jueves, 24 de octubre de 2013

Capitulo 6

4 1/2 días desde el accidente
¿10 meses para la Fuerza Aérea?

Me desperté con mis manos alrededor de mi cuello, empapado en sudor y tratando de gritar con todas mis fuerzas. No podía recordar lo que acababa de soñar, pero el rostro de Lali se quedó delante de mí como el vapor del agua de la ducha.

Miré a mí alrededor, tratando de orientarme. Una luz tenue comenzó a escabullirse por las cortinas, haciendo alusión a los cielos grises que nunca se marchaban totalmente del estado de Washington.
 
En todo el caos que había sido el día anterior, no había pensado en preguntar dónde o en qué hospital estaba. No teníamos un hospital en Orcas así que tenía que estar en alguna parte fuera de la isla. Mirando en la habitación, mis ojos pasaron por la figura dormida de mi madre en un sofá, buscando por cualquier indicador.
 
Había una taza cerca del fregadero de lavado de manos que decía Hospital de niños de Seattle.
 
Genial. Me encontraba a pocos meses de ser mayor de edad y estaba en un hospital infantil.
 
Sintiendo el llamado de la naturaleza, con cuidado deslicé mis piernas a un lado de la cama. Todo en mi cuerpo clamaba que no me moviera. Mientras miraba mis piernas, que sobresalían por debajo de una bata azul bebé de hospital, vi que estaban cubiertas de hongos de color verde y amarillo.
 
Tomando una respiración profunda, y agarrando el soporte de las vías intravenosas que estaba atado a mí con serpenteantes tubos transparentes, me puse de pie. Mis músculos se sentían débiles y un poco como de goma. Era vergonzoso lo que un par de días en la cama me había hecho.

Las luces en el baño me cegaron por un momento cuando las encendí. La limpieza del espacio era casi sorprendente al principio. Cuando compartes un baño con cuatro hermanos, no te das el lujo de uno limpio con demasiada frecuencia.
 
Mientras suspiraba de alivio, me preguntaba cómo me las había arreglado con esto en los últimos cuatro días. Eso era algo en lo que no quería pensar por mucho tiempo.
 
—¿Peter? —dijo mamá aturdida—. ¿Peter? —Esta vez su voz sonaba con un poco más de pánico.
 
Estaba a punto de contestar “sólo teniendo una fuga aquí” Cuando la realidad de todo me golpeó de nuevo. Tiré de la cadena. Nada como tener un baño que hable por ti.
 
Mamá corrió al baño, con los ojos desorbitados, al igual que su pelo.
 
—No esperaba que te levantaras por ti mismo —dijo, calmando su expresión. Se apoyó en la puerta y cruzó los brazos sobre el pecho—. ¿Te sientes bien?
 
Tomé aliento para hablar, pero luego simplemente asentí en respuesta. Pasé a su alrededor, de nuevo en la habitación. Ya me sentía cansado simplemente por caminar hacia el baño.
 
—El Dr. Calvin dijo que te estarías sintiendo débil por un tiempo, ya que no has tenido ningún alimento sólido durante unos días. Dijo que podrías ser capaz de comer la próxima semana.
 
Genial. Como si todo lo demás no fuera a ser lo suficientemente malo, ahora tampoco podía comer.
 
Me arrastré hasta una silla se encontraba en un rincón de la habitación y me bajé suavemente en ella.
 
Mamá me entregó el cuaderno y un bolígrafo, una expresión de tristeza y casi enojo se mezclaba en su cara. Lo tomé, tratando de darle una media sonrisa. No creo que haya funcionado bien.
 
Abrí el cuaderno en una página en blanco. ¿Dónde está todo el mundo?
 
—Han estado pasando las noches en un hotel a pocos kilómetros de distancia —respondió mamá, hundiéndose en la cama del hospital—. Tus hermanos están volviendo a la isla esta noche. Han perdido un montón de clases. Van a regresar en el autobús con el resto de tus compañeros de clase. Shelly se va a quedar con ellos esta noche.

Shelly Smith era nuestro vecino de al lado y sus cinco hijos crecieron y se fueron. Había sido una abuela sustituta para mí y mis hermanos cada vez que era necesario.
 
—Un grupo de tus amigos llamó anoche, después de que te quedaste dormido —dijo mamá. La forma en que lo dijo, la forma en que sus ojos no se encontraban con los míos era muy incómoda—. Querían ver cómo te encontrabas.
 
Asentí. De repente me sentí incómodo también.
 
La vida había cambiado. ¿Esto me había cambiado? ¿Qué otra cosa iba a cambiar en el futuro?
 
Te vez como si te vendría bien una ducha, escribí, medio intentando aliviar la tensión, y medio porque realmente parecía que podía necesitar una.
 
—Gracias, mocoso —se rió mamá, mirándome. Me reí, pero no salió ningún sonido.
 
Eso había sido lo más raro de todo hasta ahora.
 
—Pero tienes razón —dijo mientras se olfateaba el brazo—. Estoy un poco olorosa. —Se puso de pie y besó la cima de mi cabeza—. Hay duchas para la familia en uno de los pisos superiores. Volveré pronto, ¿de acuerdo?
 
Asentí de nuevo y la miré mientras tomaba algunas de sus cosas y salió por la puerta.
 
Las cosas se sintieron demasiado tranquilas tan pronto como la puerta se cerró. Se sentía como si el silencio estuviera empujando dentro en mis tímpanos. Busqué el control remoto de la TV. Mis ojos se congelaron en la mesita de noche, en algunos de los papeles que el Dr. Calvin me había dado el día anterior.
 
Ser Mudo, decía el título.
 
La palabra pareció resonar en mi cabeza, una y otra vez.
 
Mudo.
 
Mudo.
 
Mudo.
 
Nunca antes había pensado mucho en esa palabra. Sólo era una de esas palabras que conoces, pero nunca realmente piensas en ella, nunca realmente consideras lo que significan.

“Mudo” era una de esas palabras.
 
Y de repente sentí como si esa palabra hubiera sido cortada en mi piel a través de mi cuello con una cuchilla.
 
O tal vez escrita con marcador negro permanente en mi frente:
 
Hola, soy Peter Lanzani, y soy MUDO.
 
Busqué el control remoto con la intención más agresiva, determinado a bloquear mis propios pensamientos. Finalmente lo encontré colgando de un cable de alimentación en el lado de la cama y empecé a cambiar canales con dedos furiosos.

5 comentarios :

  1. debe ser difícil para todos, otroooo :)

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  2. pobre peter! espero el proximo geniaa! estoy contetenta de tu vuelta! besoos

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  3. dificil dificil debe ser que te pase eso
    pobre peter
    me da mucha lastima
    beso

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