jueves, 24 de octubre de 2013

Capitulo 5

? horas/días desde...

A pesar de que no podía verla, podía olerla. No es la chica a la que realmente quería ver, sino mi hermana Euge. Yo siempre le decía que llevaba demasiado perfume. No era que oliera mal, sólo llevaba demasiado.

Mis ojos luchaban por abrirse, todo mi cuerpo estaba seguro de que Euge saltaría sobre mí, o vertería un vaso de agua helada sobre mi cabeza para despertarme. Ella era así de mala a veces. Pero por alguna razón, mis ojos no deseaban abrirse. De hecho, todo mi cuerpo parecía muy indispuesto a hacer cualquier cosa.
 
—Oye, mamá. —Oí decir a Euge—. Creo que está empezando a despertar.
 
Percibí el sonido de pies arrastrándose, acompañado de pitidos y un montón de otros sonidos que no reconocí. Una astilla de luz apareció mientras mis párpados luchaban por abrirse.
 
Se sentía extraño cuando respiraba.
 
—Peter. —Oí el sonido familiar de la voz de mi madre—. Peter, ¿estás despierto?
 
Traté de decirle que era yo, pero se sentía como si mi garganta se hinchara hasta el punto de casi ser cerrada herméticamente.
 
—Mamá. —Escuché a mi otra hermana menor, Alai, sisear—. Él no puede ahora, ¿recuerdas?
 
Mis ojos se abrieron un poco más, viendo palidecer la cara de mi mamá. Estaba sentada al lado de cualquier superficie en la que yo estuviera y me tomó un momento darme cuenta de que no estaba acostado en mi cama. Las luces por encima de mí eran incorrectas.

Finalmente registrado las otras caras de la sala, las ocho de ellas. Mi grande y loca familia. Tres hermanos y tres hermanas, y ambos padres.
 
Un torrente de lágrimas rodaban por el rostro de mamá cuando me miró, con los ojos completamente abiertos ahora.
 
Entré en pánico con esa vista. Mamá no llora. Pero entonces me di cuenta de dónde estaba.
 
Yo estaba en un hospital.
 
Una habitación en el hospital, que estaba decorada con conchas marinas y dibujos animados de criaturas del mar.
 
Un pequeño gemido escapó de la garganta de mamá y buscó la mano de papá. Juan Lanzani, padre de los siete niños en la sala, me miró de una manera enloquecedora.
 
Abrí la boca para preguntar—: ¿Qué está pasando? —Cuando arrancó un dolor punzante en mi garganta. Mis manos se dispararon a ella, pero mi cuerpo entero gritó.
 
—No te muevas, Peter —exclamó Euge, moviendo rápidamente sus manos para sujetar las mías. Mis dedos rozaron lo que parecía una gasa en la garganta antes de que ella tirara de mis manos hacia atrás—. No lo hagas.
 
Por instinto, fui a preguntar—: ¿Qué pasó? —Cuando el dolor me atravesó de nuevo. Mis ojos pasaron frenéticamente a mi familia.
 
Algo me había pasado. Lo último que recordaba era a mí bebiendo como estúpido, y algo acerca de un ciervo.
 
Tener a todos mirándome, sin decir una palabra iba a volverme loco. Sentí el pánico comerme, una especie de terror que nunca había sentido antes. Y me dolía demasiado como para preguntar qué había sucedido.
 
Así que simplemente apunté a mi hermano mayor, el hijo mayor de la familia, Pablo. Dándome una mirada significativa, Pablo se aclaró la garganta.
 
—Estuviste en un accidente de coche, Peter —dijo éste con voz ronca—. ¿Te acuerdas de eso?
 
Traté de enfocar mis frenéticos pensamientos por un segundo, pensando en lo último que recordaba. Estaba seguro de que fue el ciervo. Y entonces recordé el ruido del neumático estallar. Y la sensación de acero muy cerca de mi piel.
 
Asentí.

—Gaston estaba tratando de encontrar su teléfono o algo así, dijo que sacudiste el volante para que no alcanzara un ciervo. Al parecer él estaba borracho, supongo que todos lo estaban. —La voz de Pablo se endureció con un poco de rabia. Sentí a mi corazón acelerarse.
 
—Pablo —logró decir mamá—. ¿Estás seguro de que no debes esperar para contarle hasta que el médico vuelva?
 
Negué con la cabeza, sólo un poco. Más dolor me atravesó. Pero no me importaba. Tenía que saber qué había pasado. Ahora.
 
Pablo asintió con la cabeza, comprendiendo. —Ustedes se desviaron a un lado de la carretera. Había una pendiente bastante grande, donde se dirigió la camioneta. Ésta golpeó al suelo y rodó sobre un costado. Rodaron... —Su voz se cortó por un instante. Puso un puño en su boca y trató de aclararse la garganta. Una lágrima resbaló por su mejilla—. Rodaron... rodaste sobre el costado de la camioneta. Directo en un poste T. Rompió directo a través de la ventanilla del copiloto. Y... —Pablo no parecía capaz de hablar más.
 
—El poste T se ensartó, directo a través de tu cuello —dijo mi hermana mayor, Jenny. Jenny nunca había tenido miedo de nada, ni siquiera de dar la noticia estremecedora—. Podría haber estado bien, pero con la camioneta volcada, Gaston y Nico apilados encima de ti, lo hizo peor.
 
La cabeza me daba vueltas. Me sentía enfermo. Estaba bastante seguro de que iba a vomitar, pero traté con todo mí ser no hacerlo. Tratar de hablar era una tortura. No podía imaginarme lo que tener al contenido de mi estómago subiendo me haría.
 
—Es suficiente, chicos —dijo Juan, hablando por primera vez—. No más hasta que el Doctor Calvin llegue.
 
Quise protestar, exigir que me dijeran todos y cada uno de los detalles horripilantes, ahora. Pero sabía que había algo más allá de lo mal, tan mal que no podía formar una sola palabra.

—Todo va a estar bien, Peter —dijo Tomas de siete años, subiendo a la cama y poniendo su cabeza en mi pecho. A pesar del dolor en mis brazos, coloqué mi mano en la espalda de Tomi y tracé pequeños círculos en él.
 
Me dolían los brazos de todos los cortes y puntadas. Recordé entonces que la ventana se hizo añicos en el lado del pasajero. La parte que había estado sentado.
 
Una enfermera abrió la puerta de la habitación, preguntando si necesitábamos algo de ayuda.
 
—¿Podría llamar al Doctor Calvin? —le preguntó Juan en voz baja—. Peter está despierto.
 
—Él va a estar aquí pronto —respondió ella, y me dio una mirada triste.
 
Traté de bloquear todo mientras esperábamos, todo el tono, el olor extraño, la cama dura. Las expresiones abatidas que todos y cada uno de los miembros de mi familia llevaba. Me imaginé que estaba de vuelta en el partido de fútbol, interceptando y haciendo una pausa para la línea de gol. Y me imaginaba a Mariana, exactamente donde había estado en las gradas, animando a los Vikingos.
 
Me la imaginaba gritando mi nombre mientras hacía un touchdown.
 
—¿Peter? —dijo una voz, arrancándome de mi sueño y llevándome de regreso a la realidad. Mis ojos se alzaron a un hombre con la cabeza afeitada más brillante que jamás había visto. Los ojos grises me miraron desde detrás de unas gafas con montura de alambre de plata—. Soy el Doctor Calvin. He estado cuidando de ti en los últimos cuatro días.
 
¿Cuatro días?
 
¿Había perdido cuatro días?
 
—¿Supongo que tu familia te explicó lo sucedido? —preguntó el
 
Doctor Calvin mientras sacaba un taburete rodante. La habitación estaba empezando a sentirse muy llena con diez personas en ella.
 
—Sólo el accidente —habló mamá. Su voz aún sonaba áspera. Tomi saltó de la cama y se arrastró hasta el regazo de Jenny.
 
—Está bien —dijo el Doctor Calvin, cavando a través de una carpeta de manila. Sacó unos trozos de papel y me los entregó. Tomé las páginas, pero no los miré. Yo simplemente esperé a oír la noticia de que podría ser nada más que aplastante.

—En primer lugar, tengo que decir que tienes mucha suerte de estar vivo.
 
Cerré los ojos por un momento. Es todavía aún más malo cuando el doctor dice eso.
 
—El poste que se estrelló a través de la ventana en la camioneta de tu amigo se alojó en tu cuello. Vino por aquí. —El Doctor Calvin tocó ligeramente con los dedos a un lado de mi cuello—. Y salió aquí. —Tocó otro lugar en mi cuello, no muy central en el frente de él—. Cuando tus amigos se estrellaron en ti, el poste se movió y se incrustó justo en tus cuerdas vocales. También hizo un daño significativo a tu tráquea.
 
Tragué duro y doloroso. El incendio que se desató sobre mí, no sería tan doloroso como las palabras que yo sabía que el médico iba a decir a continuación.
 
—Tus cuerdas vocales estaban rotas esencialmente —dijo el Doctor simplemente, con la cara muy seria. No estaba seguro de si me gustó su enfoque directo o no—. Estuviste en la cirugía por cinco horas, tratamos lo mejor que pudimos para reparar el daño. Nos las arreglamos para reparar el esófago, tienes que respirar por tu cuenta otra vez. Pero...
 
La habitación empezó a girar a mí alrededor, mi cabeza se sentía como si pudiera flotar lejos del resto de mi cuerpo.
 
—Me temo que no pudimos salvar tus cuerdas vocales.
 
Pequeñas manchas negras nadaban en los bordes de mi visión.
 
—Peter. —Medio suspiró el médico—. Con cómo de extenso era el daño, y con cómo el poste golpeó el cuello, tuvimos que eliminar completamente las cuerdas vocales, lo poco que quedaba. Tú... —Se fue apagando. Me pregunté cuántas veces al día él tenía que entregar noticias destruyendo vidas—. No vas a ser capaz de hablar otra vez.
 
Dejé escapar un largo suspiro cuando el Doctor Calvin finalmente lo dijo. Las palabras que sabía iba a decir tan pronto como había tratado de hablar.
 
El Doctor Calvin comenzó a hablar de los planes de tratamiento, mi recuperación durante los próximos días, las opciones sobre mi futuro, cómo tuve la suerte de no haberme paralizado completamente, pero no oí nada de eso, en realidad no. Todo se alejó, y el mundo cayó muy tranquilo y silencioso.
 
Uno a uno, vi las cosas que me gustaban caer.

La Fuerza Aérea.
 
Fútbol.
 
Por extraño que parezca, la escuela.
 
Pero sobre todo, Mariana.
 
Nunca había llegado a decírselo.
 
—Aquí —dijo una voz, tirando de mí de nuevo hacia la habitación. Euge empujó una libreta y un bolígrafo sobre la mesa de noche para mí—. Puedes escribir lo que tengas que decir.
 
Miré a mi hermana, tan cercanos en edad, sólo once meses de diferencia, y traté de darle una pequeña sonrisa. Miré alrededor de la habitación para ver a todo el mundo mirándome expectante. Me di cuenta de que el Doctor Calvin se había ido.
 
—¿Estás bien, Peter? —preguntó Joaquin, de diez años de edad. Lo miro sin comprender.
 
—Calla, Joaquin —susurró mamá. Ella se secó los ojos con un pañuelo. Yo deseaba que parara de llorar. Podía contar con una mano el número de veces que había visto llorar a mi madre y habían sido cuando alguien había muerto.
 
Yo no estaba muerto.
 
Tratando de desviar la atención lejos de mí, tomé el cuaderno y abrí la tapa. Las páginas encarándome, demasiado blanco y demasiado fresco. Se sentía mal, lo que esas páginas perfectas tendrían que hacer mi hablar imperfecto.
 
¿Gaston y Nico? Escribí en descuidada caligrafía. Mi brazo entero dolía cuando lo usaba.

—Los dos están bien —respondió mamá, por fin parecía calmarse—. El brazo izquierdo de Gaston está roto, Nico tiene un buen puñado de puntos de sutura. Pero los dos están bien.
 
—Tienes la peor parte, ya que la camioneta cayó sobre tu lado —dijo Jenny.
 
Asentí con la cabeza, tratando de actuar como si no me importara la última parte.
 
¿Estamos en problemas por el alcohol?

—Ya lo creo que estás en problemas —tiró mamá, de vuelta a su estado normal—. ¿Qué estabas haciendo en una fiesta Juan Pedro Lanzani?
 
Una sonrisa casi agrietó mis labios, sólo me encogí de hombros. Todos mis hermanos se rieron.
 
—Yo no puedo creer fuiste e hiciste algo estúpido como eso. Voy a dejar que tus compañeros de equipo te digan todo el drama allí mañana. — Mamá negó con la cabeza.
 
?
 
—Todo el mundo quiere verte —respondió Euge—. Mucha gente viene mañana en autobús después del almuerzo. Tomarán el ferry de la una.
 
¿Cuántos vienen?
 
—Probablemente la mitad de la escuela —respondió ella, leyendo mi letra garabateada—. Mi celular no ha dejado de sonar los últimos cuatro días. Más de mil textos, todos preguntando por ti.
 
Tomé otro trago doloroso. No quería que toda la escuela me viera así. Pero yo no podía decir eso, y se sentía demasiado comprometedor para escribirlo.
 
—No te preocupes por eso ahora —dijo mamá cuando se sentó al lado de mi cama de nuevo, tomando mi mano cortada en la suya—. Probablemente deberías descansar un poco. ¿Por qué no van todos a cenar y dejan que Peter duerma un poco? —sugirió al resto de la familia—. Me quedaré con él.
 
Estoy bien, mamá, escribí. No tienes que quedarte.
 
—No cariño —dijo ella—. No estás bien. Y yo no voy a ninguna parte.
 
Simplemente le di una pequeña sonrisa a medias y dejé que mis ojos empezaran a cerrarse mientras mi familia salía arrastrando los pies por la puerta.

6 comentarios :

  1. ME ENCANTA amo la novela habia leido una en la que Lali era ciega y ahora una que Peter se queda muda ESTO ES GENIAL me encanta me encanta realmente quiero maas pasatee :D
    http://casijuegosca.blogspot.com.ar/
    http://amorencopos.blogspot.com.ar/
    ambos blog son laliter chaau

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  2. que feo
    horrible lo que le paso a peter
    pobrecito
    beso

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  3. que horrible, pobre peter, y la suerte de los 2 dos de salir casi ilesos

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  4. Se que suena de exagerada pero lo leí muy lento y debo decir que lloré :( Lo siento pero es verdad, es muy triste, pobre Peter tan buena persona que es y ver como sus sueños cayeron como dijo él

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    1. La misma opinión.
      Tenía la esperanza d k solo tendría k aprender a volver a hablar.

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