domingo, 27 de octubre de 2013

Capitulo 9

12 días desde el accidente  
No más Fuerza Aérea…
 
Las cosas se pusieron más tranquilas durante la semana siguiente. Pablo y Jenny regresaron a la universidad, y desde Euge para abajo todos volvieron a la isla. Incluso papá tuvo que volver al trabajo. Sólo éramos mamá y yo. Y un millón de enfermeras, un millón de fisioterapeutas, y una psicóloga.
 
Mamá intentó quedarse conmigo esa primera sesión de terapia. Dijo que quería ayudarme a aprender a lidiar con mi nuevo “estilo de vida”. Me gustó un poco más la psicóloga cuando no permitió que mamá permanezca en su oficina.
 
Pero todo era la misma mierda que había esperado oír cuando me enteré de que iba a visitarla. La vida iba a ser difícil, pero todavía tenía un montón por lo que vivir. No debía darme por vencido ni renunciar a mis sueños, sino tal vez adaptarlos.
 
Bla, bla, bla.
 
Todo lo que escuché fue lástima y un montón de líneas ensayadas.
 
Me dijeron que me darían el alta el sábado, un total de doce días después del accidente. Luego, el jueves, comencé a arder con 40° de fiebre, y decidieron tenerme prisionero por unos días más.
 
Aunque estaba en un hospital para niños, apenas me importó. El mundo dentro de las paredes del hospital era un poco como una realidad alternativa. Casi como si yo sólo fuera in capaz de hablar dentro de esas paredes. Tan pronto como salí fuera de ellas, la realidad finalmente comenzó penetrar, esto era real y mi voz no iba a regresar.
 
No me importaba mantenerme fuera de la realidad. 
 
Porque no ser capaz de hablar por el resto de la eternidad se sentía como una cantidad insoportable de tiempo. Ni siquiera podía comprenderlo.
 
A pesar de que estaba en el Hospital, y a pesar de que acababa de tener un evento que me cambió la vida, mamá no me dejó pretender completamente que ya no tenía tareas escolares. Había llamado a cada uno de mis profesores, hizo que papá recogiera todas mis tareas y libros, y cada tarde después de que los vampiros terminaban conmigo, ella me taladraba y me perseguía hasta que mi tarea estaba hecha.
 
Hubo una nota del Director Dalmau dicendo que hablaríamos cuando estuviera listo para regresar al colegio acerca de cómo ajustar mi horario.
 
Genial. Tratamiento especial. Simplemente genial.
 
No tomó mucho tiempo llenar el primer cuaderno, el que Euge me había dado. Mi desordenada escritura llenaba las páginas, grande y espaciosa para que todos pudieran leerla fácilmente. Varias páginas estaban listas para caerse, después de haber sido volteadas tan a menudo. Páginas que decían cosas como “gracias”, “estoy cansado” y “¿dónde está el control remoto?”.
 
Mamá se atrevió a dejar mi lado por cerca de una hora cierto día y regresó con una pila de quince cuadernos, un arcoíris de cubiertas coloridas.
 
Solamente sacudí la cabeza cuando los soltó.
 
Mi voz de papel.
 
 
Parecía tanto que el lunes llegó muy rápido, y como que no podía llegar lo suficientemente pronto. Pero a las diez de la mañana, el Dr. Calvin entró y nos dijo que me iría a casa esa tarde.
 
Mis vendas también estaban listas para ser retiradas.
 
Me senté en la cama con mis manos presionadas firmemente entre mis piernas así nadie las vería temblar mientras el Dr. Calvin se sentaba frente a mí en un taburete con guantes de látex en sus manos. No podía mirar su rostro mientras quitaba los vendajes. Simplemente me quedé mirando las placas del techo, determinado a encontrar al menos una tela de araña. 

—Ahora, Peter —dijo el Dr. Calvin. Algo tiró ligeramente de mi cuello. Cinta, con suerte. Mi estómago se revolvió—. Todavía vas a estar muy sensible por unas semanas. Vas a tener que tomarlo con calma. Tu doctor en la isla quitará estos puntos al final de la semana pero, de nuevo, ten cuidado. Nada de bufandas o cuellos de tortuga, nada que permanezca en contacto con tu cuello por un largo tiempo. Debes asegurarte de evitar cualquier posibilidad de infección.
 
El Dr. Calvin arrugó un puñado de vendajes y lo arrojó al cesto, seguido por sus guantes.
 
Todo finalmente había terminado.
 
El doctor miró hacia el final de la cama, al espejo que colgaba en la pared. Lo mismo hizo mamá.
 
Sabía que estaban esperando a que yo lo mire.
 
Cerré los ojos por un momento sintiendo latir mi corazón en el pecho. Mi piel hormigueó mientras empecé a sudar.
 
Ver la evidencia de la implantación del poste en mi garganta sólo era una manera de hacer real toda esta pesadilla.
 
No seas un marica, me dije a mí mismo. Sólo míralo.
 
Conteniendo la respiración por un segundo para calmarme, asentí sólo una vez. Me empujé sobre mis pies y caminé hacia el espejo. Mis ojos no pudieron evitar saltar inmediatamente a mi garganta. O lo que quedaba de ella.
 
La piel era un desastre. Una gran línea de puntos corría desde el lado derecho de mi cuello, zigzagueando hacia arriba, arrastrándose hacia la izquierda. Había habido un gran agujero en el lado derecho de mi cuello. El lado por el que había entrado el poste.
 
Tentativamente levanté mi mano, tocando ligeramente el hueco con mis dedos.
 
La piel que lo cubría lucía rara. Como si realmente no fuera mi piel.
 
—Ese es un injerto de piel —explicó el Dr. Calvin, acercándose para estar junto a mí—. Encontrarás que las cosas se sienten un poco diferentes. Eso es porque las cuerdas vocales se han ido. Va a tomar algo de tiempo acostumbrarte.
 
Seguí mirándome a mí mismo y asentí distraídamente.

Había estado en lo cierto cuando bromeé más temprano con mis amigos. Iba a ser una cicatriz impresionante.
 
—¿Estás bien, Peter? —preguntó mamá.
 
Parpadeé de repente dándome cuenta que no lo había hecho desde que me miré por primera vez al espejo. Asentí, mi garganta sintiéndose sensible.
 
El Dr. Calvin también asintió, mirando mi rostro como si estuviera esperando que enloqueciera en cualquier momento.
 
Medio quería enloquecer. Pero mi cuerpo se sentía algo raro. Casi como si estuviera con alguna droga que no me dejaba sentir plenamente el dolor.
 
—Está bien, entonces —dijo finalmente el doctor, girándose hacia mamá—. Si firma estos papeles, estarán bien para irse. La medicación de Peter está en ese bolso de allí y el resto será entregada en su casa en unos pocos días.
 
—Gracias por todo, Dr. Calvin —dijo mamá.
 
Yo sólo seguí mirando en el espejo mientras el Dr. Calvin se fue y mamá se puso a recoger nuestras cosas. ido.
 
Se habían ido. Las partes que hacían que mi voz funcionara se habían
 
¿Qué hicieron con las partes de mi cuerpo después de que me las removieron?
 
—Peter —dijo mamá desde la puerta. Finalmente la miré, encontrándola con sus brazos cargado de maletas—. ¿Estás listo?
 
Volví a mirarme sólo una vez más.
 
Era tiempo de volver a la realidad.
 
Asentí y caminé hacia ella, tomando mi mochila de su mano y deslizándola sobre mi hombro. Me dio una larga mirada, estudiando mi rostro y mis ojos. Me ofreció una pequeña sonrisa y puso una mano en mi mejilla.
 
—Vamos a casa —dijo en voz baja, levantándose sobre las puntas de sus pies para presionar un rápido beso en mi frente.
 
Salimos por la puerta y dejamos que se deslice cerrándose tranquilamente detrás de nosotros.

5 comentarios :

  1. No subió el comentario.
    Me parece k Peter ,en algún momento ,pagará su frustración con los más cercanos.

    ResponderEliminar
  2. bajon lo de peter espero q esto q le esta pasando no lo lleve a maltratar a todos los q estan a su alrededor

    ResponderEliminar