en esto, Lali —respondió, entre dientes—. Dime, Gaston, ¿cómo, en la vida, se te ocurre poner tus sucios labios en los de mi chica? ¿Quién te dio permiso? ¿Acaso no vez el enorme sello sobre su frente que dice que es mía? 

Inmediatamente los ojos de todos se fueron a mi frente; hasta yo me llevé una mano para comprobar si era cierto. 

Odiaba y amaba cuando se refería a mí como parte de su propiedad. No, odiaba que me tratara como a un objeto. De acuerdo… tal vez sí me gustaba un poco. No, definitivamente lo odiaba por ser machista y… Pero igual lo amaba porque sentía que se preocupaba por mí... Aunque se suponía que no debía… aaaahhh. 

A pesar de toda la tensión que los músculos de Peter estaban construyendo, Gaston no se miraba para nada intimidado. Es más, él era igual o un poco más bajo de estatura que Peter, lo que significaba que también daría una buena pelea si decidían irse a los golpes. 

—Pienso que el “dueño” de Lali no se ha hecho muy presente que digamos — respondió Gaston. Genial. Ahora me sentía como un perro; o como esos pobres pececitos a los que olvidaban alimentar durante las vacaciones y después sus cuerpos sin vida acababan flotando en la superficie—. Además no creo que tengas los derechos exclusivos de ella. No te pertenece… 

—Te juro que si no cierras esa boca, te la voy a partir, aunque seas mi amigo. Y no me has contestado, ¿cómo se te ocurre besar a mi chica? Y lo que es peor de todo, ¿cómo se te ocurre besarla frente a tu más nueva conquista? 

Le eché un vistazo a Rita y ella estaba roja. Parecía furiosa y a punto de echar humo por las orejas. 

—¡Yo.no.estoy.saliendo.con.él! —dijo ella conteniendo la rabia. 

Peter le frunció el ceño a su amigo. Pero Gaston no le dio importancia a lo que dijo Rita y continuó hablando: 

—¿Y quién te dice a ti que yo fui el que quiso besarla? ¿No te has puesto a pensar que es tal vez ella la que quiera que un auténtico besador la instruya por el camino correcto? 

Peter apretó su agarre en el cuello de Gaston mientras yo me iba poniendo más y más furiosa con cada comentario que salía de la boca de estos dos. 

De todas formas, ¿por qué Gaston le decía eso a Peter? ¡Él fue el de la locura con sus besos! Fingiendo que de esa forma saludaba cuando en realidad trataba de encubrir lo suyo con Rita… era tan obvio. 

¿Y por qué Rita lo negaba todo? 

—¿Pero qué...? —la voz aguda de una chica me hizo apartar la vista del golpe seguro que Peter estaba a punto de lanzarle a Gaston. 

Elena dejó caer una barra de chocolate a medio comer que sostenía en la mano, y se apresuró hasta los chicos (o más bien gorilas) que se amenazaban con la promesa de sucios golpes.

—¡Peter! ¿qué estás haciendo? —chilló ella. 

Había olvidado el buen cuerpo que tenía. 

Oh, cierto. Estuve demasiado ocupada pensando en lo último que me dijo cuando la conocí: ¡ella también se había acostado con Peter! 

—Lárgate de aquí Elena —espetó él. 

—¿Qué le haces a Gaston? 

—Se quiso pasar de listo con mi chica. Ella no necesita besar a nadie a menos que sea yo. 

Me crucé de brazos y me puse en su línea de visión. 

Los ojos verdes de Peter me atravesaron y se turnaban entre mirar hacia Gaston, hacia Elena, o mirar hacia mí. 

—¿Ella no necesita besar a nadie a menos que seas tú? —dije enojada—. Para tu mayor información, no eres mi dueño. 

Resoplé. 

¿Quién se creía que era? 

—Desde ahora te lo digo: yo puedo besar a quien quiera —le grité. 

Lentamente Peter soltó a Gaston y se giró por completo hacia mí.

—¿Vas a besar a quien quieras? —estaba perplejo, no se lo podía creer. 

—Sí. Y aun si besara al noventa por ciento de la población masculina de este país, no me alcanzaría para igualar tu puntaje de folladas con Jenny. 

Él estrechó sus ojos y desencajó su mandíbula. 

Elena rió hasta doblarse de la risa. 

—¿Quieres vengarte por lo que Jenny y yo hicimos en el pasado? —dijo, ignorando a la hiena que se reía de nuestra disfuncional y problemática relación; él se acercó lentamente hacia mí— ¿Todo esto por la estupidez que tuve con tu prima? ¿Estupidez que no significó nada? 

—Para ti puede que sea una estupidez, pero para mí es algo serio y doloroso de recodar. ¡Ustedes lo hicieron hasta en el restaurante! ¿Crees que eso no amerita que yo tenga el derecho de besuquearme con todos los tipos que quiera? —Me encontraba gritando ahora. 

Ambos ignorábamos la gente a nuestro alrededor. Pero fue difícil concentrarse mientras más personas se paseaban por nuestro lado… y Elena que continuaba riendo con su risa parecida al ataque de asma, o parecido al sonido que hacen los gatos cuando están en celo. 

Peter echó un vistazo sobre su hombro y dijo: 

—Tú y yo no hemos terminado, Gaston. 

Entonces me tomó del brazo y me llevó a una zona menos transitada para que habláramos solamente los dos. 

Nos pusimos cara a cara en una esquina que nos mantenía ocultos de los ojos curiosos. 

Yo todavía seguía enojada con él. 

—¿De verdad quieres besar a cualquiera para vengarte de mí? —preguntó.
 
Él logró acorralarme contra la pared.

Odiaba cuando hacía eso. Yo era una presa fácil para este depredador con hambre. 

Peter estiró los brazos y los llevó a un lado de mi cabeza, apoyándose de manera que formaba una pequeña prisión de la que no podía escapar. 

Sentía su aliento en mi mejilla, olía a esos dulces de cereza y limón que vendían aquí en el cine. 

Con mis ojos busqué alguna distracción a mí alrededor porque sabía que, si me concentraba mucho en Peter, el efecto Bambi conoce a Lanzani, me dominaría por completo. Pero lo único a lo que tenía acceso era a un cartel de una película muy antigua de chicos bronceándose bajo el sol y a un David Hasselhoff en un diminuto traje de baño. 

Estaba sola en esto. A menos que David contara como ayuda, o como el testigo silencioso de lo que sería una pelea épica con Peter. 

—Probablemente tengas razón —dijo Peter de manera derrotada, me vi en la obligación de verlo a los ojos. Ni siquiera recordaba qué le había dicho—, anda entonces. 

—¿Eh? —sip, el efecto Bambi +Lanzani ya circulaba por mis venas tan solo con ver a Peter. 

Sentía cómo mis ojos se iban cruzando entre sí y la baba quería salir de mi boca con urgencia. 

Tenía que repetirle cientos de veces a mi lengua que el cuello de Peter no era un delicioso dulce para lamer. 

—Ve a besarte con el que quieras —dijo trayéndome de regreso de Idiotilandia—. Tienes todo el derecho de hacerlo si quieres. Adelante. 

Quitó uno de sus brazos y me dejó el camino libre para que saliera de su prisión. 

Esto no me lo esperaba. 

Me quedé congelada por un momento sin saber qué hacer. 

Parpadeé varias veces hasta que reaccioné. 

—¿Quieres que bese a otros chicos? —dije horrorizada ante la idea, pero se suponía que yo lo había sugerido. 

—Sí. Besa a quien te dé la gana, incluso a Gaston. No me voy a oponer y haré el intento por no caerle a golpes después. 

—¿Po... por qué? —tartamudeé. 

—¿No es eso lo que quieres, vengarte por todo lo que Jenny y yo hicimos en nuestra relación? Merezco recibir una dosis de mi propia medicina. 

—Sí, te lo mereces —admití. 

—Entonces esta es tu oportunidad. No solo de vengarte, sino también de ser inteligente y salvarte de un futuro conmigo. Pero antes de que te vayas, sólo quiero que sepas que Jenny y yo dejamos de tener relaciones sexuales desde hace dos meses atrás. 

Me quedé boquiabierta. 

—¿Dos meses? Pero ustedes siempre pasaban metidos en su habitación... Y... 

—Sí, emborrachándonos o viendo televisión. Pero las cosas ya no iban bien. Jenny tuvo... tuvo un susto de muerte al pensar que tenía una de esas enfermedades de transmisión sexual y nos apartamos por seguridad. Yo estaba limpio, pero igual frenamos las cosas. Una vez que quitamos todo el sexo de la relación... no nos quedaba nada. Me di cuenta de que ella y yo no teníamos ni los más parecidos gustos en el helado. ¿Puedes creer que detesta el de sabor a cheesecake? 

—Dice que es alérgica —recordé cómo de hinchada se le puso la nariz cuando probó un poco. 

Peter resopló. 

—De verdad lamento que lo que dijo Jenny te haya herido. No puedo cambiar mi pasado. No puedo saltarme la línea del tiempo y borrar esa temporada en la que estuve con ella. Desde un principio siempre me llevé bien contigo, y créeme, nunca se me pasó desapercibido lo hermosa que eres —me sonrojé y Peter aprovechó para acercar su mano a mi rostro y acariciar mi mejilla—. Cuando te vi con ese idiota cubierto de chocolate se me revolvieron los celos, porque como ya habrás notado, soy un tipo celoso. Me gusta cuidar lo que es mío. 

Rodé los ojos, deleitándome en sus palabras que me tenían tan embobada. 

—Ese día pasé toda la noche sin dormir, y con una Jenny con indigestión que no dejaba de decir entre sueños que nunca volvería a comer chocolate en su vida. Eso, y que descubrí que su ropa olía a chocolate derretido, me hizo darme cuenta que ella era la de la idea con ese tipo, no tú. 

Abrí la boca para hacer preguntas pero me detuvo cuando puso un dedo sobre mis labios. 

—Aún tengo más por decir —me silenció—. Sé que yo no soy el chico adecuado para ti... estoy lejos de ser el mejor en tu lista de prospectos pero, algo me pasa cuando estoy a tu alrededor, se me revuelve el estómago, comienzan a fallarme las piernas… y los celos, ah los celos son lo peor de todo. Esos son los que más duelen. 

—¿Sí? 

—Sip. Quiero sacarle los ojos a cualquier tipo que te mire demasiado, a cualquiera que intente ponerte una mano encima y definitivamente a cualquiera que te bese en frente de mí. Estúpido Gaston. 

Me puse en puntillas y subí mis manos hasta rodear su cuello y acariciar su cabello. 

Se suponía que tenía que seguir enojada con él pero en estos momentos solo quería tenerlo cerca. Él colocó sus manos en mi cintura y me subió a sus pies para que estuviera más cómoda. 

—Si hacer que beses a todos los hombres del mundo hará que me perdones… pues te dejaré hacerlo. —Hizo una mueca ante sus últimas palabras. 

—Vaya, quién iba a decir que tuvieras un lado tan dulce como un osito de felpa —murmuré. 

—No le digas a nadie —susurró. —De acuerdo. Pero lo mencionaré en el libro. 

Su nariz jugó con la mía por un segundo. 

—Lali… —sus labios estaban tan cerca de los míos que, cuando él se los lamió, parte de su lengua también me rozó—. De verdad preferiría que no besaras a otros hombres.
 
No podía pensar.

Estaba en blanco… Bueno, no exactamente en blanco. Estaba idiotizada y embobada, tal vez drogada de verlo. 

Parpadeé demasiadas veces para tratar de enfocarme pero nada servía. 

—Yo… —¿Yo qué? Hasta había olvidado lo que iba a decir. Mentalmente repasé las tablas de multiplicar; la del siete siempre me costaba más—… tengo una entrevista de trabajo a las cuatro. Mejor me voy. 

¿En verdad dije eso? 

—¿Entonces eso significa que sigues enojada conmigo? —comenzó a alejarse. 

—No, no lo sé —¿podía seguir enojada con él después de escucharlo decir que no había nada con Jenny? Peter tenía razón en algo, él no podía cambiar su pasado. Nadie podía. Pero todavía sentía una espina que me estaba molestando— ¿Por qué esperaste tanto tiempo? 

Él me miró confundido. 

—¿Esperar, a qué? 

—¿Por qué tardaste en decirme cómo te sentías por mí? 

—No estaba seguro de involucrarme contigo. Una vez que entras en mi vida, muy difícilmente puedo sacarte de allí, y en algún momento sé que vas a desear querer salir. Por eso te estoy dando una salida justo ahora. Yo soy el menos indicado para una relación; tengo mucho con lo que cargar y eso no me hace posible material de novio. 

Peter me estaba dando una salida. Una salida de él y todo lo que involucraba: su pasado con mi prima, con Elena y con tantas otras con las que estuvo. Su raro lado de ocultar a su sobrina, su sospechoso trabajo del que no sabía nada todavía, sus celos compulsivos (que en realidad sí eran algo lindos), sus traumas con su hermano, su locura, sus ingeniosas bromas, su arrogante sentido del humor y su orgullosa personalidad de bastardo y sus bolsillos llenos de dinero que malgastaba. 

—No quiero salir —dije viendo cómo el tatuaje de su hombro intentaba escabullirse por la manga de su camiseta oscura—, me has dicho muchas veces lo tonto que es el que continúe queriendo una relación contigo… pero simplemente soy así de tonta. 

El brazo de Peter regresó a mi cintura y me apretó con fuerza. 

—Haré que valga la pena —murmuró antes de besar mi cuello. 

Sus labios siguieron su camino por mi clavícula, y por mi mejilla. Luego me besó en la boca y casi pude sentir la pizca de posesión que estaba demandando en este beso. 

Su lengua hizo camino a través de mis labios, y sus manos subían y bajaban por mi cintura y caderas. 

Lento y sensual. 

—Vamos —susurraba Peter entre besos. 

—¿Dónde? —mi boca regresó a la suya y me vi en la tentación de morderle el labio inferior.
 
—A mi departamento… —logró decir después de otro beso.

No me opuse y prácticamente dejé que me llevara a rastras lejos de nuestra esquina oculta. No sabía qué me pasaba pero no podía despegarme de él. No me quería mover de donde estábamos. Y eso pensaba decirle a Peter: 

—No… —beso, beso, beso— me quiero… —beso con lengua, dedos acariciando mis caderas—… moverme de… —dedos jugando con las orillas de mis pantalones de mezclilla— aquiiiiiii. 

Mis palabras salían distorsionadas; me sentía cavernícola pero sinceramente me gustaba la sensación. 

—Vaya, vaya —dijo alguien lo suficientemente cerca de ambos como para darnos cuenta de que sus palabras iban dirigidas a nosotros—, show con espectáculo en vivo. 

Me separé de la boca, de los dedos, de la lengua de Peter y miré avergonzada a nuestra interrupción. 

Era una mujer de cabello canoso y de figura delgada. 

Tenía los ojos de color verde pálido y su piel lucía una perfecta suavidad que se obtiene con años y años de cuidado. 

—Oh, muchachos, no era mi intención distraerlos —dijo la señora dándome un guiño de complicidad y sonriéndome como si me conociera de toda la vida. Pero yo no tenía idea de quién era—, solo quería robarle un minuto de atención a este hermoso chico de por acá. 

Ella palmeó el brazo de Peter. 

Miré en su dirección y me arrepentí de inmediato. 

Él lucía como si la catástrofe más grande se hubiera desatado, como si sufriera en gran dolor y no entendía por qué. 

¿Quién era ella? 

—¿Qué haces aquí? —dijo Peter, sus palabras salían retorcidas y furiosas. 

Al menos Gaston no era el único en hacerlo enojar hoy. 

—Relájate, solo vine con cierta personita a ver una película. Se moría de ganas por ver a James Franco en la pantalla grande —ella sonrió y volvió a guiñar un ojo—. ¿No me vas a presentar a tu novia? ¿Es tu novia, verdad? Es muy bonita. 

Volvió a sonreírme. 

Se miraba simpática, parecía bastante jovial para una señora de edad avanzada. 

—Repito, ¿qué haces aquí? —gruñó Peter. 

Lo tomé de la mano para intentar relajarlo, se miraba estresado. Él la presionó con fuerza. 

—Nanny, ¿quién es ese hombre peludo del fondo? —una niña se acercó a la señora y la abrazó de la cintura, le señaló el cartel de David Hasselhoff que estaba pegado detrás de nosotros. 

La niña tenía un cabello no tan oscuro como para ser café, pero tampoco tan claro como para ser rubio; era un color entre ambas tonalidades. Ella era hermosa. 

—Ese, pequeña piraña, era el hombre de mis sueños hace treinta años. ¿No crees que se veía atractivo?

 La niña arrugó la cara y la escuché decir algo más acerca de los extraños gustos de su abuela, pero no fui capaz de escuchar porque estaba conociendo justo ahora a la pequeña Nicole de la que tanto estuve celosa un tiempo atrás. Lo supe desde el momento en que vi las cicatrices y las quemaduras que tenía en la mitad de su rostro. 

Peter, al verla, presionó aún más fuerte mi mano. Sentía que en cualquier momento me iba a quebrar algún hueso pero no me solté o le pedí que me soltara. 

Pude verlo realmente furioso. Hulk personificado. 

—¿Qué hacen ambas aquí? Abuela, ¿cómo te atreviste a…? —le falló la voz y a mí casi se me salía el aire debido al esfuerzo enorme que hacía al no gritar. 

Pero aquí estaba finalmente ante mí, la sobrina de diez años de Peter. 

La niña fijó sus ojos verde mar en los míos y me sonrió. 

—¿Tu eres la novia del tío Peter? —chilló. 

Asentí algo incomoda por la sangre que dejaba de circular por mi mano. 

Entonces ella hizo algo magnifico: corrió a abrazarme.
 
Entonces yo hice algo estúpido: grité como loca.

Mega Maraton 
3/15

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