jueves, 31 de octubre de 2013

Capitulo 13

Primer día de escuela

El jueves por la mañana amaneció brillante e irritantemente luminoso. Habría sido más fácil convencerme, y a mamá, de mí yendo a la escuela si sólo hubiera estado miserable y húmedo afuera. Pero me había mantenido ocupado encerrado en aquella casa durante días y no podía negar que quería salir y tomar un poco de vitamina D.

—Vas a tener un gran día —dijo mamá mientras recogía una montaña de panqueques y los ponía en un plato. También había cocinado una enorme cacerola de huevos, tostó una barra entera de pan y tenía tocino cocinándose en la estufa. Mamá iba con todo. Ella tenía una tendencia a hacer eso cuando estaba nerviosa o no está segura acerca de una situación. Para ella, la comida lo curaba todo.
 
—Llamamos al Director Dalmau ayer por la noche y le hicimos saber que regresarías hoy —dijo papá desde donde estaba sentado en la mesa leyendo el periódico—. Dijo que fueras directamente a su oficina esta mañana.
 
Asentí, apenas escuchándolo mientras daba el primer bocado de comida sólida desde el accidente.
 
El tocino nunca, nunca había sabido tan bien. Me quemó un poco mientras descendía, pero valió totalmente la pena.
 
Comida de verdad era mucho mejor que los alimentos bombeados directamente a tu sistema.
 
Después de la escuela, iría al médico familiar aquí en la isla para que me quitara las puntadas.
 
—¡Tomas, Joaquin! —gritó mamá de repente, haciéndome saltar y casi tirar el jugo de naranja frente a mí—. ¡Bajen aquí! ¡Van a llegar tarde a la escuela!

Sus pasos retumbaron por las escaleras. Joaquin tropezó en los dos últimos dos escalones y aterrizó sobre su rostro.
 
¡Genial! Escribí rápidamente, sacudiendo mi cabeza hacia ellos.
 
—Cállate. —Los ojos de Joaquin me veían gélidamente mientras se dirigía a la mesa y agarraba un pedazo de pan tostado—. Quiero decir... — tartamudeó, poniéndose rojo.
 
Sólo sacudí mi cabeza, y traté de reír.
 
—Pareces un mimo o algo cuando haces eso —dijo Joaquin, con un tono totalmente serio—. Tu cuerpo intenta reír, pero no sale nada.
 
Sólo lo despeiné y agarré otro puñado de tocino. Fui a recuperar mi mochila de mi habitación. Cargué mis libros dentro de ésta, y después también metí dos cuadernos en blanco. La cerré y me quedé parado allí, mirándola en el piso por un largo momento.
 
Este era el paso final hacia la realidad.
 
Tomando una profunda respiración, la recogí y arrojé sobre mi hombro.
 
Tomas, Joaquin, Alai y Euge estaban ya dirigiéndose hacia la furgoneta de la familia, amontonándose, mochilas golpeándose entre sí, voces irritadas de la mañana gritándose entre sí.
 
Nunca le gritaría a alguno de ellos otra vez.
 
Nunca gritaría algo otra vez.
 
La lástima de mis hermanos era obvia cuando me subí en el asiento delantero. Normalmente era una carrera por él. Ellos nunca lo habrían dejado para mí si no me compadecieran.
 
Me le quedé mirando con nostalgia a mi Bronco color rojo y gris estacionado en la calle mientras abrochaba mi cinturón de seguridad. El trato era que mamá podría llevarme a la escuela en los primeros días, sólo para asegurarse de que estaba bien, y luego podía volver a conducir. Por lo menos una cosa volvería a la normalidad. Era vergonzoso que mi madre me llevara a la escuela.
 
Mamá sacó la furgoneta de nuestra calzada como si fuera una experta y comenzó a conducir hacia la escuela.
 
—¿Traes tus cuadernos? —preguntó mamá. Seguía viéndome de reojo la garganta. Asentí—. ¿Traes tu celular? —Asentí otra vez—. Me puedes llamar en cualquier momento si me necesitas. Puedo venir recogerte en cualquier momento.
 
¡MAMÁ! Escribí en tinta negra sobre la palma de mi mano, mirándola con ojos molestos.
 
—Lo siento—se disculpó, ignorando totalmente a Tomas y Joaquin luchando en el asiento trasero—. Yo simplemente estoy… preocupada por ti.
 
—Estará bien, mamá —dijo Euge detrás de mí, estirándose para apretarme el hombro. Puse mi mano sobre la de ella, dándole un apretón elogioso.
 
—Lo sé —dijo mamá, aunque más bien sonaba como si fuese para ella misma—. Lo sé.
 
La escuela primaria, secundaria y bachillerato en Orcas estaban situados justo al lado del otro. Mamá entró al estacionamiento de la secundaria, en el centro de todos ellos. Me senté allí por un momento, como mis hermanos apilados, mirando como todos salían hacia sus destinos.
 
Supe que tan pronto como saliera de la furgoneta todo el mundo iba a estar mirándome.
 
—Todo va a estar bien, Peter —dijo mamá otra vez, presionando un rápido beso en mi mejilla—. El Director Dalmau te estará esperando.
 
La miré, notando las líneas preocupadas arrastrándose alrededor de sus ojos y boca. Parecía injusto por mi parte asustarla tanto después de todo lo que había hecho para mí en las últimas semanas. Así que al final asentí con la cabeza, besé su mejilla y salí de la furgoneta.
 
El sol era cegador al reflejarse en la escuela blanca a la distancia. Entrecerré los ojos mientras colocaba mi mochila sobre mis hombros y me armaba de valor.
 
Una ventaja de salir del estacionamiento de la escuela secundaria fue que la gente a mi alrededor era más joven, por lo que no me miraban. Me las arreglé para llegar a la mitad del camino antes de empezar a ver las miradas.
 
—¡Lanzani! —gritó Blake Shaw al otro lado del césped, golpeando su puño contra su pecho antes de bombear el aire. Levanté mi barbilla, tratando de sonreír.
 
Gracias a Blake, había sido descubierto.
 
—¡Peter! —Mis entrañas se congelaron cuando escuché la voz de Paula Reca detrás de mí—. ¡Peter, espera!

Apenas disminuí la velocidad mientras continuaba hacia las puertas principales.
 
—¡Peter! —Me seguía llamando al acercarse a mi lado—. ¡Estoy tan contenta de que hayas vuelto! Estaba tan preocupada por ti. —Ella enredó su cabello alrededor de uno de sus dedos.
 
Bueno, al menos la horrible cicatriz no estaba espantando a las chicas. Por lo menos no a Paula la Puta.
 
—¿Así que estas mejor ahora? Oh, espera, ¿cómo vas a responder a esa pregunta?
 
En verdad intenté no poner mis ojos en blanco.
 
Saqué un pequeño cuaderno de mi bolsillo y lo abrí en una página que decía: Estoy bien.
 
—Oh, entiendo. —Se rió. Fue seriamente molesto—. Bueno, si estás bien...
 
Afortunadamente se calló cuando Nico se interpuso entre ella y yo. — Gracias por la preocupación, Paula —interrumpió Nico. Ella le dio una mirada asesina, una de esas miradas en las que las chicas son realmente buenas—. Pero estoy seguro de que lo que realmente necesita Peter es a su pandilla.
 
—Como sea —dijo Paula a la vez que rodaba sus ojos y caminaba hacia su propio grupo de amigos.
 
—Bienvenido, hermano —dijo Gaston, apareciendo repentinamente. Dio una palmada en mi hombro. Me estremecí sólo un poco—. ¿Estás listo para esto?
 
No, simplemente escribí, mirándolos a ambos.
 
—No te preocupes —dijo Nico, apretando mis hombros—. Estaremos contigo todo el tiempo. Bueno, al menos hasta llegar a la oficina de Director Dalmau.
 
Sólo sacudo mi cabeza y le doy una sonrisa silenciosa.
 
—Bien, realmente es un poco raro cuando haces eso. —Gaston se echó a reír. Lancé un golpe hacia él, que esquivó fácilmente.
 
Finalmente llegamos a las puertas delanteras, una manada entera de estudiantes nos seguía y miraba. Fingiendo que no estaba asustado, camino a través de las puertas y hacia los corredores.

Todos comenzaron a disminuir un poco el paso cuando nos vieron a los tres, sus ojos saltando a mi cara. A través de la masa de gente me encontré con Mariana, de pie en el pasillo, apretando sus libros contra su pecho. Ella me dio una sonrisa pequeña, sus ojos mirándome con una expresión que era difícil de leer.
 
—Peter. —El Director Dalmau hizo que retirara mis ojos de Lali—. Qué gusto verte. —Él levantó su mano como si se supusiera que debía estrecharla. Me sentía torpe cuando lo hice. Miré a Gaston, quien sólo me dio una mirada burlona, levantando las cejas—. Tenemos mucho que hacer esta mañana así que ¿por qué no vas conmigo a mi oficina? —dijo.
 
Tomé una respiración profunda. Cerré mis manos en puños, finalmente asentí con la cabeza. Nico y Gaston le dieron unas palmaditas a mis hombros y murmuraron adioses.
 
—Estamos muy contentos de tenerte de nuevo, Peter —dijo el Director Dalmau pasando un brazo a través de mis hombros. Se sentía inusualmente pesado. Pero entonces, éste era un hombre fornido, muy musculoso. Por lo menos iba a fingir que no estaba físicamente debilitado por el accidente—. Toda la escuela en verdad te extraña.
 
Asentí otra vez.
 
La oficina era pequeña y atestada con montones de papeles, libros, trofeos y unas corbatas descartadas. Me hundí en la silla disponible, empujando a un lado algunos libros. El Director Dalmau se sentó en su asiento al otro lado del escritorio, desabotonando su chaqueta y jalando de su corbata. Él nunca se veía cómodo en un traje. Tuve un hundimiento sintiendo que sabía por qué los llevaba.
 
—Así que, ¿cómo te sientes? —preguntó, sus ojos fueron automáticamente a mi garganta. Eso era algo a lo que iba a tener que acostumbrarme. Era la primera cosa que las personas iban a notar sobre mí por el resto de mi vida.
 
Abrí mi mochila y saqué uno de mis cuadernos nuevos. Buscando una pluma, la abrí.
 
Oh, estas conversaciones lentas iban volverme loco.
 
Bien, simplemente escribí.
 
—¿Listo para volver a la vida regular en la escuela? —preguntó el Director Dalmau, arrastrando algunos papeles través de su escritorio. Vi destellos de mi nombre en algunos de ellos.

Eso creo, escribí. Realmente ya no puedo sólo sentarme en casa y no hacer nada.
 
—Me imagino que sería difícil para un chico activo como tú —dijo con una sonrisa—. Bien, estoy esperando que podamos hacer las cosas lo más fácil posible para ti. He estado revisando tu horario de clases y hay unos ajustes que me gustaría discutir contigo si está bien.
 
No quería ningún cambio. Sólo quería que las cosas volvieran a ser lo que habían sido, cuando mi mundo era aburrido y tenía sentido, de regreso cuando la parte más angustiosa de mi vida era preguntarme cuándo Mariana Esposito iba a darse cuenta de lo loco que estaba por ella.
 
Asentí.
 
—La mayoría de tus clases realmente no requieren ningún cambio. Pero quería ver, ¿todavía deseas permanecer en tus clases de Carpintería y Entrenamiento con Pesas? Oh sí, a propósito, por si no lo sabías, has sido sacado del equipo de fútbol. —Él me dio una de esas miradas para las que los profesores eran buenos.
 
Eso pensé, escribí, dándole una mirada avergonzada.
 
—No voy a darte un sermón sobre lo estúpido que todos actuaron, me imagino que has sido castigado lo suficiente como para aprender la lección —dijo, descansando sus codos sobre el escritorio y juntando las manos.
 
Gracias, escribí.
 
—De todos modos, de vuelta a mi pregunta. ¿Quieres seguir inscrito en las clases de Carpintería y Entrenamiento con Pesas? Son un poco más físicamente exigentes y no sé cómo te sientes de esa manera.
 
Lo consideré por un momento, mi estado físico, lo que sentía que podía hacer. El incidente entero me dejó físicamente más débil de lo que nunca admitiría. Pero esto era parte de toda esa cosa de decisión que tenía que enfrentar. Podría utilizar todo esto como excusa para ser perezoso. O podría tomar el control otra vez y yo regresar a ser lo que pudiera ser.
 
Me gustaría permanecer en ellas, respondí. Y me gustaría estar con los miembros de mi equipo.
 
—Pensé que dirías eso —dijo, una sonrisa agrietando su cara—. Simplemente pensé que sería mejor preguntar. —Anotó un par de cosas en un papel, algún tipo de formulario—. Ahora hay una clase que vas a tener que cambiar. No quiero bailar alrededor de esto, Peter, y hacer las cosas incomodas para ambos así que voy a decirlo. Obviamente vas a tener que dejar tu clase de Español Tres.
 
Sinceramente, no lo había pensado hasta ahora. No me di cuenta de que no había estado entregando mi tarea de Español hasta este momento.
 
Nunca hablaría Español otra vez.
 
No es que alguna vez hubiera sido bueno.
 
—Uno de nuestros estudiantes ha tomado Lenguaje Americano de Señas a través de un estudio independiente por más de un año y te recomiendo mucho que te inscribas en la clase también. Dadas tus circunstancias, creo que es lógico que sólo sigas adelante y reemplaces tu clase de Español con eso.
 
Estudio independiente. En una escuela tan pequeña como el bachillerato las Orcas, ese tipo de clases no se enseñan, pero nunca había pensado en esa opción. Pensé en quién sería el estudiante que la estaba tomando.
 
—¿Te parece bien? —preguntó el Director, dándome una mirada cautelosa. Esperaba que la gente no siempre me mirase así por el resto de mi vida. Como si yo pudiera romperme o tener un colapso en cualquier momento.
 
Suena bien, escribí.
 
—Genial —respondió el Director Dalmau, luciendo un poco aliviado. Él escribió unas cuantas cosas más—. Regresaré en un momento. —Caminó hacia fuera, hacia las otras oficinas administrativas.
 
Me acomodé en el asiento cuando salió, sentí que finalmente estaba respirando por primera vez desde que había despertado esa mañana. Todo estaba sucediendo tan rápido, tantas cosas pasaban, sentía que no tenía tiempo para procesar realmente todo, para averiguar hacia dónde iba mi vida. Pero aquí estaba, ya de vuelta, con la sensación de tener la cabeza bajo el agua.
 
Realmente aún no me había hundido, sabía eso.
 
No quiero saber cómo iba a sentirse la vida cuando finalmente pasara.
 
—Aquí tienes, Peter —dijo el Director Dalmau, regresando a la habitación. Me entregó una hoja de papel. Mi nuevo horario de clase—. Algunas de tus clases han cambiado de hora, para ajustarse a tu clase de estudio independiente, pero muchas de ellas todavía son las mismas.

Bueno, cerca de la mitad de ellas lo eran. Física, Inglés, Gobierno de los EE.UU. eran diferentes horas. Y ya no tenía una sola clase con Nico y Gaston, además de Entrenamiento con Pesas. Genial, pensé.
 
—¿Así que crees que te sientes capaz de saltarte tu primera clase hoy? —Miró mi horario—. ¿Cálculo?
 
Hice clic en mi pluma otra vez. Sí, eso está bien, Señor, creo que esperaré hasta el próximo período. La gente va a estar mirando suficiente de mí sin que entre a la mitad de una clase.
 
He visto la cara del director mientras leía mi letra descuidada.
 
—Comprensible—dijo con un guiño—. Voy a hacerle saber al Señor Sue que hoy estás excusado del primer período.
 
Asentí. Gracias. 
—Si necesitas algo, siempre serás bienvenido para venir a verme — dijo, de pie y encaminándome por la puerta.
 
Simplemente asentí.
 
Se sentía raro hablar de con el director Dalmau de esta forma. Jesus había sido como otro padre para mí toda mi vida, Gaston y yo habíamos sido mejores amigos desde siempre.
 
Mi mudez había cambiado cada relación en mi vida de una manera u otra.
 
Era la primera vez que había pensado en esa palabra sobre mí.
 
Intenté no relacionar la palabra “mudo” con “roto”.
 
Los salones estuvieron silenciosos durante mucho tiempo mientras caminaba hacia mi casillero. Se abrió ruidosamente. Una sola hoja de papel rayado blanco cayó al suelo. Debía haber estado doblada y metida entre las rejillas de ventilación.
 
Me agaché, la recogí del suelo de azulejo frío y la desdoble.
 
Te veo en el tercer período, era todo lo que decía.
 
Era escritura de una chica, eso era seguro. De aspecto aseado y organizado.
 
Tercer período era mi nueva clase independiente.
 
Preguntándome quién sería mi compañero nuevo, busqué mis libros para mis clases de más tarde y cerré mi casillero. Dirigiéndome hacia las escaleras que daban al nivel superior, escuché a alguien gritar detrás de mí.

—¡Peter, espera! —Me volví para ver Nina correr hacia mí, viniendo de la dirección de baño de chicas. Ella sonrió al verme, sólo brevemente echando un vistazo a mi hermosa cicatriz—. Nico dijo que podrías regresar a la escuela hoy.
 
Yo sólo asentí, tratando de formar una sonrisa.
 
—Debe ser algo terrible, ¿no? —dijo, arrugando su nariz un poco—. Hablando de atención.
 
Realmente, escribí en mi cuaderno de bolsillo.
 
—Oye, mira. —Ella sonrió. Para mi sorpresa, empezó a hablar con señas, sus manos moviéndose lentamente y con cuidado—. Lo he aprendido en internet hace unos días.
 
La di una sonrisa silenciosa. Lo siento, no tengo ni idea de lo qué eso significa.
 
Ella se rió de mí, dándome una mirada incrédula. —Significa que eres un idiota.
 
Le di una perpleja y dura mirada. ¿Idiota? ¿Disculpa?
 
—Por dejarme plantada en el baile de bienvenida —dijo en un tono muy chica. Sólo me tomó un segundo para darme cuenta de que estaba bromeando. Ella se rió aún con más ganas—. Realmente pensabas que hablaba en serio durante un minuto, ¿verdad?
 
Sólo sacudí mi cabeza, rodé mis ojos.
 
—Bueno, nos vemos en la comida o algo —dijo, caminando en la dirección contraria—. Tengo que volver a clase. Y Peter, sólo prepárate para el sexto período.
 
Antes de que pudiera pedirle una explicación, ella salió corriendo por el pasillo.
 
Con nada más que hacer, caminé a la planta superior, hacia el segundo período, Física. Dejé mi mochila en el suelo, y me senté junto a ésta. Saqué mi celular de mi bolsillo, apenas conseguía una barra de servicio en esta isla en medio de la nada. Había dos mensajes, uno de mamá y otro de Euge. Mamá iba a matar a Euge por mandar mensajes de texto durante laclase.
 
¿Cómo van las cosas?, decía el primer mensaje de mamá. ¿Lo estás haciendo bien?, decía el segundo.
 
Euge dijo prácticamente lo mismo.

Acababa de terminar de responderles a las dos que estaba bien cuando la campana sonó, señalando el final del primer período. Me levanté la gorra de mi chaqueta sobre mi cabeza y traté de hundirme en el suelo tanto como pude mientras los estudiantes salían de las de aulas y entraban al pasillo. Tan pronto como estaba seguro que el aula estaba vacía, me deslicé en Física.
 
El Señor Roy no levantó la mirada hasta que me senté en un asiento cerca de la parte trasera del aula, agradecido de que él no asigna los asientos. Con suerte no estaba robando el asiento regular de alguien. No podía estar seguro ya que esta fue una de mis clases cambiadas. Saqué mi libro y comencé hurgar en mis notas, tratando de parecer ocupado y mantenerme a mí mismo por debajo de la cubierta protectora.
 
Escuché a alguien sentarse en el asiento junto a mí cuando sonó la campana de advertencia, otros cuerpos arrastraban los pies a través de la puerta. Robándome una mirada hacia los lados. Mi corazón saltó en mi garganta cuando vi que Mariana fue la que se sentó justo a mi lado. Me miro dos veces para asegurarse que era yo, sus ojos se encontraron con los míos.
 
—¿Peter? —dijo, acercándose. Empujó el flequillo de sus ojos de esa manera adorablemente molesta de ella—. Hola, no me di cuenta de que te cambiarían a esta clase.
 
Intenté formar una sonrisa y presionar un dedo contra mis labios, mirando alrededor para ver si alguien había oído. Muchos ojos habían volteado a ver mi cara, incluyendo los del Señor Roy. Miré de vuelta a Lali y vi a su boca decir “lo siento” y dar una sonrisa como disculpa.
 
—Señor Lanzani —dijo el Señor Roy mientras se levantaba de su asiento y comenzaba a caminar hacia mí mientras los estudiantes continuaron llenando el salón de clases—. Encantado de tenerlo de regreso. El director Dalmau me llamó hace unos minutos para hacerme saber que lo cambiarían a esta hora.
 
Yo sólo podía asentir.
 
—Si necesita alguna ayuda para ponerse al tanto de todo lo que hemos visto desde que comenzó a faltar, hágamelo saber. Su tarea ha estado bien.
 
Gracias, rayé en el cuaderno delante de mí.
 
El Señor Roy vio mi página contemplativamente por un momento y luego miró mi cara. Dio un pequeño gruñido que no entiendo muy bien y se dirigió hacia el frente de la clase al tiempo en que sonaba la campana de inicio de clases.
 
Cuando el Señor Roy comenzó a hablar sobre cosas que yo no entendía, un pedazo de papel doblado fue lanzado en mi escritorio viniendo de la derecha. Miré a Lali cuando lo alcancé. Ella miraba atentamente lo que el maestro garabateaba en la pizarra.
 
Lo siento, decía. No pretendía exponerte.
 
Lo leí dos veces, echando un vistazo a Mariana una vez más. Mi pecho se desató en una carrera un poco rara.
 
No te preocupes, le contesté. Eventualmente todos iban a verme. Lancé la nota a su escritorio. Ella muy sigilosamente envolvió sus dedos alrededor de él y abrió la hoja bajo su escritorio.
 
Una pequeña sonrisa triste se difundió en su rostro mientras volvía su atención a la lección.

No tuve idea de lo que debíamos aprender ese día.

17 comentarios :

  1. Me encanta más! Será lali la de la nota en el casillero?

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  2. necesito mas, esta novela me hace llorar nose porque la amoooooooooooooo

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  3. La clase nueva,jajajaja,me da k solo LAli es la k la da,ahora estarán juntos

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