miércoles, 15 de enero de 2014

Capitulo 20

Frida Kahlo

El día había avanzado de buena manera. 

Hice mi trabajo con una enorme sonrisa en el rostro. 

Peter me compartió parte de su vida y, aunque fuera la parte triste, cada vez lo amaba un poco más por eso. Sí, ¿para qué mentirme a mí misma? Yo estaba enamorada de Peter Lanzani. 

Caí redonda ante él. 

Tal vez fue su sonrisa ganadora de concursos, o su personalidad arrogante y segura lo que me enamoró. Aunque en general me encantaba todo él, incluyera o no baterías. 

¿Cómo puede gustarte alguien e ignorar su lado dañado? No puedes.

Lo aceptas, lo ayudas y lo vives con él.

Y hoy más que nunca quería conocer cada uno de sus lados.

—Veo que estás muy alegre esta mañana —saludó Mirna al ver la estúpida sonrisa que se me formaba cuando pensaba en Peter—. Me parece que alguien tuvo algo de acción anoche con Mr. Picante.

Me guiñó un ojo y luego comenzó a dar miradas no tan sutiles en dirección a Peter. O más bien en dirección al trasero de Peter.

—Mirna...

—Ya, cariño. Sé que tienes la edad en la que las hormonas son rebeldes e incontrolables. Yo también era así, ¿cómo crees que logré embarazarme tan rápido de mi primer hijo Flavio? ¿O de Roberto? ¿Y Mauricio? Oh, también le siguió Ágata, y la pequeña de todas, Lucy —Los ojos de Mirna se pusieron soñadores, y sus pensamientos se dirigieron a otras décadas atrás—. En fin, tienes permitido meter mano en ese bombón las veces que quieras; en especial con esa chica de allí coqueteándole tan descaradamente.

Ella señaló con su boca en dirección a la sección de condimentos, en donde una chica de cabello rubio y falda semi transparente le estaba sonriendo y tocándole el brazo a Peter.

Mi primer pensamiento fue: ¡Esa zorra!

Pero después inhalé y exhalé todo el aire que entraba a mis pulmones para así poder relajarme y no apresurarme a arrancarle todos los pelos de la cabeza a la tipa.

—Confío en él —le dije a Mirna, volviendo a mi tarea de colocar servilletas en los dispensadores de metal—, no creo que se haya tomado el costo de contarme todo lo de Ni... —me detuve antes de decir el nombre de Nicole. Estaba segura que a Peter no le gustaría que yo le contara a todo el mundo sobre ella—. Creo que la rubia pierde su tiempo.

Bajé la vista y traté de no ver en dirección a la señorita piernas largas aun coqueteando con él.

Sé una buena novia y aguanta los celos. Sé una buena... novia… y… aguanta... los… celos. 

Peter ignoraba a la rubia, o al menos creía que no estaba siquiera viéndola, así que eso me dio un poco más de seguridad para confiar en él.

—Si quieres —dijo Mirna acercándose tanto a mi rostro que pude oler parte de su almuerzo de comida árabe— le digo a Dulce que escupa en la hamburguesa de esa tipa. Créeme, ella lo haría sin ningún problema. Más ahora que su novio “vampiro” la dejó por una rubia que se cree “mujer lobo”... como que odia a todas las de su clase. ¿Qué dices? ¿Te animas?

Me reí de su sugerencia.

—Eso sería perfecto. Pero creo que, por hoy, la voy a dejar pasar.

Mirna resopló.

—Yo que tú, aseguro a mi hombre. Hay demasiada competencia y uno no los puede dejar pasear sin la correa porque se escapan.

Me reí brevemente y abrí la boca para hacer un comentario gracioso, pero me detuve al ver que Cliff se acercaba hacia nosotras. Con una servilleta de papel se limpiaba su sudorosa frente y lucía tan nervioso que hasta tenía mal puesta su corbata azul con muñecos de nieve.

Se detuvo viendo de los pies a la cabeza a Mirna, se demoró un poco más en su busto, y luego me miró a mí.

—Lali... —más sudor brotó de su frente— necesito que vengas conmigo a mi oficina.

Mirna y yo compartimos miradas de curiosidad. Tal vez por fin decidió suspender mi semana de prueba y me recoloque por completo a mis antiguos deberes.

Me puse de pie y ajusté mi falda de color oscuro para que ocultara un poco el vendaje en mi rodilla (Peter lo había colocado la noche anterior para que dejara de dolerme).

Me encontré a mi misma con manos sudorosas y un tic en mi ojo derecho; el nerviosismo de Cliff era contagioso como la viruela.

—¿Ocurre algo? —pregunté mientras lo seguía.

—Te lo diré cuando entremos.

Una vez que llegamos a su oficina mantuvo abierta la puerta para mí y me adentré en su pequeño y oscuro espacio.

Un enorme retrato pintado de Frida Kahlo se encontraba en la pared detrás de su escritorio. Era lo primero que veías al entrar. También noté cómo todo el lugar olía a queso en aerosol y a sopa de pollo de más de tres días de antigüedad.

Iba a arrugar la nariz pero me detuve al ver a alguien más sentado en la silla de Cliff. Era mi tío Victor, el papá de Jenny.

Él alzó la vista y se encontró con mis ojos.

—Lali —me dio un asentimiento de cabeza.

Le regresé el gesto.

—Siéntate, por favor —señaló la silla frente al escritorio de imitación de madera en el que reposaba sus brazos.

Tome asiento y esperé a que alguno de los dos hablara.

—Cliff, puedes retirarte —dijo, e inmediatamente Cliff obedeció.

Alisé las arrugas invisibles de mi falda. No tenía idea de para qué me quería ver aquí en el trabajo, pero tenía el presentimiento de que Jenny estaba involucrada.

—Ya me contó Jenny lo que ocurrió la noche pasada —empezó a decir—. Todo. Detalle a detalle.

Tragué saliva y me limité a mirarlo con los ojos bien abiertos.

—Solo puedo preguntarte una cosa: ¿Por qué lo hiciste? —preguntó.

—¿Qué? ¿Hacer, qué? —dije confundida.

¿Robarle el supuesto novio a su hija? No. No podía ser eso, él creía que Jenny salía con Ian... y sólo con él.

—Después de lo mucho que mi esposa y yo te hemos ayudado a ti y a tu familia, y ahora nos pagas de esta forma...

Lo único que podía preguntarme era: ¿Qué había hecho Jenny? ¿Qué les había dicho de mí?

—No lo...

—Entenderás que no puedo permitir que una persona inestable como tú siga viviendo con ella, ¿verdad?

—¿Qué...? ¿Inestable?

—Tampoco creo que seas apta para seguir trabajando en este sitio.

—Alto ahí —lo detuve—, no tengo idea de qué se me acusa.

—¿Destrozaste todas mis cosas y ni siquiera lo recuerdas? —vino la voz de Jenny a mis espaldas. Me giré en su búsqueda y la vi sentada con las piernas cruzadas; estaba tan al fondo que por eso no pude haberla notado desde un principio.

—¿Destrozar tus cosas? La única que actuó como una loca fuiste tú —la acusé.

—¿Escuchas eso, papá? —dijo llevándose una mano con perfecta manicura a la boca.

Soltó un gemido y luego se echó a llorar.

—Lali... Le tengo un gran cariño a tu madre, pero no creo que sea seguro dejar que estés más en este sitio. Cliff también me contó tu altercado con otro empleado del restaurante. Por eso te pido que tomes tus cosas y amablemente te retires.

Me quedé boquiabierta.

¿Me estaba despidiendo solo porque Jenny le dijo que lo hiciera?

Me sentía furiosa. Quería arrancar cada hebra de cabello naranja de la cabeza de Jenny, pero me limité a morderme los labios y apretar mis manos en puños hasta que mis nudillos se pusieron blancos.

—También deberías retirar tus cosas del departamento de mi hija —continuó hablando él.

Algo dentro de mí se retorció de dolor.

Hace años atrás los padres de Jenny habían creado una condición para su hija: yo tenía que vivir con ella o le tocaría regresar a su casa a continuar viviendo limitadamente con ellos.

Supongo que ahora también se deshizo de esa estúpida condición para hacer lo que quiera de su vida. Solo no entendía qué le había dicho Jenny sobre mí.

—Sabes que te quiero mucho, Lali —dijo la susodicha. Sonaba inocente y digna víctima de telenovela—. Lamento que las cosas quedaran de esta manera. Me has hecho innumerables favores pero... ¡No puedo creer lo que le hiciste a mis cosas! ¡A tus propias cosas!

Me puse de pie de un salto.

—¿Qué? ¿Qué hiciste Jenny? —chillé. Me abalancé hacia ella y me detuve a centímetros de su cara— ¿Qué rayos le hiciste a mis cosas?

—¿Papá? —dijo temerosa.

—Lali... —el tío Victor vino detrás de mí y me sujetó de un brazo.

—Ya me cansé de que me estés utilizando —dije en una contenida y fría voz que apenas reconocí como la mía—. No sé qué idiotez hiciste en este momento, pero te lo advierto, esto se detiene aquí. ¡Supera de una buena vez el hecho de que Peter te dejó!

Estaba gritando en esta ocasión. Si Jenny quería conocer mi lado oscuro pues aquí tenía una décima parte de lo que era.

—¡Estás mal de la cabeza! ¡Reconoce que necesitas ayuda! ¿Te acuestas con la mitad de hombres de esta ciudad y aun así no puedes dejar uno solo? Definitivamente estás loca —terminé.

Si mi brazo no estuviera siendo apresado, ya le hubiera saltado encima.

—¡Basta de las acusaciones sin sentido, Lali! —esta vez era mi tío hablando—. Lo mejor será que te vayas y trates de recuperarte.

Aun tomándome del brazo me sacó de la oficina y me arrastró fuera del restaurante. Varios empleados que estaban alrededor veían toda la escena; asustados de ser tratados de la misma forma, se iban dispersando lejos.

—Busca tus cosas —me dijo él. Yo estaba furiosa que no me di cuenta cuando alguien me pasó el bolso. Era Jenny, con una pequeña sonrisita para nada disimulada en el rostro.

—¡Eres una ninfómana de piernas abiertas! —le grité por última vez.

Inmediatamente el tío Victor me jaloneó con un poco más de fuerza y me condujo hacia la entrada de empleados.

Jenny se quedó atrás, llorando.

Busqué a Peter con la mirada pero no lo veía por ningún lado. Rita, sin embargo, me vio y se apresuró a caminar en mi dirección.

—Este no es su asunto, jovencita. Vuelva al trabajo —le gruñó mi tío al ver que se acercaba peligrosamente.

Me sacó por la puerta y Rita se quedó parqueada justo donde estaba. Me miraba con una disculpa extendiéndose en el rostro.

Caminamos pasando el callejón donde se dejaban los basureros, y me llevó hasta la acera frente al restaurante.

El ridículo título de "Mi Hamburguesa Especial" brillaba bajo la luz del sol en la fachada principal del local. En todo el camino hasta allí protesté en voz alta y me quejé de injusticia.

—Charlotte se encargará de ti —me dijo él entre dientes mientras nos deteníamos. Se miraba cansado por tener que arrastrarme fuera del local.

Odiaba que me tratara como si fuera una loca en proceso, como si necesitara de atención psiquiátrica… o de un domador de leones.

¿Así fue como se sintió para Peter tratar con su hermano?

Hablando de Peter, no lo miraba por ningún lado. Tal vez Rita le dijera algo, aunque ella tampoco sabía lo que estaba ocurriendo.

Tanto tiempo tratando de conservar mi empleo solo para que una estupidez me lo quitara.

—Sería saludable que te quedaras en casa de tu madre, Lali…

Antes de que alguno pudiera seguir hablando, el auto de la tía Charlotte se estacionó frente a nosotros.

Ella bajó la ventanilla del asiento de pasajeros y me miró con desdén.

—Deberíamos llamar a la policía —dijo.

Mi espalda se puso recta en ese momento, y mis ojos se abrieron mucho.

—No seas tan exagerada. Con que su madre la castigue es más que suficiente — dijo mi tío—. Lali, ve con tu tía. Será mejor que tu madre busque ayuda contigo.

La necesita. Eso me hizo enfurecer y estallar de nuevo.

—¡La que necesita ayuda es Jenny! Yo no soy la loca, es ella —grité exasperada.

—Pues Jenny no es la que está embarazada —me respondió mi tía de manera mordaz.

¿Cómo sabía ella eso?

Entonces me fijé en algo a lo que no le presté mucha atención antes: Franco venía sentado en el asiento trasero del auto.

Me saludó tímidamente y se encogió de hombros.

—Deberías entrar al auto —dijo mi tía—, tu padre está haciendo un escándalo y dice que va a matar al desgraciado que te embarazó.

De repente, se empezaron a escuchar disparos provenir del restaurante. Varias personas salieron corriendo por las puertas del local, gritando y moviéndose como estampida.

Franco se bajó del vehículo de mi tía y se puso a mi lado.

—Creo que tu padre ya dio con él —me dijo algo apenado.

Lo miré furiosa.

—¿Qué? ¿Cómo sabes eso?

—Porque yo le dije que trabajaba aquí y digamos que le proporcioné el arma.

—Franco, eres un estúpido.

Me movilicé hacia el interior del restaurante, corriendo entre los clientes asustados y un Cliff agachado bajo la mesa que se encontraba abrazando a una muy excitada Mirna.

En medio de todo el lugar, mi padre apuntaba hacia el techo con una escopeta.

Corrí a su lado.

—Papá… —sentía vergüenza de toda la gente que observaba con horror nuestro intercambio.

—¡Dime! ¡Vamos Lali, dime! ¿Fue este imbécil quien te embarazó? —gritó él.

—Papá… suelta esa arma. Ambos sabemos que no sabes usar ni siquiera una pistola de silicón.

—Ahora no —murmuró—, primero dime si es este tu jodido novio.

Me señaló a un relajado y tranquilo Peter que hacía un gran esfuerzo por no echarse a reír.

—Mira, no estoy embarazada…

—Te dije que esto sucedería —me interrumpió él—, sabía que mi niña terminaría en esta situación tarde o temprano, pero al menos pensé que cuando llegara el momento estarías casada.

—¿Susan sabe que estás aquí? —le puse una mano en el hombro para tranquilizarlo. Negó con la cabeza, como si fuera un niño pequeño. —¿Mamá lo sabe?

Él resopló audiblemente.

—Ella ya está preparándote el baby shower y buscando posibles nombres para el bebé.

—Ya tenemos nombre —habló Peter—, pensamos que Noah sería encantador. Nena, muéstrale a tu papá el primer regalo de nuestro hijo.

Justo ahora quería golpearlo. Golpearlo por ser tan tonto y no decirle la verdad a mi papá.

—¿Regalo? ¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿No pensabas decirme nada?

—¡No estoy embarazada! Es broma de Peter, créeme…

—Ah no. Mi hija no será conocida por ser madre soltera —apuntó a Peter con la escopeta—, de rodillas y le propones matrimonio.

Jadeé tratando de alejar el arma de la cabeza de Peter.

—No sigas haciendo esto… —me quejé.

—Con mucho gusto —dijo Peter.

¿Cómo podía estar relajado cuando tenía un arma apuntándole en el cráneo?

Lentamente se arrodilló en el suelo y me sonrió con picardía.

—Lali —se humedeció los labios—, ¿te casarías conmigo?

Aunque estaba furiosa con él, su pregunta me causó un movimiento curioso en el estómago.

—Definitivamente no —respondí después de dudarlo por un minuto—. Peter, levántate.

—¡Deja que se haga responsable! —gritó mi papá—. Así es como se forman los hombres.

—¡Entiende de una buena vez que no estoy embarazada! —levanté mis brazos para acentuar mis palabras, pero lo único que provocó fue que mi bolso se cayera abierto al suelo, mostrando así el pequeño trajecito azul celeste que el amigo de Peter, Gaston, me había regalado.

Papá lo vio y abrió más los ojos.

—¡Sí, tenía razón. Estás esperando un hijo de este infeliz! —chilló.

Suspiré agotada.

Era increíble ver lo que un pequeño chisme podía llegar a causar tan rápido.

—Lali —Gustavo, que se encontraba agachado junto a Rita en el suelo, me llamó—, ¿entonces estás o no embarazada? Porque si lo estás le debemos una gran cantidad de dinero a Mirna quien apostó a favor.

Jó-de-me. Seee, hoy era el día en el que debí quedarme en cama.

Si quieres que te avise cuando suba nuevo capitulo dejame tu Twitter.

14 comentarios :

  1. A no, no es posible q le pueda pasar todo esooo
    Jenny no puede ser tan hija de re mil putas
    Maaass

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  2. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssss

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  3. Esta novela me parece demasiado bizarra y ridicula.

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  4. Jaja pobre lalii y peter sigue insistiendo es muy gracioso. . Pd hay q matar a jeny :o maas

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  5. Jajajjajajajakajajjaj que buen librooo

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  6. Jajajaja todo junto sabía que Jenny iba a hacer que la despidieran que yegua me encanto el cap fue MUy tragicomico Jaja besos Naara

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  7. Jajajajaajjajajajajaaja....... mas jajajajaja

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  8. PERO QUE HIJA DE PUTA QUE ES JENNY!! LA PUTA MADRES YO MISMA LE QUITARIA LOS PELOS DE LA CABEZA ¬¬ Que le pasa!!!, No puedo creer queuna simple broma terminara asi ¬¬ No voy a mentir me tente al final con peter pidiendole matrimonio, Encerio casi mojo la cama ¬¬ Pero lo de jenny No puedo creer que sea tan hija de puta, y el estupido de franco que todo lo hace por celos, Sube mas porfa

    Att: Andrea Antquera
    @AntequeraCruz @Fan_happiness

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  9. Esta loca jeny, pobre lali q se vaya a vivir con peter.. maass

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